Inasible, exuberante, operística, un menjunje de estilos, categórica, desmedida, misteriosa, única. Es una canción cargada de osadía, capaz de coquetear con lo genial y abismar al ridículo. Dura casi seis minutos entre la incertidumbre inicial de la letra que pregunta si esto es la vida real o solo una fantasía y el gong del acto final. Tiene seis partes. Una introducción que inicia a capela, una sección baladística que continúa el piano de la parte anterior, un solo de guitarra, una parte de ópera, un fragmento bien rockero y la coda final. Rock, balada, heavy, ópera, pop, rock progresivo, armonías vocales complejas, un gran riff, efectos casi imposibles para la tecnología de la época. Una propuesta desmesurada, un cóctel ecléctico nutrido por elementos que parecían confrontar entre sí, una amalgama imposible. La vocación épica se adivina desde el título. Aunque en Inglaterra sus fans la conocen con un apelativo, algo infrecuente con el nombre de un tema. La llaman Bo Rhap.
Lo que une esos elementos tan diferentes, lo que consigue aglutinarlos es la visión y la presencia de Freddie Mercury. “Freddie era una persona muy compleja: se mostraba frívolo y divertido en la superficie, pero ocultaba inseguridades y problemas. Nunca nos explicó la letra de Bohemian Rhapsody, pero creo que puso mucho de sí en esa canción”, aportó Brian May, otro de los hacedores de la mega obra de Queen.
El manuscrito original de la letra se vendió, el 5 de septiembre de 2023, el día en que Freddie Mercury habría cumplido 77 años, a cambio de un millón quinientos mil dólares en una subasta. La canción tiene (al momento de publicarse esta nota) 1.698.498.172 visualizaciones en el canal oficial de la banda en YouTube. Por su caudal de reproducciones, en 2018 se convirtió en la canción más escuchada del mundo en el siglo XXI en plataformas de streaming como Spotify, Youtube o Apple Music. Pero en octubre de 1975 no había nadie que la quisiera popularizar.
“Esa canción nunca la van a pasar en la radio” dijo el ejecutivo de la discográfica en una de las más garrafales profecías erradas de la historia. El grupo insistía en que el primer simple de su cuarto disco debía ser ese. Ni siquiera tenían otro tema en la cabeza como reemplazo. Alguien sugirió hacer algo que ya se había hecho varias veces. Una versión especial, editada para la radio, que acortara su duración: los hits no duraban seis minutos. Y todos, literalmente todos, tenían algo que a este le faltaba: un estribillo. Pero de nuevo, los integrantes de Queen se negaron. La canción debía ser escuchada completa, con cada una de sus secciones; allí residía gran parte del encanto.
Nadie se movió de la posición que había llevado a la reunión. No se llegó a un acuerdo. Quedaba poco tiempo. Como era un viernes, decidieron volver a reunirse el lunes siguiente. A fin de esa semana el single de difusión debía estar en la calle. Pero el lunes, tres días después, todo había cambiado. Ni siquiera hizo falta que se juntaran. Bohemian Rhapsody sería el primer sencillo. El ejecutivo se retractó: “Tenían razón. Esta canción podría durar hasta una hora y media y también funcionaría”.
Lo que sucedió fue que durante el fin de semana, el disc jockey Kenny Everett pasó la canción catorce veces en su programa de radio. Alguien del grupo le había dado una copia y él la repitió una y otra vez. El lunes, los jóvenes ingleses exigían en las disquerías su copia de Bohemian Rhapsody. Pocos días después, el 31 de octubre de 1975, hace 48 años, se lanzó la canción. A partir de ese momento, el tema inició su largo camino hasta convertirse en un clásico.
Él compuso el tema a lo largo de los años. Varios de sus amigos dicen recordar que algunas de las secciones las escucharon antes de que él se uniera a Brian May. En ese tiempo, aproximadamente en 1968, se llamaba The Cowboy song. Con el correr del tiempo fue armando ese Frankestein, dándole una cohesión.
