“No participo en nada que no pueda dominar”, declaró alguna vez Tommy Lee Jones. La frase concuerda con los testimonios atribulados de periodistas que lo entrevistaron. En la nota “Sobreviviendo a Tommy Lee Jones”, para The Atlanta Journal, la cronista Jennifer Brett escribió: “Investigo a la gente antes de entrevistarla y me alegra y me entristece haber estudiado al Sr. Jones con antelación. Sabía qué no decirle, pero estuve a punto de provocarme una úlcera”. Jones estaba por estrenar la película “The Homesman”, con dirección, guión y protagónico suyos: ni siquiera el interés lo hizo ser amable. Para resguardarse de su estilo seco y cortante, carente de demagogia y de diplomacia, Bett releyó la nota titulada “Tommy Lee Jones no está actuando”, publicada por el semanario Texas Weekly en 2006.
El autor del artículo narraba en presente cómo lo había recibido Jones: “No se levanta para darme la mano. No sonríe. Sólo me mira. Me dice: ‘¿Qué querés preguntarme?’. Tommy Lee Jones no duda en interrumpir las entrevistas si las preguntas le parecen demasiado personales o particularmente tontas. Además, rechaza responder comentarios que no estén formulados como preguntas. ‘Me siento más confortable respondiendo preguntas que siendo instruido sobre qué tengo que decir’, dice”. Un tipo bravo, ¿verdad? Encima, el periodista de Texas Weekly, acaso por la tensión, abrió con una pregunta infortunada e irremontable como una mala apertura en ajedrez: ¿Cómo se siente tener éxito? “Nunca pensé en eso -le respondió Jones- Tal vez al llegar a mi casa debería sentarme, acomodarme y ponerme a pensar qué se siente al tener éxito. Pero en general pienso en otras cuestiones”. Jaque mate.
Un cowboy de Harvard
Antes de que le tomen odio a Jones, y sin sumarnos a ramplonas quejas corporativas, digamos, primero, que es un actor enorme, un hombre culto, un tipo con determinación política y un realizador exquisito. ¿Eso mitiga sus malos modales? No. Salvo que no se trate de malos modales. O no solamente de malos modales, sino de rasgos tan ásperos como auténticos. Richard Andrew Jones, actor de “Los tres entierros de Melquíades Estrada”, película que Tommy Lee dirigió y protagonizó, y con la que ganó los premios a la interpretación masculina y al guión en el Festival de Cannes, dio su punto de vista: “Hay que pensar que Tommy tiene mucho de vaquero. Como buen vaquero, desconfía de la gente que no conoce. Su naturaleza estoica, hierática, el humor seco y la honestidad brutal están más relacionados con su origen de texano taciturno que de una tendencia a la hostilidad”.
La impostación pochoclera hollywoodense -evidente en entrevistas y ruedas de prensa carentes de sustancia- no es, entonces, el fuerte de este cowboy nacido en San Saba, Texas, el 15 de septiembre de 1946. Un cowboy peculiar, un cowboy que estudió en Harvard, donde jugó fútbol americano de alto nivel, hizo talleres de teatro y se graduó -con honores, en 1969- en Filología Inglesa, con una tesis sobre la mecánica del catolicismo en la obra de Flannery O’ Connor. Cierta vez, para explorar ese costado intelectual de Jones, un entrevistador le pidió que explicara qué tipo de inglés estudiaba en Harvard. “El mismo que estamos usando ahora”, le contestó el actor. La siguiente pregunta -acaso maliciosa- se centró en la gran cantidad de personajes villanos que le había tocado intepretar. “Encuentro a este tema un poco estúpido”, respondió Jones, que en su vasta filmografía encarnó a personajes de raíz ficcional y a otros históricos, como el magnate Howard Hughes, el congresista Thaddeus Stevens, el asesino Gary Gilmore y el general Douglas MacArthur.
