La historia real que inspiró la película del soldado Ryan: cuatro hermanos combatientes y un giro inesperado

Frederick “Fritz” Niland se llamaba el joven que en la ficción fue interpretado por Matt Damon. Cómo fue retirado realmente del frente de combate y qué pasó con sus hermanos durante la guerra

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Los hermanos Niland. Todos combatieron
Los hermanos Niland. Todos combatieron en la Segunda Guerra Mundial

El soldado Ryan, aquel chico al que daba vida en el cine Matt Damon, y a quien el capitán John Miller, en la piel de Tom Hanks, busca con desesperación en Normandía porque sus tres hermanos habían muerto en combate y era imprescindible hacerlo volver a casa; aquel chico simple metido en una epopeya irrepetible, así son los personajes preferidos de Steven Spielberg, aquel soldado Ryan al que había que salvar a cualquier precio, existió de verdad.

No se llamaba Ryan, sino Frederick “Fritz” Niland. No tenía tres hermanos muertos, pero durante toda la guerra se pensó que sí tenía tres hermanos muertos. No hubo ninguna epopeya para salvarlo, ningún capitán Miller, otro tipo común metido en una misión heroica, que le siguiera los pasos hasta Ramelle, una ciudad de Normandía que no existe, para que la guerra se terminara para él y para que volviera a casa. El enorme drama del soldado Ryan es el mismo del soldado Niland: sólo que esta vez, la realidad no estuvo por encima de la ficción. O casi.

El 12 de junio de 1944, apenas seis días después de la invasión aliada a Francia, el sargento Frederick “Fritz” Niland, de la Compañía H, 501 de la legendaria 101 Airborne, había ganado ya su primera medalla. Era de los invasores poco conocidos: había formado parte de las tropas que pisaron Francia como paracaidistas en la noche del 5 y en las primeras horas del 6 de junio, horas antes del gran desembarco. No había sido un tipo afortunado. El avión en el que viajaba, un C-47, había sido alcanzado por fuego alemán y toda la tripulación debió saltar antes de tiempo: cayeron en Raffoville, al suroeste del sitio que tenían asignado, que era Carentan, en la baja Normandía. Toda la dotación se dispersó y pasaron algunos días hasta que, con la ayuda de Jean Kapitem, de la resistencia francesa, volvieron a unirse para llegar a tiempo y combatir en la gran batalla de Carentan, entre el 10 y el 14 de junio. Fritz logró abatir uno de los temibles cañones nazis Flak 88, que sembraban el terror en los tanques aliados porque los pulverizaban. Una idea de los temidos que eran aquellos cañones compactos y transportables la ofrece el historiador Stephen Ambrose que cita, en su fantástico libro sobre el Día D, el testimonio de un joven teniente de la 101 Airborne que afirmó: “Los cañones nazis del 88 convirtieron al cristianismo a más gente que San Pedro y San Pablo juntos”.

La acción heroica de Fritz Niland le valió una estrella de bronce. Y a la condecoración le siguió una mala noticia: el jefe de la Compañía D del 505 Regimiento de Paracaidistas de la 82ª División Aerotransportada, le confió que su hermano Robert Niland, había caído el mismo día de la invasión, el 6 de junio. Como su hermano Fritz, Robert se había lanzado en paracaídas sobre territorio francés, detrás de las líneas alemanas, la noche del 5 al 6 de junio. Durante los terribles combates del 6, ya con las cabezas de playa en manos aliadas, en manos precarias, pero aliadas, y en su puesto de ametralladorista, Robert había cubierto la retirada de su pelotón, golpeado por el fuego de los morteros nazis en Neuville-au-Plain, un pueblo que integraba la comunidad de Saint Mere Eglise; se había quedado sin municiones y al salir para reaprovisionarse de su improvisada trinchera, un pozo superficial detrás de un seto de arbustos, había sido abatido por los alemanes. El jefe de la compañía D dijo a Fritz que su hermano Robert estaba enterrado en el cementerio de Saint-Mere Eglise, que luego pasaría a la fama porque fue el primero de los pueblos franceses en ser liberado, y porque de la punta del campanario de su iglesia quedó colgado de su paracaídas el soldado John M. Steele que debió cortar las correas para pisar tierra francesa. A ambos, soldado y paracaídas, los hizo famosos años después la película “El día más largo del Siglo”, sobre el legendario libro de Cornelius Ryan.

