En su momento la noticia ocupó poco espacio en los medios de comunicación y pasó casi inadvertida, aplastada por la magnitud del desastre que implicaba la explosión en la planta nuclear de Fukushima después del terremoto y el tsunami que azotó Japón el 11 de marzo de 2011.
Poco antes, durante y después del terremoto de magnitud 9.1 en la escala de Ritcher, con epicentro en el mar, decenas de personas vieron en el cielo, sobre el mar y sobre la planta, unas luces que sobrevolaban.
Los testimonios variaban en cuanto al lugar exacto y el número de luces, pero fuera de eso eran coincidentes. Lo único seguro fue que no se trató de una alucinación colectiva o de una ilusión óptica. Hubo quienes captaron esas luces en fotos y videos con las cámaras de sus teléfonos y, más contundente aún, las registraron las propias cámaras de seguridad de la planta nuclear.
A falta de una mejor explicación – es decir, una causa que provocara ese efecto luminoso - la versión más difundida fue que esas luces podían ser naves extraterrestres, aunque compitió con otra que sostenía que se trataba de las almas o los espíritus de los muertos en el desastre, que se mostraron en su camino al cielo.
Los noticieros de la televisión japonesa mostraron esas grabaciones, pero quedaron en un muy segundo plano frente a otras imágenes, que causaron mucho más impacto y preocupación: las del terremoto, las del tsunami arrasador y las que se difundían – en vivo y en directo – de la lucha por evitar un desastre nuclear con la explosión de los reactores de la planta.
Doce años después de aquellos hechos, la miniserie “Encuentros”, producida por Steven Spielberg, vuelve sobre aquellas luces y las sitúa en el contexto de supuestas visitas de naves y seres extraterrestres a la Tierra.
Cada episodio cuenta una sola historia: la aparición de luces extrañas en el cielo sobre una pequeña ciudad de Texas; los avistamientos naves espaciales sumergibles que rondan una aldea costera de Gales; el encuentro con un extraterrestre de chicos de una escuela en Zimbabue; y la aparición de esas luces, que se atribuyen a la presencia de una inteligencia supuestamente no humana en medio de la tragedia japonesa de 2011.
A diferencia de los otros episodios, en este último, “Luces sobre Fukushima”, los documentalistas nos contrastan las declaraciones de los protagonistas – supuestos avistadores de ovnis o abducidos por ellos – con las de investigadores y científicos, sino que buscan otro tipo de explicaciones, más ligadas a lo religioso o lo existencial.
Sin embargo, esas luces – que no aparecieron solamente en Japón en coincidencia con los hechos de Fukushima sino en otras ocasiones similares – han sido estudiadas y explicadas por la ciencia.
Terremoto, tsunami y radiación
El terremoto seguido de un tsunami del 11 de marzo de 2013 fue el más grande y devastador de la historia moderna de Japón, no sólo por su magnitud y su poder destructivo como fenómeno natural – que destruyó ciudades y se cobró alrededor de 15.000 vidas – sino por sus efectos a largo plazo debido a la radiación que provocó el colapso de la central nuclear de Fukushima, que continúan hasta hoy.
A las 14.46 se produjo un terremoto con una magnitud de 9,1 y epicentro a 372 kilómetros de Tokio, a una profundidad de 24.5 kilómetros debajo del mar. El sismo provocó un tsunami con una ola de catorce metros de altura que, alrededor de una hora después, arrasó varias ciudades costeras y dañó varios reactores nucleares, con el riesgo de ocasionar una catástrofe muchísimo mayor.
En el momento del terremoto, Japón tenía 54 reactores nucleares, dos en construcción y 17 centrales eléctricas, que producían aproximadamente el 30% de la electricidad del país, según información de la Agencia Internacional de Energía Atómica en 2011.
Por efecto del tsunami, las plantas de Fukushima Daini y de Fukushima Daiichi dejaron de funcionar. Las 185.000 personas que vivían en un radio de 10 kilómetros de la primera y de 20 kilómetros de la segunda tuvieron que ser evacuadas.
