En el living de su casa, cerca de la cama solar que había comprado para broncearse sin tener que ir al solarium, Guillermo Coppola tiene sexo con una mujer. Hasta que interrumpe porque le suena el celular: “Es Diego”, dice. En un desfile que reúne a las modelos más deslumbrantes del arranque de los 90, Coppola abandona su asiento (recontra) VIP en la primera fila porque alguien le avisa al oído que hay una llamada esperando por él en el lobby de ese hotel de Punta del Este: “Es Diego”, le susurran. Mientras ve en un televisor los festejos para celebrar el Mundial que Argentina ganó en México 86 y trata de no hacer ruido para no despertar a su beba recién nacida, Coppola le avisa a su pareja, Amalia “Yuyito” González, que se vuelve a Italia al día siguiente: “Llegó la Ferrari de Diego”.
Coppola, el representante, la serie de Star+ que se estrenó hace unos días y que recorre la vida de “Guillote”, está llena de escenas en las que un llamado, un deseo, un exceso o un negocio de Diego Armando Maradona cambian inmediatamente los planes de su manager. En el tercer capítulo hay una excepción a esa regla de oro: Coppola está en un pasillo del Hospital Fernández junto a los padres de Leopoldo “Poli” Armentano, esperando novedades médicas sobre el “Rey de la Noche” después de que le pegaran un tiro en la cabeza. Suena su celular y, como casi todas las veces, es Diego. Pero entonces le dice que no, que no va a viajar a verlo a Salta en el amistoso de la Selección previo al Mundial de Estados Unidos. Que se queda con “Poli”. Apenas después, aparece el médico: Armentano está muerto.
Como todas las series inspiradas en hechos reales, esta también avisa, cada vez que empieza uno de sus capítulos, que “los personajes y sucesos representados son producto de una creación con fines dramáticos”. El segundo capítulo de Coppola, el representante da dos señas particulares justo cuando aparece por primera vez el personaje de “Poli” Armentano, interpretado por Joaquín Ferreira: “Rey de la Noche”, “Mejor amigo de Guillermo Coppola”. Es tan cierto que en los archivos de diarios y revistas abundan las fotos de “Poli” y “Guillote” abrazados como que Coppola estuvo imputado judicialmente como instigador de ese asesinato.
En la serie -como probablemente haya ocurrido en aquella madrugada de 1994- el fusilamiento de Armentano se desencadena en apenas unos segundos. Pero casi treinta años después del disparo, nadie sabe quién lo mató ni por qué. Lo que no faltaron fueron hipótesis que nunca pudieron ser probadas: deudas, amantes, narcotráfico, política y sicarios fueron elementos que se alternaron en la historia de un crimen que llegó a la tapa de los diarios y que prescribió sin resolverse.
La última cena
La noche del 19 de abril de 1994 Leopoldo “Poli” Armentano cenó con Guillermo Coppola y Ramón Hernández, secretario privado del entonces presidente Menem, entre otros comensales. Armentano, que tenía 37 años, era efectivamente llamado “Rey de la Noche” porque era uno de los dueños -y era sobre todo la cara visible- de las discotecas El Cielo y Trumps, que eran dos centros neurálgicos de la vida nocturna de Buenos Aires en aquellos años.
Por el VIP de El Cielo pasaban Coppola, Maradona, Hernández, Zulemita y Carlitos Jr. -hijos del Presidente-, Guillermo Vilas, Mauricio Macri y su padre Franco. Pasaban también modelos y las figuras más centrales de la farándula de esos años. Pasaba el champagne y las propinas en dólares.
La cena fue en El Mirasol, un restorán de la Recova de Recoleta. Algunos mozos de allí declararían después que la reunión tuvo momentos tensos, que Hernández y Coppola reiteraban una propuesta y Armentano se negaba cada vez con más contundencia. Pero para eso faltan algunos párrafos.
Lo cierto es que, después de cenar, “Poli” hizo una parada por Trumps, en Libertador y Bulnes, y estacionó el auto -un BMW que no le pertenecía a él sino a una de las empresas que tenía con sus socios- a pocas cuadras del departamento que alquilaba. Eran las cuatro y media de la mañana y a Armentano le faltaba media cuadra para entrar a su edificio, sobre la calle Demaría, pero de una 4 x 4 bajó un hombre que se le acercó y, a menos de un metro, le disparó en la cabeza: la bala entró entre su pómulo y su oreja izquierda y no salió.
Contra todos los pronósticos, en vez de caer al piso y quedar tirado, Armentano estuvo casi dos horas intentando abrir la puerta del edificio: un diariero que lo vio moverse con mucha dificultad, casi forcejeando, declararía después que pensó que se trataba de una persona alcoholizada. El encargado del edificio fue quien, a eso de las 6.15, lo encontró todavía en la calle, herido.
Tambaleándose pero, sobre todo, resistiéndose a recibir ayuda, “Poli” subió hasta el quinto piso por escalera y los médicos tuvieron que esposarlo para, finalmente, lograr trasladarlo al Hospital Fernández. Los peritos que investigaron su muerte dirían después que esa resistencia a ser atendido y esa insistencia por entrar al edificio fueron porque el balazo impactó en una zona del cerebro que deterioró en el acto sus funciones cognitivas, y estaba ejecutando “actos reflejos”.
