El golpe contra el cemento es seco y mortal.
El cuerpo casi desnudo ha volado, durante un par de segundos, despatarrado por el aire, antes de estrellarse sin gritos, ni llantos. Impacta con un crujido de huesos en la oscuridad del patio, entre ropa flameando con desinterés y plantas adormiladas a la espera del primer rayo de sol. Luego de la interrupción brutal, silencio callado. La noche se recompone y prosigue su ruta.
Esto que acaba de ocurrir mientras los vecinos duermen, es nada menos que la definitiva muerte. Una muerte a la que habrá que sumarle de todo: sexo, drogas, sometimiento, anónimos, venenos, quemaduras y hasta un suicidio en un baño de una cárcel. Porque el caso de Helena Jubany (27 años al momento de su involuntario y desalado vuelo final) no solo conmovió a la opinión pública española en diciembre de 2001, también desveló a los policías de Cataluña, señaló prejuicios de la justicia, confrontó a familiares y provocó turbulencias en los medios de prensa. El misterio, las mentiras y los encubrimientos que lo rodearon continúan afilando sus garras intrigantes hasta el día de hoy, casi cumpliéndose 22 años desde que la víctima no está entre los vivos.
Caída libre
Es de madrugada cuando una joven cae desde la azotea de un cuarto piso y su cara estalla contra el suelo en el patio de un edificio en Sabadell, en las afueras de Barcelona, España. Recién está comenzando el domingo 2 de diciembre de 2001 y un vecino halla el cadáver casi desnudo en el patio interno de su propiedad. No conoce a esa chica. Tiene el rostro desfigurado por el encontronazo contra el suelo y varias marcas de quemaduras en la piel. Tanto el corpiño como la bombacha que lleva parecen quemados.
La policía llega y se lleva el cuerpo. No saben a quién pertenece, la joven no tiene objetos personales ni documentos. Es una NN.
Rebobinemos y vayamos al día anterior, sábado 1 de diciembre de 2001. Joan Jubany, de la localidad de Mataró, ha quedado para almorzar con su hija Helena de 27 años, periodista y bibliotecaria, quien se ha mudado a Sabadell, una localidad ubicada también en las afueras de Barcelona, para estar cerca de su trabajo. Helena no va a la cita y a su padre le resultó raro el faltazo. Luego de intentar sin éxito comunicarse por teléfono con ella, decide trasladarse hasta el departamento donde ella vive en Sabadell. No la encuentra, pero no piensa todavía en nada grave. Quizá ha tenido un programa mejor.
El domingo 2 de diciembre por la noche, la familia Jubany se entera de que Helena ha faltado a un encuentro con una amiga ese mismo día. El lunes 3, temprano por la mañana, llaman a la biblioteca donde ella trabajaba. En el establecimiento les dicen que Helena no se ha presentado a trabajar ni el viernes 30 de noviembre ni ese mismo lunes. La familia ahora sí se alarma: cuentan que Helena lleva tres días desaparecida. Sin que nadie sepa de ella. Muy asustados van a la comisaría donde les espera una noticia espantosa. Las autoridades revelan que tienen desde el día anterior un cadáver para identificar de una joven. Lo había hallado un vecino de Sabadell. No hubo muchos bemoles: reconocen el cuerpo de Helena Jubany.
La familia está en shock. No entienden qué ha pasado.
¿Podría ser un suicidio? No lo saben. No lo creen. Los restos son enviados para hacerles la autopsia correspondiente.
Una autopsia reveladora
Helena Jubany había dejado su ciudad de Mataró hacía unos meses para vivir sola en un departamento en el barrio Creu Alta de Sabadell. Quería estar más cerca de su trabajo como bibliotecaria del área de infantiles en Sentmenat, donde había comenzado a desempeñarse en el año 2000. No solo era periodista, también escribía y era una amante de la naturaleza. Por esto último, hacía meses que se había unido a un grupo de naturalistas en la Unión Excursionista de Sabadell. Allí fue conociendo gente e hizo nuevos amigos. Entre ellos la maestra Montserrat Careta, su novio Santiago Laiglesia (abogado y criminalista), Ana Echaguivel (32) y Xavi Jiménez (empleado de la diputación de Barcelona). Su vida era como la de cualquier joven de su edad… ¿qué ha pasado?