Tom Hanks y Steven Spielberg
Tom Hanks y Steven Spielberg durante la filmación de "Salvando al soldado Ryan" (foto Paramount)

Fritz Niland quedó destrozado. La guerra ya había golpeado a su familia y a él mismo. Era el menor de cuatro hermanos, todos hijos, junto a dos mujeres, Clarissa y Margaret, de una pareja formada por Michael y Augusta Niland, que vivían en Tonawanda, en el estado de New York. Fritz era el más chico de los cuatro varones. Había nacido en 1920 y tenía veintitrés años en los días de la invasión a Normandía. El mayor, Edward Niland, había nacido en 1912, le seguían Preston, que había nacido en 1915, Robert, en 1919 y Fritz. Todos se habían integrado al ejército de Estados Unidos, Preston y Robert para cumplir con el servicio militar y Edward y Fritz como voluntarios luego del ataque japonés a Pearl Harbor.

Los hermanos pidieron pelear juntos, pero fueron separados, o al menos intentaron separarlos, en distintas unidades porque la secretaría de guerra no quería que se repitiese otra tragedia flamante, la de los hermanos Sullivan, cinco muchachos de entre veintisiete y veinte años, nacidos en Waterloo, Iowa, que formaban parte de la tripulación del crucero ligero “Juneau”, torpedeado y hundido por los japoneses el 13 de noviembre de 1942, cerca de Guadalcanal. De toda la dotación del crucero sólo sobrevivieron diez marinos y ningún Sullivan.

Matt Damon en su recordado
Matt Damon en su recordado papel del soldado Ryan

Pero la tragedia parecía a punto de repetirse. En mayo de 1944, un mes antes del desembarco en Normandía, los Niland habían recibido una noticia terrible: Edward, de 31 años, había sido derribado por el fuego antiaéreo japonés en una misión sobre Birmania. Edward también era sargento del 12 Grupo de Bombarderos del 43º Escuadrón, y operador de radio de B-25 encargado de atacar las rutas japonesas de abastecimiento. Si bien había cierta confusión sobre la fecha exacta del derribo del avión, se presumía que había sido el 20 de mayo. Como ninguno de los tripulantes había sido hallado tras el impacto, se lo consideraba “Missing in action”, desaparecido en acción, lo que equivalía a la muerte.

Cuando supo que su hermano Robert estaba enterrado cerca de Saint-Mere-Eglise, Fritz quiso ver su tumba. Lo acompañó un capellán, el teniente coronel Francis Sampson, sacerdote católico de la Arquidiócesis de Servicios Militares y uno de los tipos más queridos en la 101 Airborne. Fue Sampson quien hizo las averiguaciones del caso, quien buscó en los registros el nombre de Robert Niland para ubicar su tumba. Regresó donde lo esperaba Fritz con lo que creyó que era una buena noticia: “El muerto no es tu hermano –le dijo- Es otro Niland, este se llama Preston”. Fritz le contestó: “Es otro Niland, pero también es mi hermano”. Sampson supo entonces la enorme tragedia de la que era testigo: tres Niland muertos y un solo sobreviviente. Decidió entonces sacar de la guerra a Fritz, que se convirtió sin saberlo en el soldado Ryan de la película que se filmaría medio siglo más tarde.

Sobre la muerte de Preston Niland también hay confusión. Había desembarcado en la playa Utah, una de las cinco playas del desembarco junto a Omaha, Juno, Gold y Sword, como alférez, segundo teniente, del 22 Regimiento de la 4ta. División de Infantería. El gigantesco caudal humano destinado a invadir el continente europeo había tirado abajo el prurito de impedir que los hermanos pelearan en un mismo campo de batalla: todos fueron a parar a Normandía. Algunos testimonios afirmaron que Preston murió cuando intentaba ayudar a un camarada herido, el 7 de junio. Pero en su tumba del cementerio de Colleville-sur-Mer figura como fecha de su muerte el 6 de junio, el mismo día del desembarco y de la muerte de su hermano Robert.