El título principal de la tapa de Clarín del 21 de abril fue sobre el asesinato del soldado Carrasco, que desencadenaría el fin del servicio militar obligatorio en la Argentina. En una foto grande, de espaldas, se ve la espalda de Maradona abrazado a algunos de sus compañeros, festejando el gol que le había hecho en Salta a Marruecos. A un costado, se lee: “Balearon al rey del jet-set. (Armentano) Es el dueño de El Cielo y Trump’s, dos de las discotecas preferidas. Recibió un balazo en la cabeza, de madrugada, al llegar a su casa. Está en coma”. El 22 de abril, a media tarde, Armentano murió. En esos dos días de descompensación y agonía no pudo dar ningún indicio que ayudara a investigar su homicidio.
Veinte jueces y ninguna respuesta
El juez Francisco Trovato fue notificado de que el homicidio de Armentano debía ser investigado por su juzgado siete horas después de que llegara el primer patrullero al edificio de la calle Demaría. Esa sería la primera de una serie de irregularidades en la investigación del caso, y tal vez la que más ruido hace tres décadas después es esta: Ramón Hernández jamás fue citado a declarar.
Con el correr de las horas, los días y los meses, empezaron a fortalecerse y debilitarse, a un ritmo vertiginoso, distintas hipótesis sobre quién había matado a Armentano pero, sobre todo, y más allá del eventual autor material del disparo, la gran pregunta era sobre el móvil del homicidio: ¿por qué lo habían matado? La idea de que se había tratado de un robo se descartó casi instantáneamente: “Poli” tenía todas sus pertenencias cuando lo encontraron herido, incluidos los 20 pesos que llevaba en la billetera.
La hipótesis de que el propio Coppola había sido el instigador fue de las más resonantes: se habló de que el motivo podría haber sido una deuda de Armentano con el representante de Maradona, que, de hecho, al momento de la sucesión efectivamente reclamaría esa deuda. El encargado del edificio en el que vivía Armentano hizo un aporte clave para abonar esta idea: aseguró en sede judicial que Coppola había entrado al departamento de “Poli” antes de que llegaran los primeros investigadores, y se había ido con un maletín: el representante lo negó categóricamente.
A la declaración de Luis Vizcarra, el encargado, se sumó la de un preso del penal de Olmos, que también señaló al representante como instigador. Trovato imputó a “Guillote” pero no llegó a procesarlo, y finalmente fue sobreseído. Vizcarra fue denunciado por el representante por falso testimonio.
Un mozo de El Mirasol atestiguó que había escuchado una discusión que crecía cada vez más en la mesa que compartieron Coppola, “Poli” y Hernández horas antes del disparo. A partir de ahí, surgieron dos teorías que fueron investigadas: que la discusión surgió porque estaban instando a Armentano a que vendiera sus boliches y él se negaba, y que surgió porque la negativa era sobre habilitar (informalmente, claro) la venta de drogas en medio de sus pistas de baile. Ninguna de estas teorías pudo ser probada.
Se habló, incluso, de que Armentano y Zulemita Menem mantenían una relación amorosa y que el propio Carlitos Jr. había sido el instigador del crimen, aunque esta hipótesis ni siquiera implicó imputaciones. También se habló de que, por la gran cantidad de parejas y amantes que ostentaba nada menos que el “Rey de la Noche”, podía tratarse de un homicidio de los que en los años noventa se (mal) llamaban “crímenes pasionales”: la investigación tampoco logró avanzar a paso firme en ese sentido.
Carlos Galende, un empresario, también fue imputado: según dos socios de Armentano que declararon ante la Justicia, “Poli” había sido amenazado para cobrar una deuda. La investigación avanzó y, un tiempo después y sin grandes hallazgos, le dictaron la falta de mérito.
Hubo hasta “soplones” vinculados al asesinato de Armentano: un informante de la Policía Federal declaró que dos ex integrantes del Servicio Penitenciario de Córdoba con los que había compartido un viaje en auto habían dicho que “iban a ajustar a un gil” y también: “Lo vamos a mandar al cielo y lo vamos a festejar en Trumps”, en un presunto esfuerzo metafórico inolvidable. Walter Melián y Adrián Araujo, los penitenciarios señalados como sicarios, llegaron a ser procesados. Pero la Cámara del Crimen revisó esa decisión y les dictó la falta de mérito.
Llegó también a señalarse a Daniel Bellini, otro empresario de la noche y dueño del famoso boliche Pinar de Rocha, como instigador, asegurando que la competencia entre ellos, y una presunta deuda de hasta 300.000 dólares podrían haber sido los móviles del homicidio. Sin embargo, Bellini -que años después sería condenado por el asesinato de la madre de su hija- no llegó siquiera a estar imputado.
Los años pasaban y los jueces también. Trovato, señalado formalmente por su “falta de decoro” por la Justicia tras haber posado para una revista ostentando su casa -en plena investigación-, fue destituido por haber recibido coimas y se había profugado. De ahí en más, su juzgado fue subrogado innumerables veces: una veintena de magistrados estuvieron a cargo de la investigación del asesinato de “Poli”.
La familia Armentano insistió más de una vez en que “Poli” se negaba una y otra vez a que sus discotecas fueran un espacio en el que habilitar la venta de drogas. “Poli molestaba porque no quería vender droga en su negocio”, dijo alguna vez Andrea Armentano al programa Cámara del Crimen, aunque no logró reunir las pruebas suficientes para sostener esa hipótesis ante la Justicia.
En 2006 la causa prescribió sin que nadie más que los autores supieran exactamente qué había pasado con “Poli” Armentano. Unos años después, en el mismo predio en el que había funcionado El Cielo, abrió una nueva discoteca pero con otro nombre. Lo que alguna vez había sido sinónimo de innumerables noches en el VIP en el que se apilaban las figuras centrales de la política, el deporte, el empresariado y la farándula de los vertiginosos años noventa en la Argentina, ahora llevaba el nombre de un misterio sin resolver y bañado de sangre.