El incendio que expulsó a Maradona y Coppola de Barrio Parque: ¿pirotecnia, juguetes sexuales o un asado fuera de lugar?

El Diez empezó a causar malestar en la zona más exclusiva de Buenos Aires por dañar los árboles con su enorme camión. Pero en enero de 2002, en un episodio todavía no esclarecido del todo, llegó el fin de su estadía allí. La serie “Coppola, el representante” da cuenta de ese domingo fatídico

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El inolvidable Scania: Maradona maneja,
El inolvidable Scania: Maradona maneja, Coppola acompaña.

El 21 de enero de 2002 las tapas de los diarios argentinos tenían títulos como “Analizan cómo compensar a los ahorristas” o “Qué hacer con la plata en el corralito”. Un mes después de la renuncia del presidente De la Rúa, el país estaba incendiado. Pero ese día, ese domingo, la Argentina habló menos de su incendio colectivo que de uno en particular: el de la casona de Barrio Parque en la que se había instalado Diego Armando Maradona después de su partido homenaje en La Bombonera.

La casa, ubicada en la calle Mariscal Ramón Castilla, tenía tres pisos, “pileta y un poco de verde”. Así la describió Guillermo Coppola, el representante del Diez, cada vez que contó por qué había elegido alquilar esa vivienda y no otra. Años antes habían vivido allí Mirtha Legrand y Daniel Tinayre. Según contaba el diario La Nación en ese momento, pagaban 11.000 pesos mensuales -casi 8.000 dólares- y el garante era “Guillote”.

Invitado a la mesa de Mirtha Legrand, Coppola habló del incendio en Barrio Parque

Fue él el que habló con el jefe de las dos dotaciones de bomberos que, durante al menos dos horas, combatieron las llamas que dejaron la casona en ruinas -y que le saldrían carísimas a Coppola-. Y fue él el que habló con la prensa cuando los cronistas lo abordaron en la vereda. “Hubo un cortocircuito en el control eléctrico del sauna que está en el primer piso”, les dijo. Ese cortocircuito, explicaba el representante, había desencadenado el incendio. Y les confirmaba a los periodistas que Maradona ya había abandonado la casa en la que cada uno de los dos tenía una habitación: el Diez estaba fuera de peligro.

El incendio fue la tarjeta roja definitiva que Barrio Parque le mostró a Diego. Empezando, claro, por el dueño de la casona. Pero la relación entre Maradona y esa zona de Buenos Aires, tal vez la más exclusiva de todo el territorio porteño, no sólo terminó mal. Había empezado mal.

Coppola recuerda el incendio de enero de 2002 en la casona de Barrio Parque

Cuando Diego se mudó a la casa de Mariscal de Castilla ya era dueño del enorme camión Scania con el que se movía para ir a algunos entrenamientos y al que le había estampado una calcomanía como si en eso se le jugara el ADN. “DalGian”, decía la estampa en el parabrisas: la primera sílaba del nombre de las dos hijas que tuvo con Claudia Villafañe. Ese camión, altísimo, que de tan desmesurado se volvió indudablemente maradoniano, derribaba las ramas de los árboles de la zona a su paso. Primer malestar en Barrio Parque.

Maradona compartía zona con otros protagonistas de la vida argentina: bien cerca suyo vivían Mariano Grondona, Susana Giménez, Mauricio Macri, Marcela Tinayre y Flavia Palmiero, entre varios. Y fue Susana, justamente, quien más de una vez alertó a Coppola sobre los despliegues de fuegos artificiales que se veían, y sobre todo, se escuchaban desde la casona. Al principio, contaría el representante, sólo de noche. Después “de mañana, de tarde, de noche… Diego no se medía”. Si no le avisaba Susana, le avisaban los playeros de la Shell que quedaba a unas pocas cuadras de la vivienda y desde la que, claro, se veía y se escuchaba todo.

El famoso Scania de Maradona. En esta oportunidad saliendo de un entrenamiento de Boca

Hacé algo con Dieguito, se le va a prender fuego la casa a este pelotudo”, le dice Susana Giménez a “Guillote” en el último episodio de la serie Coppola, el representante, que puede verse en Star+. El capítulo se llama nada menos que “Fuegos artificiales” e, inspirado en hechos reales de la vida de Coppola, reconstruye -con más o menos licencias- esos meses en Palermo Chico. En la serie, un plano del perrito yorkshire de Susana -Jazmín, ese monumento a la década del noventa- temblando de pavor por la pirotecnia condensa esas noches de estruendo. Segundo malestar en Barrio Parque.

Pero el incendio fue el cruce de todos los límites. El malestar definitivo. Maradona se fue del barrio. Coppola indemnizó al dueño, un abogado cuya esposa no quería saber nada con que la casona fuera habitada por Diegote y Guillote. Con el diario del 2024: la señora la vio.

Coppola y Diego en plenos
Coppola y Diego en plenos años noventa.

