El hundimiento del Gustloff, el Titanic de guerra que el régimen nazi ocultó y que aún guarda miles de cadáveres bajo el mar

La Alemania nazi lo había botado como un gran crucero de placer para los trabajadores nacionalsocialistas, pero el comienzo de la Segunda Guerra convirtió al transatlántico MV Wilhelm Gustloff primero en buque hospital y luego de evacuación. El 30 de enero de 1945 fue atacado por un submarino soviético y se hundió con más de diez mil personas -civiles y militares- a bordo. El saldo de víctimas fue seis veces más que la cantidad de muertes del naufragio del Titanic

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Una imagen del crucero alemán MV Wilhelm Gustloff, saliendo de Tilbury en Essex, el 10 de abril de 1938. El barco se utilizó más tarde como barco de transporte militar alemán, y en 1945 se hundió con civiles evacuados en el Mar Báltico (A. Hudson/Topical Press Agency/Hulton Archive/Getty Images)
Una imagen del crucero alemán MV Wilhelm Gustloff, saliendo de Tilbury en Essex, el 10 de abril de 1938. El barco se utilizó más tarde como barco de transporte militar alemán, y en 1945 se hundió con civiles evacuados en el Mar Báltico (A. Hudson/Topical Press Agency/Hulton Archive/Getty Images)

Cuando se evocan las grandes tragedias marítimas, el hundimiento del Titanic, el gigantesco transatlántico británico que se hundió luego de chocar con un iceberg y provocó la muerte de alrededor de 1.500 personas aparece de inmediato en primer plano, asociado a la creencia que se trató el mayor naufragio de la historia. En cambio, son pocas las personas que recuerdan al MV Wilhelm Gustloff, el crucero alemán botado para el disfrute de los trabajadores nacionalsocialistas que, convertido en barco de evacuación por las necesidades de la guerra, se fue al fondo del mar con poco menos de diez mil personas a bordo en 30 de enero de 1945, luego de recibir el impacto de tres torpedos soviéticos bautizados con nombres alusivos a la grandeza del gigante socialista: “Madre Patria”, “Stalin” y “Pueblo soviético”.

Para enero de 1945, la Alemania nazi vislumbraba la derrota en un horizonte cada vez más cercano, atenazada por el avance de las tropas norteamericanas y británicas que había desembarcado en Europa desde el Atlántico y la incontenible contraofensiva del Ejército Rojo que, desde el Este, recuperaba la Polonia devastada por el Tercer Reich.

Allí, más de un millón de alemanes se escondían y pugnaban por huir para no caer en manos de las tropas soviéticas. Había militares, pero también civiles destinados en el gobierno de ocupación de Polonia, muchos de los cuales estaban acompañados por sus familias.

En esa situación desesperada, los puertos del Báltico eran casi la única vía de escape, a través de casi un millar de barcos enviados por Adolf Hitler. En uno de ellos, el de Danzig (la actual Gdansk), un gigante enviado por el gobierno alemán esperaba para evacuar a la mayor cantidad posible de personas.

El Gustloff, una inmensa mole naval de cinco pisos, con 208,5 metros de largo y un peso de 25.000 toneladas, se ofrecía como la mayor tabla de salvación y los muelles del puerto de Gdynia, cerca de Danzig, se llenaron de desesperados refugiados que pugnaban por abordarlo.

Para el 29 de enero, la lista del transatlántico precisaba la presencia de 7.956 personas a bordo. Ya no se anotaron más, pero en los dos días siguientes un gran número de desesperados se coló sin que nadie se los impidiera.

El Gustloff tenía capacidad de 1.900 pasajeros más la tripulación de 400, pero cuando zarpó el día 30 del primer mes de 1945, llevaba más de diez mil personas a bordo. Se creían a salvo, sin saber que esa inmensa mole flotante pronto se convertiría en un monumental sepulcro en el fondo del mar.

Según algunas estimaciones, el naufragio provocó la mayor pérdida de vidas jamás causada por el hundimiento de un solo barco. Se estima que murieron más de nueve mil personas (Imagno/Getty Images)
Según algunas estimaciones, el naufragio provocó la mayor pérdida de vidas jamás causada por el hundimiento de un solo barco. Se estima que murieron más de nueve mil personas (Imagno/Getty Images)

Un crucero de placer

El MV Wilhelm Gustloff no era un barco de guerra, sino que había sido pensado, diseñado y armado para el placer del pueblo nacional-socialista.

Construido en 1936 por orden de Adolf Hitler y enmarcado en el programa “Kraft Durch Freude” (Fuerza por la alegría), ideado por el líder sindical Robert Ley con el objetivo de ofrecer unas incomparables vacaciones a las clases obreras de Alemania en tiempos de paz, el MV Wilhelm Gustloff fue bautizado así, al ser botado en 1938, en memoria del político nacionalsocialista suizo Wilhelm Gustloff, asesinado en febrero de 1937.

