La increíble vida del espía George Blake, el último agente doble de la Guerra Fría

De participar en la resistencia a los nazis e incorporarse al MI6 británico, pasó a trabajar para la KGB soviética. Su participación en la caída de numerosos espías británicos en Berlin, la cárcel luego de ser delatado y su fuga de película. La desilusión con la Unión Soviética. Y su respuesta a los que le decían que era un traidor

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George Blake, doble espía de la Guerra Fría
George Blake, doble espía de la Guerra Fría

“Blake era un profesional brillante, dotado de una vitalidad y coraje particulares (...) Durante años de difícil y arduo trabajo, hizo una contribución realmente invalorable para garantizar la paridad estratégica y mantener la paz en el planeta. El recuerdo brillante de este hombre legendario quedará para siempre en nuestros corazones”, decía el mensaje difundido por el Kremlin el 20 de diciembre de 2020, al anunciar la muerte en Moscú del espía George Blake.

Los medios de los países europeos – y especialmente los ingleses – también informaron sobre su fallecimiento y el editor de uno de ellos encontró una ingeniosa forma, jugando con el título de la novela de espionaje más famosa de John Le Carré, de dar la noticia: “Murió el espía que se fue al frío”, tituló.

A los 98 años, la edad que tenía cuando murió, George Blake era una leyenda del mundo del espionaje como el último agente doble de la Guerra Fría que seguía con vida.

Trabajando para el MI6 – la inteligencia exterior británica – había entregado a los soviéticos cientos de agentes de campo. También fue el responsable de frustrar una de las operaciones más importantes de la CIA y el MI6 en Alemania, cuando pretendieron intervenir las líneas de comunicación soviéticas en Berlín Oriental.

Los británicos lo descubrieron en 1960 y fue condenado a pasar el resto de su vida tras las rejas, pero seis años después protagonizó una fuga de película y escapó a Moscú, donde fue recibido como un héroe.

Con los años, se desilusionó de la Unión Soviética, a la que había servido por convicción ideológica y no por dinero o bajo amenaza. Lo contó así después de su disolución en una entrevista con The Times: “Una de las cosas más decepcionantes fue que pensaba que aquí había nacido un hombre nuevo. Rápidamente comprobé que éste no era el caso. Simplemente son personas normales. Como todo el resto, con sus vidas regidas por las mismas pasiones humanas, la misma avaricia y las mismas ambiciones que en el Oeste”.

Blake en Londres junto a su madre
Blake en Londres junto a su madre

De la resistencia al MI6

Blake se llamaba en realidad George Behar y nació en Rotterdam, Países Bajos, el 11 de noviembre de 1922. Era hijo de Albert Behar, un turco que combatió en las filas del ejército británico durante la Primera Guerra Mundial.

Pasó su infancia entre Países Bajos y Egipto, donde vivía su tío, Henri Curiel, quien más tarde se convertiría en un miembro prominente del Partido Comunista Egipcio. La invasión alemana a Países Bajos lo encontró en Rotterdam, donde rápidamente se incorporó a la resistencia holandesa con el nombre en clave de Max de Vries.

Detectado y perseguido por la Gestapo, pudo escapar disfrazado de monje a España y desde allí al Peñón de Gibraltar. Lo llevaron a Londres, donde gracias a la nacionalidad y los antecedentes militares de su padre – considerado un héroe de la Primer Guerra Mundial – se incorporó a la Armada con el grado de subteniente.

No estuvo mucho tiempo allí, ya que la inteligencia británica lo convocó por sus conocimientos de la situación en Países Bajos. Al terminar la guerra se quedó en las filas del MI6.

En su autobiografía escribiría la sensación extraña que sintió cuando le ofrecieron entrar en el servicio secreto: “Enseguida presté atención. Aquello era exactamente lo que yo quería. Servicio especial, secretos, gente de la que nunca más se sabe. Debía ser trabajo de inteligencia, agentes que llegan a las costas enemigas”.

Cuando fue capturado por los norcoreanos, a Blake lo salvaron los soviéticos y empezó a trabajar para ellos
Cuando fue capturado por los norcoreanos, a Blake lo salvaron los soviéticos y empezó a trabajar para ellos

Cambio de bando

Cuando comenzó la guerra de Corea, lo destinaron a la embajada británica de ese país con el cargo oficial de vicecónsul, aunque su misión era hacer inteligencia y recopilar información la actividad de China y la Unión Soviética en apoyo a las fuerzas comunistas.

