El miércoles 3 de mayo de 2017 Rosa Peral le habla por WhatsApp a su vecino Manuel G.R. Aunque ambos están en pareja, ya han tenido encuentros sexuales y han intercambiado fotos eróticas. Manuel le responde enseguida: “Manda algo”. Ella lo hace. Por lo que Rosa -quien es Guardia Urbana de Barcelona, España, al igual que su pareja- le dice en un mensaje, Manuel entiende que ella y Pedro Rodríguez, se han peleado y que él se ha marchado con su moto.
Ella le pregunta ansiosa: “¿Repetiremos?”. Habla en clave. Se refiere a si volverán a tener relaciones sexuales. El chat se enciende con más fotos picantes. Luego, Manuel preocupado porque alguna de sus respectivas parejas los descubra, le manda otro mensaje. Le pide a Rosa que borre las fotos y el chat. Ella le contesta algo que hoy, sabiendo lo ocurrido, suena tétrico: “Claro, ¡si no me mata!”.
Pedro no podía matar a nadie, ya estaba muerto desde hacía casi dos días.
Las espinas de Rosa
Rosa es una joven mortalmente bella. Mortalmente sensual. Tiene el pelo largo que cae como una eterna cascada oscura y sin olas. Además, sabe moverse con sensualidad, destila erotismo. Se dice que ha sido bailarina de clubes nocturnos antes de convertirse a los 23 años en Guardia Urbana. En su estilo de vida los videos eróticos son moneda corriente.
Rosa ya era parte de la fuerza de la ciudad cuando el 23 de febrero de 2008 se llevó un disgusto de aquellos. A todos sus compañeros, incluida a su pareja Rubén, les llegó un mail desde su cuenta con una foto donde se la veía practicando una felación. Supo enseguida quién había sido: un compañero suyo, el subinspector Oscar S., con quien había mantenido relaciones sexuales. Él la había fotografiado haciéndole una felatio y conocía sus claves. Era en venganza por haber terminado la relación. Rosa montó en cólera y denunció a Oscar. El caso llegó a los medios bajo el título: “La pornovenganza de la Guardia Urbana”. Ella declaró que él había difundido las fotos para que todos la “vieran como una puta”. No consiguió demasiado. Ella debió pedir un traslado de comisaría para dejar de ser mirada con desprecio y soportar las burlas. Y el caso llegó a juicio nueve años después, cuando ella ya estaba hasta el cuello, en la cárcel, por algo muchísimo más grave. Por un asesinato.
Oscar fue citado y declaró que durante sus encuentros ambos se habían tomado fotografías, sin embargo, afirmó no ser él quien aparecía en esa imagen y dijo no reconocer “ese pene como mío”. El juzgado consideró que las pruebas no eran suficientes para sostener la acusación y absolvió al subinspector.
Caso cerrado para rabia de Rosa.
Voracidad sexual
Ese bochornoso escándalo no frenó la voracidad sexual de la bellísima Rosa. Si bien se separó en su momento de su pareja Rubén Carbó, él terminó perdonándola y volvieron a estar juntos. Tuvieron dos hijas y los padres de Rosa los ayudaron con la compra de una casa con jardín. La separación llegó de todas maneras cuando él descubrió un romance de ella con otro policía.
Veamos cómo sigue todo. Estamos ahora en 2017. Rosa tiene 36 años; dos hijas de 6 y 4 años; una ex pareja llamada Rubén que es Mosso d´esquadra, policía de seguridad ciudadana; su pareja actual Pedro Rodríguez (38, separado con un hijo), Guardia Urbano como ella y con quien convive desde hace seis meses y, además, tiene a su viejo amante clandestino con el que va y viene y que es parte de la misma fuerza, Albert López (39). Albert es un policía violento que practica boxeo y que es tremendamente posesivo. No tiene hijos y no se resigna a que ella esté con otro.
Entre los varios frentes que tiene abiertos, Rosa pelea con Rubén por la custodia de las dos menores; discute con su amante y batalla con su actual pareja por los celos. Su vida es pura adrenalina, un infierno sexual. Ella se siente una experta dominando el deseo masculino que tan bien sabe despertar.
