El cuadro colgado en la pared en un marco de madera barnizada no suele llamar la atención de nadie. Es la casa de un empresario gastronómico dueño de tres restaurantes.
Por su casa desfilan amigos y conocidos. Suele hacer reuniones sociales, fiestas o asados.
Entre los visitantes, hay quienes el cuadro les genera rechazo, lo consideran un gesto materialista. Hasta que las personas más observadoras, y que conocen la historia, descubren un detalle: ese billete de cien dólares que su dueño considera como una obra artística, tiene pequeñas manchas de barro.
En ese momento, el hallazgo genera impacto. Y la verdad de ese objeto sale a la luz: ese es uno de los billetes que estaba adentro de una de las bolsas que contenían 15 millones de dólares y fueron robados el 13 de enero de 2006 del banco Río de Acassuso en el robo del siglo
No pocos billetes se mancharon con barro. Porque cuando una de las bolsas cayó (al instante fue recuperada) al desagüe por donde se fugó la banda en el túnel, en dos gomones, tras burlar a 300 policías que rodeaban al banco, el dinero se llenó de barro.
Mientras ocurría eso, faltaba más de media hora para que los primeros uniformados que entraron en el banco sólo vieran a los rehenes y un mensaje en la bóveda dejado por los ladrones escapistas: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
El billete llegó a manos de su dueño, que no conoció a ninguno de los siete ladrones de la banda, de forma casual. Un amigo suyo le contó que había conocido a un albañil. Y que un día, mientras trabajaba en el living, en la tevé que había en ese lugar un canal de noticias pasó un informe sobre ese hecho delictivo que trascendió en el mundo.
El trabajador no pudo contenerse. Y le reveló que había trabajado en la casa de uno de los ladrones del siglo. Y que una vez le había pagado en dólares. En ese momento, el obrero quiso saber si eran del asalto.
El ladrón, que lo había contratado por la recomendación de una persona de confianza, le dijo que no. Que eran legales.
-Dale, decime la verdad. No soy botón, además los admiro. Y no sabía que eras uno de esos tipos. Pero le pedí a mi hija que te buscara en Internet y apareciste en las fotos -insistió.
El asaltante le agradeció la admiración y le pidió, con cordialidad, que no volviera a preguntarle sobre ese tema.
Después de ese trabajo, el albañil volvió más veces a esa casa para realizar otras tareas de remodelación. Y logró la confianza del ladrón. La última vez que lo vio, a meses del primer trabajo, el hombre que estuvo entre los miembros más destacados de ese histórico asalto, le dio un sobre. Cuando el albañil lo abrió, había un billete embarrado.
Y le dijo:
-Esto es del robo. Tengo pocos. Se los regalo como souvenir a amigos íntimos. Y no pienses que quedó algo del botín. Podés mostrarlo. Sólo te pido que no digas mi nombre. Igual creo que nadie te va a creer.
La cuestión es que, al escuchar la historia, el hombre que ahora tiene el billete y lo exhibe orgulloso, sólo quiso saber si era verdad. O una fabulación. Le pareció raro que el ladrón hubiera llamado a un solo albañil y no a más o a un par de ayudantes. Y su amigo le dijo que justamente el rufián no quería más de una persona trabajando en su casa. Por eso cada trabajo llevaba tiempo.
Eso lo decidió al empresario a contactar al albañil y le hizo una oferta. El albañil se negó hasta que no pudo rechazarla. Se lo dio a cambio de 10 mil dólares. Su idea inicial era colgar el billete en uno de sus restaurantes. Hasta que su socio le dijo que no era conveniente. Y que podía afectar a las personas. Y no veía la razón de rendirle culto a delincuentes que vaciaron cajas de seguridad que eran de personas honestas. Fue así como el fanático del robo del siglo decidió usar una de las paredes de su casa.
No es el único coleccionista del crimen. Y no son pocos.
Un abogado se jacta de tener unos zapatos que pertenecieron al ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados. Se trata de Luis Valor, el Gordo Valor. Los tiene colgados del techo de su quincho. Son unos mocasines marrones con la suela muy gastada. El delincuente se los regaló hace más de 15 años como muestra de afecto por un favor que le hizo el penalista.