Cuando llegan los primeros resultados de la autopsia el desconcierto es mayor. Los expertos han concluido que ha sido un homicidio.
En el cuerpo había cantidades increíbles de benzodiacepinas de los siguientes medicamentos: Trankimazin, Dormicum, Loramet, Noctamid y Aldosomnil. En su vagina encontraron un líquido blanquecino que no fue especificado. La principal hipótesis de los detectives pasó a ser que la habían tirado al vacío totalmente inconsciente, en coma profundo. Y que las quemaduras se las habían hecho antes de la caída, porque no se correspondían con intentos de reanimación. Parte de su pelo también se encontraba chamuscado. al igual que las yemas de sus dedos. La ropa interior parecía haber sido rociada con perfume y quemada con fósforos con la intención, supusieron, de borrar rastros de abusos que podrían incriminar a los asesinos.
¿Había sido torturada? ¿Habían intentado despertarla de esa manera porque se habían pasado con los somníferos? ¿O habían querido borrar huellas?
Anónimos y regalos misteriosos
Durante la investigación fueron colocando algunas piezas del rompecabezas de lo que podría haber ocurrido.
El padre de Helena aportó dos anónimos misteriosos que había recibido su hija y que tenía guardados una amiga. Eran dos notas que Helena había recibido meses antes de su muerte. Uno databa del lunes 17 de septiembre de 2001. Había sido dejado dentro de una bolsa de plástico que había sido colgada en la puerta de Helena junto con una botella de horchata -una bebida que a ella le encantaba- y unas medialunas rellenas con chocolate. Pocos sabían en Sabadell que a ella le encantaba la horchata. Tenía que ser alguien cercano, que la conociera muy bien quien se la hubiera llevado. El texto estaba escrito a mano, en catalán, y decía: “Helena, sorpresa. Pasábamos por aquí y hemos dicho ‘A ver Helena, ¿qué se cuenta? ¿Quiénes somos? (Te llamaremos) A comérselo todo”.
No se sabe si Helena comió y bebió lo que le regalaron en esa oportunidad.
La segunda nota era de 23 días después, del martes 9 de octubre, y había sido acompañada por unos pastelitos y un jugo de durazno marca Granini, en botella de vidrio. Con la bebida habían dejado otro papel con un texto manuscrito donde le decían: “Helena, ante todo esperamos que te tomes esto con el mismo sentido del humor que nosotros. A la tercera revelaremos el misterio. Muy seguro te echarás unas risas. Nos gustaría mucho volver a coincidir en una excursión de la UES (Unión Excursionista de Sabadell) Ya lo hablaremos! Ahora vamos a ver si encontramos un lugar bueno, bonito y barato en Sabadell para perfeccionar el inglés. Ah! Buen provecho, no nos hagas un feo, eh?! En la tercera ya nos invitarás tú, sin duda. Besos”.
Helena llevó el jugo a su trabajo en la biblioteca donde bebió una parte. Estaba escribiendo un texto cuando comenzó a sentirse muy dormida y sin fuerzas. Se dio cuenta de que en ese estado no podría siquiera volver a su departamento conduciendo su auto. Una pareja compañera suya de trabajo le ofreció irse con ellos. Y la vieron tan mareada que le aconsejaron que se quedara a dormir en su casa. Le prepararon un té y notaron que no tenía coordinación y que la bebida que le habían dado se le derramaba desde la comisura de sus labios. Helena durmió profundamente y, al despertarse a la mañana siguiente, se sintió mejor pero no recordaba casi nada de lo ocurrido el día anterior.