Enemigos íntimos
¿Les sigue cayendo mal Tommy Lee? Aclaremos que al menos es ecuánime: su hostilidad no se limita a los periodistas, abarca también a colegas suyos. ¿Será cierto que la grandeza de un hombre se mide por la talla de sus enemigos? ¿Qué opinan de Jim Carrey, actor al que Jones detesta? No hablamos de un simple encono sino de un odio irreductible, comparable con el que se profesaban el realizador alemán Werner Herzog y Klaus Kinski, su actor fetiche, al que Herzog quiso matar -no hablamos de una sensación sino de un plan real que estuvo a punto de ejecutar- durante el rodaje de “Aguirrre, la ira de Dios” en el Amazonas. El conflicto entre Jones y Carrey, una escalada violenta sin retorno, nació cuando compartieron el rodaje de “Batman Forever”, interpretado por Val Kilmer.
No contamos con la versión de Jones, desde luego, pero sí con la del actor de “Tonto y retonto”. “Yo era la estrella y ese era el problema -explicó Carrey-. Sin embargo, él es un actor fenomenal. Entré a un restaurante y un camarero me dijo: ‘Escuché que estás trabajando con Tommy Lee Jones. Está allá cenando’. Me acerqué y lo saludé: ‘Hola, Tommy, ¿cómo estás?’. La cara se le puso roja de ira. Se levantó temblando de odio. Debía estar en medio de la fantasía de matarme o algo así. Me dijo: ‘Te odio. Realmente no me gustas’. Le pregunté cuál era el problema: ‘No puedo aprobar tu bufonería’, me contestó”. El episodio ocurrió a mediados de los 90. Carrey era una estrella de comedias en las que hacía de bobo. Jones venía de ganar un Oscar al actor de reparto por su papel en “El fugitivo”. La prensa difundió que el papel de Carrey en “Batman Forever”, El Acertijo, tenía más peso que el de Jones, el villano Dos Caras, y que el actor texano aspiraba a hacer de El Acertijo y no resistía su segundo plano. La argumentación suena, en principio, débil o insuficiente. Pero Jones guardó un hosco silencio.
Joel Schumacher, director de la película, tomó partido: “Tommy es, y lo digo con gran respeto, un ‘ladrón de escenas’, el que se destaca. Y bueno, no podés robarle la escena a Jim Carrey. Tommy no fue para nada amable con él. No actuó con Jim como le hubiera correspondido hacerlo a un ganador de un Oscar, con una estrella en el piso de Sunset Boulevard, el miembro del elenco de mayor edad, con una carrera tan distinguida y elogiada. Igual, lo que pasó en el set de rodaje queda en el set de rodaje”. Varios colegas de Jones, desde Josh Brolin, que trabajó con él en “Sin lugar para los débiles” (No Country for Old Men), de los hermanos Coen, hasta Sally Field, reconocieron el mal carácter de Tommy Lee aunque resaltaron que jamás intentara “gustar ni ser políticamente correcto”.
A propósito de “Sin lugar para los débiles”: Tommy Lee Jones es un devoto de la literatura de Cormac McCarthy, autor de la novela, cuya prosa es tan seca y directa como él. “En mi opinión, Cormac McCarthy es el mayor estilista de prosa estadounidense vivo”, dijo el actor en una entrevista de The Telegraph en la que no se molestó, cuando McCarthy aún estaba vivo (murió el 13 de junio de este año, a los 89 años).
El modelo Clint
Para los que rastrean la personalidad y el carácter de los individuos en la infancia, señalemos, escuetamente, que el rudo Tommy Lee Jones se crió en un ambiente rural texano. Su madre, Lucie Marie Scott era una mujer ecléctica: policía, maestra y dueña de un salón de belleza; su padre, Clyde C. Jones, trabajador en un campo petrolero. Tommy, después de su paso por Harvard, en donde fue compañero de cuarto de Al Gore -futuro vicepresidente de Bill Clinton entre 1993 y 2001-, debutó como actor en Broadway con la obra teatral “A Patriot for Me”. Un año después hizo su primer papel en cine, nada menos que en la romántica y lacrimógena “Love Story”, en el papel de un joven estudiante de Harvard, un rol alejado de los personajes duros que lo esperaban.
