“Me atropellaste, fue mi culpa, casi muero”: puso un aviso en el diario para resolver el gran misterio de su vida

Catalina May tenía 23 años cuando un vehículo la llevó por delante. Estuvo muy grave y, por una frase que tenía escrita en el cuerpo, muchos pensaron que había intentado suicidarse. Nunca volvió a hablar del tema pero ahora, dos décadas después, publicó un aviso en el que le habló directamente al “conductor fantasma” que arrancaba así: “Te busco”

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Catalina May tiene ahora 43 años y es periodista
Catalina May tiene ahora 43 años y es periodista

Fue hace 20 años exactos, Catalina era una jovencita de 23. Estaba deprimida, braceando en un mar de aguas espesas: se había peleado con su novio, nada en su vida terminaba de encastrar. Fueron sus amigos, con los que esa noche se había juntado a tomar y a escuchar música, quienes la alcanzaron hasta su casa. La dejaron ahí nomás, enfrente, sólo tenía que cruzar.

Estaban por arrancar cuando escucharon un ruido tremendo: un golpe seco que, como una imagen en un espejo roto, se multiplicó en el silencio de la noche.

Cuando volvieron a mirar por las ventanillas, por el retrovisor, por el parabrisas, ya no la vieron.

Catalina -o lo que quedaba de ella- estaba lejos, tirada en el asfalto, inconsciente. Tenía la parte derecha del cuerpo desarmada, completamente fuera de lugar, un charco de sangre oscura crecía bajo su pelo.

Salvo los tres amigos, todos los que corrieron a asistirla y los que la vieron durante las horas que siguieron pensaron que había sido un intento de suicidio: la chica había cruzado corriendo, tal vez con el semáforo en rojo, y en la pierna desarticulada tenía escrita una frase con fibrón negro:

“Te me moriste”.

Mi historia

El podcast que creó ganó varios premios reconocidos en categoría "periodismo sonoro"
El podcast que creó ganó varios premios reconocidos en categoría "periodismo sonoro"

Catalina May tiene 43 años. Es chilena, periodista y es -junto al ingeniero en sonido Martín Cruz, su pareja- la creadora de un reconocido podcast documental llamado “Las Raras”. Llevan ocho años contando historias de otros (ganaron así el prestigioso Premio Roche - Fundación Gabo), pero esta vez algo cambió.

Gracias a un equipo de colegas que la empujó y la sostuvo para que no abandonara, Catalina logró hundirse en su propia historia y atravesar el fango del trauma: “Un trauma que ni siquiera sabía que tenía”, aclara ella mientras conversa con Infobae.

Así nació “Te busco”, el podcast policial en el que se propuso despellejar el gran misterio de su vida. Lo cuenta ella misma desde el primer episodio.

“Cuando tenía 23 años estuve a punto de morir atropellada, quedé con amnesia, con la mitad del cuerpo quebrado y con un trauma del que nunca hablo. Como periodista me dedico a contar historias pero llevo 20 años evadiendo contar la mía. Para reconstruir todo lo que realmente pasó me falta una pieza clave: encontrar al hombre que me atropelló. Necesito que nos sentemos frente a frente y que me cuente el momento en el que me podría haber matado, porque yo no me acuerdo de nada”.

Junto a Martín, su pareja, quien la acompañó durante todo el proceso
Junto a Martín, su pareja, quien la acompañó durante todo el proceso

“Yo nunca había querido saber nada del atropello. Cuando conocía a personas nuevas les comentaba esto que me había pasado pero nunca con profundidad. Decía ‘tuve un accidente grave cuando era chica, pero al final todo bien’. El mismo Martín, que es mi pareja, dice que así se lo conté a él. Creo que yo nunca tuve las palabras, tampoco sabía qué me había pasado”, cuenta ahora.

No es que había decidido activamente no hablar para olvidar sino algo mucho más orgánico: “Con el tiempo empezó a quedar como encerrado, guardado, atrapado en el pasado”.