Intrigada con lo sucedido, fiel a su instinto periodístico, decidió llevar a analizar el frasco, que no había tirado, con los restos del jugo, a un laboratorio donde descubrieron que contenía benzodiazepinas. Le habían puesto somníferos al regalo y esa había sido la causa de su profunda somnolencia. Quedó desorientada con la novedad y guardó las notas. El resultado lo dejó en su casa donde sería hallado por la policía luego de su asesinato.
Rearmando el último día
La investigación apuntó primero a rearmar el último día en que Helena fue vista con vida: el viernes 30 de noviembre.
Helena trabajó por la mañana en su computadora hasta las 9.55. Más tarde llamó a un amigo llamado Salvador. Tomó su última pastilla anticonceptiva del blister que dejó en su mesa de luz. Cerca de las 12 salió de su departamento. Se dirigió con el auto a la calle Calvet d’Estrella 48, también en Sabadell, donde vivían sus amigos de la Unión Excursionista: Montserrat Careta y su novio Santi Laiglesia. De allí ya no saldría viva.
A las 15 debería haberse presentado a trabajar en la biblioteca, pero no lo hizo.
Los expertos en homicidios supusieron que fue en ese departamento donde la mantuvieron retenida contra su voluntad, drogada hasta la inconsciencia, y donde podrían haber abusado de ella.
¿Qué ocurrió durante esa tarde, durante esa noche y durante todo el sábado 1? No se sabe.
Mejor dicho: los que lo saben lo callan muy bien.
Pero los hechos recolectados indican que en la madrugada del 2, entre las 3 y las 5 de la mañana, entre dos o más personas subieron a Helena a la azotea del edificio -como no había ascensor debieron trasladarla un piso por escalera-. Luego de un rato, desde esa terraza en el cuarto piso, la pasaron por encima del muro y la arrojaron totalmente inconsciente. Un vecino declaró haber escuchado el tremendo golpe a las 4.45. Lo recordó con precisión porque miró la hora.
Los peritos concluyeron que la cantidad de benzodiazepinas encontradas en el cuerpo de Helena era treinta y cinco veces superior a una dosis normal. Pero aseguraron que eso no podría haberle ocasionado la muerte. Tenía lormetazepam, alprazolam y midazolam, además, de cafeína y alcohol. El deceso de la joven se había producido al impactar contra el piso. En el recorrido aéreo su cuerpo dormido profundamente chocó antes contra unos tendederos con ropa que no alcanzaron para amortiguar su caída.
Allí la encontró el vecino.
Los primeros interrogatorios a su círculo íntimo sucedieron con cierta rapidez. Familiares, colegas del trabajo, amigos. El interés principal de los investigadores se focalizó en su nueva amiga, Montserrat Careta, quien vivía en el edificio pegado a dónde había sido hallado el cadáver y donde en la terraza hallaron su ropa doblada.
La policía revisó tardíamente el departamento de la calle Calvet d´Estrella 48 de Montserrat. En el lugar se encontraron cabellos de Helena, dos frascos de Noctamid, un psicofármaco con efectos hipnóticos que contiene benzodiazepinas -uno lleno y otro vacío-, y una caja de fósforos igual a la hallada en la terraza del edificio cerca del lugar desde donde había caído Helena. Con esos fósforos la habían quemado y encendido sus prendas íntimas con agua de colonia.
Montserrat Careta trabajaba doble turno: por la mañana, de 9 a 13, y por la tarde, de 15 a 17. Curiosamente ese 30 de noviembre faltó a las clases de la tarde.
Ninguno de los nuevos amigos de Helena (ni Montserrat, ni su novio Santi, ni Ana, ni Xavi) pudieron explicar dónde habían estado la noche en que sucedió el crimen y por qué no había ido ninguno a trabajar el 3 de diciembre.
Además, surgió algo llamativo: Montserrat y Santi Laiglesia habían participado de manera imprevista el domingo 2 de una excursión con la agrupación a la que todos pertenecían. No se habían anotado antes como era habitual. Podía interpretarse como si hubiesen querido salirse de la escena.
