En París, el sábado 27 de enero de 1973 concluyeron las negociaciones de paz en Vietnam entre los gobiernos de Washington y Hanoi. Una gran parte de los medios internacionales consideraron el hecho como el acontecimiento histórico más destacado de la década. Sin embargo, a pesar de los acuerdos diplomáticos, los enfrentamientos finalizarían recién el 30 de abril de 1975 con el descalabro del régimen de Saigón. Así como mudos testigos sobreviven las imágenes de gente intentando treparse a los últimos helicópteros norteamericanos que despegaban de la azotea de la embajada en Saigón para escapar del comunismo. En ese mismo 1973, el Primer Ministro de la URSS Leonid Breznev viajaría a los EEUU para profundizar la relación con el presidente Richard Nixon. Llegó con la economía soviética haciendo agua y su tecnología atrasada.
Para muchos los acuerdos de París no fue el único gran acontecimiento del comienzo de ese 1973. A miles de kilómetros -- geográficos y tecnológicos -- de Buenos Aires, algunos miles menos de Hanoi y Saigón, el 14 de enero de 1973 a la medianoche (por la diferencia horaria con el Lejano Oriente), Elvis Aaron Presley subió al escenario del Honolulu International Center Arena de Hawai, mientras 1.000 millones de personas lo miraban en directo, vía satélite y en colores. Más público que cuando los astronautas bajaron en la Luna en julio de 1969 y fueron seguidos por 650 millones de televidentes. A través de la señal satelital de Globecam las imágenes llegaron a Australia, Corea del Sur, Japón, Tailandia, Filipinas, Vietnam del Sur y otros países. Además se siguió en diferido en unos 30 países europeos y en los Estados Unidos fue retransmitido el 4 de abril por NBC. La transmisión en vivo en enero atrajo a 37,8% de los espectadores en Japón, el 91,8% en las Filipinas, el 70% en Hong Kong, y 70-80% de los espectadores en Corea. En los Estados Unidos alcanzo el 51% de la audiencia de televisión. Nunca un artista había llamado la atención del mundo de tal manera. Elvis que se había preparado para la ocasión estuvo en su mejor forma física y mental. Esta es probablemente la cumbre de su estrellato, uno de los grandes momentos de todos los tiempos de su carrera. Fue la primera vez que se utilizó tecnología satelital para transmitir un concierto en vivo alrededor del mundo y la idea fue concebida por el manager de Presley, el “Coronel” Tom Parker, mientras ambos vivían momentáneamente en Palm Springs en 1972. Parker vendió la idea a RCA, propietaria de NBC, y a John Hamlin el vicepresidente de programación nocturna de NBC, residente de Palm Springs, y este le asigno la tarea a Marty Pasetta que acababa de terminar su debut como director en los Premios de la Academia de Hollywood.
Pasetta acababa de terminar su debut como director en los Premios de la Academia de Hollywood cuando Hamlin le ofreció la oportunidad de trabajar con Presley. Pasetta no estaba seguro de querer hacerlo al principio. Hamlin le dijo que viera a Presley en el Long Beach Arena ese noviembre donde Presley hizo una modesta actuación. “Se movía muy poco y cuando regresé a NBC dije: Oigan, muchachos, ¿qué voy a hacer con este tipo? ¿Cuánto dura el programa? ¿90 minutos? No puede bailar tanto. No parece que vaya a moverse y me dijeron: Ese es tu problema.” Tras aceptar el desafío, Pasetta se reunió con Elvis en Long Beach cerca de Los Ángeles. Al primer encuentro El Rey fue acompañado por dos guardaespaldas: “Se sentó derecho frente a mí y sus muchachos a cada lado de él sacaron sus armas y las dejaron sobre la mesa”. Pasetta contó que le dijo a Presley que tenía que perder peso antes del concierto: “Te quiero flaco porque voy a utilizar primeros planos, voy a ir desde tu cuello hasta la parte superior de tu cabeza. Ese será tu atractivo sexual junto con tu voz, y marcará un hito”. Elvis se sacó sus enormes anteojos, dejó ver sus ojos, y “saltó de su silla. Me agarró, me rodeó con sus brazos y me dijo: Eres la primera persona que me habla honestamente. Perderé peso por ti y perdió 20 libras (9,5 kilos) en dos meses”. Así lo hizo y según sus biógrafos no ingeria más de 500 calorías diarias de comida deshidratada y recibía una inyección diaria que incluía orina de mujer embarazada. La película del concierto presentaría a Presley dando un concierto benéfico de una hora en apoyo de la fundación de cáncer Kui Lee en Hawai. Kui Lee fue un compositor hawaiano que había muerto de cáncer cuando aún estaba en la treintena de edad y que había escrito la canción “I’ll Remember You” que Elvis había registrado previamente en Nashville en 1966.
Pasetta intentó brindar un alcance internacional al show poniendo el nombre de Elvis en el set en varios alfabetos y fuentes internacionales. “Quería poner una pista de 3 metros de ancho para que pudiera caminar por el centro” y propuso que el escenario estuviera a 1, 8 metro del suelo. El Coronel siempre pedía el escenario a 3 metros del suelo y tenía guardias en el frente.
