Como si dijera “Houston, tenemos un problema”, pero atravesado por su genética inexorablemente porteña, el Guillermo Coppola interpretado por Juan Minujín atiende su teléfono celular desde la cama y dice: “Dieguito, tenemos un temita”. Y hace que la espuma del “temita” baje inmediatamente: “Creo que ya tengo la solución”.
El tercer capítulo de Coppola, el representante, la serie de Star+ que tiene como gran protagonista al icónico manager de Diego Armando Maradona y que por estos días es un éxito, cuenta no sólo el asesinato de Leopoldo “Poli” Armentano, el “Rey de la Noche”. También cuenta la relación amorosa entre “Guillote” y Alejandra Pradón, una de las vedettes más populares de los años noventa. O, más bien, el montaje de esa relación amorosa.
Lo que pasa es que, según la serie dirigida por Ariel Winograd, ese vínculo fue pura ficción: una artimaña de Coppola para derrumbar los rumores crecientes de que Pradón era en realidad la amante de su representado, todavía casado con Claudia Villafañe por aquellos años.
“Tengo más de 70 periodistas en la puerta del teatro, no paran de preguntar por el romance de Diego y…”, le dice al Coppola de la serie un integrante de la producción de la obra en la que en ese momento trabajaba Pradón, interpretada en la serie por Adabel Guerrero. La cámara cierra el plano sobre la cara de “Guillote”, que parece sentirse en problemas y estar teniendo una revelación sobre cómo ser una vez más un héroe sin capa. Todo al mismo tiempo.
La gestión de crisis del Coppola de la serie tiene tres pasos, de menor a mayor. Paso 1: se planta ante los periodistas, desmiente los rumores, dice que tal vez alguien está apelando al apellido Maradona para vender más entradas de la obra de teatro y que está muy cansado así que se va a dormir. Paso 2: con intermediación de “Poli” Armentano, Coppola cita a Pradón en un restorán para cenar juntos en una mesa contra la calle, bien ubicada para que los paparazzis puedan irse con la foto de ellos dos sonriendo, tomándose de la mano, acercando las bocas. Desde la calle, ninguno de los fotógrafos escucha cómo el representante le explica a ella los planes sobre este especie de operativo de desagravio hacia el Diez, ni cuando ella finalmente dice que sí a todo y exige un pasaje en primera clase a Suiza.
El paso 3 termina de echar toda la carne al asador: Coppola organiza una entrevista en el living de Susana Giménez, esa arena de los noventa en la que los hechos se volvían más reales a fuerza de cientos de miles de testigos del otro lado de la pantalla. Sería la primera aparición pública de la pareja como tal.
El Coppola de Minujín le da instrucciones a la Pradón de Adabel Guerrero: “Vos bailá pero yo guío, seguime”. Se molesta cuando siente que ella habla de más. Hace que “no” con la cabeza cuando Susana le da la palabra a su invitada para que cuente cómo empezó la relación con el representante. Usa el corte comercial para pedir más maquillaje para apaciguar la transpiración de la cara. Apenas termina la entrevista, se va del estudio. Solo.
La entrevista reproducida en la serie está, como toda la serie, “inspirada en hechos reales”. Así se lee en la leyenda introductoria de cada uno de los seis episodios dirigidos por Winograd. Efectivamente, en septiembre de 1998, Coppola y Pradón estuvieron juntos en el living de Susana: él tuvo un bloque entero para conversar mano a mano con la entonces diva de los teléfonos. Habló de la “causa del jarrón” por la que estuvo preso más de tres meses. Habló del distanciamiento con su esposa de ese momento, Sonia Brucki -que en la serie se llama Silvia-. Y después de una pausa, se paró cuando Giménez hizo entrar a Alejandra Pradón al estudio, la besó en la mejilla y usó la misma palabra que la vedette para hablar de su vínculo: amistad. Una amistad al estilo “vamos viendo”.
“Hace muy poquito a ella la vinculaban con Diego. En realidad no estaba vinculada con nadie. La empezaron a vincular conmigo y todavía había sucedido absolutamente nada entre nosotros”, le contó el verdadero Coppola a la verdadera Susana. Y también: “Necesitamos que transcurra el tiempo para conocernos, saber qué nos gusta del otro”.
Desde hace apenas algunos días, en el link de YouTube en el que puede verse esa entrevista completa, empezaron a aparecer comentarios convencidos de que la versión de la “pantalla” para proteger a Maradona fue real. Dicen: “Nunca vi a Coppola tan serio. Pensé que era exagerado en la serie, por eso vine a chequear, REALMENTE FUE ASÍ”; “Lo incómodo que se ve Coppola, en la serie y acá”; “¿cuántos llegamos acá pensando que estaban exagerando demasiado en la serie?”; “qué gran amigo Guillote”.
“Ficción”, dice el verdadero Coppola en un móvil del programa televisivo LAM. Y sonríe con cara de que sólo los protagonistas saben qué sí y qué no de todas las historias que la serie inspirada en su vida muestra. “Hay que preguntarles a los guionistas, al director. La ficción es la ficción, yo en la ficción me banqué todas… El que salió con Alejandra Pradón fue Guillermo Coppola, y colorín, colorado, este cuento se ha acabado”, enfatiza el representante. Apela a un recurso histórico de su gran amigo: hablar de sí mismo en tercera persona.
Lo cierto es que el tercer capítulo de la serie enojó bastante a una de las figuras centrales de su trama. “No me gustó nada de nada. La llamé a Claudia (Villafañe) porque a mí quien me importa en mi vida personal es la señora Claudia Villafañe (...) No pueden ensuciar así a la gente. Yo fui la pareja de Guillermo, vivió conmigo en mi casa (...) Ni un minuto estuve sola con Diego, éramos una familia con Claudia, Dalma, Giannina y Guillermo”, dijo Alejandra Pradón en una conversación telefónica con Intrusos hace unos días.
Es imposible saber cuándo nace una teoría conspirativa, cómo es el Big Bang que va a instalar más dudas que certezas. Pero alcanza con ver los comentarios de la verdadera entrevista en el living de Susana Giménez para confirmar que ya hay militantes de que esa coartada que la serie de Star+ pone en escena es un fiel reflejo de los hechos de finales de la década de los noventa. Que la verdadera relación era entre Maradona y Pradón, y que Coppola era una pantalla para “llevarse la marca”: de los paparazzis, de los periodistas, de la opinión pública.
Lo que sí se sabe es que al Coppola -de Minujín- se le ocurre apelar a la ficción para echar por tierra los rumores que comprometen al Diez. Y que el verdadero Coppola, varias décadas después, mira a cámara y repite esa misma palabra para describir los hechos de la serie: “Ficción… Es ficción”, dice. Y sonríe. Y ahí que cada uno decida: creerle o no ya es un problema del que lo esté mirando por televisión.