Era resultado del proyecto número 511 de los astilleros Blohm & Voss, de Hamburgo, y tenía ocho amplias cubiertas. Los pasajeros podían disfrutar, además, de una piscina interior climatizada, amplios camarotes, todos iguales salvo uno, reservado para Hitler si deseaba viajar en él, y unos enormes comedores comunitarios desayunaban, almorzaban y cenaban en mesas con valiosos cubiertos de plata con una esvástica finamente grabada. Por supuesto, contaba con un inmenso gimnasio donde los hombres y mujeres de la raza superior podrían perfeccionar sus cuerpos.

El proyecto resultó todo un éxito y los cupos para los cruceros por el mar Báltico estaban siempre llenos. Su viaje inaugural fue el 21 de abril de 1938 con destino a la isla de Madeira, en Portugal y durante más de un año, llevó a cabo muchos más, destinados a trabajadores afiliados al partido nazi.

Tal vez ese éxito hizo que nadie reparara que, en ese primer viaje, ocurrió un hecho desgraciado que, quizás, marcaría el destino del barco. El capitán, Carl Lübbe, de 55 años, lo condujo a través del río Elba en medio de una gran cobertura periodística. Lo que los medios no publicaron fue que, al día siguiente, el marino murió de un ataque al corazón en el puente de mando.

De igual manera que la vida del capitán Lübbe, el proyecto de viajes de placer para el que había sido pensado el Gustloff concluyó abruptamente con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando se lo destinó a fines de apoyo en la contienda bélica.

El Gustloff era una inmensa mole naval de cinco pisos, con 208,5 metros de largo y un peso de 25.000 toneladas (Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)
El Gustloff era una inmensa mole naval de cinco pisos, con 208,5 metros de largo y un peso de 25.000 toneladas (Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)

El gran hospital flotante

Su primera misión militar -antes de ser sacado definitivamente del proyecto “Fuerza por la alegría”- fue repatriar desde España a la Legión Cóndor que participó en la Guerra Civil Española.

En agosto de 1939 fue transformado en buque hospital y destinado en el puerto de Danzig hasta mayo de 1940. Luego operó como buque nodriza de submarinos y volvió a cumplir con sus misiones sanitarias, anclado en Oslo, durante la invasión a Noruega. Para entonces, ya llevaba pintada sobre su casco blanco, una franja verde a lo largo de la eslora y una estrella de la Cruz roja Internacional en la chimenea.

Después fue trasladado a Stettin para ser preparado como transporte de tropas y buque hospital en la Operación León Marino, contra Gran Bretaña, pero el fracaso de la Luftwaffe en conquistar la supremacía aérea sobre el Reino Unido lo devolvió a Oslo, de nuevo como buque hospital.

Desde fines de 1940 hasta 1943 sirvió como buque cuartel y alojamiento para la Armada. Se lo pintó con el típico gris naval de los buques de guerra alemanes y se le borró la cruz hospitalaria de la chimenea.

Le instalaron sobre la cubierta tres cañones de 105 milímetros y cuatro cañones de 20 milímetro por banda. Así, el Gustloff perdió todas las atribuciones pacíficas de su pasado y se convirtió en un buque puramente militar.

El barco tenía ocho amplias cubiertas. Los pasajeros podían disfrutar, además, de una piscina interior climatizada, amplios camarotes, todos iguales salvo uno, reservado para Hitler si deseaba viajar en él (Imagno/Getty Images)
El barco tenía ocho amplias cubiertas. Los pasajeros podían disfrutar, además, de una piscina interior climatizada, amplios camarotes, todos iguales salvo uno, reservado para Hitler si deseaba viajar en él (Imagno/Getty Images)

La gran evacuación

Cuando las tropas soviéticas bloquearon Prusia Oriental, comenzaron los preparativos para la “Operación Aníbal”, que consistía en la evacuación masiva de las tropas alemanas y los civiles que vivían en el área.

Se destinaron más de mil embarcaciones, entre las cuales se contaban buques mercantes, pesqueros y cuanto barco pudiera ser útil para rescatar a los alemanes atrapados por el cerco del Ejército Rojo.

Entre todos ellos, el Wilhelm Gustloff se destacaba por su porte monumental y sus amplios espacios, capaces de albergar a miles de personas. Se lo destinó a evacuar civiles, personal militar y técnicos alemanes.

El 25 de enero de 1945, su llegada al puerto de Gydnia, cerca de Danzig, causó conmoción. Todos pugnaban por subir, tratando de violar el orden establecido: primero personal militar y técnico, y después civiles, con prioridad para las mujeres y los niños.

Se había drenado la enorme piscina interior para crear una suerte de hospital donde 375 enfermeras de la Armada y unos pocos médicos pudieran atender a los heridos. Había, además, unos mil cadetes submarinistas que, con el entrenamiento recién terminado, debían servir de apoyo a la tripulación oficial.