El o los asesinos de Helena contaron con una ventaja adicional impensada: el primer juez de la causa, Manuel Horacio García, se mostró convencido de que lo ocurrido con Helena era, definitivamente, una “cosa de mujeres”. ¿Celos? ¿Amores no correspondidos?
Malos estudios de caligrafía
La justicia mandó a peritar los dos anónimos. Si bien los abogados de la víctima pretendían que estos fueran comparados con las fichas del grupo de excursionistas amigos, lo curioso fue que el juez, por su preconcepto de que el crimen era algo de mujeres, solo solicitó que se compararan con la letra de Montserrat Careta y de Ana Echaguivel. Dejó afuera a los varones en esta prueba. Poco serio.
Era clave que la sustancia hallada en el organismo de Helena fuera la misma que se había hallado en aquel jugo que había hecho analizar la misma víctima. Eso parecía demostrar que estaban ante las mismas personas y los mismos métodos perversos: dormirla con el jugo a modo de ensayo y dormirla hasta la muerte para qué… ¿abusar de ella?
El 12 de febrero de 2002 Montserrat Careta fue detenida como sospechosa del crimen y enviada a la prisión Wad-Ras sin posibilidad de libertad bajo palabra. Estando presa la investigación apuntó también a su novio Santiago Laiglesia.
Con los resultados del peritaje caligráfico que señaló que los anónimos eran compatibles con la letra de ambas chicas, también fue imputada Ana Echaguivel. El 23 de marzo ella también fue detenida con la idea de que la mitad superior del segundo mensaje había sido manuscrito por Ana.
La familia de Helena sospechaba. No les cerraba que Ana hubiera sido enviada a la cárcel: “Se mandó a la cárcel a una persona que ni a la policía ni a nosotros nos encajaba que estuviera involucrada en el asesinato”, explicó Joan hermano de Helena. Sí, en cambio, les pareció bien que Montserrat estuviera tras las rejas. Parecía más implicada en el asunto y era la que oficialmente vivía en el departamento donde había estado Helena como invitada aquel día.
Una nueva tragedia
El 7 de mayo de 2002 ocurrió una nueva tragedia en el caso: Montserrat Careta (menuda, vulnerable, de unos 40 kilos de peso y extremadamente sumisa con su novio Santi Laiglesia), se suicidó en prisión. Se colgó en el baño de su celda. No fue un día cualquiera: eligió el aniversario de la muerte de su propio hermano que no había podido superar. Un drama familiar de proporciones. Antes escribió una nota donde sostuvo ser inocente y donde argumentaba: “Soy inocente porque no he causado la muerte de Helena y, para ser homicida, hay que ser ejecutor de una muerte. Me voy con la conciencia tranquila”.
Pero, aunque seguramente sabía o sospechaba la verdad, no echó luz sobre el asunto. Se llevó el secreto a la tumba para beneficio de otros.
La familia de Helena dijo entender que podía ser así y “que ella no haya sido quien tiró a Helena por la terraza, pero estaba por allí”.
Un mes después de la nueva tragedia, Ana Echaguivel consiguió la libertad condicional.
En septiembre del mismo año 2002 se levantó el secreto de sumario de la causa. La familia de Helena comenzó a insistir en que se investigara a los varones del grupo de la Unión Excursionista que venían zafando.
El 3 de octubre, en una conferencia de prensa con su abogado, los Jubany insistieron con una teoría: podría haber sido un homicidio durante un “juego de rol” macabro del que Helena no formó parte voluntariamente. El Juego de rol es un juego, que estuvo de moda durante algunas décadas, en el varias personas desempeñan determinados papeles de personajes imaginarios.
La investigación estaba abierta y muchos mencionaban en voz alta a aquel novio dominante de Montserrat, que prácticamente vivía con ella en ese departamento: Santi Laiglesia. La policía, más que la justicia, estaba convencida de que estaba muy involucrado.
