La imagen que describe la situación, armada a través de los relatos de supuestos o reales testigos, se centra en un enigmático monje que entró en la residencia de Puerta de Hierro, en Madrid, donde fue recibido por Juan Domingo Perón para mantener una reunión secreta. Corría abril de 1964 y el ex presidente argentino -derrocado casi nueve años antes- no descansaba en su exilio español. Tanto es así que a finales de ese año intentaría retornar al país en un vuelo que terminó frustrado en Brasil.
El mundo vivía en el estado de ebullición que sería la marca de esa década. Cinco años antes, los guerrilleros liderados por Fidel Castro habían bajado de la Sierra Maestra para terminar con la dictadura de Fulgencio Batista e iniciar un proceso revolucionario en Cuba, el Movimiento de Países No Alineados se hacía fuerte en el juego político internacional, la Guerra Fría estaba más caliente que nunca, en América Latina empezaban a surgir las guerrillas, y los movimientos de liberación nacional ponían en jaque a los gobiernos de las colonias europeas en África.
En ese contexto, el 17 de marzo de ese año, el argentino Ernesto Guevara partió secretamente de La Habana para realizar una gira por varios países que duraría un mes.
Según la versión que sigue circulando hasta hoy, fue durante ese viaje que El Che, disfrazado de monje, visitó Puerta de Hierro y se reunió con el líder justicialista en el exilio.
Ni Perón ni Guevara hablaron nunca de ese supuesto encuentro, como tampoco hay -más allá de los testimonios que, además, distan de ser coincidentes- pruebas documentales de la entrada de Guevara a España ni de esa supuesta visita.
De todos modos, esa falta de registros no sería extraña: como lo haría después para sus intentos guerrilleros en El Congo y en Bolivia, en sus viajes “no oficiales” Guevara se movía con documentos falsos, lo que explicaría que no haya registros migratorios de su paso por una España donde, con Francisco Franco en el poder, no habría podido entrar con un pasaporte a su nombre.
En cuanto al silencio de Perón, tampoco debería extrañar: las reuniones secretas en Puerta de Hierro eran una costumbre del general, al que tampoco le habría convenido en ese momento -cuando preparaba su intento de retornar a la Argentina- que se filtrara una reunión con uno de los líderes comunistas más conspicuos del mundo.
Perón, El Che y Cuba
Dos años antes del supuesto encuentro, Juan Domingo Perón había recibido una propuesta de dejar España para radicarse en Cuba. La iniciativa le llegó de la mano de su antiguo delegado personal, John William Cooke, de muy buenas relaciones con el gobierno de Fidel Castro y uno de los primeros argentinos en recibir entrenamiento para la guerra de guerrillas en la isla.
A fines de 1962, Cooke voló a Madrid, vía Praga, para llevarle al líder exiliado la propuesta de los cubanos. La primera dificultad con la que se enfrentó fue que María Estela Martínez de Perón -Isabel, que no podía ni verlo- convenció a Perón de que no lo recibiera en la residencia. Finalmente, el encuentro se produjo en un hotel de Navacerrada, un municipio de las afueras de la capital española.
Cooke le contó el proyecto y finalmente le propuso ir a vivir a la isla.
El resto de su vida, Cooke contaría sin poder evitar la risa la respuesta de Perón:
-No, de ninguna manera. Usted me está invitando a que me vaya a vivir en una isla que hace poco casi la hunden con bombas nucleares… ¿A dónde me quiere llevar, Bebe?
Al general exiliado no le faltaba razón. Hacía poco más de un año, en octubre de 1961, la llamada “crisis de los misiles” había llevado a la Unión Soviética y los Estados Unidos al borde de una guerra nuclear, cuando Washington descubrió que Moscú había instalado secretamente misiles balísticos de medio alcance P-12 en Cuba. Además, la isla estaba aislada por el bloqueo, sólo se podía llegar a ella en vuelos desde México o Praga, lo cual dificultaría mucho la comunicación con los compañeros del movimiento en la Argentina.
