Un dolor muy profundo y por qué esta vez decidió no callar: “Nos tragamos las palabras con comida”

Carola Navarro tuvo un trastorno de la alimentación del que se hablaba poco: calmaba sus emociones con atracones de comida. No era bulimia porque no vomitaba. Al problema inicial, entonces, se sumaba una culpa y una nueva dieta feroz. Ahora es nutricionista y trabaja, sobre todo, con madres: “¿Cómo hacemos para no enseñarles a nuestros hijos a calmarse con comida?”, es una pregunta clásica

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Carola Navarro tiene 39 años, es argentina y ahora vive en Barcelona
Carola Navarro tiene 39 años, es argentina y ahora vive en Barcelona

Era el año 2002, Carola era una adolescente de 18. Para ponerla en contexto: no sólo había ido al colegio durante los ‘90 y había crecido viendo en las revistas cómo eran los cuerpos que estaban “bien”. Era exactamente el año en el que todas vimos un reality de modelos llamado Super M: ese grupo de chicas únicas que, con sacrificio, dietas y cirugías, habían logrado esos cuerpos que estaban “bien”.

En el silencio de su intimidad, Carola había encontrado un recurso emocional que rápidamente se había vuelto un hábito: en vez de decir lo que sentía, abría la alacena o la heladera y arrasaba con lo que hubiera.

“Me tragaba las palabras con comida”, cuenta ella a Infobae.

En esa época se hablaba mucho de anorexia y de bulimia pero como Carola se daba el atracón y no vomitaba, no creyó que eso era también un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).

"Nos tragamos las palabras con comida", dice
"Nos tragamos las palabras con comida", dice

“Hasta que una operación me hizo tocar fondo, hacer el click”, marca.

La cirugía a la que hace referencia fue por un quiste en el sacro, en la zona del huesito dulce: nada grave pero el post operatorio la obligó a estar varios días inmovilizada y boca abajo. La desesperación que sintió por no poder pararse sola para ir hasta la heladera a tragarse lo que sentía “fue lo que me hizo dar cuenta -subraya- de que la comida me estaba manejando a mí”.

Tragar

Carola Navarro tiene 39 años, es argentina, nutricionista y mamá de una nena de 3. Lo distinto en ella es que no es sólo una profesional de libros: como tuvo un trastorno de la conducta alimentaria conoce desde adentro lo que sirve y lo que no.

Además, como es mamá -“y mamá de una nena”- también sabe lo importante que es ahora enseñarles a ellas a no apagar las emociones con comida.

“Como yo no aceptaba el cuerpo que tenía empecé con las dietas. Hacía dietas muy restrictivas en las que no me permitía comer nada de lo que me gustaba, estaban llenas de cosas prohibidas. Obviamente en el momento en que me desbalanceaba ¿qué pasaba? Venía el atracón”, recuerda desde Barcelona, donde vive desde hace un año.

"Después de las dietas restrictivas venía el atracón", cuenta
"Después de las dietas restrictivas venía el atracón", cuenta

“En cada atracón comía lo que hubiera en un plazo muy corto, 15 minutos, a lo sumo media hora, y todo mezclado. ‘Bueno, me como un chocolate, ahora abro la heladera y me como un pedazo de queso, el sándwich que le sobró a alguien, las papas fritas, y después la torta’. Todo con una desesperación…”.

No fue una vez, algo puntual. “No. De hecho, el tema es cuando te das cuenta de que lo estás haciendo de manera repetitiva, que no tenés una relación sana con la comida”, distingue.

El otro tema, además, es lo que viene después de mezclar, y tragar, tragar y tragar en piloto automático, casi sin respirar: la culpa. Y una nueva dieta, cada vez más prohibitiva, para tratar de compensar “el desastre”.

“Lo que sigue es una culpa tremenda por todo lo que comiste, aunque en realidad lo que te está pasando no tiene que ver con la comida en sí sino que estás tapando tus emociones con esa comida. Entonces, estás triste, estás ansiosa, estás deprimida: tragás”, sigue.

Y es así como te tragás las palabras.

Los atracones conllevan a comer alimentos mezclados en poco tiempo (iStock)
Los atracones conllevan a comer alimentos mezclados en poco tiempo (iStock)

Le diagnosticaron “Trastorno por atracón”, un problema grave pero mucho menos escuchado que la bulimia y la anorexia.

“A diferencia de una persona con bulimia, después de un atracón, no sueles vomitar, usar laxantes ni hacer ejercicios físicos en exceso para compensar las calorías adicionales que comiste. Puedes intentar hacer una dieta o comer las comidas habituales. Sin embargo, restringir tu alimentación puede llevarte a más atracones”, explican en la web de la Clínica Mayo, una de las más prestigiosas del mundo.

Carola empezó un tratamiento con psicóloga y nutricionista al mismo tiempo, y fue destapando el pozo. A los 20 años, ya más fortalecida, decidió dejar la carrera.

Para ese entonces estudiaba Administración de Empresas y en una charla sobre productos de belleza femenina se miró a sí misma sentada en el anfiteatro y se preguntó “¿qué hago yo acá?”.

Con la idea de que la belleza estuviera atravesada por la salud se cambió a la Licenciatura en Nutrición, aunque también detectó que en la carrera tradicional hablaban demasiado de dietas.

“Yo sabía que la dieta no era el camino. Que a más restricción, más ganas de comer lo que te están prohibiendo. Entonces algunas cosas que estudiaba las tomaba pero con pinzas”, cuenta.

