¿Quién mató a JFK? La bala oculta, el misterio de los dos tiradores y el testigo del magnicidio que rompió el silencio

Paul Landis era un agente secreto a cargo de la custodia de Jackie Kennedy cuando una bala le destruyó la cabeza al presidente 60 años atrás. A pocos metros de la escena luchó durante años para olvidar el trauma. Pero a los 88, decidió enfrentar sus recuerdos y su aporte puede cambiar definitivamente la historia oficial que plasmó el Informe Warren

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El 22 de noviembre de
El 22 de noviembre de 1963, el presidente norteamericano John F. Kennedy acaba de ser alcanzado en la cabeza por un proyectil y se recuesta inconsciente sobre el hombro de Jackie Kennedy en Dallas, Texas (Photo by Three Lions/Hulton Archive/Getty Images)

Este 22 de noviembre se cumplirán 60 años: el presidente John F. Kennedy había llegado menos de una hora antes al aeropuerto Love Field de Dallas junto a Jackie. Allí subieron a una limusina descapotable en donde ya los esperaban el gobernador John Connally y su mujer, Nellie. La procesión por la ciudad había sido lenta: tuvieron que detenerse varias veces para que el presidente y la primera dama saludaran a la gente. Ahora el chofer acababa de doblar en la esquina de la Plaza Dealey. Los disparos comenzaron justo al pasar por el Depósito de Libros Escolares de Texas.

Paul Landis estaba a cuatro metros y medio: fue un testigo directo del horror. Vio estallar frente a él la cabeza del hombre más poderoso del mundo, su jefe, y vio la desesperación de la mujer impecable por cuya vida velaba desde que entró a la Casa Blanca, en 1961; ahora estaba manchada de sangre y materia gris, juntando pedazos del cráneo de su marido esparcidos en la parte trasera del auto. Fue él quien –junto a Clint Hill, el otro agente de seguridad a cargo de Jackie– la convenció de que soltara a JFK cuando la limusina estacionó en el hospital Parkland Memorial.

John F. Kennedy y su
John F. Kennedy y su esposa, Jacki, el día de su asesinato en Dallas

Landis tenía entonces 28 años y cuatro como miembro del servicio secreto. Servía a los Kennedy desde su asunción: primero, a cargo de los chicos, Caroline y John John; con el tiempo y el aumento de la popularidad de la primera dama, también de seguirle los pasos y cuidarla, sobre todo, del asedio de la prensa. Había viajado con ella y la pequeña Caroline a Italia en 1962, había sido quien agilizó el operativo para llevarla a la base Otis de la Fuerza Aérea cuando entró en trabajo de parto prematuro en agosto de 1963 y quien la acompañó dos días después cuando el bebé murió. Y también se había embarcado con ella en el lujoso velero de Aristóteles Onassis dos meses más tarde en una excursión por el Egeo, una sugerencia de su hermana, Lee Radziwill, para combatir la tristeza por la pérdida de su hijo.

Ahora estaba ahí para consolarla y decirle que dejara ir a su marido y, cuando logró que lo hiciera y que bajara para seguir a la camilla vio (e hizo) algo que callaría por seis décadas y ahora revela en un libro que la editorial Chicago Review Press publicará este octubre, El testigo final. Su relato, que Vanity Fair anticipó la semana pasada en una minuciosa reseña de su confidente, el abogado y escritor James Robenalt, puede cambiar por completo la consideración sobre las conclusiones del informe de la Comisión Warren sobre el asesinato de JFK, de cuya presentación se cumplen hoy 59 años y según el cual Lee Harvey Oswald fue el único responsable del atentado de Dallas.