Una reveladora placa de metal
La noche del jueves 4 de mayo de 2017 hay una fiesta de los policías municipales. Rosa deja a sus hijas con sus padres y va a la fiesta con Albert, su ex amante, quien pasa a buscarla. Le dice a su familia que está peleada con Pedro. Para sorpresa de la tropa policial ella no llega al festejo con Pedro sino con su amante (no es un secreto para nadie que han estado juntos). Un amigo de Pedro, sorprendido, lo llama y le deja un mensaje en su celular: le cuenta que Rosa ha caído a la celebración con Albert López. Pedro no le responde.
Rosa y Albert bailan, comen, se ríen.
Mientras, en el oscuro pantano de Foix, un ciclista de Tarragona, descubre un auto incendiado. Llama a emergencias y cuenta que iba por las vías que bordean al pantano cuando se topa con un coche quemado. Es un Golf GTI. Una patrulla policial llega al lugar y revisan los restos del coche incendiado. Envían a la central la patente del vehículo. Suponen que están ante una venganza narco, pero en el baúl hallan los restos de un cuerpo carbonizado. Cuando les informan a quién corresponde el auto pegan un salto: es de un Guardia Urbano. Uno de ellos.
Mientras, Rosa ha dejado de contonearse en la pista de baile y vuelve a la casa de sus padres para buscar a sus hijas. Las sube al auto y se marcha a su casa. Duerme profundo.
En el pantano los peritos en homicidios ya están trabajando. Los agentes ya saben que el dueño es un policía que se encuentra de baja sin percibir su salario desde agosto de 2016 por haber golpeado a un motoquero. Se llama Pedro Rodríguez. Tienen su celular así que lo llaman para dejarle un mensaje: han encontrado su auto con un cuerpo dentro. Pedro, por obvias razones para nosotros claro, no responde.
Entre las cenizas hallan un pequeño trozo de metal con una numeración.
Un par de horas después la policía se dirige a la casa de la novia de Pedro. Despiertan a Rosa Peral, que descubren que curiosamente también es policía. Le preguntan dónde está Pedro. Ella revela que él se ha ido luego de una pelea, que no se estaban llevando nada bien y que tiene encima un flor de lío con su ex marido por la custodia de sus hijas. Rosa también está de baja, pero es por depresión y sigue cobrando su salario. No les cuenta que esa noche ha estado bailando con su amante. Las autoridades le revelan que en el auto de Pedro han encontrado un cadáver y le preguntan si él había sido operado de la columna.
La placa metálica es analizada y coincide con la que le han colocado meses antes a su novio en una cirugía. No hay dudas de que el muerto es él.
Rosa, la bella Rosa, llora desconsolada.
Cuando más tarde va a declarar muestra su último chat con Pedro. Es del 2 de mayo. En el último mensaje Rosa es quien le dice: “Te quiero tanto”.
Rosa va al funeral. Se muestra devastada. Se abraza con la ex mujer de Pedro y consuela a su pequeño hijo que ahora es huérfano de padre.
¿Quién ha matado a Pedro?
Las hipótesis de los investigadores son varias. Pedro, quien era un agente de tránsito sancionado, con un proceso disciplinario en curso, no cobraba ni un centavo. Estaba seguramente acuciado por conseguir dinero para mantener a su hijo. ¿Podría haber estado en algo ilegal? Nada les cierra. Pedro era nervioso, sí; impulsivo, también. Pero ¿narco? Su ex mujer dice que no, que es imposible. Rosa, en cambio, insiste que todo es posible. Cuenta que salían desde hacía un año, pero que solo han vivido juntos, en Cubelles, los últimos seis meses.
Un par de días después Rosa va a decirles a los investigadores que cree que el responsable del crimen podría ser su ex pareja, Rubén, el padre de sus dos hijas. Nada menos. Les dice que Rubén suele correr en el pantano de Foix y que lo conoce a la perfección.