“Eso no lo vendo por nada del mundo. Me gusta coleccionar cosas de ladrones y de rockeros. Por ejemplo, tengo una púa que era de Chizzo Nápoli, el capo de La Renga. Me la regaló un cliente y los palillos de un baterista emblema del rock argentino, pero no lo nombro porque en estas cosas cholulas prefiere el perfil bajo”, dice el abogado, que pide reserva de identidad, como si hubiese revelado una trama secreta.
Un guardia cárcel guarda como trofeo en su casa de Azul la faca que le regaló Marcelo “Popó” Brandán Juárez, uno de los temibles líderes de Los Doce Apóstoles, que en la Semana Santa de 1996 lideraron el motín de la muerte: mataron a ocho presos y cocinaron empanadas con carne humana.
La última noticia fue la subasta que encabezó Martín Murano, doble de riesgo, escritor, e hijo de la oscura y célebre Yiya Murano, que entre el 11 de febrero y el 24 de marzo de 1979 envenenó a sus amigas Nilda Gamba, Lelia Formisano de Ayala y a su prima Carmen Zulema del Giorgio Venturini, a quienes había estafado. Murió en 2014.
Hace poco más de un mes, Murano encontró seis tazas de marca Excelsior, una tetera, una azucarera y un recipiente para la leche. Las tazas que usó Yiya para poner el veneno. “Transformemos algo macabro, en algo útil”. La recaudación será enviada a un refugio de Mar del Plata para alimentar y mantener 50 perritos en situación de calle. Pide 15 mil dólares, pero aclara: “Se venderá a la mejor oferta a partir de 20.000 dólares”. Cuando los interesados preguntan, son derivados a un mail.
Dice el aviso: “Juego De Té De Yiya Murano, La Primer Asesina En Serie” (sic). El aviso agrega: “Se subasta el juego de té de “Yiya Murano”. La primera asesina en serie de la Argentina. (Certificado por el hijo Martín Murano). Con este juego de té, asesinó a una de sus primeras víctimas, Nilda Adelina Gamba. ¿Quién es Yiya Murano? Tiene al menos 3 cargos de homicidio y estafa. (Se dice que fueron más de 10). Estuvo presa durante 16 años”. Llegaron a ofertarle 12 mil dólares.
No se sabe si al final las vendió. Infobae intentó comunicarse con Murano, pero no respondió las llamadas. Un allegado dijo que estaba ocupado en reuniones por la adaptación del libro que escribió sobre su madre. A cargo de ese proyecto está el guionista y productor Juan Manuel Zalloechevarría, hijo de “El Paisa”, uno de los ladrones del sigo y de breve paso por el mundo del hampa. Estuvo preso tres años y recuperó la libertad. “Cometí un error, quise ser como mi padre, pero mi sueño es hacer cine. Estudié guion y sigo aprendiendo el oficio”, dice Juan Manuel.
Nahir Galarza, condenada a perpetua por matar a su novio Fernando Pastorizzo en Gualeguaychú, el 29 de diciembre de 2017, también genera “ventas”. Se ofrecieron en la web muñecas que la recreaban, con un arma en la mano, y las remeras rosas que usa.
Más de 20 hombres consultaron (uno hizo una oferta rechazada y otro estuvo a punto de comprarlos para ponerlos en un museo, pero al final se arrepintió) para comprar los lentes que usó Ricardo Barreda, el cuádruple femicida que el 15 de noviembre mató a su esposa Gladys McDonald´s, su suegra Elene Arreche y a sus dos hijas Adriana y Cecilia. Esos anteojos los usó en la última etapa de su vida y se los regaló a un amigo. Más que amigo era un admirador que conoció sobre el final de su vida y con el que iba a comer a un bodegón.
-Si algún día están en apuros, vendelos. Algún loco los va a comprar.
Eso le dijo el femicida, que murió el 25 de mayo de 2020 en un geriátrico.