Roy Thomas Baker, el productor del tema, cuenta que la primera vez que Mercury le mostró la canción sentado al piano, en un momento se detuvo, y con toda naturalidad le dijo: “Ahora viene la parte de la ópera”. El productor no entendía si se trataba de una broma. Pero al ver la naturalidad con la que Freddie explicaba la cuestión, decidió creer. Baker había trabajado como ingeniero de grabación de algunas óperas así que tenía cierta experiencia en el tema. Hasta muy avanzada la grabación del disco Una Noche en la Ópera, ni Baker ni los otros tres músicos sabían cuánto duraría la canción. Todo estaba en la cabeza de Mercury. Bohemian Rhapsody se encuentra al final del Lado B (después sólo hay un minuto distorsionado de God Save the Queen). Esa ubicación en el disco -era un arte en sí mismo la distribución de las canciones en las dos caras del vinilo, encontrar un equilibrio, su secreta arquitectura- hoy se percibe natural: ¿acaso podría haber algo más después de esa canción?
“Desde el principio fue como su pequeño bebé. Freddy siempre supo que quiso, hacia donde iba con la canción. Nosotros sólo ayudamos a llevarla a buen destino”, contó Brian May. El riff de guitarra de May también fue ideado por Freddie. En un piano le mostró lo que quería para esa sección de la canción. “Él me mostró tocando con la mano izquierda. Fue muy difícil de reproducir para mí. Porque Freddie era un gran intérprete en el piano aunque él sólo pensaba que era mediocre”. Un pequeño detalle: el piano que toca Mercury en Bohemian Rhapsody es el mismo que utilizó Paul McCartney en Hey Jude.
Los cuatro integrantes del grupo le dedicaron más de tres semanas en el estudio. En la parte vocal hubo más de 180 grabaciones para lograr superponer las voces, para conseguir todas esas capas. El único que no cantó, como siempre, fue John Deacon.
¿Cuál es la historia que se cuenta en su letra? Nadie dio demasiadas precisiones. Algunos hablan que es sobre un asesino (“Mamá acabo de matar a un hombre”), otros dicen que fue una especie de outing velado -concepto algo contradictorio- de Freddie, que había dejado a su novia y transitaba su primera pareja homosexual. Cuando le preguntaban a él se mostraba elusivo, prefería mantener el misterio. Sólo dijo que versaba sobre las relaciones humanas. Describió la obra como “una experimentación con el sonido” y también reconoció, alguna vez, que sólo se trataba de “un sinsentido pero con sentido del ritmo”. Música con el sonido de las palabras. Brian May se resignó: “No creo que alguna vez sepamos de qué se trata y si yo lo supiera probablemente no querría decirlo, porque ciertamente no le cuento a la gente de que van mis canciones. Siento que eso las destroza, de algún modo”.
Es posible que como se escribió a lo largo de tantos años, la letra careciera de verdadera unidad y fueran retazos que se iban sumando. La letra tiene varias partes, sino oscuras, que rozan el ridículo. Es como una especie de milagro que una canción que acumula palabras como Scaramouche, Bismillah (una forma de llamar a Dios para los árabes), Beelzebub (Belcebú, el diablo), Fandango o las invocaciones a Galileo y Figaro. No ha nacido el exégeta capaz de desentrañar el sentido de Scaramouche, Scaramouche will you do the Fandango? El más que críptico, casi surrealista: ¿Scaramouche Scaramouche vas a hacer el Fandango?
El éxito fue inmediato. Se mantuvo nueve semanas consecutivas como número uno en Inglaterra. Atravesó la navidad hasta ser reemplazada por el nuevo éxito de Abba. Parece que ese fin de año, Gran Bretaña estaba signada por un complejo de Edipo colectivo. Porque de Bohemian Rhapsody y su invocación Mamma Mia, Mamma Mia, Mamma Mia Let me go se pasó a la canción de los suecos, Mamma Mia.
