Liza Minnelli hizo su primera aparición en cine con tan solo tres años caminando de la mano de su madre, la famosa actriz y cantante Judy Garland, en la película In the Good Old Summertime. No estaba en los planes un debut frente a las cámaras tan temprano, pero se le ocurrió a Judy incluirla en la escena final como su hija. Era previsible que eso sucediera. Liza no tenía una vida común y corriente. Era la hija de dos celebrities en el candelero. Eran los principales responsables de la película más taquillera de la Metro-Goldwyn-Mayer en los años 40s, “Cita en San Luis”. Judy había saltado a la fama como Dorothy Gale en El Mago de Oz y su padre Vincente Minnelli, era un reconocido director de cine, hoy considerado el padre de los musicales modernos. “Un hombre maravilloso que me inculcó un amor por la música que de otro modo no habría conocido. Aprecio nuestras tardes escuchando juntos a Ella Fitzgerald”, escribió en su cuenta de Instagram la actriz que hoy cumple 78 años. En esa misma cuenta, suele subir fotos de sus padres y recordarlos con palabras amorosas “Mi madre me dio mi impulso… mi padre me dio mis sueños”.
Liza May Minnelli nació un 12 de marzo de 1946 en Los Ángeles, California. Tal vez su el origen de su nombre haya marcado su destino de reina del musical. “Liza” le fue dado por el nombre de una canción de un musical de los años 20 Show Girl, compuesta por su padrino Ira Gershwin y su hermano George.
Sus padres se separaron cuando ella tenía menos de cinco años. Fue su primer golpe en una vida marcada por el éxito pero también las adicciones, enfermedades y el desamor. Ella fue la única hija fruto de la unión de Garland y Minnelli. Cuando la pareja se divorció debían recorrer solo 300 metros para ir de una casa a otra y ella iba de brazo en brazo, mientras en esas visitas conocía a las grandes estrellas de Hollywood sin saberlo. Para ella su infancia fue de lo más rutinaria y normal. “Vivíamos rodeados de estrellas, pero para nosotros sólo eran los vecinos. Humphrey Bogart era para mí el tío Humphrey. Recuerdo estar en el Beverly Hills Park con Mia Farrow, Candice Bergen y Tisha Sterling, todas jugando en el cajón de arena, mientras nuestras niñeras británicas hablaban de cine, vestuario, argumentos de películas y sobre cuál de sus jefes ganaría el Oscar ese año”.
Los años siguientes fueron bastante complicados para Liza, que debió a adaptarse a vivir seis meses con su padre y seis con su madre. Lo más problemático fue vivir con su madre, quien padecía depresiones, seguidas de intentos de suicidio y adicción a pastillas.
A pesar del drama familiar, Liza logró salir adelante a fuerza de un talento descomunal. No heredó la belleza angelical de su madre, pero logró demostrar que la genética en los artistas puede obrar de forma maravillosa. Su potente y grave voz y sus dotes de bailarina permitieron que se consagrara muy joven. A los 17 años debutó en el Off de Broadway y a los dos años ganó su primer Tony por una obra de Broadway, Flora the Red Menace. Fue la actriz más joven en conseguirlo.
En 1964 lanzó su primer álbum de estudio Liza! Liza!, con una canción que años más tarde protagonizaría en el musical Cabaret.
El 22 de junio de 1969 su madre Judy murió de forma trágica a los 47 años por una sobredosis de barbitúricos. Muchos Aaños después, la cantante y coreógrafa, confesó que ese mismo día comenzó su adicción a las drogas, cuando los médicos le recetaron unas pastillas para poder dormir.
Y antes de cumplir los 30, en 1972, se ganó un Oscar -tal como lo habían hecho sus padres- con la película más importante de su vida, Cabaret. Se puso en la piel de Sally Bowles, rol con el que llevó un look que se volvió icónico, con su melena pixie bien corta, un lunar y unas pestañas postizas voluminosas, que enmarcaban sus ojos enormes y tristes, como los de su padre.