Paul Landis, uno de los
Paul Landis, uno de los agentes del Servicio Secreto que caminaban metros detrás del auto donde mataron al presidente Kennedy. 60 años después, Landis contó lo que vio, que difiere del Informe Warren, considerado la versión oficial del asesinato por el gobierno de los Estados Unidos (Amir Hamja/The New York Times)

Landis, que hoy tiene 88 años y sigue en forma y trabajando como guardia de seguridad en el Centro Histórico de Cleveland, asegura que ese mediodía divisó una bala en el asiento trasero de la limusina. Y que, para evitar que los rastreadores de souvenirs se la llevaran, la guardó en su bolsillo y entró con ella al hospital, donde se unió a Jackie como los únicos no médicos en la sala de trauma. Allí, según reconstruye en el libro, puso la bala sobre las sábanas blancas de la camilla del presidente.

Landis nunca testificó ante la comisión que investigó el asesinato de Kennedy a pedido de Lindon Johnson. Dejó el servicio secreto apenas unos meses después, antes de que el informe estuviera listo, abrumado por el trauma de haber visto cómo le volaban los sesos al presidente que respetaba y debía cuidar. Esa imagen de JFK y Jackie en el segundo final lo persiguió por años como una película recurrente. Dice que se forzó a olvidar, que evitó por décadas leer o ver cualquier cosa relacionada con lo ocurrido aquel 22 de noviembre en Dallas.

Paul Landis muestra dónde estaba
Paul Landis muestra dónde estaba durante el funeral de John F. Kennedy. Su testimonio puede hacer cambiar la idea de un tirador solitario (Amir Hamja/The New York Times)

Sólo 50 años después, en los primeros meses de 2014, se animó a confrontar los recuerdos y contar su versión de la historia, una versión oculta que puede explicar muchos baches en el relato que los investigadores construyeron para explicar la tragedia política que marcó la época.

La bala intacta hallada justo en el lugar donde estaba el presidente podría tirar por tierra la conclusión sobre un único tirador –Oswald– y también la que indica que fue una sola bala “prístina” o “mágica” la que hirió en el cuello a JFK y luego al gobernador Connally en el pecho, la muñeca y el muslo.

Segundos después del disparo mortal,
Segundos después del disparo mortal, Jackie Kennedy, en su desesperación, se sube al baúl del automóvil para rescatar pedazos de cráneo. Detrás, un miembro del Servicio Secreto hace lo propio para protegerla

El informe de la Comisión Warren – la historia oficial sobre el magnicidio– estableció que los disparos fueron tres, aunque los testigos hablaron de entre tres y seis o una ráfaga. Se encontraron tres casquillos en el Depósito de Libros y también el rifle Mannlicher-Carcano que se supone usó en ese edificio Oswald. La comisión concluyó que dos de los tres tiros dieron en el blanco. Una bala (mágica) atravesó el cuello de Kennedy y luego hirió a Connally (que sobrevivió), y la otra fue el tiro fatal que destruyó la cabeza del presidente. Una tercera bala, indicaron, habría errado a la limusina, cayendo tal vez en el cemento y golpeando con sus esquirlas a un espectador. Las dos primeras vainas fueron encontradas en el auto, mientras una tercera fue hallada en el hospital, en la que hasta ahora se suponía que era la camilla de Connally.

Esa última presunción fue la que hizo que se llegara a concluir que una sola bala podía haber causado todas las heridas no fatales. Los peritajes balísticos indicaban que era casi imposible que Oswald hubiera hecho los tres disparos en el tiempo en que se desprendía que había ocurrido todo a partir de otra prueba fundamental: el video casero de Abraham Zapruder, un empresario textil que admiraba a JFK y ese mediodía había ido con su cámara de 8mm. Sin quererlo, Zapruder hizo el único registro fílmico del asesinato.

El video filmado en 8mm. de Abraham Zapruder que muestra el momento en que le disparan a John F. Kennedy en Dallas

Landis escribe en su libro que sin decir nada, ese día tomó la bala casi intacta que encontró en el auto y la puso en la camilla de Kennedy porque creyó que sería importante para la autopsia. Su versión contradice la del informe Warren, que decía que esa bala había sido hallada en la camilla de Connally. Una posibilidad que se desprende de eso es que esa bala tal vez fue la que hirió superficialmente en la espalda a Kennedy y que fue expulsada por el golpe del tiro fatal. Los médicos de Parkland nunca llegaron a darlo vuelta, le hicieron una traqueotomía sobre el mismo orificio del cuello en un intento por mantenerlo respirando.