En cambio, Perón aceptó de buena gana la segunda parte de la propuesta cubana -para que pudiera contar con fondos para la actividad política- y designó a Héctor “el Pájaro” Villalón para que viajara a La Habana y se hiciera cargo de la comercialización del tabaco cubano en Europa.
Esos contactos previos y la relación económica de Perón con los cubanos no pueden descartarse como antecedentes de su supuesta reunión con Guevara.
Contactos para una reunión
La gira secreta que Guevara realizó entre marzo y abril de 1967 tuvo como objetivo principal visitar varios países africanos, fundamentalmente Argelia, y tal vez estudiar el terreno para su posible participación en la guerrilla en el Congo.
Según uno de los testimonios más contundentes sobre su encuentro con Perón, la visita del ministro de Industria de Cuba a Madrid tuvo lugar casi al final de su periplo, apenas antes de regresar a la isla.
Un incondicional del Che, Jorge “el comandante Papito” Serguera, era embajador cubano en la Argelia revolucionaria, y habría sido quien ofició los enlaces necesarios para que el argentino cubano pudiera llegar -con documentación fraguada- a la España del dictador Francisco Franco.
Serguera ya conocía a Perón, porque El Che lo había enviado para ofrecerle ayuda y, también, la posibilidad de que se fuera de Madrid para radicarse en Argel, capital de la Argelia liberada de gobernaba Ben Bella.
Lo que nunca supo con exactitud fue cómo surgió la idea del encuentro. “Hasta el momento desconozco cómo El Che y Perón entraron en contacto. Sé que Luco (Valentín, hombre del entorno de Perón) y Villalón habían viajado a La Habana en varias ocasiones porque ellos me lo dijeron, y que allí vieron al Che. Esto, unido al hecho de que yo sería el primer enviado del Che a dialogar con Perón, me hace suponer que la iniciativa puede haber partido del ex presidente argentino. Tampoco sé por qué me contactaron a su vez en Argel, supongo que eso debe haber sido una indicación del Che; pero no me consta. El Che era muy parco y no me explicó los detalles del asunto”, escribió sobre el asunto.
Serguera tampoco estuvo presente en la supuesta reunión madrileña.
El testimonio de Gallego Soto
En abril de 1964, el contador Julio Gallego Soto estaba en Madrid. Su vínculo con el peronismo llevaba muchos años. Durante las presidencias de Perón había sido asesor económico financiero del ministro de Salud, Ramón Carrillo. Fue el propio Carrillo quien firmó dos resoluciones (en abril y mayo de 1951) en las cuales otorgaba ese cargo “ad honorem”, lo cual certifica la relación.
En cuanto a la relación directa con Perón durante su exilio, el hijo de Gallego Soto, Víctor, conserva una carta firmada por el propio general -de junio de 1964- en la cual Perón reconoce como organismo oficial del movimiento peronista al Instituto de la Doctrina Justicialista entre cuyas autoridades estaba Julio Gallego Soto.
Es una muestra de confianza del líder justicialista hacia Gallego Soto y la fecha tiene importancia dos razones: es apenas dos meses después de la posible presencia de Guevara en Madrid y también comenzaban los preparativos para el primer intento de retorno de Perón, planeado para el 17 de octubre de ese año.
En abril, Gallego Soto se alojaba en el Hotel Plaza de Madrid, frente a la fuente de Cibeles, cuando llamaron a su puerta. Según su relato, se estaba preparando para dormir cuando un desconocido le entregó una nota de puño y letra de Perón en la que le pedía que fuera de inmediato a Puerta de Hierro.
El general lo recibió y le dijo que lo necesitaba para “una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración”. Y agregó, siempre según el relato del contador argentino que lo había elegido “por lo mucho y bien que lo conozco”.