Pero el suceso de nuestro tema en los charts no quedó ahí. En 1992 volvió a la cima de los charts gracias a la película Wayne’s Word y su escena de apertura, la escena del auto con los cuatro (después cinco) hombres agitando las cabezas espasmódicamente en medio del riff de Brian May. Pero ya que Bohemian Rhapsody se acostumbró a batir récords se convirtió en la única canción en ingresar tres veces en los charts con la misma versión. En 2018, 43 años después de su estreno, hizo su última aparición entre los 40 más escuchados gracias a la película interpretada por Rami Malek.
Al mismo tiempo y también gracias a la biopic de Freddie Mercury, cuyo título no casualmente es el de la canción, superó otra marca. Bohemian Rhapsody se convirtió en la canción con más streamings de la historia, lo que demuestra no sólo que logró acomodarse en esta era, sino que adquirió la inmortalidad.
Pero lo que se ha olvidado fue que la opinión de la crítica especializada fue desfavorable en el momento de su aparición. Los críticos no sabían cómo reaccionar ante tanta exuberancia. Muchos prefirieron ignorarla. Otros se debatían entre reconocer el aporte novedoso, la ambición, el logro técnico, y despreciarla por su artificialidad, sus aires de grandeza o su superficialidad.
La revista Rolling Stone ni siquiera mencionó el tema en su reseña de Una noche en la Ópera. Time dijo: “Desafortunadamente el material de las letras de las canciones de Queen no es el de los sonetos”. Otros decían que era “irrelevante” o que era “puro fuegos artificiales, pretenciosa, calculada y vacía”. Hasta Elton John, amigo de Freddie, le dijo que era demasiada larga y extremadamente rara como para que tuviera éxito en la radio.
(Una digresión: una gran anécdota de esa época que narra Rod Stewart: una noche tras muchas copas Rod, Freddie y Elton deciden conformar un súper grupo; discuten cómo llamarlo hasta que uno de los tres dice que tiene que ser con lo más prominente de cada uno; así el efímero grupo pasó a llamarse Nose, Teeth and Hair, es decir Nariz, Diente y Pelo).
Otro hito es el video, en una época donde las piezas fílmicas que acompañaban a las canciones no eran usuales. Queen se adelantó siete años al fenómeno MTV. A pesar de que algunos grupos habían filmado cortos en 35 mm, entre ellos los Beatles, el movimiento de Queen fue innovador. Ha sido incluido como uno de los 50 momentos que cambiaron la industria discográfica. Cuando se decidieron a filmarlo todavía no eran conocidos como videoclips, sino como videos promocionales. El motivo que los decidió fue evitar presentarse en el programa inglés Top of the Pops, que si bien era extremadamente popular, no gozaba de demasiado prestigio, dado que los grupos debían hacer que tocaban en medio de cientos de jóvenes que bailaban. A su vez, el video era una manera de solucionar el tema de la parte operística de la canción en la que no había playback posible que no los hiciera caer en el ridículo. Pero descubrieron también que con el video podían estar en cualquier programa de tv y que no debían interrumpir ninguna gira para volver a Londres. Como un beneficio extra se percataron que de ese modo la canción podía pasarse en los canales de ambos lados del Atlántico al mismo tiempo. La banda ganó un Premio MTV por la versión del video de Wayne’s World.
En sus presentaciones en vivo, al principio, incorporaban el tema en una especie de medley, o lo dividían en varias partes que tocaban a lo largo del concierto. Pero un par de años después encontraron la forma que dejaron fija. En la parte operística, con la superposición de voces, ellos salían del escenario. Una grabación continuaba la canción mientras juegos de luces y fuegos artificiales ocupaban el estadio.
48 años después de su aparición Bohemian Rhapsody mantiene su lozanía. Su carácter de clásico no logró quitarle la genial trivialidad, la extravagancia y el misterio con los que nació.