¿Hacen falta más excusas para hablar de Matthew Perry y de Friends a una semana de la muerte que sacudió a millones en todo el mundo, “como si hubiera muerto un Beatle”? Así describió al estupor causado por la temprana partida del actor que conquistó a por lo menos tres generaciones en su papel de Chandler Bing uno de los ejecutivos de la señal NBC que le dio luz verde a la serie en 1994. El año que viene se cumplirán treinta años de aquel estreno y diez de la emisión del último capítulo, el 6 de mayo de 2004. Y hoy, justo hoy, a una semana de la muerte de Perry, hace exactamente veinte desde que la sitcom puso al aire el primer episodio de aquella temporada final.
Para entonces sus protagonistas ya eran millonarios y famosos: habían comenzado ganando US$22.500 por el piloto y terminaron cobrando US$1 millón por semana. Pero sobre todo, habían hecho reír al mundo entero durante una década. La historia creada por David Crane y Marta Kauffman sobre seis neoyorquinos veinteañeros que acababan de terminar la universidad y solo se tenían a ellos mismos como red de apoyo se había transformado en una de las más exitosas de todos los tiempos: hasta hoy sigue reportando a Warner alrededor de US$1000 millones anuales.
Y esa red de apoyo era tan real al interior del casting que, aunque Jennifer Aniston se convirtió en una de las actrices mejor pagas durante el transcurso de la serie, aceptó bajar su cachet y negociar siempre el mismo salario que el resto de sus compañeros, otra de las claves de por qué todos siguieron siendo tan unidos después del último café en Central Perk.
En el episodio que cerraría la temporada final, Rachel Green, Ross Geller, Phoebe Buffay, Joey Tribbiani, Monica Geller y Chandler Bing fueron dejando uno a uno entre lágrimas y abrazos las llaves del departamento en que se hicieron adultos. En el set original de Friends en los estudios de la Warner Bros. en Burbank, California, el mítico Stage 24 –que luego sería rebautizado con el nombre de la serie– Jennifer Aniston, David Schwimmer, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc, Courteney Cox y Matthew Perry lloraron de verdad.
Los protagonistas le habían hecho honor al nombre del show: desde el lanzamiento de Friends, hasta el día de esa última grabación, el 23 de enero de 2004, jamás hubo siquiera un rumor de tensiones entre ellos; por el contrario, se convirtieron en verdaderos amigos, una rareza en cualquier casting de estrellas de Hollywood.
Tal vez parte del secreto fue que ninguno era realmente conocido antes de la sitcom que terminó siendo seguida por 52 millones y medio de espectadores sólo en los Estados Unidos, lo que lo transformó en la serie de televisión más vista de la década. En Nueva York, donde transcurría la trama, más de 3000 personas se sentaron a ver el final de su serie favorita en grandes pantallas dispuestas en parques en toda la ciudad.
Todo el elenco había estado cerca de Perry en su lucha contra las adicciones. “Sólo podíamos estar al lado de él, a veces sin esperanzas. Fue muy doloroso verlo enfermo porque es una de las personas más encantadoras y graciosas que conozco”, dijo Kudrow sobre los años que el actor confesaría con el tiempo que casi no podía recordar. “No tengo memoria de lo que pasó entre la temporada tres y la seis”, declaró Perry en su momento, siempre agradecido por el incondicional apoyo de sus compañeros. Precisamente entre esas temporadas, Kudrow vivió su embarazo en el set –durante la temporada cuatro–, mientras el grupo sostenía a Cox, que sufrió por años problemas de fertilidad: su hija Coco Arquette, ahijada de Aniston, nació un mes después de la emisión del último episodio de la serie.
“¡Pasamos demasiadas horas juntos en ese estudio sin ventanas! Jen es como mi hermanita –le dijo LeBlanc hace unos años a People–. Courteney y Lisa son mis hermanas mayores; Matthew, mi hermanito, y David mi hermano mayor. Es exactamente lo que nos pasa, cómo funcionamos.” Por eso, un mes antes de grabar el episodio final, Aniston no dudó al explicar cómo se sentían: “En este momento somos como de porcelana, más frágiles que nunca y yendo a toda velocidad contra una pared de ladrillos. Cada vez se nos hace más difícil leer los guiones, somos todos un manojo de nervios y emociones encontradas”.
La primera que se puso a llorar en el set esa última tarde de enero de 2004 fue Kudrow. Siguieron Aniston y Cox. “Hasta ahí aguanté –contaría luego LeBlanc–. Pero cuando vi que David, que siempre había sido el más profesional, también lloraba, no pude más”. La escena tuvo que repetirse: hubo que maquillar a todos los protagonistas de nuevo. El que cambió el humor, como siempre, fue Perry: “Bueno, vamos, ¿o quieren que nos despidan a todos?”, los alentó. Después confesaría al New York Daily que estuvo siete horas aguantando las lágrimas.