Los policías paran sus antenas. Van a entrevistarlo y Rubén les da un nuevo nombre. Hay un amante de Rosa que también es Guardia Civil. De hecho él se ha separado de Rosa después de doce años porque descubrió que le era infiel con este violento policía, llamado Albert López. La lista se agranda y los celos pueden ser un buen motivo. Pero después de Albert había aparecido otro policía más en la vida de Rosa, la espinosa: Pedro, el muerto.
El triángulo de la muerte
La reconstrucción de los hechos avanza lentamente por la complejidad de las relaciones. Saben que la muerte de Pedro Rodríguez ha ocurrido la noche del lunes 1° de mayo de 2017, poco antes de comenzar el martes 2; que al día siguiente los asesinos escondieron su cuerpo en el baúl del auto de Pedro para luego dirigirse hasta el pantano de Foix, en Castellet y Gornal, donde rociaron el vehículo con combustible antes de prenderlo fuego. Esos son los hechos. Ardió Pedro y adiós huellas. Por lo menos eso creían los responsables. Porque el pituto médico metálico insertado en su columna sería el delator de quién era el muerto.
A partir de ahí todo son conjeturas. ¿Quién ha podido cometer semejante homicidio?
Los investigadores incautan celulares y comienza a revelarse el festival de chats. Gracias a los peritos informáticos también aparece todo lo borrado. Ahí está el chat de Rosa con su vecino Manuel, quien vive en el chalet pegado al de ella en Cubelles. Manuel declara y admite su romance clandestino, pero olvida contar una parte del chat que resulta muy sugestiva. El diálogo que le refrescan los policías es por WhatsApp y ocurrió a las 10.45 del día 3 de mayo:
Manuel: No será vuestra la motosierra??
Rosa: Ein?
Manuel: Que me (h)a despertado una motosierra.
Rosa: Ahh jajaja. Que va. Tenía que ir a Barcelona.
Manuel: (ríe)
Rosa: Y qué hacían con la motosierra los taraos?
Manuel: No sé quién era, se estaría rozando con ella porque no paraba.
Rosa: Jajaja. Ayer estaban cortando árboles. Será eso.
Cuando los detectives le preguntan sobre esto, él recuerda que esa noche en la que Pedro desapareció el ruido de una motosierra no lo dejó dormir. Esa motosierra sería vital en el caso, pero jamás aparecerá.
Rosa, mientras, sigue mostrándose compungida. Dice que extraña a Pedro y cuenta que tenían planeado tener un hijo. Pero hay cosas que la bella Rosa calla. Por ejemplo, que un par de meses atrás le había enviado un mensaje de texto a su ex amante Albert diciéndole que lo extrañaba y donde le dice que Pedro nunca ocupará en su vida el lugar que ha tenido Albert. Albert complacido con ese texto decide jugar fuerte y se lo reenvía a Pedro. Eso desencadena una severa crisis en la pareja que convivía desde hacía poco. Pedro le grita que culpa de ella capaz que no puede ver más a su hijo, que le ha “jodido la vida” y que es una puta.
Albert, quien está resentido porque cuando Rosa comenzó su relación con Pedro todavía salía con él, ha logrado su cometido.
Rosa no tiene problemas en superponer amores, alianzas de compromiso y saltar de sábana en sábana. Rosa le anuncia a Albert que está agobiada por los celos de Pedro y por su control, pero que de todas maneras se casará con él. Albert, enfermo de celos, le dice a Rosa que lo hubiera dejado todo para irse con ella y que le “ha roto el alma”.
Rosa asegura que se casará con Pedro, pero ya le es infiel con Albert y con su vecino Manuel. El corazón de Rosa es como un chicle.
El enredo entre estos tres policías, dejemos de lado al vecino ocasional Manuel y al ex marido Rubén, se ha convertido en un triángulo amoroso violento y fatal.
Además, los tres en este triángulo han protagonizado serios incidentes: Rosa el de la pornovenganza con una licencia psiquiátrica posterior; Pedro estaba suspendido por haber agredido a un motociclista en la ruta en agosto de 2016 y Albert había participado, en 2014, en una detención de un vendedor ambulante en Montjuic en el que hombre terminó muerto. Su compañera de patrulla era nada menos que la mismísima Rosa.