El amigo los subió a Mercado Libre y pidió 25 millones de pesos. No sólo la locura fue intentar venderlos, sino pedir esa cifra. Los tenía en una bolsa. A Infobae le mandó una foto de los lentes por WhatsApp, esas fotos que sólo pueden verse una vez y se borran. “Fijate que tienen grasitud y cualquiera que tenga dudas que le haga un ADN o vea esta foto”, dijo. Y en la imagen, que también se eliminó, se lo veía abrazado al femicida, de sobremesa. Barreda llevaba esos lentes marca Stentson que en realidad cuestan cinco mil pesos. O menos.
Al final no pudo venderlos. Se los ofreció a la productora de la futura película sobre Barreda. Y no tuvo suerte. Intentó al menos alquilárselos. Tampoco pudo. Lo mismo que una mujer que le ofreció a la misma productora una pantalón y dos camisas que eran de Barreda.
A su mejor biógrafo, Pablo Martí, que lo entrevistó hasta sus últimos días, le regaló un rosario y una frazada. “Poner a la venta esas cosas es morbo. Es algo chocante. Irrespetuoso con las víctimas. Ni que me esté muriendo de hambre vendería algo así”, opina quien además prepara un libro sobre el ex odontólogo. “Muchos se le acercaban para sacarle cosas y hasta le pedían autógrafos”, dice el escritor.
En los Estados Unidos es algo común: se venden por la web objetos de asesinos famosos. Desde cartas, ropa, dibujos. Lo insólito es que llegó a ponerse en venta una galleta mordisqueada por Charles Manson y unos calzoncillos que supuestamente usó el célebre asesino serial Ted Bundy.
Durante un tiempo, el autor de esta nota llegó a tener objetos de asesinos y ladrones. Desde un peine con dientes marrón que Barreda guardaba en el botiquín del baño del departamento de Belgrano donde llegó a vivir con novia Berta André, a quien maltrataba.
Los lentes de sol de Yiya Murano. Junto con su rosario. Ambos objetos fueron regalos de su parte durante un almuerzo en Caballito, en la esquina del geriátrico donde vivió durante 2008.
“Estas reliquias van para vos, nunca las vendas. Con este rosario lloré la muerte de mi hermana, pobrecita, a quien le robé el novio, pobre desdichada”, dijo mientras lloraba sin lágrimas.
La colección incluye 40 cartas enviadas por Carlos Eduardo Robledo Puch, el llamado ángel negro, que entre 1971 y 1972 mató a once personas mientras dormían o por la espalda, un casete de Los Redonditos de Ricota (es fanático del Indio Solari) y cuatro dibujos de tono infantil. “Mi suerte es tener tu amistad”, escribió en uno de ellos, en el que dibujó al canario Tweety.
Del siniestro líder del clan Puccio, Arquímedes Puccio, había cartas, una foto en la que aparece barriendo en La Pampa, donde murió en 2013, y fue autografiada por él (cuando tenía a los secuestrados en su casona de San Isidro solía barrer) y un sello de abogado que decía Contador, abogado y licenciado Arquímedes Rafael Puccio.
Quien esto escribe entró en razón y se deshizo de todos esos objetos. Algunos los olvidó en un canal de televisión. Otros los tiró. Lo insólito es que una persona que se enteró de lo que guardaba, ofreció dinero por el combo.
El marketing barrediano fue el más amplio y variopinto. Se vendían desde remeras (“Barreda kill suegra”, era frase que tenía estampada una de ellas) hasta tazas, gorros, calcos y muñecos. El abanderado de esa movida era un hombre que creó la web maestrobarreda.com. Allí publicó un alegato a favor del odontólogo, honraba al asesino como si fuera un ejemplo y vendía pins y escudos con la imagen de Barreda.
Y en el ambiente judicial y policial hay un rumor de años que genera escalofríos. Y es sobre la escopeta Sarrasqueta con la que Barreda mató a las mujeres de su familia. Hay tres versiones. La primera es que nunca se encontró porque la tiró en un arroyó. La segunda es que está bajo custodia de la Justicia. La tercera es horrorosa.
Y refiere que fue robada y estaría, como objeto de colección, en la casa de un hombre que le rinde culto como si ese objeto fuera un santo que concede milagros.