Kiev, la capital ucraniana observada por el mundo en estos tiempos debido a la guerra que inició Rusia el año pasado, es una de las ciudades más importantes y antiguas de Europa. A lo largo de sus más de 15 siglos de historia cambió de manos y vio pasar a tártaros, eslavos, polacos, cosacos y alemanes, entre otros. El recuerdo de estos últimos es especialmente doloroso, debido a lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.
Sigue siendo motivo de controversia entre los historiadores el llamado “colaboracionismo ucraniano”, la ayuda local a distintos niveles que recibió la Wehrmacht en la ocupación de la por entonces República Socialista Soviética de Ucrania, todo en pos de liberarse del yugo comunista. Más allá de esta discusión, que recobró fuerzas en los últimos tiempos debido a la invasión ordenada en febrero de 2022 por Vladimir Putin, lo cierto es que hace ocho décadas la actuación de los ocupantes nazis hizo que la mayoría de los ucranianos terminara por recibir más tarde como liberadores a los soldados del Ejército Rojo.
El maltrato y la brutalidad de las tropas de Adolf Hitler en Ucrania incluyó la ausencia de autonomía ucraniana real bajo dominio alemán, la deportación masiva de personas al interior de Reich para ser usadas como mano de obra esclava y la masacre cientos de miles de judíos. Se estima que aproxidamente un millón y medio de judíos de Ucrania fueron deportados y exterminados. De hecho, una de las peores matanzas de toda la guerra ocurrió en Babi Yar, un barranco en las afueras de Kiev, donde en distintas jornadas los nazis asesinaron a entre 100 mil y 150 mil judíos, prisioneros de guerra soviéticos y partisanos.
En cuanto a la posibilidad de una Ucrania “autónoma” tras la conquista nazi, seguramente los dirigentes locales desconocían el pensamiento del Führer. En la planificación alemana de la Operación Barbarroja (el ataque a la vieja URSS), el destino del territorio ucraniano era el de ser explotado como “el granero” de la Europa hegemonizada por el Tercer Reich. El futuro pensado por los nazis para sus pobladores tampoco era precisamente promisorio. Para entender cuáles eran las ideas de Hitler para los ucranianos alcanza con leer la forma en que se expresaba sobre la cuestión.
Martin Bormann, jefe de la Cancillería del partido nacionalsocialista y secretario de Hitler, dispuso que se registre tan fielmente como sea posible el pensamiento de su jefe, surgido de los largos monólogos que este solía lanzarle a sus invitados y miembros de su séquito durante la sobremesa. Hitler no estaba convencido, pero terminó aceptando con la condición de que los escribientes sean de su confianza y de que pasasen desapercibidos. Si bien las anotaciones de las conversaciones privadas de Hitler abarcan periodos cortos de la guerra, llegó hasta nuestros días aquello que decía sobre Ucrania en septiembre de 1941, pocos meses después de comenzada la ofensiva en el este y en los mismos días en que la capital ucraniana caía en manos de los nazis.
Para el líder nazi, Ucrania serviría como fuente de alimentación de los súbditos del Reich y de sus países aliados, mientras que la población local sería condenada a sufrir las consecuencias, siendo tratados como una colonia, que ni siquiera tendría la necesidad de una educación básica, solo de una “semicultura”.
“Los pueblos eslavos no están destinados a vivir una vida propia. Lo saben y haríamos mal en persuadirles de lo contrario. Nosotros somos los que creamos en 1918 los países bálticos y Ucrania. Pero hoy no tenemos ningún interés en mantener los estados bálticos ni en crear una Ucrania independiente. Tampoco soy partidario de que haya una universidad en Kiev, más vale no enseñarles a leer”, decía Hitler por aquellos días.
“El espacio ruso es nuestra India. Lo mismo que los ingleses, dominaremos este imperio con un puñado de hombres. Sería un error pretender educar al indígena, todo lo que podríamos darle es una semicultura. A los ucranianos les proporcionaremos pañoletas, cuentas de cristal y todo lo que les gusta a los pueblos coloniales. Los alemanes, esto es esencial, deberán constituir entre sí una sociedad cerrada como una fortaleza. El último cochero nuestro debe ser superior a cualquier indígena”.
