“Larry Flynt es un diablo con alas angelicales, obsceno a buen precio, pero, al mismo tiempo, lleno de distinción digna de admiración”, dijo Milos Forman en 1996 cuando estrenó su película The People vs. Larry Flynt, cuyo guion se desarrolló en las batallas judiciales que debió enfrentar el controvertido director de la revista Hustler.
Lo que no contó esa vez el director de éxitos como Hair o Amadeus es que, cuando le propusieron que dirigiera la película, su primera respuesta fue un rotundo “no” y que solo cuando su representante le dijo que detrás del proyecto estaba Oliver Stone aceptó leer el guion.
Los reparos de Forman partían de la mala fama del personaje, un oscuro propietario de un club de striptease en Dayton, un pequeño pueblo de Ohio, que se convirtió en el mayor magnate de la industria porno de los Estados Unidos con Hustler, una revista cuyas portadas -y sus contenidos- hacían parecer a sus competidoras Penthouse y Playboy unas ingenuas publicaciones infantiles.
Flynt no solo lo hacía, sino que lo decía con tono de superioridad. “Playboy y Penthouse presentan su pornografía como si fuera arte, con el aerógrafo y las lentes blandas. Me di cuenta de que si nos volvíamos más explícitos podríamos conseguir una gran parte de este mercado. Intuí que el sexo crudo era lo que los hombres querían. Y tenía razón”, explicó más de una vez.
Sus definiciones de “crudo” y “explícito” iban más allá de los límites, porque no sólo se atrevió a poner primeros planos de vaginas en las tapas de Hustler, sino también escenas de violaciones en grupo, mutilaciones y zoofilia.
Su portada más controvertida fue -y sigue siendo- la que muestra una mujer desnuda pasada por una picadora de carne, en junio de 1978, lo que le valió una lluvia de críticas y denuncias de organizaciones defensoras de la religión y la familia. Su respuesta dejó atónitos a todos: dijo sin ninguna hipocresía que ese montaje provocador era una crítica implícita a la industria del porno, la misma que lo había convertido en millonario.
La del empresario tan audaz como exitoso, que llegó a construir un imperio valuado en 500 millones de dólares que, además de la revista, incluía clubes privados, un lujoso casino en los suburbios de Los Ángeles, una tienda de juguetes sexuales en línea y otras empresas fue, sin embargo, una de las caras -la más conocida- de Larry Flynt.
La otra -la que terminó seduciendo a Milos Forman- era del hombre que no tenía reparos en desnudar las hipocresías de la sociedad norteamericana y que no vacilaba en tomar posiciones políticas terminantes.
Fue un opositor acérrimo a la pena de muerte -al punto que intentó frenar la ejecución del hombre que lo había dejado paralítico de un balazo-, denunció al presidente Bush por la invasión de los Estados Unidos a Irak y defendió públicamente el derecho al matrimonio igualitario.
Tampoco temió cuando sus adversarios y detractores lo llevaron a los tribunales para sentarlo en el banquillo de los acusados.
La pobreza y el ejército
Si no hubiese muerto el 1º de febrero de 2021, hoy Larry Flynt cumpliría 81 años. Nació el 1° de noviembre de 1942 en Lakeville, Kentucky, en el seno de una familia pobre que no demoró en disgregarse. Su padre, veterano de guerra, trabajaba como peón rural y casi nunca estaba sobrio, por lo que la madre de Larry lo dejó y se lo llevó a él y a sus dos hermanos, Jimmy Ray y Judy, a vivir a otro pueblo llamado Hamlet.
Si había algo que a Larry no le gustaba era estudiar, por lo que a los 15 años, dejó la escuela y, sin siquiera avisarle a su madre, presentó un certificado de nacimiento falso que le otorgaba 18 años y se alistó en el Ejército. Allí demoraron siete meses en descubrir el fraude y lo dieron de baja, pero el futuro editor porno no se desanimó: con el mismo certificado engañó a la Marina, donde cumplió cinco años como operador de radar y le dieron la baja con honores en 1964.
Para entonces, Larry Flynt iba por su primer matrimonio y tenía nuevos planes.