Pocas horas después del fenómeno natural, la situación alrededor de Daiichi era comparable a la del desastre provocado por la fuga de la central nuclear estadounidense de Three Mile Island en marzo de 1979 y amenazaba con convertirse en otro Chernobyl, la mayor catástrofe nuclear de la historia.
En los días posteriores, la radiación emitida a la atmósfera obligó al gobierno a declarar una zona de evacuación cada vez más grande alrededor de la planta, que culminó en un radio de 20 kilómetros.
Con el tiempo, algunos de los lugares que abandonaron se volvieron pueblos fantasmas, creando un paisaje desconcertante.
Más de una década después, en medio de las construcciones ruinosas, la vegetación y los animales salvajes, contaminados de radiación, han regresado a lugares de donde habían sido expulsados por lasa civilización.
Y las consecuencias continúan – en medio de un fuerte debate – porque hace unos meses comenzó el vertido al mar de agua con residuos radiactivos que todavía estaban en la central.
En ese contexto de desastre, la aparición de las luces sobre los cielos de Fukushima fue rápidamente olvidada.
Las luces y los testigos
Uno de los videos difundidos en 2011, poco después del desastre, muestra una serie de luces en aparente formación sobrevolando el cielo sobre la planta. Eso dura unos segundos, hasta que todas las luces se funden en una sola y se pierden en el cielo.
Las grabaciones de las cámaras de seguridad de la planta mostraron imágenes similares, aunque desde otras perspectivas, lo que no dejaba dudas de que se trataba de un fenómeno real, aunque no se supiera de qué se trataba.
Como suele suceder en estos casos, hubo quienes aprovecharon el fenómeno para abonar sus propias creencias sobre las visitas de extraterrestres a nuestro planeta. Fue el caso de de una fotografía del sitio de pronósticos meteorológicos Weather Online, que mostraba un extraño objeto – no una luz – sobre la zona devastada.
El propio sitio meteorológico debió salir a desacreditar la foto: la imagen le pertenecía, pero alguien la había intervenido para poner en ella ese supuesto ovni. Pero el mal ya estaba hecho: es casi una regla de la comunicación del siglo XXI que las fake news ocupan más espacio y tienen más impacto que las desmentidas.
Pero las luces sí eran reales y los testigos – se puede ver en el episodio de “Encuentros” dedicado al caso – lo confirman igual que las cámaras de seguridad de la planta. Sin embargo, aunque describen un mismo hecho, le dan diferentes explicaciones.
“Éramos cinco personas y todos vimos bolas de luz flotando sobre el océano. Estaban en fila y eran muchas, de una luz blanca azulada, hasta que desaparecieron”, relata Keisuke Udagawa, editor de un diario local para quien no quedan dudas de que se trataba de ovnis.
Yiyo Sakuma, un artista plástico, vio lo mismo, pero para él la explicación es más amplia: coincide con Udagawa en que se trató de naves espaciales, pero agrega que estaban ahí con un objetivo preciso, el de controlar los daños de la explosión y advertir a los seres humanos sobre los peligros de la energía nuclear. Lo sabe porque, cuenta, lo abdujeron y se lo hicieron saber.
Preocupados por la energía nuclear
Entre testimonios más o menos coincidentes – hasta el de un monje budista que asegura que le salvaron el monasterio y que por eso lo rebautizó como “monasterio del milagro” – aparece uno que pretende dar una advertencia.
Es el de la escritora e investigadora del fenómeno ovni, Jensine Andresen, que sostiene: “Existe una relación directa entre las plantas nucleares y las luces. Mi opinión, basándome en treinta años de exhaustiva investigación es que existe una inteligencia extraterrestre avanzada que se interesa o está preocupada por nuestro desarrollo nuclear”, sostiene.
