Los diarios del viernes 20 de febrero de 2004 dedicaron sus portadas casi exclusivamente a los cortes de los puentes de acceso a la Ciudad de Buenos Aires realizados el día anterior por grupos piqueteros y destacaban la masiva movilización que había interrumpido el tránsito en el Puente Pueyrredón, que une por sobre el Riachuelo a Avellaneda con la capital.
El trágico recuerdo de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki había sobrevolado ominosamente la escena, pero no se registró un solo incidente debido a la expresa orden de no reprimir que dio el presidente Néstor Kirchner.
Pero ese viernes, Avellaneda volvería a ser territorio de una noticia cargada de horror, aunque esta vez no de naturaleza política sino policial: el hallazgo de los cuerpos de dos chicas, una de 13 años y otra de solo 9, en una casa de Villa Tranquila, un barrio de esa localidad.
La adolescente de 13 se llamaba Mónica Alejandra Vega y había desaparecido días atrás. Su cuerpo fue hallado en una cámara cloacal ubicada en el fondo de la casa, desnudo de la cintura hacia abajo, con un fuerte golpe en la cabeza, provocado por un objeto contundente, escoriaciones en la mejilla izquierda, hematomas en el rostro y con claros signos de haber sufrido una agresión sexual.
Cuando los forenses revisaban el resto de la vivienda, ubicada en Dean Funes 391, a uno de ellos le llamó la atención un sobrepiso de unos 30 centímetros de altura, cubierto con cerámicos, que parecía recientemente construido y propuso levantarlo.
Rompieron la cerámica y lo que descubrieron debajo de los escombros multiplicó el horror del primer hallazgo: un cuerpo en avanzado estado de descomposición envuelto en una sábana blanca. Con solo verlo, a los agentes no les quedó ninguna duda de que se trataba de una niña, posiblemente la nena que había desaparecido en el barrio cinco meses antes, después de salir de su casa para hacer una compra en un negocio cercano.
No se demoró identificarla: la segunda chica muerta era Yésica Mariela Martínez, a quien todos llamaban cariñosamente “Marela”, de la que no se tenían noticias desde el 19 de octubre del año interior. Había desaparecido sin dejar rastros y ni el dudoso trabajo de la policía ni una fuerte campaña de búsqueda organizada por Missing Children habían dado resultado para encontrarla.
“La casa del horror”, como se la empezó a llamar, era una vivienda de dos pisos que estaba intrusada por Héctor Anselmo “El Nene” Sánchez, un hombre de 30 años que había estado preso por violar a una niña, su hermano Hugo “Bebe” Sánchez, y la mujer de éste, Adriana Frutos.
Desaparecida el Día de la Madre
El domingo 19 de octubre se celebraba el Día de la Madre y, no sin esfuerzo, “Marela” había conseguido ahorrar unos pesos que sumados a otros que le dio su papá le alcanzaban para hacerle un regalo a su mamá.
Pero la nena no volvió y sus padres hicieron la denuncia policial. La búsqueda de “Marela” desencadenó una campaña, coordinada por Missing Children, que incluyó movilizaciones y ocupó horas en los canales de la televisión argentina.
En cambio, el desempeño que el personal de la Comisaría N°1 de Avellaneda no era el mejor, si así se puede decir. Llamaba la atención que, aunque Víctor Martínez y Dominga Quiroga, los padres de la nena, señalaron como posible responsable a uno de sus vecinos, el mencionado “Nene” Sánchez, los agentes ni siquiera lo interrogaron.
Primero intervino una jueza de Menores, que derivó el caso al fiscal Andrés Devoto. La pesquisa tuvo varias líneas de investigación, que incluyeron un posible secuestro, debido a que se registraron algunos llamados pidiendo rescate. Pero las hipótesis no llegaban a ninguna parte. Así fueron pasando los meses, mientras los padres de “Marela” vivían en un constate estado de desesperación.
Así estaban las cosas cuando en febrero desapareció Mónica Alejandra Vega, después de salir de su casa para ir a lo de su tía Adriana, donde se iba a hacer una fiesta. Mónica nunca llegó a lo de Adriana y a la mañana siguiente los padres denunciaron su desaparición.
Las chicas desaparecidas eran ahora dos y de ninguna de ellas había rastros. La policía, como en el caso de “Marela”, no encontró una sola pista. Hizo falta una nueva denuncia de los padres de Mónica para que “la casa del horror” quedara en la mira de la investigación.
Hallazgos macabros
El caso dio un vuelco el 20 de febrero, cuando Hugo “Bebe” Sánchez fue a la casa de los Martínez y les dijo a los padres de “Marela” que su hermano, Héctor Anselmo Sánchez, alias “El Nene”, había matado a una sobrina de su mujer y que el cadáver estaba enterrado en la casa.
“Bebe” contó que había descubierto el cadáver en su casa, que su hermano le había confesado el crimen después de una discusión y que después se había escapado. Sin perder un minuto, el padre de “Marela” fue a la comisaría para relatar lo que le había contado “Bebe”, que además confirmaba su denuncia anterior, que señalaba a los Sánchez, y que los agentes de la seccional habían desechado sin siquiera interrogar a los sospechosos.
Esta vez la policía pidió una orden judicial, allanó la casa de la calle Dean Funes y no demoró en encontrar el cadáver de Mónica Vega.
Entonces, el fiscal de Lomas de Zamora, Carlos Hassan, que estaba a cargo de la causa por la desaparición de Mónica Vega, dispuso un allanamiento y una nueva inspección de la vivienda y pericias a cargo de policía científica y bomberos de Avellaneda, para tratar de encontrar más pruebas que permitieran determinar la autoría del “Nene” Sánchez.