Y agregaba: “Para la juventud alemana, esto será un magnífico campo de experiencias. Atraeremos a Ucrania a los daneses, holandeses, noruegos y suecos. El ejército encontrará allí campos de maniobras, y nuestra aviación el espacio que le es necesario”.
Invasión nazi y reconquista soviética
El ataque alemán a la Unión Soviética comenzó el 22 de junio de 1941. La mayor fuerza de invasión reunida hasta ese entonces en toda la historia -unos tres millones de hombres de las fuerzas del Eje- estaba dividida en tres grupos de Ejércitos: Norte, Centro y Sur. Este último, conducido por el mariscal Gerd von Rundstedt, tenía planificado tomar la totalidad de Ucrania, con Kiev como el principal objetivo.
Para julio, el mando alemán supo de una gran concentración de fuerzas soviéticas en el norte de Ucrania, donde Stalin reunió unos 600 mil hombres, comandados por el mariscal Semión Budionni, con base central en Kiev. Frente a esto, Hitler decidió que el Grupo de Ejércitos Centro de la Wehrmacht, dirigido por el general Fedor von Bock, se desviase momentáneamente de su objetivo de llegar a Moscú para apoyar a von Rundstedt en su tarea de tomar Kiev.
Con escaso apoyo aéreo y atacada diariamente por la artillería, la capital ucraniana sufrió un cerco, considerado por algunos como uno de los más grandes de la guerra por la cantidad de tropas involucradas, que comenzó el 7 de julio y concluyó el 26 de septiembre de 1941. Las cifras del alto mando alemán hablaban de más de 665 mil prisioneros. Las decisiones y las órdenes de Stalin a Budionni durante los combates no fueron las más acertadas e incluso generaron discrepancias entre el líder soviético y el general Georgui Zhúkov. Solo 15 mil soldados soviéticos lograron salir del cerco y volver a sus líneas.
Más allá de este éxito alemán en el sur de la Unión Soviética y de otras victorias resonantes que se sucedieron -”victorias, no Victoria”-, luego de meses de guerra comenzaron a llegar los reveses para los nazis, que comenzaron en las puertas de Moscú y continuaron luego con nombres que quedaron marcados a fuego, como Stalingrado, Leningrado y Kursk. Así fue que tras dos años de combates en el frente oriental, la Wehrmacht perdió la iniciativa y el Ejército Rojo se dispuso a recuperar los territorios perdidos, comenzando una carrera que solo terminó en Berlín, con la caída del Tercer Reich.
En ese contexto, Kiev fue liberada de la ocupación nazi hace 80 años, como parte de la ofensiva del Dniéper-Cárpatos, que tenía entre sus objetivos la recuperación de Ucrania y Moldavia de manos alemanas. Durante la ofensiva rusa, que se prolongó durante casi seis meses, la Wehrmacht tuvo que pagar un alto precio, ya que solo en ese sector del frente sufrió la destrucción de casi 20 divisiones, y fue obligada a retirar hombres del Oeste.
En cuanto a Kiev, los primeros tanques soviéticos entraron en la ciudad por la vieja carretera Brest-Litovsk en las primeras horas del 6 de noviembre de 1943, quebrando la resistencia nazi alrededor de las cuatro de la mañana, permitiendo el ingreso casi total de tropas soviéticas durante la tarde. Dicen que Stalin quería tomar Kiev antes del 7 de noviembre, aniversario de la revolución bolchevique. Con lo justo, pero lo logró.
El aspecto de la ciudad, después de más de dos años de ocupación, era penoso, estaba en ruinas. Contaba en aquel momento con alrededor de 100 mil habitantes, una décima parte de la población de preguerra.
Pero todavía hubo lugar para un contraataque alemán, ordenado por Hitler al general Erich von Manstein, buscando empujar a los soviéticos de nuevo al otro lado del Dniéper. Alemanes, muchos de ellos tropas de las SS, y rusos pelearon duramente el resto de noviembre y buena parte de diciembre, pero el avance nazi se detuvo por escasez de recursos y la capital ucraniana se mantuvo en manos del Ejército Rojo. Terminada la guerra en Ucrania, aún iban a quedar casi seis meses más de encarnizados combates para la derrota definitiva del Reich.