La misión era administrar varios millones de dólares del fondo de “Liberación”, un organismo que Guevara había creado en el gobierno cubano para apoyar los movimientos revolucionarios en Latinoamérica.
El “monje capuchino”
Una vez que le explicó de qué se trataba, Perón se volvió hacia un rincón oscuro de la habitación, de dónde surgió una silueta desde las sombras. “Para mi sorpresa vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz, resultó ser el mismísimo Che”, contó.
Entonces, la supuesta reunión fue secreta y habría tenido a Gallego Soto como testigo. Hoy es imposible consultarlo, porque el contador fue secuestrado por la última dictadura militar argentina.
Si la versión de Gallego Soto se conoce es porque su íntimo amigo Alberto López se la contó al periodista Rogelio García Lupo, quien la publicó en Clarín, acompañada por la foto un manuscrito -cuya autoría López le adjudicó a su amigo- donde se afirma que Guevara estaba ataviado como un “monje capuchino”.
Pero el hijo de Gallego Soto duda de la autenticidad del texto, porque “esa no era la letra de mi padre”, según les dijo a Eduardo Anguita y a este cronista cuando lo consultaron para un artículo años atrás.
En esa charla también dijo que supone que fue el propio López quien lo escribió, aunque aclara que eso no contradice la posibilidad de que su padre haya presenciado el encuentro entre Perón y El Che.
La carta que no fue
Así como la supuesta reunión en Madrid entre el jefe del justicialismo y el comandante guerrillero sigue envuelta en un halo de misterio, no sucede lo mismo con la carta que durante muchos años se dijo que Juan Domingo Perón escribió al enterarse de la captura y el fusilamiento de Ernesto Guevara en Bolivia.
El texto adjudicado a Perón comienza así:
“Con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable pérdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación. Quienes hemos abrazado este ideal, nos sentimos hermanados con todos aquellos que, en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera, luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación. Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del Pentágono mantienen a los pueblos oprimidos.
Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica: ha muerto el Comandante Ernesto “Che” Guevara. (…) He leído algunos cables que pretenden presentarlo como enemigo del peronismo. Nada más absurdo.”
Hace tres años, en una entrevista que el autor de esta nota hizo para Infobae, uno de los responsables de la publicación de esa carta contó la verdadera historia del texto.
“La carta por la muerte del Che no la escribió Perón. Es más, Perón se enteró de ‘su’ carta recién cuando se publicó. No sabía nada. Ese texto, que hoy todos llaman la carta de Perón por la muerte del Che, lo escribió Alicia Eguren en Buenos Aires, después de consultar con su marido, John William Cooke, y un grupo de compañeros que estuvimos de acuerdo en darla a conocer como si fuera de Perón”, explicó Manuel Justo Gaggero.
-¿No pensaron que Perón podía desmentirla? - le preguntó este cronista.
-Estábamos seguros de que no la iba a desmentir y no la desmintió nunca. A él lo dejaba bien posicionado porque era un momento que había un clamor mundial por E Che y a él lo ponía al lado de los líderes del Tercer Mundo. Así que se quedó en el molde - respondió.
-¿Por qué decidieron escribir la carta y adjudicársela a Perón? - fue la pregunta inevitable.
Y Gaggero respondió:
-Nosotros estábamos en el Peronismo Revolucionario y considerábamos que era importante que “el Viejo” tuviera alguna expresión que acercara a los trabajadores argentinos a la figura del Che. Sabíamos que, obviamente, Perón no la iba a desmentir porque, vieron cómo era el Viejo, su péndulo giraba de la izquierda a la derecha permanentemente. Eso estaba claro, pensamos que cuando se enterara iba a decir: “Bueno, está bien”.
Quizás ese péndulo que iba de derecha a izquierda y viceversa al que se refirió Manuel Gaggero en esa charla pudo haber sido también el motivo por el cual Juan Domingo Perón haya recibido a Ernesto Guevara en Madrid pero nunca lo contó.