Fue imputado, pero luego la acusación cayó y no hubo muchos más avances en la causa.
A fines del año 2005, el juez García terminó por archivar el caso por falta de elementos probatorios. Bajaron los brazos.
El interés que deshiela la causa
Los Jubany, conmocionados con el cierre del caso, tuvieron que seguir con sus vidas. Crearon una asociación cultural en el 2007 y pusieron en marcha un premio literario para recordar a Helena.
El caso quedó congelado en el imaginario popular, pero en el corazón de los que amaban a Helena el fuego seguía ardiendo.
Para los Jubany los culpables estaban sueltos. Para la familia de Montserrat Careta, también: para ellos Santi Laiglesia, quien dormía en el departamento de su hija, tenía llaves del domicilio y era un letrado especializado en criminología, tenía que ver con lo que se encontró en la escena y había incriminado a Montserrat: los fósforos y los frascos de Noctamid.
Además, aquellos estudios de caligrafía realizados que habían supuestamente implicado a las chicas, ya habían sido descalificados por otros estudios posteriores.
La causa estaba plagada de errores garrafales.
Todo quedó estancado hasta el año 2017. Fue entonces que dos estudiantes de periodismo de la misma facultad que Helena, Yago García Zamora y Anna Prats, tomaron el caso para su trabajo de fin de estudios. La semilla del interés estaba sembrada.
Ese mismo año la doctora Sheila Queralt, especialista en lingüística forense, junto con el profesor Krzysztof Kredens, supervisaron el trabajo de una estudiante llamada Roser Gimenéz quien había querido comparar los anónimos con textos de Montserrat Careta. El resultado fue que “un 80 por ciento de las variables que se analizaron no coincidían”, contó Queralt. Ni la letra ni la forma de expresarse eran propias de ella porque “las diferencias eran notables”.
En 2018 el programa Crims le dedicó en radio de Catalunya seis episodios al caso de Helena Jubany. Un detective admitió al aire indignado que el juez no los había dejado hacer su trabajo y que el verdadero asesino era Santi Laiglesia. Que lo había hecho, obviamente, con la ayuda de otros.
El caso terminó por resurgir en plena cuarentena, en el año 2020, cuando Carles Porta lo llevó a la televisión en un doble episodio de su exitoso programa Crims. La movida generó innumerables notas de prensa y despertó conciencias aletargadas.
En el programa se divulgó, por ejemplo, que Ana Echeguivel había pedido que fuera investigado y se citara a declarar a Francesc Maciá, líder de la Unión Excursionista. También apareció un vecino que dijo que un día antes del crimen, al mediodía, vio a Montserrat Careta caminando de manera tambaleante, con anteojos negros, ayudada por dos jóvenes. Uno de ellos era Santi Laiglesia. Lo conocía bien. Las preguntas que quedaron sin respuesta son: ¿Estaba Montserrat también drogada con somníferos? ¿Por eso podría no recordar nada de lo sucedido con Helena? ¿Qué estaba pasando en ese departamento de la calle Calvet d’Estrella 48?
La gente de Sabadell empezó a querer colaborar con el esclarecimiento de los sucesos. Joan Jubany, hermano de Helena, cuenta que “algunos aportaron testimonios y otros, nuevas pruebas”.
Quejándose de que no se habían levantado en la escena ni en el departamento de Montserrat ni en el auto de Helena, huellas dactilares; que hubieran demorado tanto en allanar la propiedad para revisarla a conciencia (tardaron unos 60 días) y que no se hubiera peritado la letra de los varones del grupo, los Jubany empezaron a moverse para la reapertura de la causa.
La familia de Montserrat, por su lado, argumentó que si la culpable hubiese sido ella no habría dejado los frascos con somníferos ni los fósforos a la vista durante dos meses. Era un absurdo. Y aunque hubiese sido la culpable no hubiera podido con su tamaño y su escaso peso llevar el inerte cuerpo de Helena desde su departamento en el tercer piso hasta la terraza por la escalera. Alguien debería haber ayudado y Santi Laiglesia era quien solía estar con ella.
