La vida privada de Elizabeth Taylor, quien nació en Londres, un 27 de febrero de 1932, continúa despertando interés entre biógrafos, aún mucho tiempo después de muerte en 2011. Es que la estrella de los ojos “violetas” - sus ojos azules se veían a veces así en la pantalla en ciertas condiciones de iluminación- tuvo una vida llena de éxitos, romances y traiciones que cuesta creer que los haya vivido en una sola vida. Por empezar, se casó 8 veces.
Sus 79 años en este mundo dejaron ríos de tinta. La última biografía, escrita por Kate Andersen Brower, Elizabeth Taylor: La fuerza y el glamour de un ícono (Libros Cúpula), fue presentada como “la primera biografía oficial”, la primera autorizada que tuvo como fuente entrevistas a 250 personas cercanas, entre ellos amigos y miembros de su familia, además de cartas inéditas y diarios personales. En su prólogo, Demi Moore anticipa: “Un retrato deslumbrante de una mujer increíble. La vida de Elizabeth fue más cautivadora de lo que podría serlo cualquier película”.
Sí, la vida de Liz superó cualquier ficción. Antes de cumplir 60 años confesó a la revista Life: “He tenido suerte toda mi vida. Se me ha concedido todo: belleza, fama, riqueza, honores, amor. Pero he pagado esa suerte con desastres, enfermedades terribles, adicciones destructivas, matrimonios fracasados”.
Elizabeth Rosemond Taylor Nació en el barrio de Hampstead y era hija de dos norteamericanos oriundos de Arkansas. Su padre Francis Taylor era un marchante de arte y su madre, Sara Sothern, una actriz.
Sus ojos tan llamativos, estaban enmarcados por una doble hilera de pestañas, producto de una extraña mutación. Esa belleza extraordinaria le aseguró la oportunidad de comenzar a brillar frente a cámara desde muy pequeña. Su carrera despegó en Estados Unidos, donde su familia regresó al desatarse la Segunda Guerra Mundial. A los 9 años ya era una niña prodigio: su primer trabajo fue en Los Ángeles en la comedia There’s one born every minute (1942) de Universal Studios. Al poco tiempo, fue contratada por la MGM como estrella infantil.
Cuando consiguió su papel en Fuego de Juventud (1944) , a los 12 años, en el que encarnaba una niña que salvaba a un caballo de ser sacrificado y lo entrenaba para competir en el premio Grand National, repentinamente, empezó a ganar grandes sumas de dinero. Y su padre, en lugar de alegrarse se sintió humillado. Llegó a golpearla por esa razón. En una ocasión le dio un puñetazo en la mandíbula, que le produjo un daño irreparable en la articulación témporomandibular. Elizabeth recordó a su padre como un hombre orgulloso, y llegó a justificar su violencia como producto de los excesos con el alcohol. “Sé que cuando me hacía aquello estaba borracho y no quería hacerlo”.
Su primer marido, el magnate hotelero Conrad “Nicky” Hilton también fue alcohólico y violento. Fue el peor de todos los siguientes esposos. A pesar del infierno vivido le encontró un sentido a esa relación: “hay que amar a un mal hombre al menos una vez en la vida para luego sentirse agradecida de encontrar uno bueno”. Lo conoció mientras grababa El padre de la novia (1950). El atractivo playboy millonario se casaba con la actriz del momento, quien tenía solo 17 años. La boda tuvo 700 invitados y fue el evento del año. Lo costearon los dueños del imperio hotelero. Después de dar el sí, ella con un vestido de Helen Rose, la misma diseñadora de la princesa Grace Kelly, se embarcaron en una luna de miel a bordo del crucero Queen Mary, a lo largo de 3 meses, recorriendo capitales europeas. Los conflictos comenzaron en ese viaje. Él no soportaba el séquito que atendía a Liz las 24 horas, unas 12 personas que se ocupaban del vestuario que había llevado en 17 baúles. Al sentirse invadido, Nicky se refugió en el casino y en el alcohol. La dejó sola en su luna de miel y eso trajo reproches, discusiones elevadas de tono y él empezó a pegarle, día por medio. La mayor pesadilla vivida en la luna de miel fue descubrir que había estado embarazada durante un aborto. Después de una patada en el vientre, los dolores fueron terribles. “Incluso pude ver al bebé en el inodoro”, reveló la actriz, según datos de la biografía oficial de Kate Andersen Brower. Ocho meses después de la boda, Liz Taylor se escapó a la casa de una amiga. Su madre intentó obligarla a cumplir su rol de esposa pero terminó internada en una casa de reposo, colapsada. A Nicky lo demandó por “extrema crueldad”.