Como se dijo antes, mientras hacían la inspección, los peritos vieron un sobrepiso que les despertó sospechas y decidieron excavar allí. Así descubrieron el segundo cadáver, envuelto en una sábana.
El fiscal Hassan ordenó no tocar el bulto y trasladarlo tal cual fue hallado hacia la morgue judicial, donde se determinó que pertenecía a “Marela”.
La Comisaría Primera de Avellaneda quedó en la mira por haber desechado las denuncias de los padres de “Marela” apuntando al “Nene”. Se sospechaba de vínculos entre los hermanos Sánchez y los agentes de la bonaerense relacionados con la venta de drogas en la zona.
“La policía no allanó la casa de los hermanos Sánchez porque el fiscal nunca hizo el pedido. La policía no tiene capacidad para tomar esa decisión”, contestó una fuente policial en su defensa.
Las confesiones del “Nene”
Por orden judicial, “Bebe” Sánchez y su mujer fueron detenidos de inmediato, mientras el “Nene” seguía prófugo. La policía lo encontró el día siguiente, escondido en la casa de otro de sus hermanos. También fue demorado un albañil que había construido el sobrepiso en la casa de la calle Deán Funes, pero fue rápidamente dejado en libertad.
En los interrogatorios, Héctor Anselmo “El Nene” Sánchez no demoró en confesar los dos asesinatos.
Primero fue indagado por el fiscal Devoto, por el crimen y violación de Marela. “El Nene” confesó el crimen, pero no la violación. Dijo que no recordaba haber abusado de la nena. “Ese día me desperté y decidí matarla. ¿Por qué?, porque le tenía bronca a Víctor”, dijo mencionando al papá de la nena de 9 años.
Según su declaración, se cobraba así una vieja deuda por una “mexicaneada” relacionada con una banda de piratas del asfalto. También desvinculó del crimen a su hermano y su mujer, quienes después de ser investigados fueron sobreseídos sin llegar a sentarse en el banquillo de los acusados.
Después fue interrogado por el fiscal Hassan, que llevaba la causa por el asesinato de Mónica Vega. Explicó que ese día estaba pasado de drogas y, al preguntarle por la razón que lo llevó a matarla, dio una explicación insólita: “Vi a un ángel negro, que me pidió que matara a mi hermano, como una ofrenda, pero yo no quise matar a ‘Bebe’ y por eso maté a Mónica”, dijo.
Condena a perpetua
El “Nene” Sánchez fue condenado a perpetua en un juicio oral y público que se realizó en 2006 en los tribunales de Lomas de Zamora. Se sentó en el banquillo acusado de la violación y homicidio de Mónica, el homicidio “criminis causa” de Marela y por la violación de una prima, cuyo nombre se mantuvo en reserva por tratarse de una menor.
En el transcurso del juicio, el abogado de las familias de Mónica y de “Marela”, Javier Garín, explicaría: “Como el ‘Nene Sánchez’ y su hermano tenían negocios de piratería del asfalto con ciertos efectivos de la policía de Avellaneda Primera, ésta fue remisa en investigarlos y no allanó su domicilio por cuatro meses, pese a los reclamos de los padres que desde un primer momento lo señalaron como sospechoso porque una vecina había visto por última vez a ‘Marela’ entrando en la casa del ‘Nene’”.
Y agregó: “Debido a esta inacción, este violador serial cometió una nueva violación y asesinato en la persona de Mónica Vega, una niña de trece años, cuya muerte podría haberse evitado si la fiscalía y la policía hubieran actuado bien. Fue el asesinato de Mónica Vega el que permitió allanar la casa de los Sánchez y descubrir el cadáver de ‘Marela’ en una cisterna”.
Con la condena firme, se lo destinó a cumplir la pena en el penal de Sierra Chica y, más tarde, en la Cárcel de Batán, cerca de Mar del Plata.
Ahorcado en una celda
Corría 2017 y en el Pabellón 7 de la cárcel de Batán, a Héctor Anselmo Sánchez, alias “El Nene”, se lo calificaba como un preso de comportamiento ejemplar. Considerado un interno “clase C” de baja peligrosidad en el código del Servicio Penitenciario Bonaerense, Sánchez se había sacado un 10 en conducta desde que entró al sistema, cada año, sin falta. Se había convertido al evangelismo y estaba alojado en un ala destinada a los presos cristianos.
“Se había anotado en la escuela primaria para terminar sus estudios básicos, pasó por varios talleres, no protagonizaba peleas a trompadas o punta de faca, nunca se le incautó nada preocupante que ameritara una nota en su legajo de encierro de casi 1100 fojas. Atesoraba que su familia lo visitara, que se acordara de él: se negaba a que lo trasladen por comparendos judiciales pedidos por sus defensores cuando sabía que llegaban a verlo desde lejos”, contaba en una nota de Infobae el periodista Federico Fahsbender, que tuvo acceso a su legajo en la prisión.
En poco más de diez años tras las rejas, “El Nene” Sánchez parecía haber encontrado un camino hacia la redención, pero nunca hablaba de sus crímenes, ni siquiera con el psicólogo de la Unidad Penitenciaria.
El 27 de junio de 2017, los guardias del Pabellón 7 de Batán lo encontraron ahorcado con las sábanas en su celda. Quizás nunca haya podido superar la culpa que sentía por los los femicidios de Mónica y “Marela”. Es imposible saberlo, porque no dejó ninguna nota explicando las razones de su suicidio.