Con su familia, cuando se recibió
Con su familia, cuando se recibió

Madres

En 2019, ya en pareja, Carola quedó embarazada. Era un embarazo que había deseado, estaba profundamente feliz, tanto que aún sin saber el género le puso nombre a la ilusión: Santino.

Cuando estaba de dos meses, lo perdió.

Muchas veces, cuando alguien se entera de que una mujer perdió un embarazo tan incipiente, subestima la dimensión del dolor. El médico responde “es normal”, y se enfoca en los pasos a seguir para eliminarlo. Algunos seres queridos dicen “ya vas a tener otro”, como si fueran reemplazables. Otros se incomodan; tal vez alguien se anima a decir “a mí también me pasó”, “a fulanita le pasó”.

En 2019 perdió su primer embarazo
En 2019 perdió su primer embarazo

Lo que queda, a veces, es el agujero de lo que no pudo ser, el duelo de lo que no pasó. Y la duda: “¿Podré? ¿Podré yo ser mamá?”.

Cuatro meses después de esa pérdida Carola volvió a quedar embarazada: todo salió muy bien esta vez.

Fue cuando empezó a darle de comer a la pequeña Martina que aquello que le había pasado en su adolescencia volvió al centro de la escena.

Con Martina, su hija de 3 años
Con Martina, su hija de 3 años

“Encima tuve una hija, que no es igual que tener un varón en este tema. Una dice ‘quiero que tenga una buena relación con la comida, no quiero que sufra lo que yo sufrí. No quiero que haya alimentos prohibidos, quiero que sepa gestionar sus emociones, que no canalice lo que siente a través de la comida”.

Más allá de lo que sucedía en su propia maternidad, Carola empezó a atender cada vez a más mujeres como ella: madres de 30 años, 40 años.

“¿Está mal darle galletitas o chocolate cuando está llorando y queremos que pare?”, es la clásica pregunta que le hacen. “Le di papa dos días seguidos, ¿está mal?”.

“Le damos una galletita o el chocolate porque sabemos que va a calmar ese momento, pero en realidad lo que está haciendo es apagar la emoción que nuestro hijo está sintiendo con comida. No está mal llorar, es válido llorar, está muy bien que saque lo que siente a través del llanto. Lo que hay que hacer ahí es ver por qué está llorando. Preguntarle qué le pasa, que pueda decirlo: ¿Se golpeó? ¿es un berrinche? ¿tiene sueño? ¿tiene hambre?”.

¿Nunca entonces se puede recurrir al chocolate? No, no está diciendo eso, porque a veces los propios padres necesitan un respiro.

“El tema es cuando todos los días calmás sus emociones con comida porque ahí lo que aprende el niño para su futuro es es ‘si estoy triste, tengo que comer para calmar mi tristeza’”.

Decir

De todo esto hablaba Carola en su cuenta de Instagram cuando a comienzos de octubre decidió contar allí, esta vez públicamente, lo que había vuelto a pasarle.

Una de las fotos que subió a su cuenta (@nutritebebe)
Una de las fotos que subió a su cuenta (@nutritebebe)

“Hoy perdí otro embarazo”, escribió. Mostró una foto de la panza que ya tenía, de la ecografía que ya tenía, y quedó claro que no iba a restarle importancia.

En el video que subió tiene la tristeza en la cara y una barra entera de chocolate en la mano.

“Me di cuenta de que muy pocas hablan de esto, quizás por miedo o por vergüenza. Si pasaste por esto, te abrazo. Es un golpe durísimo que sólo la que lo vivió puede entender. ‘¿Por qué otra vez?’, me preguntaba. Hoy entendí que tenía que comunicarlo y alzar mi voz. Nos enseñaron a estar calladitas, a ser correctas, a ser buenas, a tener un cuerpo perfecto, a aumentar poco en el embarazo y a bajar rápido en el postparto”, arrancó el posteo.

“DUELE emocionalmente y físicamente. Callamos lo que pensamos, callamos lo que sentimos, callamos lo que vivimos… ¿y cómo lo manejamos? Nos tragamos las palabras CON COMIDA. No te calles, no te escondas. Gracias a todo lo que viví puedo enseñarle a mi hija lo que es realmente ‘correcto’ desde una mirada MENOS perfecta, SIN tanta presión. Somos mucho más que un cuerpo”.

¿Por qué se grabó con el chocolate en la mano? Eso lo responde ahora, durante la entrevista con Infobae.

“Porque primero me di permiso de comer más chocolate de lo que comía habitualmente, pero después me di cuenta de que estaba empezando a usar la excusa de ‘bueno, como estoy triste me voy a comer todo’. No quería ver lo que me estaba pasando: estaba triste, enojada, lo conté porque ya no quiero tragarme con un chocolate lo que siento”, confía.

"No te calles, no te escondas", escribió cuando contó su pérdida
"No te calles, no te escondas", escribió cuando contó su pérdida

Y se despide con una recomendación para quien esté del otro lado leyendo y, sea cual sea el problema que tiene, esté pensando en arrasar la heladera.

“Primero frená y preguntate qué es lo que te está pasando. ¿Estás triste porque murió tu papá? ¿estás enojada porque te separaste? Lo que sea: validá esa emoción, llorá, sacalo, escuchate. Después, si querés ir y comprarte una porción de torta para sentirte mejor no pasa nada, andá, no está prohibido. Encontrar ese equilibrio también te da esa paz mental de sentir ‘ok, puedo sentir el placer de comerme un pedazo de torta y también hacerme cargo de lo que me pasa”.

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