El trío que se las traía terminó en dúo después de que Pedro quedó reducido a cenizas.
Las mentiras van a juicio
Pasa el tiempo y la pista narco para explicar el asesinato de Pedro no conduce a ningún lado. También están atentos al juicio de Rosa por la pornovenganza. ¿Podría estar relacionado con Pedro esto? No lo creen. ¿Podría haber sido Rubén la ex pareja de Rosa el culpable? Tampoco lo creen. Tiene una coartada perfecta: estuvo trabajando con siete compañeros. ¿Qué hay del violento Albert? No lo saben. En el expediente de Albert López aparecen varias grescas protagonizadas por él y aquella muerte. Iba patrullando con Rosa cuando el vendedor callejero se rebeló, la agredió a ella y él lo dominó y lo esposó. Sin embargo, esposado y todo, el tipo cayó por un barranco y se mató en el acto. Rosa y Albert declararon que el sujeto estaba sacado y que le quiso pegar un cabezazo a Albert cuando resbaló y cayó del otro lado del terraplén. La única testigo era Rosa Peral, su compañera de patrulla y su amante. Había sido un maldito accidente y el caso se archivó.
Cuando le preguntan a Albert sobre Rosa dice que eran compañeros, que se han enredado físicamente, que se ven cada tanto y que nunca ha tenido celos de Pedro Rodríguez.
Las triangulaciones de los teléfonos celulares de Rosa y de Albert resultan clave. Los de Rosa y Pedro aparecen juntos en la casa de Cubelles. Pero curiosamente también el de Albert. Las relaciones estaban enfermizamente pegoteadas.
Lo cierto es que solo Rosa vio a Pedro luego del 1° de mayo. Nadie más lo vio vivo.
Con los análisis telefónicos deciden detener a Rosa Peral y a Albert López. Suponen que tienen mucho que ver con el homicidio de Pedro Rodríguez y que han actuado siguiendo un plan.
Comienzan los allanamientos a las casas de ambos. En la de Rosa, donde convivía con Pedro, encuentran un móvil dentro de unas botas de ella. Era el teléfono de Pedro, desde el que Rosa había enviado los mensajes el día 2. En la sala de televisión de esa casa notan que falta el sillón grande de la sala y que esta ha sido recientemente pintada de blanco.
Deciden hacer una prueba química con luminol para ver si hay rastros de sangre. Hay gotas en la bombilla de luz del techo y en los zócalos. Es de Pedro.
“Folla mejor…”
Los dos detenidos proclamaron ser inocentes y al verse acorralados se inculparon mutuamente.
En los tres años en prisión, antes de que comenzara el juicio, Albert tuvo un comportamiento ejemplar. Rosa, en cambio, sumó peleas, problemas y tuvo cuatro traslados. Tampoco quiso ver a sus hijas durante los dos primeros años.
El juicio comenzó en 2020 y durante el proceso judicial la fiscalía confeccionó un rompecabezas con lo sucedido los días previos a la brutal muerte de Pedro. Esto es lo que se sabe con certeza, porque hay muchas cosas que no se sabrán jamás.
El sábado 8 de abril Rosa está tomando un café con unas amigas en un bar contándoles la propuesta de casamiento de Pedro y, de pronto, aparece Albert López vestido con su uniforme quien le deja un regalo sobre la mesa para Rosa: es un anillo de compromiso. Antes de irse le dice: “... por si te lo piensas”. Rosa se muestra sorprendida falsamente ante sus amigas porque es ella quien le ha dicho dónde estaba. Se prueba la alianza. Por un momento tiene en sus manos los dos anillos, el de Pedro y el de Albert. Para la fiscalía ese regalo es la prueba de que Albert está dispuesto a todo por ella. A una de sus amigas Rosa le dice que entre los dos ella se quedará con Pedro porque “viste y folla (hace el amor) mejor”.
