Más allá de la opinión que se tenga sobre Sting como músico, el bajista y frontman de The Police, nacido Gordon Matthew Sumner el 2 de octubre de 1951 en Inglaterra, fue siempre un paradigma de las buenas causas mundiales, de la conciencia bienpensante europea ante las miserias del tercer mundo, de la corrección política y, por lo tanto, de las frases previsibles y el aburrimiento. Casi un Bono inglés: rubio (bueno, ahora casi sin pelo o con poco pelo plateado), delicado y prolijo. Cómo olvidarlo(s) a mediados de los 80 en las giras de Band Aid, aquel dream team del rock & pop caritativo británico fundado por Bob Geldof (protagonista de la película “The Wall” y cantante de The Boomtown Rats) para recaudar dinero para la hambruna en Etiopía. Grabaron “¿Do They Know It’s Christmas?” en 1984 y “We Are the World” en 1985 con el contorno de África a sus espaldas y la expiación de sus culpas burguesas hechas canciones.
Y qué decir, por ejemplo, de “Russians”, himno pacifista que Sting lanzó en “The Dream of the Blue Turtles”, su disco debut solista. Con esa letra de 1985, cuando el Muro de Berlín parecía indestructible, les aclaró a los líderes del mundo bipolar y la Guerra Fría (mencionaba a Nikita Krushchev y a Ronald Reagan) que no creía en sus discursos, repudió el “juguete de la muerte de Oppenheimer” (la bomba atómica) y los remató con la estrofa: “Compartimos la misma biología/ sin importar la ideología/ Lo que puede que nos salve a mí y a ustedes/ es que los rusos amen a sus hijos”. Alguno dirá que es historia antigua. Sí y no. El año pasado, en plena guerra en Ucrania, el bajista reflotó “Russians”, título que pasó a ser más preciso, ya que antes se trataba de soviéticos. “Rara vez he cantado esta canción en los muchos años que pasaron desde que la escribí. porque nunca pensé que volvería a ser relevante. Pero, a la luz de la decisión sangrienta y equivocada de un hombre de invadir a un vecino pacífico e inofensivo, la canción es, una vez más, una súplica por nuestra humanidad”, explicó, emocionado e indignado, en referencia a Vladimir Putin.
Amor a una prostituta y censura
No siempre le salió todo tan redondo. En 1977, cuando The Police era un trío casi desconocido, fue a tocar con Andy Summers y Stewart Copeland a un tugurio parisino o, como dijo Summers, “a hacer un pequeño concierto de mierda con The Damned” (grupo punk inglés). Sting salió a caminar por el barrio rojo y, de la conjunción de las prostitutas que vio por la calle y el afiche de una puesta de “Cyrano de Bergerac”, le surgió la inspiración para “Roxanne”, nombre de la protagonista femenina de la obra. “Era la primera vez que veía prostitución por las calles, y esas chicas eran realmente hermosas. Tenía una melodía en mi cabeza e imaginé estar enamorado de una de esas chicas”, declaró. La grabó en 1978: la canción -mezcla de reggae blanco con toques de bossa nova y espíritu tanguero- se convirtió en pilar de The Police, aunque, ups, la cadena BBC hizo sonar la alarma de lo inaceptable y se negó a emitirla.
El comienzo de la letra era: “Roxanne, no tienes que encender la luz roja/ Esos días han terminado/ No tienes que vender tu cuerpo de noche/ Roxanne, no tienes que ponerte ese vestido esta noche”. Corrían tiempo conservadores, con Margaret Thatcher en el poder en Inglaterra. Sting intentó defenderse de la censura: “Roxanne no habla de sexo. No es una canción obscena en ningún sentido de la palabra. Es una canción basada en la realidad y con una letra sentida. Se niegan pasarla porque habla de una prostituta”. Los cancerberos de la corrección política le aplicaban un correctivo al paladín de la corrección política, y en su propia tierra. Pero Sting tendría revancha. En 1979, cuando The Police comenzó a girar con su disco “Outlandos D’Amour” por los Estados Unidos, “Roxanne” fue el ariete del éxito. “Antes de Roxanne, The Police era simplemente una banda desconocida. Con esa canción todo empezó a acelerarse, fue como un cohete”, dijo Summers.
