“Creo que mi jefe mató a alguien”, dijo el chofer brasileño Adriano De Souza cuando llamó al 911 alrededor de las 5 de la mañana del 3 de febrero de 2003 desde el 1700 de Grandview Drive, en la ciudad de Alhambra, al este de Los Ángeles.
El “creo” estaba de más porque hacía apenas un minuto que había visto el cuerpo inerte de Lana Clarkson en un sillón blanco manchado de sangre, con un tiro en la boca, que estaba abierta y con los dientes destrozados, en una de las 33 habitaciones de la mansión.
De Souza había escuchado el disparo mientras fumaba en el parque de la casa. Se quedó congelado por el miedo y solo se atrevió a entrar cuando su jefe salió y le dijo la frase que él repitió casi calcada por el teléfono.
“Creo que maté a alguien”, le había dicho su jefe, el productor musical Phil Spector, al salir al parque y nunca más repitió la frase, porque cuando llegó la policía cambió la versión y aseguró que la mujer se había suicidado.
Spector era famoso por su talento como productor musical, que lo había llevado a crear sus propias bandas, a lanzar al estrellato a Cher y a trabajar con los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Tina Turner y Leonard Cohen, entre muchos otros artistas de primer nivel, pero no era menos famoso por su mal carácter, su gusto por las armas y su vocación por el maltrato, tanto en el trabajo como en la vida privada.
Lana Clarkson, en cambio, no tenía fama alguna a pesar de haber participado en algunas películas de clase B en Hollywood, como “La reina Barbaria”, siempre esperando la gran oportunidad que, a los 40 años que acababa de cumplir, seguía sin llegarle. Cuando Spector la conoció, esa noche más temprano, estaba trabajando como camarera el Vip de House of Blue, un bar de Sunset Boulevard, para poder sobrevivir hasta que apareciera para ella otro papel oscuro en alguna otra película opaca.
La noche del 2 de febrero, Spector estaba de gira por los bares y en uno de ellos se topó con Lana, que lo impresionó con su físico escultural, su metro ochenta de altura y su sonrisa seductora. Clarkson no dudó en abandonar el trabajo que estaba haciendo para acompañarlo en su recorrida, donde compartieron copas – muchas – y algunos relatos de vida. Lana sabía quién era Spector y vio en él una nueva posibilidad.
Tal vez por eso aceptó la invitación a acompañarlo a su casa, pensando que el famoso productor podría abrirle alguna puerta, aunque sin imaginar que sería la de la muerte.
El genio musical
Cuando invitó a Lana a acompañarlo, Phil Spector tenía 63 años y hacía años que vivía casi retirado, disfrutando de su fama y de sus millones, pero también acosado por sus propios fantasmas, en la inmensa casa de estilo morisco-español de Alhambra. La habitaba en soledad, luego de varios matrimonios fracasados e hijos que casi no le dirigían la palabra.
Había nacido el 26 de diciembre de 1939 en Nueva York, más precisamente en el Bronx, en el seno de una familia judía de clase media. No había entrado en la adolescencia cuando su padre se suicidó asfixiándose con monóxido de carbono dentro de su auto y su madre se los llevó, a él y a su hermana, a vivir a Los Ángeles, en la soleada California.
Allí, a los 19 años, Spector empezó su carrera como músico y productor. El primer éxito llegó con “To Know him is to love him” (“Conocerlo es amarlo”), una balada titulada con el epitafio grabada en la lápida de su padre suicidado, que grabó en 1958 con The Teddy Bears.
Como productor empezó trabajando con Elvis Presley y Ray Peterson, entre otros cantantes de primer nivel de principios de los ‘60, y fue el responsable éxitos como “Harlem español”, que grabaron Cliff Richard, Neil Diamond, Aretha Franklin y, en su versión más famosa, The Mamas & The Papas.
Creo su propio sello, al que llamó Phillies Records, con el cual compuso y produjo 21 simples, vendió 13 millones de copias y obtuvo nueve discos de oro entre 1964. A los 25 años, se había forjado un lugar en lo más alto del mundo de la música y su fortuna ascendía a más de dos millones de dólares.
La creación de The Ronettes, en 1963, fue clave para la carrera de Spector. Estaba integrado por las hermanas Ronnie - que luego sería su esposa - y Estelle Bennet y su prima Nedra Talley, que ya venían cantando como The Darling sisters. Spector no solo les cambió el nombre sino que inició en las grabaciones con ellas lo que luego se llamaría “Wall of sound” (pared de sonido), donde superponía capas de instrumentos hasta provocar lo que Spector llamaba “una interpretación wagneriana del rock and roll”.
A partir de allí, trabajó con los más grandes músicos y bandas de la época. Fue el productor de Imagine, el primer álbum solista de John Lennon, y también trabajó con George Harrison en Wonderwall music. Fueron estos dos integrantes de los ya disueltos Beatles, quienes le pidieron que produjera un álbum con las grabaciones que habían quedado de Get Back.
El resultado fue el último álbum de los fabulosos cuatro, Let It Be, que fue un éxito rotundo pero también provoco más diferencias entre los antiguos integrantes de la banda. Paul McCartney quedó muy disconforme, descontento con “The Long and Winding Road”, una balada de piano, a la que Spector le añadió toda una orquesta. Después de eso, McCartney aprovechó cualquier ocasión para criticar el tratamiento del disco, y no descansó hasta editar, ya en el 2003, una nueva versión del disco a la que llamó Let It Be... Naked, es decir al desnudo, en la que borró todo rastro de los arreglos de Spector.