Sobre su elección del estilo para su personaje Sally, que formaba parte de un triángulo amoroso contó que buscaba verse “especial” más que linda. Consultó las imágenes de las mujeres de la época que transitaba la película, Alemania de 1929, en pleno ascenso del movimiento nazi. Había tomado como referencia a la femme fatale Marlene Dietrich, con la idea de teñirse de rubia y afinar sus cejas. Pero esta idea se desplomó cuando al aconsejarla su padre le mostró en un libro las grandes estrellas del cine mudo: las norteamericana Louise Brooks y Theda Bara, quienes lucían el cabello oscuro con una personalidad fuerte. Alentada por el director de la película, Bob Fosse, Liza se hizo un pico en el flequillo. Su impactante presencia escénica, su sensualidad al bailar sobre una silla, su vestuario audaz y su voz expresiva la encumbraron por siempre. Se convirtió, además, con el tiempo en un icono de la comunidad gay que adoró sus fuertes piernas de bailarina, su vestuario y sus interpretaciones de los temas Mein Herr, Money, money, Cabaret y Maybe this time.
Otro momento trascendental de su carrera fue una película que protagonizó junto a Robert de Niro en 1977, bajo la dirección de Scorsese: New York, New York. Durante el rodaje, se llevó pésimo con Robert, tuvo un amorío con el director estando casada con su segundo marido, Jack Haley. En medio de ese caos, su interpretación de la canción principal de la película New York, New York, asociaba a la voz de Sinatra, marcó otro hito en su carrera.
Su vida sentimental fue un absoluto desastre. Se casó y divorció cuatro veces. Su primer marido fue un australiano llamado Peter Allen. Se casaron en 1967. Quedó embarazada pero lo perdió y por una operación, se quedó sin la posibilidad de tener hijos. En total tuvo tres abortos. “Uno de ellos con el embarazo tan avanzado que tuve que dar a luz a ese niño. Fue horrible”, recordó en 2011 en una entrevista de The Times Magazine.
Se divorció de Allen en 1972 y éste murió 20 años después por complicaciones a raíz del sida. Él era gay y ella se casó sin saberlo. “Todos lo sabían menos yo. Y lo descubrí. Digamos que nunca más sorprenderé a nadie llegando a casa. Llamaré primero”, le dijo con humor a la revista The Advocate.
De 1974 a 1979 estuvo casada con el productor y director Jack Haley, que era el hijo del coprotagonista de Judy Garland en El mago de Oz. Al separarse de Haley, ese mismo año se casó con un escultor, Mark Gero, con quien estuvo hasta 1992, su relación más duradera. La relación más corta fue la última, con David Gest (16 de marzo de 2002 hasta el 25 de julio de 2003) un promotor de conciertos. Habían anunciado a la prensa que adoptarían una niña de tres años. Quedó todo en la nada.
Si la genética le había jugado a favor, con su extraordinario talento heredado de ambos padres, también dijo haber recibido lo malo de su madre. Al menos Liza atribuyó el alcoholismo a una cuestión hereditaria a través de Judy Garland: “Es un gen, el gen del alcohol y de la drogadicción. No es un vicio, es una enfermedad. Me dicen que dejar de beber es cuestión de voluntad. Miren, tengo tres premios Tony, un Oscar y tres Globos de Oro. No creo que mi problema sea la falta de voluntad”. Tenía 35 años cuando ingresó por primera vez para hacerse un tratamiento de desintoxicación en la clínica Betty Ford y desde entonces se volvió algo recurrente. La última vez, en 2015.
El artista Andy Warhol fue testigo del descontrol. Contó en una oportunidad que en 1978 Liza llegaba a casa del diseñador Halston diciendo: “Dame todas las drogas que tengas”.
A las internaciones por desintoxicaciones, se sumaron las operaciones por problemas en rodilla, cadera y una encefalitis que contrajo por la picadura de un mosquito en octubre de 2000 y por esa razón se la vio en silla de ruedas. Una década más tarde también se enfrentó a un cáncer de mama. Debió someterse a dos intervenciones quirúrgicas.
El último trabajo actoral que hizo fue en la comedia de situación Arrested Development como Lucille Austero, la novia de Buster, el hijo dominado de su mejor amiga también llamada Lucille. Se la vio espléndida. Participó de 21 episodios, hasta 2013. Las cámaras con las que se crió, le sentaron bien.
Su última aparición pública fue en la ceremonia de la Academia de 2022, junto a Lady Gaga. Ella estaba con dificultades para caminar y a último momento le impusieron una silla de ruedas, y no la silla de director que había pedido. No quería que la vieran así, ni preocupar al público, contó su amigo, el músico Michael Feinstein, en una entrevista.