Triángulo y posesión enfermiza
En 1976, Sting se casó con la actriz Frances Tomelty, a la que había conocido en 1974 en la obra teatral “Rock Nativity”: ella interpretaba a la Virgen María y él tocaba la guitarra. Durante los primeros años parecían una pareja ejemplar. Tuvieron dos hijos, Fuchsia Catherine y Joseph (una curiosidad: el músico declaró que no quería tener hijos y que tuvo seis por accidente; aunque aclaró que los ama, como los rusos). Pero luego se desató una tormenta conyugal: Sting apareció en fotos a los besos con otra mujer, también actriz. No sólo otra mujer: la mejor amiga de su esposa, Trudy Styler, además vecina de al lado de los Summer en Notting Hill, Londres. Sting y Tomelty se divorciaron en 1982. Manjar servido para la bulímica prensa del corazón. Para evitarla, él se exilió en el Caribe: entre mares turquesa, compuso una canción que a primera escucha parecía inofensiva pero que mentaba un caso de celos enfermizos, de posesión y de acoso dentro de una pareja, terminada o no. “Every Breath You Take”, una de sus éxitos más rotundos, empieza así: “Cada aliento que tomes, cada movimiento que hagas, cada atadura que rompas, cada paso que des, te estaré vigilando. Todos y cada uno de los días, y cada palabra que digas, cada juego que juegues, cada noche que te quedes, te estaré vigilando. ¿No puedes ver que me perteneces?”.
Es cierto que el mundo cambió, que hay que pensar con perspectiva histórica y que el arte no refleja necesariamente una posición ideológica. Pero en aquel entonces el propio Sting se justificó. Después, contó el origen de la canción: “Una noche me desperté sobresaltado con un verso en mi cabeza, corrí al piano y la escribí en media hora. La melodía, hay que reconocerlo, es bastante genérica y similar a cientos de otras canciones. Creo que lo interesante son las palabras, los versos. Suena como una canción reconfortante de amor. Hasta dulce y acogedora, pero es terriblemente siniestra. Tiene un poder ambivalente. No me di cuenta en el momento sino un poco más adelante. Supongo que mi cabeza estaba pensando en Gran Hermano, la vigilancia y el control. En “Every Breath You Take” hay una mezcla de luz y oscuridad que sin dudas refleja el momento que estaba pasando”. La canción apareció en el disco “Synchronicity”, de 1983, el último de The Police, que al igual que la(s) pareja(s) de Sting estaba pasando por una fuerte crisis interna.
“La gente suele malinterpretar esa canción. La toma como un bello tema de amor, sin entender de qué habla realmente. Una vez una pareja me paró por la calle para decirme que había elegido “Every Breath...” para entrar en la iglesia durante su boda. Le respondí: ‘Buena suerte con eso’, y seguí de largo”, contó alguna vez Andy Summers. Acaso culposo y al mismo tiempo autoincriminatorio, Sting intentó redimirse en su disco debut solista con “If You Love Somebody Set Them Free”, que reza: “Si quieres aferrarte a una posesión/ Ni siquiera pienses en mí/ Si amas a alguien/ Déjalo libre”.
El mito del sexo tántrico
Cuarenta años después de haber lanzado “Every Breath You Take”, Sting está casado con Trudie Styler, su ex amante: la boda fue en 1992. Tuvieron cuatro hijos, no pretendidos pero amados por él: Mickey, Coco, Jake y Giacomo Luke. El músico intentó no desviarse más de la senda biempensante. Su mayor osadía fue decir que practicaba sexo tántrico con su esposa, en maratones de más de siete horas. Para colmo, en 2012 fue desmentido por ella, que se convirtió en diseñadora de modas. “En algún momento, Geldof se declaró un hombre de tres minutos (de duración en el sexo) y que, como Sting hacía yoga, probablemente lo haría por horas. Entonces, mi marido agregó: ‘¿No escuchaste hablar del sexo tántrico? Y así se creó ese mito que se volvió célebre. Las horas tántricas podrían extenderse según la nota y de repente él estaría haciéndolo todo el día. Bueno, si pudiera. Lo dijo hace 21 años, completamente borracho. Acaba de cumplir 60. Imagino que la cuestión tántrica lo seguirá hasta la muerte”, arriesgó Styler.
Tuvo razón. O viene teniéndola, porque Sting sigue vivo e hiperactivo. Aún les preguntan a ambos, en cada entrevista, sobre el sexo tántrico. Ellos querrían hablar, en cambio, sobre cómo trabajan en el activismo medioambiental con la fundación Rainforest, en apoyo a los pueblos indígenas de África, Asia y Sudamérica, y militan la causa de la alimentación ecológica. Él, además, lanza diatribas en contra del avance de la inteligencia artificial en la música. También comparten pasión por la viticultura y venden vinos producidos por su finca de 350 hectáreas en la Toscana, donde tienen una de sus tantas mansiones. Se calcula que Sting, un muchacho que trabajó como colectivero y oficinista antes de convertirse en músico -ganó 17 premios Grammy-, tiene una fortuna de 430 millones de dólares, propiedades en distintos países y la conciencia más que tranquila. En una gira actual, llamada “My Songs”, repasa las canciones de su larga carrera.