Fritz Niland no quiso volver a Estados Unidos. Se emperró en seguir en los campos de batalla. Según uno de sus compañeros, John Bacon, dijo que sólo volvería a casa esposado y que su intención era vengar la muerte de sus hermanos. Pero el padre Sampson, que además de impulsar la misericordia cristiana era militar, le dijo: “Si querés, podes enojarte con el general Eisenhower y con el presidente Roosevelt. Pero volvés a casa”. Para Niland-Ryan no hubo ningún capitán Miller, ninguna patrulla que dejara jirones de vida para hallarlo, sino un simple trámite burocrático que lo despachó de nuevo a Estados Unidos. No le fue fácil porque la burocracia es la burocracia aquí en la Tierra como en el Cielo, en la paz o en la guerra: el traslado de Niland se demoró por un papeleo indescifrable y el muchacho estuvo como candidato para tomar parte de la operación “Market Garden”, la toma por parte de los aliados de los puentes vitales en los Países Bajos que, se suponía, iba a acelerar la llegada a Berlín y la liberación de ese reino. Fue un desastre militar y, de haber integrado las fuerzas aliadas, Niland pudo morir en aquel disparate diseñado por el inefable mariscal británico Bernard Montgomery.

Entre paréntesis, sobre Montgomery, “Monty” para la historia, sólo se ha contado lo bueno. El tipo cometió un par de chambonadas gordas incluso en África, donde puso más que en vereda a las huestes del mariscal Erwin Rommel. Pero en Francia, por ejemplo debió tomar la ciudad de Caen al tercer día de la invasión a Normandía y tardó diecisiete, lo que le hizo murmurar con feroz ironía al comandante supremo de los aliados, Dwight Eisenhower: “No estamos en condiciones de soportar un nuevo éxito militar de Monty”. El gran fracaso militar de la operación Market Garden fue recreado para el cine en el film “Un puente demasiado lejos”, filmada en 1977, cuando en el cine ni se hablaba de los héroes de Marvel.

Fritz Niland dejó la guerra, a su pesar y pese a sus protestas. Primero fue retirado de Francia y enviado de regreso a Inglaterra, a un campamento levantado en Lamborne, al oeste de Londres. Cuando los eternos papeles de su regreso estuvieron firmados y listos, fue repatriado. No fue sino luego de que el presidente Franklin D. Roosevelt diera orden de repatriarlo de inmediato: un día y medio después, Fritz volaba de regreso a New York donde fue destinado a la Policía Militar.

La historia todavía tenía pensado dar un giro imprevisto. Con la guerra acabada en Europa, el nazismo destruido y Alemania en ruinas, todavía quedaba terminar con la guerra en el Pacífico: Japón recién se iba a rendir en agosto de 1945, después del estallido de dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. En mayo de 1945, las tropas británicas que reconquistaban los territorios de Birmania ocupada por los japoneses, encontraron en medio de la selva a un soldado a punto de morir de hambre, vestido con harapos y perdido en la bruma de la inanición: pesaba treinta y ocho kilos. Era Edward Niland, que no había muerto en mayo de 1944. Había saltado en paracaídas de su B-25, había vagado por la selva hasta dar con un poblado de pescadores que lo entregaron de inmediato a los japoneses; había pasado un año en un campo de concentración del que logró fugarse y se lanzó a la aventura de sobrevivir en la jungla, desafío que casi le cuesta la vida. Cuando estuvo repuesto y con mejor peso, el otro hermano Niland también regresó a casa. Su padre dijo que siempre había soñado que su hijo, desaparecido en acción, había saltado en paracaídas y que, en esos sueños, le decía: “Papá, estoy bien y vuelvo a casa”. La madre dijo, y la familia sostuvo, que siempre había puesto en la mesa un plato de comida en espera de su regreso. Vivió el resto de su vida en su Tonawanda natal y murió el 28 de febrero de 1984, a los setenta y un años. Frederick “Fritz” Niland se casó con Marilyn Batt, tuvo dos hijas, Catherine y Mary, y murió en San Francisco un año antes que su hermano, el 1 de diciembre de 1983, a los sesenta y tres años.

La tumba de Preston Niland
La tumba de Preston Niland en el cementerio americano de Colleville-sur-Mer

El cementerio americano de Colleville-sur-Mer guarda los restos de los más de diez mil soldados que cayeron en las duras batallas que llevaron a la liberación de Francia primero y de Europa después. Es en ese cementerio donde Spielberg filmó la conmovedora escena final de “Salven al soldado Ryan”, que muestra al Ryan de ficción, ya en el otoño de su vida, frente a la tumba del capitán Miller con un interrogante destinado a su familia: “Decíme que todo esto valió la pena. Decíme que fui un buen hombre”.

En ese cementerio están enterrados los dos hermanos de Fritz Niland, Robert y Preston, caídos ambos en las horas que siguieron al desembarco aliado en Normandía. Son las tumbas 11 y 12, fila 15, parcela F.

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