Al filo de la impunidad
Los Jubany consiguieron más cosas: en el disco rígido de la computadora de Helena, hallaron unos mails que ella había intercambiado con el otro hombre del grupo: Xavi Jiménez. Allí él manifestaba su intención de querer hacer con ella otra excursión y mencionaba su intención de aprender inglés. Curiosa coincidencia con lo que decía el segundo anónimo donde también se hablaba del inglés. Además, Helena le había confesado a algunos amigos que creía que el autor de las notas que había recibido no era otro Xavi Jiménez a quien ella esquivaba. No le atraía. También surgió que en las redes y chats de la época había un usuario, de identidad desconocida para ella, que la acosaba hablándole. Tenían abundante nueva data, pero el abogado de la familia Jubany había muerto y necesitaban dinero para contratar uno nuevo. Acudieron a la solidaridad y en 24 horas obtuvieron los fondos. Se pusieron en contacto con el abogado Benet Salellas y, en junio del año 2020, pidieron reabrir el caso.
El juez consideró que esos mails tenían una conexión clara y directa con el texto del segundo anónimo así que el Juzgado de primera instancia número 2 de Sabadell acordó, por fin, el 3 de agosto de 2020, reabrir las actuaciones. Por una parte, indagarían en la coartada de uno de los principales sospechosos, Santiago Laiglesia, para intentar desarmar su relato. ¿Dónde estaba en los días de la desaparición y muerte? ¿Cuántas noches dormía en el departamento de Montserrat? Descubrieron que él vivía prácticamente en el departamento de Montserrat y que, con frecuencia, compraba medicamentos y somníferos en las farmacias cercanas a la propiedad. Además, apareció un testigo que dijo que él no estaba en uno de los sitios que había dicho estar aquella tarde: en una protesta por la construcción de un campo de golf. Las idas y venidas en la causa siguieron.
El 1 de diciembre de 2021, el nuevo juez decidió por fin investigar también a Xavi Jiménez. Justo un día antes de que lo alcanzara la prescripción para ser imputado. Al filo de la impunidad.
El delito terminó por prescribir, pero no para las personas que fueron imputadas en algún momento: Santiago Laiglesia, Ana Echeguivel y Xavi Jiménez. Para ellos recién lo hará en dos años más.
Le pidieron al nuevo sospechoso escritos a mano de la época del crimen, pero Xavi Jiménez negó tener alguno. Los peritos grafológicos de la Policía Nacional decidieron examinar su escritura actual y compararla, de todas maneras, con la de los anónimos.
En abril de 2022 los estudios concluyeron que el autor de la segunda nota era, sin lugar a dudas, Xavi Jiménez. Las primeras pericias habían sido equivocadas.
El suidicio de Montserrat Careta se volvió más injusto que nunca. La familia sostenía que ella era la otra víctima de la historia. Y la familia de Helena recobró la esperanza de que haya justicia.
Nuevo acusado, viejas mentiras
La mira de la investigación apuntó al personaje Xavi Jiménez, quien es hoy el único imputado en la causa. En este sentido, el juez advirtió a partir del nuevo informe caligráfico de la policía científica que “existen indicios suficientes para atribuir a Xavi Jiménez la redacción material del anónimo de 17 de septiembre de 2001″. Respecto del segundo escrito que recibió la víctima el 9 de octubre de 2001, aunque Xavi Jiménez alegó estar trabajando, el juez sostuvo que ello “no excluye que participase del redactado o en la comunicación de la información necesaria para llevarlo a cabo”.
El magistrado también aceptó citar a dos testigos para cuestionar la coartada del único imputado que queda.