Muchas cosas terminaron ese día. Por lo pronto, una manera de hacer y ver televisión: la sitcom, un género ideado sin más intenciones que hacer reír desde la identificación, en capítulos cortos y semanales. Friends había sido la primera serie concebida y ejecutada con un reparto coral –si no lo creen, hagan la prueba y pregunten a los fans cuál es el personaje principal–. Los autores habían pensado originalmente en Phoebe y Chandler como “un poco más secundarios” y “que proveerían humor cuando fuera necesario”. Pero Kauffman y Crane se dieron cuenta rápidamente de que Kudrow y Perry aportaban mucho más que eso: “Se volvieron centrales en el grupo”. Lo que hizo de la serie un éxito absoluto fue precisamente el talento y la química excepcional de todo el casting, y claro: que todos tenemos un grupo de amigos que son nuestra red.
La sinopsis que Crane y Kauffman habían presentado a la NBC a fines de 1993 tenía apenas siete páginas. El título tentativo era Insomnia Cafe, porque ya sabían que la historia de esos seis amigos en el comienzo de su vida de adultos los iba a reunir cada vez en un bar de nombre tan neoyorquino como Central Perk. Cuando le mostraron el desarrollo al productor Kevin Bright, enseguida olió un éxito. Fueron los tres juntos a la reunión con las autoridades de la cadena, que tampoco tardaron en ver que tenían entre manos el embrión de algo grande.
Estaba claro que encontrar a Rachel, Ross, Phoebe, Joey, Monica y Chandler era la piedra fundamental: el producto podía ser muy bueno, pero dependía de lo que pasara entre los protagonistas. Y estaba el condicionamiento adicional de que los autores habían vendido el show como el primero realmente protagonizado por un ensamble. Como en la música, el grupo iba a funcionar como un todo donde ninguno tendría un lugar más destacado que el resto. Una banda en la que cada instrumento era necesario, pero ninguno iba a dominar.
Por eso era tan importante que ninguno de los actores elegidos fuera famoso, que ningún ego se impusiera sobre los otros delante ni detrás de la pantalla. Kudrow dice que fue Cox la que los impulsó desde el primer momento a cuidarse entre ellos: “Courteney era la que más conocíamos todos, y había hecho una participación especial en Seinfeld. Nos dijo, ‘Miren, acabo de hacer Seinfeld y ellos se ayudan el uno al otro todo el tiempo. Dicen, Probá esto, o Esto puede ser gracioso, así que ustedes también siéntase libres de decirme si puedo hacer algo que quede más gracioso de otra manera’. Hay un código entre los actores, no nos damos indicaciones, pero ella nos estaba dando permiso para romperlo, y todos pensamos que sería genial. Dijo también: ‘Todos necesitamos que esto sea algo grande. Yo sé que soy la que ya hizo tele, pero esto depende de todos’. Ella puso el tono y armó el grupo. Y eso fue definitivo.”
No se trataba sólo de las formas, ni del tono, sino de los hechos. En verdad funcionaron como equipo fuera de la ficción durante los diez años en que Friends estuvo al aire. Entraban juntos a los premios en las mismas categorías y pedían hacer notas corales en vez de solos en las tapas de las revistas. Según Kauffman, esa química se sentía en el aire desde que grabaron el piloto: “El primer día que pasaron letra, sentados los seis juntos por primera vez en el café, la atmósfera ya era eléctrica. Me acuerdo que cuando los ví me corrió un escalofrío por la espalda”.
Crane y Kauffman dicen que, a diferencia de lo vertiginoso de los comienzos, para escribir el último capítulo de Friends pasaron meses repasando finales de otras series viendo qué funcionaba y qué no. “No queríamos hacer algo conceptual, o que no tuviera que ver con el show. Queríamos que fueran felices y que estuvieran bien. Que fuera bueno para ellos y para el público decirles adiós”.
Hubo entonces tres fiestas para celebrar aquel final feliz. Una comida en la mansión de Aniston y Brad Pitt, que estaban casados desde 2000; un almuerzo de todo el equipo en el restaurante Il Sole de West Hollywood, donde solían ir juntos –y donde durante una década Aniston y Cox pidieron la misma ensalada de lechuga, tomate, panceta, pechuga de pollo, huevo duro, palta y queso roquefort–, y una gala para mil invitados especiales en el Park Plaza Hotel de Los Ángeles, donde la banda The Rembrandts tocó en vivo el tema de Friends, “I’ll Be There for You”, y los seis amigos bailaron y volvieron a interpretar ante los presentes la primera escena del piloto de la serie.
El tema volvió a sonar en 2021 cuando HBO Max estrenó en vivo el especial Friends Reunion, un homenaje por los 25 años de la sitcom grabado en el viejo estudio de Warner, por el que cada uno de los actores se llevó US$2.500.000. Entonces, Aniston, Schwimmer, Kudrow, LeBlanc, Cox y Perry, fueron ellos mismos, los amigos de la vida real juntos sin saber que era por última vez. Rachel, Ross, Phoebe, Joey y Chandler siguen encontrándose todos los días en miles de pantallas en todo el mundo. Como dijo Aniston en una entrevista con Deadline: “No iremos a ninguna parte. Nunca van a librarse de Friends, lo siento. Están atrapados con nosotros de por vida, chicos”.