“Me metí con las anfetaminas; consumí por siete años, me gustaba cómo me hacían sentir. Tomaba más pastillas para quitarme el sentimiento de culpa. Me puse a juntar las que me animaban con las que me deprimían y llegó a ser un círculo muy, muy vicioso, me lograron derrumbar. Porque además de todo eso, pensaba que era invencible y que nada me podría herir. Rompí cada auto, camioneta y vehículo que manejé durante siete años. Una vez conté los huesos que me rompí y creo que fueron 17. La gracia de Dios fue la que me salvó de romperme el cuello. Me di cuenta de que las anfetaminas me estaban consumiendo. Después te volvés paranoico, pensás que todos quieren hacerte daño. No confiás en nadie, ni siquiera en los que amas. Fue como una pesadilla”, le contaba Johnny Cash, el rey de la música country, al periodista Robert Hilburn en una entrevista para Rolling Stone de marzo de 1973.
Por entonces tenía 50 años y una carrera musical que lo había llevado a lo más alto del reconocimiento popular pero que también lo había hundido en los pozos más oscuros. El más profundo de todos duró más de una década -y no solo siete años, como dijo en la entrevista- y lo llevó incluso a la cárcel cuando intentó “pasar” por la frontera 669 pastillas de efedrina y 475 ansiolíticos que había comprado en México.
“Era una bolsa de huesos. Parecía la muerte andante y lo sabía. Había un lado violento en esa persona. Hoy es una lucha continua. Sin embargo, sé que si me encomiendo a Dios cada mañana y soy honesto con él y conmigo mismo conseguiré llegar bien al final del día”, diría después hablando de aquella época y de su recuperación.
La adicción a las drogas fue solo uno de los monstruos que Cash -que murió hace hoy 20 años, cuando tenía 71, el 12 de septiembre de 2003- debió enfrentar durante una vida plagada de batallas interiores entre la culpa y la expiación, el amor por una mujer y la compulsión a la infidelidad, el “pecado” y la religión, la creación y la insatisfacción, el éxito y la marginalidad.
Peleas a todo o nada a las que sus composiciones les crearon una banda musical que lo llevó a convertirse no solo en el rey del country sino también un músico diferente e innovador del góspel, rock and roll y rockabilly, el único que comparte con Elvis Presley el galardón de estar presente en tres salones de la fama.
Crecido en el dolor
John R. Cash fue el cuarto de los hijos de Ray Cash y Cloveree Rivers, una familia golpeada por la Gran Depresión que se produjo luego del crack de la Bolsa de 1929 y que debió dejar todo atrás para establecerse en Arkansas, en una de las colonias creadas por Franklin Delano Roosevelt para que las familias pobres pudieran trabajar la tierra y tener una vivienda.
A los cinco años ya trabajaba en los campos de algodón de la granja. Eran jornadas arduas, de gran esfuerzo físico, que la familia enfrentaba cantando góspel mientras se agachaba sobre la tierra. De las experiencias de esa infancia, años después surgirían muchas de sus canciones, como Five High and rising, sobre las inundaciones en la plantación, y varios temas con letras referidas al golpe que significó la Gran Depresión para la clase trabajadora.
El dolor de esa vida difícil se potenció con la muerte de su hermano mayor, Jack, atrapado por la sierra giratoria del molino en que trabajaba. Sobrevivió apenas una semana, en medio de grandes sufrimientos porque los calmantes resultaban inaccesibles para el bolsillo familiar.
Johnny tenía 12 años y fue por esa época que comenzó a escribir sus primeras canciones. “Eran canciones de amor y canciones tristes. Creo que la muerte de mi hermano Jack tuvo mucho que ver con eso, mis poemas eran terriblemente tristes, y con mi hermano éramos muy, muy unidos. Le cantaba mis canciones a mi familia pero, bueno, sabés cómo son las familias: mi papá me daba una palmada en la espalda y me decía que eran buenas, pero que era mejor pensar en algo que me diera dinero. En cambio, mi mamá apoyó mi música al cien por ciento, a los 16 años quiso que tomara clases de piano y de canto, y aceptó lavar ropa para conseguir el dinero”, contaría en la entrevista de Rolling Stone.
A los 14 años consiguió un trabajo para llevar agua en unas cuadrillas de obreros y más tarde, en una fábrica de autos, hasta que estalló la guerra de Corea y se alistó en el Ejército. Lo destinaron a Alemania, donde pudo comprarse la primera guitarra.
Entre Vivian y June
De regreso de Alemania, en 1954, Cash se casó con Vivian Liberto y, a la vez, emprendió sus primeras grandes giras. Eran los mismos tiempos del surgimiento de la cultura beat, y Johnny y sus músicos hacían verdaderos “on the road” por distintos estados, lo que lo alejaba durante meses de su familia.
Con Vivian tuvo cuatro hijas: Rosanne, Kathy, Cindy y Tara, pero el matrimonio estaba destinado al fracaso. Los alejamientos de Cash, sus constantes infidelidades y el comienzo de su adicción a las drogas lo fueron minando poco a poco.
Vivian y Johnny seguirían juntos durante años, pero para 1956 Cash ya consideraba a su matrimonio como cosa del pasado. Ese año conoció a June Carter, integrante de The Carter Family, una banda de folk ya consagrada.
Se cruzaron en Nashville, cuando June acompañaba a su primer marido, el guitarrista Carl Smith en el Gran Ole Opry.