El miércoles 19 de abril. Rosa llama dos veces a Albert, pero él no responde. Luego le manda un audio borrado que la policía recupera donde le dice: “Hola Tontodelbote, tienes el móvil apagado… Bueno nada, he ido a comprar a Caprabo y ya que me ha salido un descuento para PortAventura estaba pensando que si hacemos eso pues el siguiente fin de semana podíamos ir a PortAventura y dormir allí y eso con las peques… ¿qué te parece la idea?”.
Es clave porque demuestra que Rosa, contrario a lo que sostiene en el juicio, no le temía a Albert ni mucho menos sino que hacía planes con él.
La fiscalía señala una palabra de tres letras muy llamativa en ese audio: eso. ¿A qué se refiere Rosa con “eso”? Al crimen. Al homicidio de Pedro que ya tenían planeado.
El jueves 20 de abril Albert compra un móvil que solo usará en dos ocasiones: el 1 y el 2 de mayo. La fiscalía demuestra que en esos días hay por lo menos 50 llamadas entre ellos. Algo traman, se comunican de una manera frenética.
El martes 25 de abril en los audios que le envía Rosa a Albert se percibe un profundo desprecio por Pedro.
El domingo 30 de abril Rosa y Pedro salen a comer afuera y caminan por la playa. Será la despedida.
El lunes 1° de mayo Pedro y Rosa van a almorzar con las chicas a la casa de los padres de Rosa. Ella saca más fotos que nunca y las sube a sus redes sociales. Es llamativo. Parecen felices. A las 21:37 Rosa y Pedro llegan al domicilio donde viven en Cubelles. Eso se ve por las cámaras de la calle. A las 21:51 Rosa llama al celular de Albert, pero él no responde. A las 21:53 ella insiste y él atiende. Hablan cuatro minutos. No se sabe de qué. Luego él hace dos llamadas perdidas al teléfono de Rosa desde el celular nuevo. La fiscalía cree que es aquí cuando arranca la ejecución del plan criminal: van a eliminar a Pedro esa misma noche.
Para la fiscalía alrededor de las 22 horas Rosa se asegura de darle varias de las pastillas que él toma para el dolor de espalda mezcladas con la cena. Eso lo habría dejado fuera de combate, atontado. Pedro es corpulento y puede resistirse. Ella lo habría ayudado a bajar a la sala de estar y a tirarse en el sillón frente a la tevé. Necesitan que esté así de inconsciente para poder deshacerse de él.
El martes 2 de mayo a eso de las dos de la madrugada Albert llega desde Badalona y salta la cerca de la propiedad. Pedro ya ha caído rendido por la química, está como desmayado en el sillón. Albert a pesar de ser policía ha cometido un error clave: no solo lleva su teléfono desechable, también lleva el suyo personal. La geolocalización lo ubicará en la escena del crimen.
Albert es grabado por cámaras de una estación de servicio cargando dos bidones de combustible.
Luego del asesinato los homicidas van en auto con el celular de Pedro hasta cerca de la casa del ex marido de Rosa, Rubén. Quieren que las antenas de su celular lo ubiquen ahí. La idea es poder culpar luego a Rubén del crimen. Hecho eso, apagan ese celular. Rosa cometerá un error: quedarse con el aparato escondido en su casa.
Acto seguido van, en dos autos, hacia el pantano de Foix. Rosa conduce el de Pedro con su siniestra carga y Albert el propio. La fiscalía apunta que si ella fuera inocente ese hubiera sido el momento ideal para escapar del control de Albert. Después de todo, ella es policía y debería haber sabido cómo proceder. Sin embargo, ella lo sigue hasta el pantano donde admite que lo ve bajar dos bidones rojos enormes de gasolina y prender fuego el auto.
Más tarde, ese mismo día, Rosa manda varios mensajes desde el celular de Pedro para hacer creer que aún está con vida. Uno de ellos fue al mecánico al que Pedro le debe 40 euros. También le envía mensajes a Pedro para manifestarle su preocupación porque se ha ido…
Ese es el relato contundente de la fiscalía.
