45 años atrás, Rod Stewart consiguió el mayor éxito comercial de su carrera. Da Ya Think I’M Sexy, la pegadiza canción que coquetea con la música disco, estuvo más de cuatro semanas como número uno. La paradoja es que ese tema le trajo grandes problemas. La acusación por un doble plagio y la obligación de ceder todos los ingresos a obras de caridad.
A esa altura, Rod Stewart ya era Rod Stewart. Había cantado en Faces y su carrera solista se presentaba constante y sólida, a razón de un álbum por año desde inicios de la década del setenta. Después de una gran trilogía (Gasoline Alley, Every Picture Tells a Story y Never a Dull Moment) había tenido otro pico creativo con Atlantic Crossing. Pero desde el lanzamiento de ese disco en 1975 no conseguía una gran obra. Eso no significaba que no lograra colar temas en los charts. Siempre algún tema exitoso sacaba de la galera. El LP de 1977 había sido Foot Loose and Fancy Feet había tenido pésimas críticas pero Hot Legs se había convertido en un hit.
El artista futbolero
Mientras grababa su sucesor, Rod tuvo algunas distracciones. Las de siempre. Mujeres, drogas, alcohol, viajes. Y Fútbol. En los primeros meses de 1978 grabó un tema junto a la selección escocesa que iba a participar del Mundial 78. Escocia con Joe Jordan, Kenny Dlaglish, Archie Gemmill, Willie Johnstone y otros cracks era una de las candidatas a quedarse con la copa del mundo. O al menos eso era lo que sostenían los especialistas que nunca tuvieron en cuenta la inclinación del equipo para salir de juerga cada una de las noches que estuvo en Argentina.
Ole Ola (mulher brasileira) fue una especie de canción oficial del equipo azul. Dijo Rod: “Esperaban gaitas y les di sabor sudamericano”. La música es un híbrido de reminiscencias brasileñas con percusión caribeña. Lo más aproximado a una declaración de principios de los escoceses respecto a su nulo conocimiento de adónde se estaban metiendo. Aun cuando no se sepa inglés, el clima festivo se percibe desde los primeros segundos del track. Así, como la canción, encaró el plantel de las islas el campeonato: despreocupadamente, con alegría, con mucho de improvisación y una evidente pereza. Nadie imagina que Rod Stewart haya hecho demasiadas tomas de la canción en el estudio de grabación.
La letra empezaba con discreción y esperanza: Cuando las camisetas azules corran por Argentina/ el golpeteo de nuestros corazones será como el de un tambor. Pero rápidamente toma coraje y deja de lado el pudor y la cautela. El ejército de Ally tiene todo bajo control/ No es solo imaginación/ ni siquiera especulación/ La meta de Escocia es traerse la copa a casa”. Pero luego de enumerar a sus principales jugadores y sus virtudes más evidentes, se pasa de optimista: Con esta letal combinación/ es una justa estimación/ Que la Copa del Mundo será nuestra a fines de junio. Siguen las maracas y la percusión tropical. Después advierten a sus principales rivales, aunque nada dice del anfitrión: Oh, Brasil, esta vez no creo que se te dé/ Holanda sin Cruyff no es lo mismo/ Alemania será, lo sentimos, un desafío/ Los italianos todavía pueden jugar este juego/ pero hay un solo equipo…. Y el coro que se repetía, desordenado y contagioso: Ole Ola, Ole Ola/ nos vamos a traer la copa de allá/ Ole, Ola.
Ese fue el primer gran hit de Rod Stewart durante el año 1978. Llegó al cuarto puesto en el Reino Unido.
Rod Stewart, suelto en Río de Janeiro
Antes de seguir con nuestra historia, recordemos brevemente que a Escocia y a Rod les fue muy mal en el Mundial 78. El equipo se fue eliminado en primera rueda. Rod, que viajó para seguir a su selección, sufrió un robo con tiroteo incluido en un restaurante de lujo y la discográfica lo sacó de Argentina de manera urgente.
Más allá del dislate geográfico, la influencia brasileña de Olé Ola debe haber surgido del otro viaje que ese mismo año Stewart hizo a Sudamérica. En febrero viajó a disfrutar del Carnaval de Río de Janeiro. Se divirtió, tomó, sedujo mujeres y escuchó música junto a Freddie Mercury y Elton John (una buena película posible: las aventuras de ese trío en las playas cariocas).
Uno de los temas que sonaba en cada esquina de Río, de esos que se inoculan, de tarareo inevitable, era Taj Mahal de Jorge Ben Jor, una canción que ya tenía seis años de antigüedad.