Sea verdadero o falso -pero incomprobable - lo de la “inteligencia extraterrestre avanzada”, Andresen apunta a un fenómeno que tiene antecedentes: tras la desintegración de la Unión Soviética, varios medios rusos reprodujeron parte de un documento donde se dejaba constancia de la presencia de una extraña bola luminosa de unos 7 metros de diámetro que se situó a unos 300 metros de la planta nuclear de Chernobyl durante varios minutos. De repente, el aparato apagó las luces y se fue en dirección norte.
A ese documento se sumó la declaración del controlador aéreo del aeropuerto de Kharkov, Vladimir V. Rubtsov, que aseguró que días antes del accidente en la central atómica se registró una mayor actividad aérea de aparatos desconocidos en las cercanías del reactor.
Por entonces, algunos medios rusos hicieron afirmaciones como esta: “Afirman que estos ovnis ayudaron a reducir el impacto del accidente nuclear. Durante la explosión, el reactor número cuatro quedó gravemente dañado y si hubiese explotado estaríamos hablando de una Ucrania que hubiese quedado devastada por la radiación. Además, gran parte de Europa se hubiese visto sumido a esta amenaza invisible, con miles de enfermos o, incluso, muertos. Estos ovnis redujeron los niveles de radiación”.
La afirmación es contundente, pero la explicación científica brilla por su ausencia.
Las “luces de terremoto”
Más allá – o más acá – de la incomprobable hipótesis que apunta a la preocupación que supuestos seres extraterrestres altamente avanzados tienen por el desarrollo de la energía nuclear en la Tierra o, más aún, por la suerte de una humanidad que tiende a autodestruirse con su desarrollo tecnológico, el fenómeno de las luces de Fukushima tiene una explicación científica comprobada.
Las luces aparecidas en Japón en coincidencia con el terremoto y el tsunami de marzo de 2011 ya habían sido detectadas y estudiadas con anterioridad, a partir de su detección durante otros movimientos sísmicos, como el de Ciudad de México en 2009.
Según investigadores de la Universidad Rutgers, en los Estados Unidos, los destellos lumínicos se producen debido a que los deslizamientos del suelo cerca de las fallas geológicas de la Tierra generan una carga eléctrica.
Se las llama “luces de terremoto” y han sido documentadas desde el siglo XVII, sostiene un informe de la Asociación Sismológica de Estados Unidos.
Los casos abundan. Dos días antes del terremoto de San Francisco de 1906, una pareja vio rayos de luz a lo largo del suelo. Y en el caso de Quebec, Canadá, en 1988, un brillante globo de luz rosa y púrpura se avistó once días antes del devastador temblor.
El fenómeno, dicen los investigadores, es habitual: se registró también antes, durante y después del terremoto de L’Aquila, Italia, en 2009, y se repitió en el terremoto de Japón, por solo citar unos pocos casos.
Un aviso para aprovechar
Estas luces de terremoto se pueden producir antes o durante los movimientos sísmicos. Los rayos más habituales en el cielo son el resultado de una acumulación de carga eléctrica en las nubes.
Pero los experimentos de laboratorio en la Universidad de Rutgers sugieren que estas luces se originan, en cambio, por el gran aumento de carga eléctrica en el suelo cuando la tierra se rompe.
Los resultados fueron presentados en la reunión de la Sociedad Estadounidense de Física, en 2014, por el ingeniero biomédico Troy Shinbrot.
Por estos días, el mismo equipo de la Universidad estadounidense está embarcado en un estudio que podría salvar miles de vidas: investiga cómo estas señales de advertencia luminosas podrían ayudar a evacuar a tiempo zonas donde se va a producir un movimiento telúrico.
Para encontrar la manera, se han iniciado proyectos para observar y registrar estas luces en zonas especialmente vulnerables a los terremotos.
Porque no son los extraterrestres quienes vuelan para ayudar frente a un desastre, sino que es la Tierra misma la que avisa que algo va a ocurrir.