Para el 30 de enero se apretujaban a bordo más de diez mil personas, muchas en las cubiertas superiores, a la intemperie, expuestas a temperaturas bajo cero que provocaban decenas de casos de hipotermia.

El Gustloff tenía capacidad de 1.900 pasajeros más la tripulación de 400, pero cuando zarpó el día 30 del primer mes de 1945, llevaba más de diez mil personas a bordo
El Gustloff tenía capacidad de 1.900 pasajeros más la tripulación de 400, pero cuando zarpó el día 30 del primer mes de 1945, llevaba más de diez mil personas a bordo

El ataque soviético

El Gustloff salió del puerto pasado el mediodía del 30 de enero con destino a la base naval de Kiel. Debía navegar escoltado por dos torpederos y otro transatlántico armado, pero este último no pudo zarpar por problemas mecánicos y uno de los torpederos volvió a puerto poco después de la partida.

El comandante militar del barco, el teniente comandante Wilhelm Zahn, sugirió tomar un curso en aguas poco profundas cerca de la costa y sin luces, pero el capitán del Gustloff, Friedrich Petersen, decidió dirigirse a aguas profundas que se sabía que habían sido limpiadas de minas. A las seis de la tarde Petersen recibió la información de que un convoy de dragaminas alemán se dirigía hacia ellos y, para evitar la colisión, Petersen activó las luces de navegación de su barco, lo que hizo que el Wilhelm Gustloff fuera fácil de detectar en la oscuridad.

Pronto fue avistado por el submarino soviético S-13, bajo el mando del capitán Alexander Marinesko. El submarino siguió al barco durante dos horas antes de posicionarse en el costado de babor, más cerca de la costa, desde donde el ataque sería menos esperado.

Poco después de las nueve de la noche, el Gustloff fue alcanzado por los tres torpedos de nombre soviético mencionados al principio de esta nota y la explosión deshabilitó los motores, apagó los generadores de energía y cortó todas las comunicaciones.

Solo después de su muerte, a Alexander Marinesko se lo nombró Héroe de la Unión Soviética
Solo después de su muerte, a Alexander Marinesko se lo nombró Héroe de la Unión Soviética

Una trampa mortal

Con el barco totalmente a oscuras, la tripulación de cubierta liberó los botes salvavidas, pero solo se pudo bajar nueve, porque otros habían quedado congelados, adheridos a sus pescantes y con las cuerdas imposibles de mover. Además, como el barco había comenzado a babor, no se pudieron utilizar los botes salvavidas del lado de estribor.

De los pocos botes que llegaron a posarse sobre las aguas, uno fue hundido al caer sobre él un cañón antiaéreo que se había soltado.

Mientras tanto, debajo de cubierta, miles de personas intentaba escapar del agua que entraba al barco, pero quedaban atascadas en las escaleras. Hubo quienes murieron aplastados por la estampida y otros que se suicidaron, en algunos casos después de matar a tiros a sus propias familias para evitarles el sufrimiento de ahogarse en aguas heladas.

Menos de 40 minutos después de recibir el impacto, el Wilhelm Gustloff estaba totalmente escorado hacia un lado y diez minutos más tarde desapareció por completo bajo las aguas, con miles de personas en sus entrañas. De los que a último momento lograron saltar al mar, la mayoría murió por hipotermia a los pocos minutos de permanecer en el agua.

De más de diez mil personas que estaban a bordo, solo se contaron unos 1.200 sobrevivientes, rescatados por un par de torpederos, un dragaminas y otras embarcaciones que llegaron rápidamente al lugar del hundimiento.

Una tumba bajo el mar

En medio del fragor del final de la guerra, el hundimiento del MV Wilhelm Gustloff pasó casi inadvertido, a pesar de la enorme pérdida de vidas, no solo de militares sino de civiles.

El régimen nazi directamente ocultó la tragedia, los sobrevivientes fueron ignorados e incluso amenazados por las juventudes hitlerianas. Alemania no podía reconocer una catástrofe como aquella, que podía desmoralizar más aún a sus tropas y a la población.

Recién con el correr de los años se abrió el debate -fundamentalmente entre historiadores- sobre si su trágico final podía considerarse un crimen de guerra cometido por los soviéticos.

El comandante del submarino soviético, Alexander Marinesko, estuvo lejos de alcanzar la gloria inmediata por haber hundido al Gustloff. Al contrario, fue acusado de alcoholismo y de haber desaparecido durante tres días para estar con una mujer sueca, por lo que fue degradado. Pasarían muchos años hasta que, finalmente el gobierno soviético le otorgara la “Orden de la Bandera Roja”, una condecoración menor. Solo después de su muerte se lo nombraría Héroe de la Unión Soviética.

Pasados 79 años de su hundimiento, el MV Wilhelm Gustloff, cuya monumental estructura todavía reposa en el fondo del Báltico, sigue siendo el mayor sepulcro que existe bajo el mar.

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