El loco problemático
Sin bien los arreglos de Spector y si “Wall of sound” eran extraordinarios, trabajar con él era casi siempre vivir en un infierno. En los estudios de grabación le encantaba juguetear con revólveres y meter miedo a sus artistas, como ocurrió con Los Ramones, a quienes una vez echó disparando balazos.
John Lennon creyó que lo iba a matar cuando, en 1973, durante la grabación de Rock and Roll, Spector tuvo un ataque de furia, sacó un arma y disparó contra el techo, y algo parecido le sucedió a Leonard Cohen un día que quiso interrumpir la grabación de un tema porque estaba cansado y lo obligó a quedarse y seguir grabando con el revolver empuñado.
En su vida privada no era muy diferente y sus esposas también padecieron sus locuras. A la segunda, Ronnie, vocalista de The Ronettes, la encerró durante varios años en su mansión y la sometió a continuas vejaciones y castigos psicológicos. En su cuenta oficial de Instagram, la cantante afirma que, como productor, fue el mejor y que haberlo conocido y enamorarse fue como vivir un cuento de hadas. Pero no olvida los demonios internos que poseía. Relató también que solo la dejaba salir si iba acompañada en el auto de un muñeco igual a él para alejarla de los hombres.
Tuvo dos matrimonios con Annette Merar y con Veronica Bennett, con quien adoptó a tres niños que luego lo denunciaron por tenerlos prácticamente secuestrados y por obligarlos a simular sexo con sus novias. También tuvo hijos con Janis Zavala, aunque nunca se casó con ella. De los cinco que tuvo con sus diferentes parejas, solo una, Nicole, lo defendió cuando mató a Lana Clarkson, los demás ya no le dirigían la palabra.
Antes del homicidio, había sido denunciado por dos mujeres que se habían negado a tener sexo con él y las obligó a punta de pistola. Sin embargo, retiraron sus denuncias antes de que llegaran a los tribunales y Spector no tuvo que responder a los cargos.
El asesinato de Lana Clarkson
Cuando la madrugada del 3 de febrero de 2003, la policía llegó a la mansión del el 1700 de Grandview Drive, encontró el mismo horroroso cuadro que había dejado helado al chofer De Souza: la mujer muerta, sentada en un sillón blanco salpicado de sangre, y una pistola Colt – propiedad de Spector – a sus pies.
Para entonces, el productor había decidido cambiar su versión. Ante los agentes, no dijo “creo que maté a alguien”, como a De Souza, sino que se había matado accidentalmente al besar el caño de la pistola. O que, quizás, se había suicidado.
Lo detuvieron, pero al día siguiente estaba libre, después de pagar una fianza de un millón de dólares, y se mantuvo fuera de la cárcel durante más de seis años, hasta abril de 2009, cuando lo condenaron por homicidio.
Tuvo un primer juicio en 2007, pero el 26 de septiembre de ese año, se declaró que el proceso quedaba nulo después de que los doce integrantes del jurado no llegaran a un veredicto por unanimidad.
El 20 de octubre de 2008 comenzó un nuevo juicio por el asesinato de Clarkson, presidido por un nuevo juez que impidió que el proceso fue filmado.
Al mismo tiempo que se desarrollaba el juicio, uno de sus hijos contó que su padre era un “psicópata”, y su hermano que cuando tenía 12 años Spector le vendó los ojos y lo metió en la cama con una mujer. Distintas novias contaron que les había apuntado con un arma e incluso amenazado de muerte.
Spector siguió sosteniendo que Clarkson se había suicidado, pero muchas declaraciones que hizo no lo ayudaron en su defensa. “Tomo medicamentos para la esquizofrenia, pero no diría que soy esquizofrénico. Pero tengo una personalidad bipolar, lo cual es extraño. Soy mi peor enemigo. Tengo demonios dentro que luchan contra mí”, le dijo, por ejemplo, a la revista Saturday Telegraph Magazine.
Finalmente, el 13 de abril de 2009 el jurado lo declaró culpable y se fijó una pena de 19 años de prisión. La condena afirmó su veredicto en los testimonios determinantes de otras mujeres a las que sector había amenazado con armas de fuego por negarse a tener sexo con él.
En la cárcel
Detrás de las rejas, Phil Spector perdió la libertad pero siguió cultivando su fama a través de entrevistas en diarios y revistas. Cada vez que concedía una, aparecía distinto, modificando su cara con diferentes anteojos e incluso pelucas para que lo fotografiaran así.
También desde la cárcel, pidió el divorcio de su cuarta mujer, Rachelle Short, con quien se había casado en 2006 - mientras se aclaraba si era o no culpable de la muerte de Lana -, a la que acusó de estar gastándose su fortuna de 35 millones de dólares en ropa, viajes y autos de lujo.
No llegaron a divorciarse, porque Spector murió a los 81 años, el 16 de enero de 2021, en un hospital de California al que había sido trasladado desde la cárcel por complicaciones pulmonares causadas por el coronavirus.
A nadie se le ocurrió grabar sobre su tumba de el mismo epitafio que se podía leer en la de su padre y que él había utilizado como título de su primer gran éxito musical: “Conocerlo es amarlo”. Porque, en su caso, siempre fue todo lo contrario.