No quería que nadie tocara a Presley. Cuando le dije esto a Parker tuvo un ataque de furia y amenazo: “No voy a bajar el escenario. Voy a tener a mis guardias allí y él podrá quedarse allí y cantar, sino no se hace el espectáculo”. Pero Pasetta se impuso y Presley desoyó a su manager cuando le dijo: “El Coronel controla mi negocio. Yo controlo mi creatividad, mi música y mi espectáculo. Él no tiene nada que decir al respecto. Esa es tu regla. Tratarás con Joe Esposito “, un viejo amigo y miembro de la “Mafia de Memphis”.
Para preparar el recital, Elvis Presley llegó el 9 de enero en un vuelo charter con once kilos menos tras una dieta que hizo en Sin City, Las Vegas, acompañado de Linda Thomson (la sucesora de Priscilla Beaulieu), una ex Miss Tennesse que había conocido el 6 de julio de 1972, más los muchachos de la Mafia de Memphis (llamada así porque eran sus íntimos) y sus esposas. También lo acompañaban los integrantes de la sección rítmica James Burton (guitarra líder); John Wilkinson (guitarra rítmica); Glen Hardin (pianista); Ronnie Tutt (batería), Charlie Hodge y Kathy Westmoreland (acordes de voz).
Finalmente, el 14 de enero de 1973 a las 00:30, los compases de Así habló Zaratustra, famosa desde el estreno de “2001: Una odisea del espacio”, iniciaron el concierto. A continuación, mientras sonaba el principio de See See Rider, Elvis entró en escena ataviado con el famoso “American Eagle”, un mono de estilo enterizo al que se podía añadir una capa con la silueta de un águila confeccionada con pedrería y que fue realizado expresamente para la ocasión por Bill Belew, su sastre de confianza desde 1968. El traje “American Eagle” pesaba cerca de 34 kilos y costo 65.000 dólares.
Vestido todo de blanco, con piedras de color incrustadas en su saco , ropa que aún se puede ver en uno de los escaparates del museo de Graceland, Elvis Aaron Presley, a la cuarta canción, lo miró a su amigo, guitarrista y director de escena, Charlie Hodge, como preguntándole ¿y ahora? Charlie le pasó un vaso con agua, le dijo el título de la próxima entrega, mientras la fabulosa Fender Telecaster de James Burton comenzaba con los primeros acordes y Ronnie Tutt le daba el pié con la batería. Hodge lo observó moviendo sus hombros con las primeras notas; Elvis le devolvió el vaso a su viejo amigo y miembro del Memphis Gang, éste le dijo all right, y El Rey se adelantó hacia la gente, comenzando a cantar Steamroller Blues, la canción escrita por James Taylor. Se desplazaba por el escenario, con su metro noventa, con una gran comodidad. Se acercó a una señorita, le dio un beso y recibió un collar de flores amarillas; él le regaló uno de sus tantos pañuelos de color que le pasaba Ronnie, mientras con su característica mirada socarrona, le dedicaba una estrofa de la canción: “Soy una aplanadora, estoy obligado a rodar sobre vos; soy una bomba de Napalm, que te garantiza volar tu mente”.
Se lo vio feliz y antes de terminar el recital volvió a acercarse a Charlie Hodge, éste le musitó Welcome to my World, la vieja canción country que popularizó Faron Young, caminó tranquilamente por el largo escenario, se hundió en el público, volvió a desprenderse de otro pañuelo (esta vez rojo), dedico una sonrisa a una joven rubia, mientras la decía:
Bienvenida a mi mundo, vos podes entrar,
Los milagros están invitados…
Creo que todavía ocurren, de vez en cuando
Deja tus preocupaciones atrás, bienvenida a mi mundo…
Cuando terminó el recital se arrodilló, miró hacia Dios agradeciendo, tiró su capa blanca forrada de satén azul marino de 10.000 dólares y dijo adiós. Según sostiene uno de sus principales biógrafos, en ese instante Elvis iniciaba su caída libre. Aunque moriría el 16 de agosto de 1977.
Aquí, en Buenos Aires, el show no se vio por tres razones: 1) No había mercado dispuesto a pagarlo; 2) Los televisores no eran en color; 3) El gobierno militar, con sus arcas exhaustas, no autorizaría a girar dólares al exterior. El recital Aloha from Hawai se dio en los cines al año siguiente. Elvis y su manager, el coronel Tom Parker, cobraron 900.000 dólares y el sello RCA se quedó con 100.000.
El mundo ideal al que invitaba Presley no existía. Mucho menos en la Argentina de aquellos días. Gobernaba el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse que había lanzado un proceso electoral que debía concretarse el 11 de marzo de 1973 y en esas horas se le aconsejaba cancelarlo. Según informó la Secretaría de Planeamiento y Acción de Gobierno, durante 1972 el ritmo inflacionario había llegado al 64% y la violencia subversiva ardía por todos los puntos del país. El régimen militar de los generales Onganía, Levingston y Lanusse había fracasado. Se estaba a las puertas de la victoria electoral de Héctor J. Cámpora y ya nada se podía impedir. Años más tarde, muchos años, El Rey argentino, Ramón Palito Ortega, grabaría en Memphis un álbum con algunos de los músicos de Presley. Una oportunidad única, claro, los dos tenían algo en común: Llegaron al éxito con grandes sacrificios. Así de simple.