Capturado por los norcoreanos, Blake mismo pidió que lo llevaran a la embajada soviética, donde se presentó como agente del MI6 y ofreció sus servicios. Años después corrieron distintas versiones sobre su motivación: desde salvar la vida hasta venderse por dinero.

Fue el propio Blake quien, ya en los años ‘90, tras la implosión de la Unión Soviética, la explicó en una entrevista:

-¿Qué lo llevó a cambiar de bando? – le preguntó el periodista.

-Fue el implacable bombardeo de las pequeñas aldeas coreanas por parte de las enormes “superfortalezas” voladoras estadounidenses. Los afectados y muertos fueron mujeres y los niños y los ancianos, porque los hombres jóvenes se encontraban en el ejército. Nosotros mismos podríamos haber sido las víctimas. Me hizo sentir vergüenza pertenecer a países demasiado fuertes, técnicamente superiores, que luchaban contra lo que parecía ser un pueblo indefenso. Sentí que estaba en el lado equivocado, que sería mejor para la humanidad si prevaleciese el sistema comunista, que pondría fin a la guerra – respondió.

Convertido en agente doble, sólo le faltaba la oportunidad de volver a Gran Bretaña para comenzar a informar a la KGB. La oportunidad llegó con un intercambio de prisioneros realizado en 1953.

En Londres fue recibido como un héroe sin saber que, como él mismo diría años después, “yo ya no era el hombre que esperaban”.

Blake delató a más de 500 agentes occidentales que estaban en Berlín. Para los ingleses, es un traidor. Para los soviéticos, un héroe
Blake delató a más de 500 agentes occidentales que estaban en Berlín. Para los ingleses, es un traidor. Para los soviéticos, un héroe

Agente doble en Berlín

Poco después lo destinaron a Berlín con una misión específica: reclutar agentes soviéticos para que se pasaran de bando. Eso le facilitó enormemente las cosas, porque podía mantener contactos con los agentes enviados por Moscú a Berlín Oriental y pasarles información sin despertar sospechas.

De ese modo, Moscú supo a tiempo el plan de la CIA y el MI6 de interferir sus transmisiones en clave y pudo contrarrestarlo. Además, los agentes británicos y estadounidenses que operaban en la zona comenzaron a caer como moscas.

“George Blake hizo un daño enorme a las operaciones de inteligencia británicas durante la Guerra Fría, traicionando agentes, revelando operaciones secretas y mostrando que la KGB podía dirigir agentes dentro del corazón del estado británico”, definió, al escribir sobre su muerte, el periodista especializado en temas de seguridad de la BBC, Gordon Corera.

Precisamente en una entrevista con la BBC realizada en 1990, Blake afirmó que estimaba haber traicionado a más de 500 agentes occidentales, pero negó que 42 de ellos hubieran perdido la vida como consecuencia de sus acciones.

No other choice, el libro que publicó Blake en la URSS
No other choice, el libro que publicó Blake en la URSS

Al descubierto

Fue una verdadera ironía que el MI6 resolviera sacar a Blake de Berlín para preservarlo de la ola de caídas que, en realidad, él mismo estaba provocando. Lo destinaron a el Líbano para que estudiara árabe y, al mismo tiempo, mantenerlo fuera de juego hasta que la situación se enfriara.

Estaba en Beirut cuando, en 1960, quedó al descubierto. Su caída se produjo cuando un oficial del servicio secreto polaco, Michael Goleniewski, desertó a Occidente con su amante y voluminosa información sobre un doble agente soviético infiltrado en la inteligencia británica.

Blake no sospechó nada cuando lo convocaron a Londres. Creía que le encomendarían una nueva misión que le permitiría, nuevamente, pasar información importante a Moscú. Se sorprendió cuando lo arrestaron apenas pisó tierra en el aeropuerto.

Al saberse perdido, confesó buena parte de sus actividades como agente doble y en base a esas confesiones fue llevado a un juicio que, por la condena que le aplicó el tribunal, pasaría a ser histórico.

La pena máxima por un delito en virtud del artículo 1 de la Ley de secretos oficiales de 1911 era de 14 años, pero sus actividades, calificadas de “traición”, fueron divididas en cinco períodos, por lo que en mayo de 1961 fue condenado a una pena combinada de 42 años de prisión.