Hustler, un bar que se hizo revista
Corría 1968 cuando Larry y su hermano Jimmy Ray compraron un local en Dayton, Ohio, y abrieron un primer bar, al que llamaron Hustler. El negocio funcionó a fuerza de tragos baratos y chicas haciendo striptease, y lo hizo con tanto éxito que en cinco años ya tenían una cadena de bares similares, todos con el mismo nombre, en Cincinnati, Cleveland, Akron, Columbus y Toledo.
Era evidente que Larry -el cerebro de toda esa movida- tenía olfato para los negocios, y volvió a demostrarlo cuando en 1973 pensó que podía obtener más clientela si a las recomendaciones de boca en boca que tenían sus bares les sumaba un folleto que los publicitara de la mejor manera: con la foto de las chicas.
Empezó siendo una especie de boletín de cuatro páginas que se repartía de manera gratuita y que -Flynt no tardó en notarlo- no solo le servía como publicidad sino que quienes lo recibían en sus manos lo guardaban como si fuera una revista.
Así nació Hustler, la publicación que revolucionaría el mundo editorial estadounidense. Tal vez por provenir del submundo de los bares de strippers, Flynt entendió que debía jugar fuerte para imponer esa revista que quería hacer crecer, y lo hizo con notas y fotos más audaces que las que publicaban Playboy y Penthouse, vendidas con portadas tan jugadas como las que se describieron al principio de esta nota.
Los comienzos no fueron fáciles, sobre todo porque al principio muchos distribuidores y quiosqueros se negaban a venderla por las fotos de desnudos mucho más explícitos que las de sus competidores.
Pero Flynt no se rindió, porque entendió que apuntaba a un público diferente. Si las dos revistas estrellas del género tenían su nicho en la clase media y más arriba, el suyo era el de los mismos hombres que formaban parte de la clientela de sus bares, es decir, obreros y trabajadores de bajos ingresos.
A esas primeras fotos explícitas les comenzó a sumar otro tipo de producciones, esas que mostraban otro mundo, inalcanzable para su público, pero que Flynt también quiso mostrar al desnudo.
Con esa tónica, en 1975, compró y publicó unas fotos de Jacqueline Kennedy que hicieron historia. La mostraban semidesnuda -sin corpiño- en unas vacaciones que compartía en una isla griega con Aristóteles Onassis.
Ese número de Hustler vendió tres millones de ejemplares -debió reimprimir varias veces- y fue el espaldarazo final para una revista que ya estaba jugando en la gran liga editorial estadounidense.
El atentado fundamentalista
Otra de las innovaciones provocadoras de Hustler fue la publicación de fotos de parejas interraciales teniendo sexo, una imagen difícil de digerir para buena parte de la sociedad estadounidense de la época.
Eso casi le cuesta la vida a Flynt en 1978, cuando fue víctima de un intento de asesinato a manos de Joseph Paul Franklin, un supremacista blanco que le disparó para “hacer justicia” por esa supuesta aberración.
Sobrevivió al atentado, pero quedó paralizado de la cintura para abajo y preso de terribles dolores que lo llevaron a la adicción a los opiáceos que utilizaba para sobrellevarlos.
Provocador hasta en la desgracia, Flynt se hizo diseñar y construir una silla de ruedas enchapada en oro y cubierta de terciopelo. Le gustaba que lo fotografiaran sentado en ella, fumando unos impresionantes puros, como muestra de su opulencia.
También se hizo, y lo publicitó, un implante de pene para “poder seguir teniendo sexo”.
A la vez, el magnate del porno mostró otro de sus costados, el de opositor a la pena de muerte, al defender la vida de su propio agresor.
Joseph Franklin fue condenado a muerte por otros siete asesinatos en todo el país y reivindicó en total una veintena de crímenes, cuyas víctimas eran negros o judíos, además de Flynt. Tras asesinar a dos jóvenes negros en Salt Lake City en agosto de 1980 fue capturado en Kentucky, aunque escapó y volvió a ser detenido un mes después en Florida.
Antes de ser finalmente ejecutado en Missouri, Franklin tuvo en Flynt a la cabeza de quienes reclamaban que se le conmutara la pena de muerte por la de perpetua.