¿Dónde estaba Xavi cuando se pierde el rastro de la víctima el mediodía del viernes 30 de noviembre de 2001? Jaume Sanllehí, en su primera declaración en 2001, contradijo sin querer a su amigo Xavi Jiménez que había declarado estar con él. Jaume dijo que había estado tomando unas cervezas con amigos en Barcelona. Al percatarse de la contradicción, Jaume volvió a la comisaría para decir que se había confundido de día y corrigió su declaración para que coincidiera con la de su amigo acusado Xavi: testificó que efectivamente había pasado la tarde con él preparando una excursión para el día 1 de diciembre. Pero veinte años después apareció un amigo de Jaume Sanllehí quien confirmó que la primera versión de Jaume era la correcta: Jaume había estado con ellos, no con Xavi Jiménez. Este testigo desarmó su coartada dejando claro la verdad. ¿Dónde había estado entonces? ¿En Calvet d’Estrella 48?
El otro testigo que declaró en 2022 fue Francesc Maciá, el presidente de la sección naturaleza de la Unión Excursionista de Sabadell quien se escudó repetidamente en su falta de memoria y no aportó nada. Se cree que sabe mucho más de lo que contó.
El juez también aceptó que, debido a muchos avances técnicos disponibles en la actualidad, volviera a buscarse ADN en la ropa que vestía la víctima el día de su asesinato. Se mandaron nuevamente a investigar los deteriorados hisopados del cuerpo de Helena. Pudieron rescatar dos muestras de ADN del suéter marrón que llevaba puesto Helena ese fin de semana. Las compararon con Xavi Jiménez y dio negativo. Luego, en 2023, las compararon con Santi Laiglesia. También dieron negativo. Pero lo cierto es que esas pruebas no están en el mejor estado para ser analizadas.
Sobre Xavi Jiménez pesan hoy medidas cautelares: no tiene pasaporte y debe ir todos los meses al juzgado a firmar que está a disposición de la justicia.
El juez de la causa Díaz Villar dijo con firmeza: “Existen indicios suficientes para afirmar que Xavi Jiménez participó de forma activa en la comisión del delito de asesinato de Helena Jubany”.
Además, están las sospechas de Helena Jubany que había hecho explícitas a una íntima amiga: creía que la persona que le había dejado las notas con los jugos había sido Xavi porque siempre “iba detrás de ella”. De hecho, Helena había dejado de acudir a algunas reuniones con la Unión Excursionista para no toparse más con él.
La justicia hoy cree que en el crimen tienen que haber intervenido varios: “El traslado de la víctima hasta la azotea tuvo que ser efectuado por varias personas que habrían actuado de forma coordinada (...) En el lugar en el que fue hallado el cuerpo de Jubany residían Montserrat Careta y Santi Laiglesa, miembros de la organización y amigos de la víctima” y que era significativo “cómo los dos anónimos habrían sido realizados por, al menos, dos personas y no puede excluirse que en su elaboración y colocación intervinieran estos u otros sujetos”.
La Policía Nacional aseveró que para ellos el autor de los anónimos no es otro que Xavi Jiménez quien se había enamorado de la víctima y trató sin éxito de seducirla. Al fin y al cabo, 11 grafemas, entre los que hay letras y signos de puntuación, son los que señalan a Xavi como el autor de al menos parte de esas cartas. Cómo traza la letra N, cómo cierra la letra O, cómo forma las H o ondula las M, pueden ser la clave definitiva para resolver este homicidio.
El hermano que no se resigna
Para el hermano de Helena, Joan Jubany, quien lleva más de 22 años preguntándose qué pasó ese fin de semana no solo estarían Xavi Jiménez y Santi Laiglesia implicados directamente en el crimen sino también los dos testigos que declararon nuevamente en 2022, Jaume Sanllehí y Francesc Maciá, quienes a su juicio fueron claros encubridores.