Pero durante la autopsia en el hospital naval de Bethesda los forenses descubrieron la otra herida en el hombro y se sorprendieron al no encontrar orificio de salida. Cuando supieron que en el hospital de Parkland habían encontrado una bala en la camilla, supusieron que pudo haberse salido durante las maniobras de masaje cardíaco. Recién al día siguiente se enteraron de que lo que suponían que era la herida de la traqueotomía había sido hecho sobre el orificio de bala que JFK ya tenía en el cuello. Con esa información, asumieron que la herida del cuello era el orificio de salida de la bala que había entrado por la espalda de Kennedy y que luego había terminado su recorrido en el muslo de Connally. La trayectoria nunca se estableció porque para cuando llegaron a esa hipótesis, el cuerpo de Kennedy ya había sido trasladado a la Casa Blanca para un primer velatorio íntimo antes de llevarlo al Capitolio.

Lee Harvey Oswald con un
Lee Harvey Oswald con un arma. Según el Informe Warren, fue el asesino solitario de John F. Kennedy (Photo by Pascal Le Segretain/Sygma via Getty Images)

El hallazgo oculto de Landis despejaría esas dudas: no hubo una sola bala y tal vez tampoco hubo un solo tirador, algo que también resultaba dudoso en el video de Zapruder, que muestra a Kennedy reaccionar primero ante el tiro por la espalda y luego al del cuello (¿son dos?), entre espasmos, apenas un segundo antes de que Connally reaccione a su propia herida. Una secuencia rara, teniendo en cuenta que dado el rifle que usó Oswald no había forma de que disparara dos veces en un lapso tan corto. Por eso los investigadores ratificaron la teoría de la bala prístina.

¿Por qué Landis no habló antes y no mencionó la bala en los reportes que entregó sobre lo ocurrido ese mediodía? Tal vez porque estaba en shock y ocupándose de la primera dama y sus hijos; de hecho, en su testimonio ni siquiera menciona al hospital de Parkland. En los cinco días que siguieron al magnicidio, él y el agente Hill ni siquiera durmieron. Ambos pasaron a trabajar full time para Jackie hasta que Landis pidió la baja.

El presidente de la Corte
El presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos Earl Warren le entrega al presidente Lyndon B. Johnson el voluminoso reporte de la Comisión Warren sobre el asesinato de John F. Kennedy. El testimonio de Landis puede cambiar el relato sobre el magnicidio (Photo by Cecil Stoughton/PhotoQuest/Getty Images)

Como todos los miembros del servicio secreto que trabajaron aquel día, lo invadieron la pena y la culpa por no haber podido evitar la tragedia, incluso todos fueron acusados de haber bebido la noche anterior, algo que hoy se sabe que de todos modos no habría modificado el curso de las cosas. Y como deliberadamente no leyó ni vio nunca más nada relacionado con el hecho, Landis supuso que alguien había encontrado la bala en la camilla de Kennedy y que había sido usada como evidencia en la autopsia.

Hasta que, en 2010, el agent Gerald Blaine lo convenció de entrevistarlo para el libro The Kennedy Detail junto a su amigo y ex colega Clint Hill. Entonces los dos volvieron a Dallas y algo comenzó a destrabarse en la memoria de Landis. Unos años después, decidió leer un viejo libro sobre el asesinato que le había regalado un amigo. Ahí se encontró por primera vez con la teoría de la bala prístina y entendió que tenía una información que podía cambiar la lectura de la historia.

Durante décadas, dice Robenalt, el viejo agente creyó que tenía que ser discreto, no pensaba que tuviera nada que aportar. Durante décadas, su único compromiso fue con la memoria de Kennedy y de su viuda. Ahora, a punto de cumplir 90 años, cree que hacer este último ejercicio de memoria también es servirles a sus antiguos jefes

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