Un juicio millonario
Las publicaciones de Hustler también llevaron a su dueño más de una vez a los tribunales. Fue acusado por primera vez con un cargo de obscenidad en 1973, y luego por otro de “crimen organizado” en 1976, este último promovido por el comité de antipornografía de Cincinatti.
Fue condenado en primera instancia a una pena de 7 a 25 años de cárcel, pero liberado solo seis días después por la anulación de la sentencia.
El caso más resonante lo enfrentó en 1983 con el pastor evangélico conservador Jerry Falwell, quien lo demandó por 45 millones de dólares luego de una publicación de Hustler que lo involucraba.
Se trataba de un anuncio satírico en el que se sugería que el primer encuentro sexual del religioso había sido con su madre en una casa de citas, lo que le había provocado a Falwell una “angustia emocional”.
Durante cinco años el caso recorrió diferentes instancias de la justicia, hasta que en 1988 la Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó por ocho votos contra cero la demanda del pastor. El máximo tribunal sostuvo que incluso los discursos ofensivos dirigidos a “figuras públicas” como Falwell estaban protegidos por la Constitución, siempre que no pretendieran ser hechos.
Luego del dictamen, los defensores de la Primera Enmienda celebraron la decisión como un gran avance para la expresión satírica. “Difícilmente podríamos dibujar como lo hacemos si los sujetos pudieran alegar estrés emocional como resultado”, dijo el caricaturista político de Los Angeles Times, Paul Conrad.
Cinco matrimonios
La vida privada de Flynt fue tanto o más agitada que la pública. Se casó cinco veces, la primera de ellas cuando solo tenía 19 años. Mary, su esposa, lo dejó cuando Flyn comenzó con su negocio del bar de striptease, una ocupación que le resultaba intolerable.
Con Peggy, la segunda esposa, estuvo tres años, desde 1966 hasta que se divorciaron en 1969. La chica ya conocía el negocio de striptease que estaba convirtiendo a Flynt en todo un personaje del noroeste de Estados Unidos, pero no pudo soportar sus constantes infidelidades.
Kathy, la tercera, fue la que vio nacer Hustler como un boletín en blanco y negro de solo dos páginas pero cargado de fotos de mujeres desnudas. Tampoco demoraron en divirciarse.
Althea, su cuarta esposa, con la que se casó en 1976, fue la relación más duradera y la que vivió uno de los acontecimientos que marcarían para siempre la vida de Flynt: el disparo que lo dejó en una silla de ruedas para siempre.
El atentado también la golpeó colateralmente a ella, que también se volvió adicta a los opiáceos que su marido utilizaba para combatir el dolor. Esta vez no hubo divorcio, Althea murió de una sobredosis dentro de la bañera de la mansión de California en la que vivían. No se pudo establecer si se trató de un acto involuntario o de un suicidio.
Poco después de la muerte de Althea, Flynt se casó con Liz, su quinta esposa, que lo acompañó hasta la muerte.
Flynt dejó cinco hijos, tres de ellos nacidos de sus matrimonios, y otros dos de relaciones extramatrimoniales.
La mayor de todos, Tonya Flynt-Vega, se convirtió al cristianismo y se hizo activista antipornografía. En su libro Hustled, aseguró que cuando era una niña, Flynt abusó de ella sexualmente.
A favor y en contra
Luego de su muerte, el 10 de febrero de 2021, el nombre de Larry Flynt siguió generando polémicas y rechazos.
“Debería ser recordado como un flagelo para la sociedad. Directamente contribuyó y se benefició de la explotación sexual de mujeres durante la mayor parte de su carrera y nuestra cultura es más pobre por ello”, publicó Dawn Hawkins, directora ejecutiva del National Center on Sexual Exploitation, al día siguiente de su muerte.
Otros, en cambio, prefirieron recordarlo con una frase de la película de Milos Forman, que resalta su papel en las luchas por la libertad de expresión: “No tienen que estar de acuerdo con lo que consiguió, ¿pero renunciarían por él a la libertad de expresión ilimitada?”.
Quizás la manera más equilibrada de ver sus luces y sus sombras sea una definición que Larry Flynt dio de sí mismo: “El hecho de que publique pornografía no significa que no me preocupen los enfermos sociales que somos todos nosotros”.