En un reportaje para el diario español El día dijo: “Santi Laiglesia y Xavi Jiménez participaron en el asesinato (...) Francesc Maciá y Jaume Sanllehí saben cosas y lo que pedimos a estas dos personas es que dejen de encubrir el crimen (...) Los cuatro son miembros de la Unión Excursionista (UES) y la Policía Nacional siempre supo que sus asesinos estaban en la UES (...) Creo que la Policía Nacional ha trabajado bien. (...) Davis, el policía que aparece en los dos episodios de Crims, ayudó en 2020 con sus palabras a crear un punto de inflexión en el caso”. Fue en ese programa de televisión que el policía encargado del caso manifestó abiertamente estar convencido de que el que había matado a Helena era Santi Laiglesia. Joan argumenta que, a pesar de ser señalado en televisión, Laiglesia no hizo nada para defenderse: “Si a mí me señalaran por algo así pondría una querella. Que no lo haya hecho confirma las sospechas. No es la reacción normal de alguien que es inocente.”
Joan asegura que la muerte de su hermana fue un “femicidio”, todo lo contrario de lo que pensó el juez de primera instancia. Sobre el papel de Montserrat Careta se permite dudar: “Es una víctima. Pero ¿es completamente inocente? Su familia lo cree. Nosotros siempre hemos creído que estuvo implicada. Las pruebas lo indican. Solamente aclarar cómo murió Helena podría decirnos si ella es completamente inocente, si actuó involuntariamente o sometida por Santi Laiglesia”. Y asegura que no buscan venganza: “Solo queremos justicia y saber qué hicieron con Helena para poder cerrar el duelo. Lo digo sobre todo pensando en mis padres. No quiero que mueran sin saber qué pasó con su hija (...) Para Maciá y Sanllehí el caso ya prescribió, no les pasará nada si hablan. No sé qué fidelidad les deben a Laiglesia y a Jiménez. Pero por humanidad deberían contar lo que saben”.
Si la justicia no encuentra nada antes de diciembre de 2025 los asesinos se habrán librado de todo. Laiglesia no podrá ser juzgado por el caso nunca más, aunque se hallen nuevas pruebas. De Xavi Jiménez, el actual sindicado como el autor de los anónimos, Joan refiere no tener dudas sobre que está directamente implicado. De Francesc Maciá se pregunta por qué estuvo esa noche hablando tanto con Laiglesia, Jiménez y Sanllehí por teléfono y si ayudó a pergeñar las coartadas. Joan pone el acento en recordar que los cuatro jóvenes pasaron juntos aquel fin de semana del crimen en una excursión… ¿coordinando sus declaraciones? Eso cree.
El último 23 de septiembre de 2023 el juez pidió nuevas pruebas de ADN. Se ocupará de hacerlo el Instituto de Ciencias Forenses de Santiago de Compostela. Quiere que busquen posibles restos de ADN en los anónimos que recibió Helena Jubany y también pretende realizar nuevos tests en el suéter de la víctima.
Veremos si tantos años después hallan algo más que clarifique los hechos.
Helena en vida, como buena periodista y sin saberlo, se ocupó de dejar huellas y rastros de lo que sería su crimen: guardó las notas recibidas y aquel análisis que mandó a hacer sobre el jugo de durazno y habló con sus amigos por mail. Todo quedó registrado. Su cuerpo también intentó hablar: reveló la sumisión química por el cóctel de drogas que le fue administrado, los daños padecidos y la inconsciencia en la que estaba durante la brutal caída libre hacia su muerte.
Pero una errada investigación policial, los prejuicios del primer juez y la compleja trama de complicidades dejaron otra muerte en el camino, la de Montserrat, y el caso de Helena irresuelto por décadas.
Qué sucedió, cómo sucedió, qué vivió Helena en su cautiverio, por cuántos fue abusada, por quiénes y cómo. Los que lo saben, no piensan decirlo.
La mayoría de los investigadores apunta a una posible “autoría conjunta” con un prolijo “reparto de roles”.
No hay que resignarse, pero el reloj corre y diciembre de 2025 está a la vuelta de la esquina.