Tommy Lee despreciaría lo que acabamos de escribir, porque detesta las etiquetas y estereotipos. Cada papel, para él, es único y no acepta las generalizaciones. Andrew Davis, director de “El fugitivo”, lo explicó mejor: “Él combate los clichés y las definiciones fáciles; eso es, en parte, lo que lo convierte en un actor tan convincente. Haga de lo que haga, de terrorista o de mariscal, jamás busca el estereotipo. Es un actor de carácter, que evita los lugares comunes y compone personajes que tienen muchas dimensiones, algo muy atractivo para los espectadores”.
Ustedes lo vienen pensando desde que empezaron a leer esta nota, y tienen razón: Tommy Lee Jones es una especie de Clint Eastwood demócrata. De hecho, hablar de Eastwood le genera una efusividad inusual. “Admiro todo lo que hace Clint -le dijo a The New York Times en 2014-. Me gusta la forma en que dirige, su enfoque del cine, su relajado sentido del humor, su autoridad. Podría sentarme a sus pies y verlo trabajar todo el día. De hecho, lo hice”. Se refería a “Space Cowboys”, película de Eastwood en la que compartió protagónico con su ídolo. “Es uno de mis filmes favoritos. Profundiza en ideas importantes sin dejar de ser emocionante”, declaró Jones. Tal vez su única diferencia con el republicano Clint sea política: Tommy Lee es demócrata, defendió la candidatura presidencial de Gore en la Convención Nacional Demócrata del 2000 y dijo: “Al es lo más parecido a un hermano que tuve”. Desde entonces, trabajaron juntos en iniciativas de defensa del medio ambiente. Hasta que, en 2012, Jones rechazó una solicitud de los demócratas de Texas para que se postulara como senador.
El sur también existe
Tommy Lee vive en Terrence Hills, suburbio de San Antonio, y tiene ranchos en su ciudad natal, San Saba, y en Van Horn; todo en el estado de Texas, donde muestra sus habilidades para cabalgar y para criar ganado. “En el territorio del que provengo, no hay nada que no te pique, muerda o apuñale. Si le faltas el respeto, te paralizará”, comentó alguna vez. Es dueño, también, de una granja en Wellington, Florida, y de una casa rural en un barrio privado de Lobos, provincia de Buenos Aires, Argentina, donde disfruta de asados con amigos y todo tipo de actividades equinas. Él y su esposa, Dawn Lauren, suelen hacer apariciones de bajo perfil en el Hipódromo de Buenos Aires y en el Campo Argentino de Polo, el deporte preferido de ambos. En Argentina, Jones se mueve con autonomía, ya que habla muy bien español, idioma que aprendió desde su infancia con amigos hispanoparlantes.
De su vida íntima, como imaginarán, habla poco y nada. Se casó tres veces: con Katherine Lardner (el matrimonio duró desde 1971 hasta 1978), con Kimberlea Cloughley (1981-1996) y con Dawn Laurel (2001 hasta la actualidad). Tiene dos hijos, ambos del segundo matrimonio: Austin Leonard (nacido en 1982) y Victoria Kafka (1991). Al dirigir “Los tres entierros de Melquíades Estrada” sumó a su familia a la producción: Dawn fue la fotógrafa del rodaje; a Victoria Kafka, curioso nombre, le tocó encarnar a una joven inmigrante mexicana. Pero su padre la terminó echando. “Es una buena actriz y habla un español impecable -explicó-. Pero durante el rodaje tenía que levantarse a las cinco de la mañana y le costaba moverse de la cama. Así que la despedí”. Tommy Lee marca registrada. O, como lo definió Steven Spielberg: “Un hombre que no es sólo un instrumento solista sutil sino una maravillosa orquesta sinfónica”.