Tuvieron que pasar los años para que Coppola desmintiera su propia versión del cortocircuito, o al menos la complementara, y explicara realmente qué había pasado. Todas las veces lo hizo en ese tono que lo consagró hace décadas como un gran narrador de anécdotas, sin que importaran demasiado los detalles, ni siquiera el verosímil.

Casi todas las veces repitió este gag: “No salió Diego de la habitación que se estaba incendiando, salió Pelé, neeegro”. Casi todas las veces, al contar su recorrida con el dueño de la casona tras la destrucción de la vivienda, remató así: “El tipo me puteaba, me quería cagar a trompadas, y yo le dije: ‘Peor hubiera sido si veías cómo estaba la casa antes de prenderse fuego’. Y el tipo se tuvo que reír”. ¿Pero qué pasó realmente?

“Éramos Los Roldán. Diego, de Fiorito. Yo, de Constitución”, resumió Coppola en un almuerzo en la mesa de Mirtha Legrand, varios años después del incendio, para hablar de la época del Scania, la pirotecnia y los bomberos. “Vivíamos ahí, yo iba y venía de mi departamento. Diego tenía la costumbre de los fuegos artificiales y le regalaban, tenía una artillería. Un domingo, llego con los ravioles de seso que le gustaban a Diego y veo humo. Salía humo de la habitación. Marianito, el de seguridad, me dice: ‘¿No estará haciendo un asado en la habitación?’”, contó Coppola en esa mesa.

Y siguió: “Menos mal que llegué. Empezaron los vecinos a putearme. Le insisto al jefe de bomberos con que había sido un cortocircuito. Y de repente se detona la artillería de fuegos artificiales. ‘Olvídese del cortocircuito’, me dijo el tipo. No fue intencional”.

En una entrevista con TN, hablando del mismo episodio, “Guillote” contó: “Empezó en el sauna. No sé si no estaba cocinando en esa misma habitación, empezó a salir humo y el fuego se empezó a extender por otros ambientes”.

En el ciclo Anecdotario Coppola, en el que el representante conversó con el periodista Guillermo Poggi, contó: “Parecía que todo el incendio terminaba. Diego tenía una especie de depósito de fuegos artificiales en el garaje. La casa estaba destruida, la gente estaba evacuada (...) Las llamas en un momento se veían por Crónica TV, y de repente, la explosión de los fuegos: todo se veía en la tele”.

En la serie "Coppola, el
En la serie "Coppola, el representante" se ficcionalizan las fiestas que Maradona daba en su casona de Barrio Parque. (Star+)

En 2018, en el ciclo Intrusos, Jorge Rial intentó que se revelara el por qué del fuego: “A mí me dijeron que fue un problema de una zapatilla para enchufar, y que habían enchufado muchos consoladores juntos”. Coppola estaba en el estudio y respondió: “¿Ah, sí? Puede ser”, le dijo, con una sonrisa pícara, y sumó: “Como no soy amante de esos productos no lo sé. Soy de una generación anterior a la de Diego”.

Pasaron veintidós años desde aquel incendio maradoniano enmarcado en el incendio argentino. Una zapatilla eléctrica con demasiada demanda, un arsenal de pirotecnia, un sauna sobre-exigido, una comida preparada en una habitación inapropiada, o todas las anteriores, o ninguna de las anteriores. No está claro el grado cero de ese fuego que ardió apenas dos días antes de que Claudia Villafañe cumpliera cuarenta años.

En el sexto capítulo de la serie de Star+ tampoco se sabe cuál es la chispa que terminaría con la expulsión de Maradona y Coppola de Barrio Parque. Pero la ficción monta las circunstancias en las que se produce el incendio: relaciones sexuales de a dos, de a tres, de a muchos; una pelopincho llena de espuma en medio de un living; un hombre colgado de una araña a la que se le caen los caireles irremediablemente; armas; un asado hecho a fuerza de un soplete debajo de una chimenea; graffitis en las pinturas que ya estaban exhibidas en la casona; un pony. Y fuegos artificiales. Muchos fuegos artificiales. Es tan imposible peritar ese incendio tantos años después como saber cuánto de toda esa fiesta mostrada en la serie pasó realmente. Pero sí parece una bacanal digna de aquello que el verdadero Coppola le dijo al propietario: que peor que ver la destrucción final sería ver el camino hacia ella.

En la serie sí se ve el cortocircuito. Es entre Coppola y Maradona. “Te chupa un huevo todo lo que te digo, Diego. No estamos pasando un buen momento. Nosotros antes nos divertíamos pero nos respetábamos, nos cuidábamos. No está pasando eso”, le dice el “Guillote” de Juan Minujín a su representado, por teléfono. “No dije de separarnos. Lo que digo es que nos tomemos un tiempo para estar solos, pensar un poquito, acomodar la cabeza… Te amo, Diego, pero no puedo más… ¿Cómo que ‘cagón’, Diego?”. El representante llora y corta porque le cortaron. Se asoma al balcón, ve la camioneta del Diez irse. Llora más. El amor de su vida se va. Y le acaba de sacar roja.

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