“(...) tornillos en el tobillo, dolor crónico en el cuello, las cicatrices en los brazos, la hendidura en la cabeza que me tapo con el pelo. Mi atropello se convirtió en eso, en molestias y dolores: un recuerdo en el cuerpo sin palabras, o con muy pocas: me atropellaron, estuve grave pero al final todo bien. Por 20 años lo reduje a eso, pero ahora por alguna razón necesito saber”, dice su voz a lo largo de la historia.

Dispuesta ahora a buscar los pedacitos para reconstruir qué había pasado, Catalina fue primero a hablar con sus tres amigos, los tres jóvenes que aquel 30 de octubre de 2003 la habían llevado a su casa y la habían visto, segundos después, destroncada en el asfalto.

¿Por qué nadie le había pedido al conductor un nombre, un teléfono? ¿Por qué nadie había anotado una patente? ¿Alguno recordaba su cara?

Así supo que todos habían creído que Catalina se moría, y en la desesperación por llamar a una ambulancia y a la familia, nadie había reparado en el conductor.

Además, la culpa que habían sentido por no haberla llevado hasta la puerta de su casa había esmerilado algunos de sus recuerdos.

En el camino descubrió que el silencio se debía al trauma que había vivido
En el camino descubrió que el silencio se debía al trauma que había vivido

Habló con ellos, con sus padres, con su hermana. Buscó testigos, increíblemente, encontró: había quienes decían que la había atropellado un auto, otros una camioneta de trabajo. Que era blanco, que era roja.

Todos recordaban cosas distintas pero había algo en lo que coincidían: había sido su culpa.

Fue durante la investigación que Catalina dio con el parte médico y las radiografías que llevaban dos décadas archivadas. Le pidió a distintos médicos -neurocirujanos, por ejemplo- que le bajaran esa información a tierra y así tomó dimensión de lo grave que había estado.

Además de las fracturas en el cuerpo había sufrido varios hematomas en el cerebro. El agujero que tenía en su cabeza era producto de una craneotomía. Es decir, 17 días después del accidente habían tenido que sacarle un fragmento de cráneo con un taladro manual para drenar la hemorragia y desinflamar el cerebro.

La pregunta que siguió fue “¿por qué? ¿por qué mantuve esto en silencio durante tanto tiempo?”.

“Yo no sabía nada sobre el trauma, absolutamente nada. Y cuando fui a entrevistar a los psiquiatras me di cuenta de que yo era un caso de libro”, sigue.

“Ahí se me abrió un mundo: entendí que había vivido una experiencia muy traumática y me había disociado para poder seguir, lo que me había pasado había quedado allá escondido. Todo lo que yo encontraba tan curioso, como no haber hablado por 20 años, resulta que después de un trauma era de lo más común”.

Se lo explicaron en términos de supervivencia pura:

“Si tenemos una fractura, por ejemplo, el tratamiento es no mover y la respuesta normal es no mover, no tocar, porque duele. En el trauma psicológico también tratamos de no tocar, no pensar, porque duele, nada más que es otro dolor”.

"Ahora creo que me preparé 20 años de mi vida para enfrentar mi propia historia", dice ella
"Ahora creo que me preparé 20 años de mi vida para enfrentar mi propia historia", dice ella

“Ha sido todo tan contradictorio…una parte de mí quería seguir y otra parte de mí me decía ‘pará, pará, pará’”, cuenta ella a Infobae. En uno de los episodios explica con claridad lo que implicó.

“Estoy contando la historia de mi trauma. Trato de pensar en una imagen para explicar todo lo que me ha costado. Ha sido como meterme una mano por la garganta y darme vuelta de adentro hacia afuera”.

Catalina contrató a un equipo de tres periodistas de investigación que se abocaron a la búsqueda de datos. ¿Quedaba algún parte policial que no hubiera sido incinerado? ¿Cómo llegar al “conductor fantasma” sin asustarlo, sin que creyera que quería venganza, demandarlo o sacarle plata?