El segundo marido Michael Wilding, era 20 años mayor que ella. Estuvo 4 años con él y tuvo sus primeros dos hijos, Christopher y Michael Jr., pero la diferencia de edad le pesó demasiado.
Luego, el productor Mike Todd, 25 años mayor, la conquistó con todo tipo de extravagancias. Por empezar, un anillo con un diamante de 240 mil dólares y un casamiento multitudinario en el Madison Square Garden con televisación en directo. Tuvieron un hija a tiempo, Liza. Mike murió al año siguiente en un accidente aéreo.
Mientras estaba sumida en la tristeza por esta gran pérdida, su amiga Debbie Reynolds le pidió a su marido Eddie Fisher, mejor amigo del difunto, que fuera a consolar a la joven viuda. Fisher terminó perdidamente enamorado de Taylor y la traición fue un escándalo. Liz se ganó el mote de “roba maridos”.
En 1963, con el estreno de Cleopatra, se convertía en la primera actriz en cobrar un millón de dólares por una película. En el rodaje se enamoró de Richard Burton, quien también estaba casado. En el set nació la relación más apasionada de su vida, que fue condenada por el mismo Vaticano que la calificó de “vagabundería erótica”. Estados Unidos, por su parte, casi los sanciona. La pareja se escribía cartas de amor y no podían salir sin ser perseguidos por los paparazzi.
Burton y Taylor se casaron en Montreal, en 1964, en una ceremonia íntima. Desde la primera película juntos comenzaron a reinar en la pantalla grande, mientras amasaban una fortuna, viajaban y bebían en exceso. Filmaron en total 11 películas juntos, entre las que se destacó la multipremiada ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, una adaptación de la exitosa obra de Broadway de Edward Albee. Por ese film se ganó un Oscar a la mejor actriz.
Por los problemas con el alcohol de Burton, en 1974 la pareja se desgastó. Fueron 10 años de matrimonio, pasaron 14 meses distanciados y volvieron a unirse, en matrimonio otra vez. El había logrado convencerla con una “romántica” amenaza “Si me dejas, tendré que matarme, no hay vida sin tí”, le escribió. Duraron solo 7 semanas juntos. La actriz de A Place in the Sun dijo acerca de esta relación, la más importante de su vida: “Somos como imanes, que de forma alterna nos atraemos pero, inexorablemente, luego nos rechazamos”.
Después de los dos matrimonios consecutivos con Burton, llegó el turno de John Warner, el sexto con quien estuvo seis años. Esta vez se enamoró de un político, un senador republicano. Lo conoció en una cena con la Reina Isabel II. A los pocos meses se casaron. La relación la llevó a un estado de depresión porque no podía soportar la inmensa soledad al lado de un hombre tan ocupado.
El octavo y último marido fue un musculoso albañil, 20 años menor, llamado Larry Fortensky, a quien había conocido en una clínica de desintoxicación en California. Ella abusaba de las pastillas para dormir y analgésicos y él era adicto a la cerveza. A los tres años, como no podía ser de otra manera, se casaron. El padrino de la boda fue Michael Jackson, un gran amigo de Liz con quien compartía el pasado en común de haber sido niños prodigios. La celebración de la boda fue en el rancho de Neverland, del rey del pop, en 1991. Para el entorno de la estrella, el nuevo marido era un poco tosco. Ella se esforzó mucho en refinar a Fortensky. Y él jamás dejó de trabajar en la construcción a pesar de vivir en una mansión. Nadie podía creerlo. Ella le mandaba la vianda al trabajo. En 1996 la diva le pidió el divorcio. A esa altura la fortuna de Elizabeth Taylor alcanzaba los 600 millones de dólares. Él obtuvo un millón y medio, que se los gastó enseguida en una casa y en un accidente a raíz de una caída por estar ebrio.
El 23 de marzo de 2011, el corazón de la actriz falló. Estaba intenada en un hospital de Los Ángeles, roedada de sus cuatro hijos. Así dejaba este mundo, una mujer que vivió más que nadie. Y lo sabía.