Rosa Peral alegó en su declaración que la noche fatal ella estaba lavando ropa y que Pedro dormía cuando escuchó un ruido. Se asomó y vio que Albert había saltado la cerca. Sostuvo que lo vio con la mirada ida y que llevaba un pasamontañas, una mochila, un hacha entre sus manos y una pistola en el bolsillo de su pantalón. Dijo que se asustó mucho, pero que no gritó porque sus hijas dormían arriba. Según su versión, Albert le preguntó de manera agresiva dónde estaba Pedro. Ella le respondió que estaba abajo en la sala de la televisión y que él entró directo al lugar. Mientras, Rosa asegura que ella se fue al piso de arriba “para proteger a sus hijas”. Declaró que escuchó aterrada muchos golpes y ruidos, pero que no sabía qué hacer. Insiste que fue Albert quien mató a Pedro y que él la obligó a ayudarlo amenazando con hacerle algo a sus hijas. Que todo fue por celos y que ella calló solo por temor.
Albert declaró algo diferente. Dijo que fue a la casa de Rosa porque ella lo llamó desesperada y le dijo que creía que acababa de matar a Pedro y que necesitaba ayuda. Aseveró que Rosa le relató que Pedro la había agredido y que cuando él entró el cuerpo estaba encima del sillón y que todo estaba lleno de sangre. Dijo que solo le prestó ayuda para deshacerse del cadáver porque le dio lástima y para que ella no perdiera la custodia de sus hijas.
Los abogados de cada parte apuntaron a la otra. Que Rosa era una mentirosa patológica; que Albert era un violento celoso con un pasado de agresiones; que Rosa era el demonio; que ambos habían intentado culpar a Rubén el padre de las chicas de Rosa…
Un verdadero culebrón de dos acusados que estaban hasta el pecho hundidos en su propio fango.
La voz del jurado
La fiscalía no les creyó una palabra y sostuvo que fue un plan orquestado por los amantes para deshacerse de Pedro porque les molestaba para retomar su relación. Y que por sus teléfonos sabían que habían seguido en contacto diariamente. En la pantalla de la sala del Tribunal desplegaron una foto de ellos tomadas en la fiesta de policías celebrada el jueves 4 de mayo, cuando Pedro llevaba ya casi tres días muerto. En la imagen se los ve tan tranquilos, comiendo, rodeados por sus amigos policías. Esa noche bailaron, brindaron y rieron. Aunque tenían las manos recién enjuagadas de sangre.
El mejor amigo de Albert, quien soñaba con ser parte de la policía científica, declaró al borde del llanto en el estrado que su amigo le había preguntado un día cualquiera qué hacían los homicidas cuando querían hacer desaparecer un cuerpo. Él le contó que lo más típico que hacían los narcos era meter el cuerpo en el baúl de un auto para luego incendiarlo en un sitio donde los bomberos no pudieran acceder con facilidad para que los huesos ardieran hasta que no quedara nada. Tal cual lo hicieron Albert y Rosa poco después con Pedro. Habían seguido su buen consejo. Salvo que no contaron con que en la operación de espalda de la víctima habían colocado algo que era ignífugo, la dichosa placa metálica numerada. Gracias a ella lo habían podido identificar y había cuerpo del delito.
Pero ¿cómo murió Pedro? ¿Golpes, hachazos o un tiro? Imposible saberlo. Los peritos solamente pudieron comprobar que la sangre de él estaba en varios lugares de esa sala. Por lo que se cree podrían haber intentado descuartizar el cuerpo con una motosierra que no fue hallada. Eso por los ruidos que escuchó el vecino y por el hecho de que la hija mayor de Rosa tampoco había podido dormir esa noche por el barullo que había en su casa. La menor le habría contado a Carmen, su madrastra, que había visto a su madre bajar con Pedro por las escaleras como si fuese un “robot” y que luego había escuchado ruidos y había visto a Rosa llena de sangre.
Recién el 4 de mayo una persona reportó el auto incendiado de Pedro en el pantano.