Fue así que pusieron un pequeño aviso en un diario chileno que decía cuatro frases clave: “Te busco, me atropellaste, fue mi culpa, casi muero”.

Le decía a ese hombre que quería hablar con él: escribir “fue mi culpa” era la llave para no asustarlo.

El aviso se volvió viral. La entrevistaron en programas de televisión, en diarios, en noticieros, y mucha gente empezó a llamarla, aunque no para darle la información que ella buscaba.

Algunos contaban que habían sufrido accidentes parecidos y hacían catarsis. Otros les pedían “que se apoyara en Dios y agradeciera la segunda oportunidad y dejara de revolver”. En las redes le decían “la tóxica”.

Catalina tragó saliva y siguió.

Hasta que llamó alguien que recordaba perfectamente el ruido del atropello, el color del vehículo, el modelo. Después, apareció otra persona que había visto todo y nunca lo había olvidado. Pero nada conducía a alguna pista firme.

Hasta que apareció una patente.

Esos números guiaron a Catalina hasta el hombre que buscaban, la persona que sí podía contarle qué había pasado aquella noche. Lo que pasó se revela en el último capítulo de “Te busco” (que no cuento para no spoilear).

¿Cómo sigue la vida de alguien que atropella a una persona y la deja en un hilo de vida? ¿Había creído el conductor que ella había querido matarse y le guardaba rencor por haberlo hecho pasar por algo así?

El aviso se volvió viral en pocos días
El aviso se volvió viral en pocos días

Catalina no había querido suicidarse aquella noche. Lo que pasó fue que con sus amigos solían hacerse una broma: cuando uno se quedaba dormido los otros le escribían el cuerpo.

El “te me moriste” de la pierna se lo había escrito uno de ellos un rato antes del atropello, cuando a ella el sueño la había vencido.

Fue una broma pero pareció una despedida, una suerte de epitafio.

Sobreviviente

Catalina cree ahora que pasó su vida preparándose para este momento. Que casualmente se formó como periodista, que aprendió a preguntar, a buscar, que inventó un podcast que terminó siendo “mi espacio seguro”, que se rodeó de los compañeros que necesitaba para no abandonar.

“Todo este proceso ha sido terapéutico, sanador. Aprendí que cuando una persona sufre un trauma pierde completamente el poder, porque tu integridad física y tu vida están en peligro, entonces quedás a merced de tus circunstancias. Eso es una víctima”, explica.

“Pero cuando una víctima elabora el trauma y retoma el poder, se convierte en sobreviviente. En mi caso, retomé el poder así: conociendo primero mi pasado para luego poder ponerle palabras a mi propia historia”.

Ahora se considera una sobreviviente
Ahora se considera una sobreviviente

Aquello de “fue mi culpa” hoy tiene un lugar relativo.

“La culpa lo atraviesa todo, pero es muy difícil ser culpable y víctima de tu propio atropello. Entonces es un lugar muy incómodo en el que estar”, reflexiona.

“Ahora entiendo que la culpa es también muy femenina, a las mujeres toda la vida nos cargan con culpas. Como dice uno de los psiquiatras en un episodio: ‘Una puede tomar y una puede volarse, pero no es para que te violen y no es para que te atropellen’. Esas son cosas que yo he ido integrando en estos meses”.

El podcast tiene 8 episodios y ya se puede escuchar completo
El podcast tiene 8 episodios y ya se puede escuchar completo

Ahora, mientras el barro se acomoda en un lugar nuevo, Catalina se prepara para irse con su pareja a descansar a una casita con poca conexión en el cerro.

En el camino piensa en una frase que leyó en “El invencible verano de Liliana”, el libro en el que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza se atreve a abrir las cajas en las que estuvieron guardadas todas las cosas de su hermana, asesinada en un femicidio 30 años antes.

“En un momento ella escribe: ‘¿Quién puede decir si 30 años son muchos años o pocos? Al final, el tiempo del trauma se mide en décadas’. Y es así: a mí me llevó décadas estar preparada para poder enfrentar la oscuridad de mi pasado”.

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