En los medios de la época se dijo que cada uno de los años de su sentencia se correspondía con cada uno de los agentes que había resultado muerto como consecuencia directa de la traición de Blake, aunque esta afirmación nunca fue confirmada por una fuente oficial.

Se trató de la sentencia más larga dictada por un tribunal británico, hasta que el terrorista Nezar Hindawi fue condenado a 45 años por su intento de colocar una bomba en un avión de la compañía aérea israelí El Al.

El doble agente británico George Blake, durante la presentación de su libro en Moscú el 28 de junio de 2001 (EFE/SERGEI CHIRIKOV)
El doble agente británico George Blake, durante la presentación de su libro en Moscú el 28 de junio de 2001 (EFE/SERGEI CHIRIKOV)

Fuga a Moscú

Sin embargo, Blake pasó apenas cinco años y algunos meses detrás de las rejas en la cárcel de Wormwood Scrubs, de la que se fugó con la ayuda de Sean Bourke, Pat Pottle y Michael Randle.

Bourke, un militante irlandés del IRA, cumplía una pena de siete años en prisión por haberle enviado una bomba a un alto jefe de la policía británica, mientras que los otros dos estaban presos por “conspiración” al participar del Comité de los 100, un grupo antinuclear de acción directa que había realizado acciones contra una base militar estadounidense en suelo británico.

Estos tres presos consiguieron la ayuda externa para que protagonizara una fuga sencilla y a la vez espectacular que puso en ridículo al sistema carcelario británico. El 22 de octubre de 1966, un pequeño grupo comando le tiró una escalera de cuerdas al patio de la cárcel, con la cual Blake pudo escalar el muro y tirarse a la calle, donde lo estaban esperando con un vehículo. Al caer se fracturó la muñeca, pero ese fue el único contratiempo que sufrió en la fuga.

Estuvo escondido varias semanas en distintas casas de Londres hasta que lo sacaron del territorio británico metido en el doble fondo del baúl de un auto. Así recorrieron también varios países europeos por caminos secundarios hasta poder cruzar a Alemania Oriental y, desde allí, viajar en avión a Moscú.

Su huida de la prisión sería llevada al teatro en 1995 en la obra Cell Mates (“Compañeros de celda”) protagonizada por los actores Stephen Fry y Rik Mayall.

Blake pasó sus últimos años en una dacha de Moscú. No podía regresar a Inglaterra
Blake pasó sus últimos años en una dacha de Moscú. No podía regresar a Inglaterra

Back in the U.S.S.R

En Moscú fue recibido como un héroe y pocos días después le otorgaron la Orden de Lenin por los servicios prestados.

En la capital de la entonces Unión Soviética solía reunirse con otros famosos espías, como el inglés Kim Philby, de los “Cambridge five”, y Morris y Lona Cohen, el matrimonio de espías estadounidenses que puso al descubierto el programa atómico de Estados Unidos, el Proyecto Manhattan.

Durante los siguientes años dio clases a nuevos espías en la academia de espionaje de la KGB, pero poco a poco se fue desilusionando del comunismo soviético, ese sistema en el que había creído y a cuyo servicio se había puesto para contribuir “a la paz mundial”.

En 1990, en medio del proceso de caída del modelo socialista y la disolusión de la Unión soviética, publicó su autobiografía, No other choice (Sin otra opción). Antes de que el gobierno británico interviniese para evitar que se beneficiara de las ventas, una editorial le había pagado ya alrededor de 60.000 libras esterlinas de adelanto. Cuando le bloquearon las regalías, Blake presentó una denuncia contra el gobierno británico por violación de sus derechos humanos y, luego de un proceso de nueve años, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos resolvió que se le pagaran 5.000 libras en concepto de indemnización.

Siguió trabajando para los servicios de inteligencia rusos – herederos de la KGB - hasta que cumplió 85 años y luego se retiró a vivir en una dacha en las afueras de Moscú. Allí escribió otro libro, Paredes transparentes, que fue prologado por Serguéi Lébedev, el entonces director del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) de la Federación Rusa. Allí, el jefe de los espías rusos afirmaba que, pese a que ese libro hablaba del pasado, trataba también del presente, porque Blake “todavía desempeña un papel activo en los servicios secretos”.

George Blake nunca se asumió como un traidor. Cada vez que le preguntaban sobre el tema, respondía con la misma frase: “”Para traicionar a Gran Bretaña, primero hay que ser británico… y yo nunca lo he sido.”

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