Jorge Ben Jor es un talentosísimo músico brasileño, autor de canciones contagiosas, un maestro combinando los ritmos de su país con la música de su tiempo. En sus creaciones conviven y se imbrican mágicamente el samba, la bossa nova, el rock y el funk.
Taj Mahal había aparecido en su álbum Ben de 1972, que también contenía otro clásico: Fio Maravilha. Ben Jor la regrabó en su disco África Brasil de 1976. Y esa era la versión que escuchó Rod en ese viaje de carnaval. Con mucho ritmo, con elementos de R&B y funk.
El otro gran sonido de esos días era el Disco. La música Disco se fue transformando. Comenzó como algo exclusivo de la raza negra, después fue algo limitado a las pistas de baile y se fue expandiendo hasta dominar el mundo y convertirse en el sonido característico, ineludible de la década del setenta. La cumbre fue el suceso de Fiebre de Sábado por la Noche. La banda de sonido de la película empujada por los Bee Gees y su falsetto contagioso se convirtió en el disco más vendido de la historia hasta ese momento. Entre 1977 y 1978 algunos especialistas calculan que entre el 45 y el 50 % de los álbumes vendidos en todo el mundo pertenecían a este género, la música Disco. Los puristas y la prensa especializada lo denostaban. Tanto es así que desde su apogeo y luego de su caída (tras la campaña Disco Sucks) durante varias décadas se ignoró y menospreció el género y sus mejores exponentes.
La música Disco se había convertido en un fenómeno. Y como tal extendió sus tentáculos, sus influencias, hasta territorios insospechados. Más allá de su influencia en los oídos, en el sonido de su tiempo, hay que tener en cuenta la tentación que implicaba tratar de obtener alguna tajada de esa gran torta comercial. Lo que ocurrió causó sorpresa (y escozor) en muchos de los fanáticos más acérrimos del rock y su mitología. Bandas duras y tradicionales hicieron sus propios experimentos Disco. En realidad, esas creaciones tuvieron bastante poco de experimental. Fueron concebidas para lograr un lugar en los rankings. Los Rolling Stones, Kiss y Queen fueron algunos de los que coquetearon y triunfaron con el Disco.
Rod Stewart no quiso quedarse afuera tampoco. Y le fue extraordinariamente bien.
Rod Stewart entró a grabar su noveno álbum solista casi sin canciones. Esperaba que el deadline ayudara a la inspiración. Allí surgió Da Ya Think I´M Sexy. El título con la referencia sexual (ya había funcionado con Hot Legs), la influencia disco, una gran línea de sintetizador de inicio.
Radiografía del hit
Carmine Appice, el coautor del tema, declaró que la letra cuenta la historia de una conquista amorosa en un boliche. Chico, chica, seducción y una noche de amor después de bailar. Otros creen que se trata de una parodia, una sátira a la música disco, a las canciones que triunfaban en esos días; aunque sea difícil encontrar elementos que sustenten esta interpretación.
Al terminarla, todos en el estudio sabían que tenían un hit entre manos. No hubo que pensar demasiado para elegir el single adelanto de Blondes Have More Fun.
La canción apareció en noviembre de 1978, un par de semanas antes que el LP.
Apenas empezó a sonar en las radios de todo el mundo se convirtió en un gran suceso. Pero no fue lo único que ocurrió. Fueron muchos los que notaron la evidente similitud con el “terere-rereré” viral de Jorge Ben Jor en Taj Mahal. Un plagio evidente que no mermó las posibilidades comerciales de la canción.
En Rod, su autobiografía, Stewart habla de la cuestión. Afirma que se trató de un plagio inconsciente, que la canción había quedado dando vueltas en su cabeza y que apareció, sin que se diera cuenta, mientras estaba en el estudio. “No es que decidimos copiar ese tema total el compositor vivía en Brasil y quizá nunca se enteraba. No pensamos eso. Ocurrió”.
Al poco tiempo de estar en las radios, alguien le avisó a Jorge Ben Jor de la similitud del hit del momento con su composición. La demanda fue inmediata aunque discreta. El brasileño esquivó el ruido mediático. Y también usufructuar el éxito de Stewart. Hubo un arreglo rápido y extrajudicial. Ambos decidieron que las ganancias de la canción pasaran a manos de Unicef.
La línea de sintetizador inicial, también increíblemente contagiosa, es una copia nota por nota de un tema de 1975 de Bobby Womack (If you want my love) Put something down on it.
Dos plagios al precio de uno para un hit global que, entre otras cosas, fue elegido por la revista Rolling Stone como una de las 500 mejores canciones de la historia.