En marzo de 2020, después de seis días de deliberaciones, ocho de los diez miembros del jurado popular los consideraron culpables de asesinato con alevosía. Rosa por su cercanía a la víctima fue sentenciada a 25 años de cárcel; Albert a 20 años. Y se los condenó a indemnizar a la familia de la víctima con 885.000 euros.
Aunque ellos apelaron sus condenas, la justicia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña las ratificó.
Tras cumplir las penas, tendrán que someterse a diez años de libertad vigilada y mantener una distancia mínima de mil metros con los familiares del fallecido.
El true crime español
En la primera cárcel en la que estuvo, Rosa le habría contado a otras internas que había matado a Pedro envenenándolo. Otra reclusa amiga de ella declaró: “Le dio un medicamento con agua para que se calmara porque estaban discutiendo fuerte”. Dentro de la prisión también reconoció que había intentado matar a Rubén, su ex marido, contratando a un sicario por 30 mil euros porque él no dejaba que sus hijas vieran a los abuelos maternos. No se sabe si todo esto es cierto, pero por las dudas, por un tiempo, a Rubén se le colocó una custodia especial.
La bella Rosa, ya se sabe, es extremadamente peligrosa a pesar de estar encerrada tras unos gruesos barrotes de hierro.
Enterada de que Netflix iba a poner al aire su historia, la convicta hizo un requerimiento judicial con su abogada para ver la serie antes de que fuera emitida. Solicitó al juez que impidiera la salida en caso de que Netflix no accediera a su pedido. Exigía dinero a Netflix por derechos de autor y aseguró que había sido injustamente canibalizada por la prensa.
No tuvo éxito y solo consiguió cambiar algunos nombres en la serie y que se respete a sus hijas. De hecho, la serie siempre habla de una sola hija cuando en realidad tiene dos y a Rubén lo llama de otra manera.
La triste historia de Pedro llegó a Netflix el 8 de septiembre de este año, en ocho capítulos, con el título El cuerpo en llamas y es tendencia en la plataforma. Úrsula Corberó (novia del Chino Darín y quien hizo de “Tokyo” en la serie La Casa de Papel) es quien personificó a Rosa Peral. La actriz aseguró que se negó a entrevistarse con Rosa para hacer el papel y que había pensado mucho en representar a alguien “que es una persona tóxica, con muchas dualidades, inseguridades y mucha ambición. Tuve muchas dudas si coger o no el personaje…”.
Rosa reaccionó evidentemente molesta contra los dichos de la actriz y habló en la Radio de Cataluña el pasado 20 de septiembre: “La protagonista de la serie dijo que era un papel que le había costado hacer porque según ella soy una persona tóxica. ¿En qué momento se me ha juzgado por ser tóxica o no serlo?”.
Luego de emitida la docuserie, Rosa Peral decidió romper su silencio y desde la cárcel dio un reportaje donde comparte su visión de lo hechos en otra película que también puso Netflix en su catálogo: Las cintas de Rosa Peral. En ella Rosa habla por primera vez en una entrevista desde la prisión donde vuelve a insistir en que ella no ha cometido el crimen.
Actualmente las hijas de Rosa tienen 10 y 12 años. La primera visita que le hicieron a su madre fue en 2019 luego de dos años sin verla. Desde entonces la van a ver una vez al mes a la cárcel de Mas d’Enri, en Tarragona. En la actualidad las chicas se encuentran bajo la custodia de Rubén, su padre.
La bella Rosa Peral no tuvo piedad con quien la amó locamente y no dudó en incinerar ese amor para continuar con su frenesí de conquistas sexuales.
Podríamos cantarle a Rosa, total tiempo es lo que le sobra, la estrofa de nuestro amado Sandro a ver si ella le encuentra algún significado: Rosa, rosa, pide lo que quieras / pero nunca pidas que de amor se muera / Si algo ha de morir, moriré yo por tí…
Pedro murió por ella, involuntariamente claro, y sus cenizas vuelan eternas por ahí impidiendo que se olvide el siniestro caso. Rosa, la bellísima Rosa, saldrá libre cuando tenga 61 años. Mientras tanto es solo un manojo de pétalos que se marchitan en una prisión gris.