Oscar Bolognese se fue muy joven de su pueblo Inés Indart. Se fue tras el sueño de ser jugador de fútbol profesional. Suele decir que aprendió muchas cosas en su vida, pero que a la pelota nació con él. El joven llegó a las inferiores de River Plate. Allí compartió los sueños con otros cracks de la categoría 1964: Néstor Gorosito, Pedro Troglio o Mariano Dalla Libera.
Todavía recuerda la tarde que dejaba Indart por esas calles aún de tierra. Lo esperaban las luces de Buenos Aires y el sueño de que miles de personas gritaron un gol de bolognese.
El sueño del fútbol se truncó rápido. “Era una época en la que River estaba en crisis y muchos chicos de las inferiores quedamos libres”, recuerda Bolognese en diálogo telefónico con Infobae.
Colgar los botines
Pasó algunas temporadas en la Primera B de aquella época. Fue delantero en Almirante Brown y en All Boys, hasta que dejó el fútbol. Aún le quedaba toda una vida por delante.
Entonces Oscar tuvo las primeras de sus reinvenciones. Ya se verá en su futuro que no será la única vez que le suceda en la vida. Bolognese se puso a trabajar en el Bingo de La Plata. Arrancó vendiendo los cartones entre las mesas. Ofreciendo esa pequeña tabla de ilusión a la que se aferran los apostadores.
Oscar caminaba entre los clientes y ofrecía esos sueños convertidos en números. “Arranqué bien de abajo en el trabajo. Desde cero –explica Oscar-. Eso hizo que la empresa siempre respetara mi trabajo”.
Bolognese creció en la empresa española que manejaba los bingos en Argentina. Y su conocimiento hizo que lo eligieran para llevar esas casas de juegos a Italia. “Me fui con mi familia en el 2000 a Europa – recuerda Oscar, como si hubiera pasado ayer mismo-. Éramos unos 10 argentinos que trabajamos en el proyecto. Abrimos locales en Roma, Salerno, Costa Amalfitana y Lecce”.
Señores han cantado bingo
Fue jefe de sala y llegó a ser gerente de algunas de los bingos que se abrieron en Italia durante la primera década del 2000. Aún le queda un poco de acento italiano en la charla que mantiene con el cronista de Infobae. Ahí llega otro momento en que Bolognese hace una nueva reinvención de su vida. Allá lejos había quedado el delantero de River que cabeceaba los centros de Gorosito en las inferiores.
Oscar se volvió a Argentina luego de un divorcio y en la pocas chances de ver a su hijo que se volvía con la madre al país. No lo pensó ni un minuto. Se volvía a Inés Indart, al mismo pueblo que lo vio partir hace cuatro décadas. “Ya no quedaban calles de tierra, estaban todas asfaltadas – dice Bolognese, sobre lo primero que lo impactó al regresar-. Tenemos la misma cantidad de habitantes, unos 900, pero las construcciones son de mejor calidad. Recuerdo mi época de pibe y había muchos ranchos precarios en Indart”.
La cancha en la que arrancó a jugar al fútbol tampoco está más. Bolognese primero alquiló un campito de unas 16 hectáreas. “Era mi sueño desde siempre. Ahí tuve chanchos y hacía mis fiambres caseros. También algunas vacas”, explica Oscar. También tuvo un supermercado en el centro de Indart.
En un momento, recibió hizo un clic en su cabeza y quizás se dio cuenta de algo que nunca lo había pensado antes. Además de jugar al fútbol, le gustaba mucho cocinar. Entonces, alquiló un local vacío y abrió su restaurante La Estación de Inés.
Restaurante propio
En este emprendimiento, Oscar hace todo. Su whatsapp está publicado en el Instagram. Se encarga de las reservas, el armado de las mesas para el fin de semana y de cocinar, claro. “Soy autodidacta. Nunca tomé clases de cocina –explica Bolognese-. Aprendí mientras cocinaba para mi familia primero. Y después me mandé y probé antes de abrir el restaurante en Indart”.
La Estación de Inés tiene un gran horno de barro que es el centro del local. Desde allí Bolognese comanda la cocina los sábados a la noche y los domingos al mediodía. El resto de los días se encarga de que no falte ningún ingrediente para la producción de los platos que se servirán durante esos dos días. “Hago todo de memoria. No anotó nada. A veces, me olvido de una crema para el flan y tenemos que salir corriendo a buscar a algún almacén del pueblo”.
La Estación ofrece el tradicional asado de la pampa húmeda argentina y de entrada Bolognese seleccionó una serie de fiambres que son de su autoría. También de entrada empanadas de carne cortadas a cuchillo y de postre el flan mixto o el postre vigilante (queso y dulce). “Es una carta acotada, de productos de primera calidad todos -explica Oscar-. Atendemos unas 40 personas por turnos. Viene mucha gente de las localidades vecinas como Salto, Chacabuco o Rojas. Igual llegan, además, turistas de fin de semana desde Buenos Aires que los atrae el boca a boca”.
Hay otro plato que es el que todos quieren probar cuando llegan hasta el restaurante de Oscar. Se trata de los ravioles de pollo. Una receta en la que combina consejos de su mamá, “en un 80%, asegura, más otros de una vecina que conoce desde que era chico y de su maestra de segundo grado.
Los ravioles de Oscar
Generoso, Bolognese revela esos misterios de los ravioles de La Estación de Inés. Quizás piense que sus propias manos sobre la masa son inigualables en otras cocinas. “Las tres mujeres con mucha experiencia en la cocina me dieron tips para este plato - cuenta Oscar-. Una me dijo que el pollo lo pique con cuchillo no en procesadora. Que se note la textura en el relleno”.
Otros secretos tienen que ver con los condimentos que agrega. La vecina le sopló al oído que use nuez moscada para darle ese toque especial. En tanto, el reencuentro con su maestra de segundo grado le dejó el toque final para el plato. “No te olvides de agregarle mucho perejil”, le dijo como si le estuviera dando una lección cuando apenas tenía unos 7 años en la escuela de Indart.
Así, Oscar mira el horno de barro, las mesas vacías limpias tras todo el trajín del fin de semana y el piso de su restaurante en damero. La entrevista con Infobae se realizó un lunes, el día en el que Bolognese descansa y recarga energías para todo el trabajo. Este día lo usa para ver partidos de fútbol y estar con su familia. Después ya arranca a pensar en lo que vendrá. “Tenemos un evento con 15 casas rodantes. Serán unas 120 personas”, dice. Bolognese no se achica y siempre va por más. Ahora su sueño es hacer dulce de leche casero. “No encuentro la materia prima que quiero. La leche ya no es la de antes. Pero ya la voy a encontrar”, asegura. Ahí va, el ex jugador de River en busca de su próximo sueño.