June y otros tres miembros de la familia se unieron al espectáculo de Cash en 1961. Para entonces, June y Johnny protagonizaban una relación conflictiva: los dos seguían casados, pero mientras Cash le proponía a June que fueran amantes, ella se negaba a jugar ese papel.
Lo que iba viento en popa era la unión musical, aunque algunos críticos escribieron que el trabajo con The Carter Family eclipsaba la figura de Cash. El músico no pensaba lo mismo: “Siempre fue tener su apoyo en el escenario, un gran honor y una gran oportunidad. Hizo que me mantuviera en las tradiciones de las que provengo, y eso siempre ha sido muy importante para mí, y gratificante”, explicó.
Cash y June se casaron finalmente en 1968. Johnny entonces compró una casa a orillas de un lago en Hendersonville para que vivieran juntos, a modo de una familia ensamblada. June se llevaba muy bien con las hijas de Cash y pronto tuvieron un hijo propio, John Carter Cash.
Para afuera, la familia daba una imagen de armonía, y tanto Johnny como June la sostenían con sus declaraciones, pero en realidad las cosas no iban demasiado bien: pese a estar enamorado de June, Johnny no podía vencer su compulsión a la infidelidad, ni tampoco abandonar su adicción a las drogas.
En su biografía sobre Cash, Hilburn -el mismo periodista que lo entrevistó para Rolling Stone- sacó a la luz un episodio que llevó a la pareja al límite: “Pensaba que conocía a Johnny Cash, pero no sabía que las cosas se habían vuelto tan oscuras. June estaba embarazada del hijo de John, John Carter. Se habían casado en el ‘68, esto pasó en el ‘69 y el niño nació en el 70. June, mientras está embarazada, se entera de que John tuvo o había tenido una aventura con su hermana Anita. Durante ese tiempo John tenía relaciones con otras mujeres, y una de ellas fue Anita”, escribió.
El recital en la cárcel de Folsom
En medio de todas esas tormentas de 1968, Cash y June protagonizaron un hecho que entraría en la historia musical de los Estados Unidos: dieron dos recitales en la prisión de Folson y transformaron la grabación en uno de los discos más exitosos del músico, At Folsom Prison.
Con ese proyecto, Cash quiso curar -de alguna manera- las heridas que le había dejado su propio paso por la cárcel y a la vez ironizar sobre la época por los marginados de la sociedad. Pero también fue una forma que encontraron su productor y sus propios compañeros para persuadirlo de que hiciera otro disco cuando su consumo de drogas había obstaculizado su producción discográfica.
El bajista Marshall Grant lo recordó así: “Fue una forma de hacer que sacara algo, porque no lo podíamos meter en el estudio. Y cuando lo metíamos en el estudio, no estaba para nada preparado. Entraba y empezaba a componer canciones ahí. No podés hacer eso, porque cada parte de nuestra carrera demuestra que, especialmente con nosotros y con él, tenés que tener las canciones, trabajarlas, tenerlas listas. Bueno, no podíamos hacer que hiciera eso. Así que salió la conversación: ‘Hagamos un disco en la cárcel de Folsom’”.
Cash aceptó la idea de inmediato, más que nada por su simpatía por los presos. “John tenía mucha empatía por los vagabundos, por los prisioneros. Para todos los que eran así. Venía de un origen muy humilde en Arkansas. Así que, si bien él adquirió muchas cosas en su vida, seguía sintiendo empatía por esa gente, y además lo hacía muy obvio. Era muy real con eso. Y eso es lo que lo llevó a las cárceles. Y en muchas la gente se volvía loca por nuestra voluntad de entretenerla, les transmitíamos que nos importaban”, contó Grant.
El recital fue un éxito y el disco grabado en las difíciles condiciones de la prisión se transformó en un hito de la carrera de Johnny Cash, pero el músico fue todavía más lejos. Supo que uno de los reclusos, Glen Sherley, componía canciones y se ofreció a interpretar una de ellas.
Además, lo invitó a sumarse a la banda cuando saliera de la cárcel. Esa última idea resultó mal: ya libre e incorporado al grupo, Sherley comenzó a amenazar -incluso de muerte- a los otros miembros, no se presentaba a los ensayos ni en el momento de comenzar una gira, y terminó suicidándose de un tiro en la cabeza.
“Glen Sherley es la única persona de la que estuve cerca y de la que tenía miedo todo el tiempo. Había algo en Glen Sherley que era diferente para mí. Era, digamos, una estrella en la cárcel, una gran estrella. Había estado ahí casi toda la vida y sabía todos los trucos, sabía cómo conseguir lo que quisiera y apareció en el mundo del entretenimiento, que era difícil. Sólo sobreviven los fuertes en el mundo del entretenimiento. Y Glen no podía con el mundo exterior. Johnny creyó que podía manejarlo, pero falló”, recordó el baterista Fluke Holland.
“Limpiarse” y seguir
La muerte de Sherley fue también un punto de inflexión para Cash: por primera vez se propuso seriamente dejar las drogas. June lo apoyó sin restricciones ni despegarse un momento de él. De ahí en más, pudo estar “limpio”.
“Bueno, el proceso comenzó cuando me casé con June. El amor y el fortalecimiento espiritual llegaron casi al mismo tiempo, y la religión tuvo mucho que ver con ello. Para mí, la religión y el amor son lo mismo, la religión es amor. Me casé en junio y desde ahí comenzamos a fortalecernos espiritualmente, creo que se puede ver cuando estoy en el escenario”, dijo Cash en la entrevista de Rolling Stone.
Sin la traba de la adicción a las drogas, la carrera de Cash se disparó aún más. Volvió a tocar dos veces en las cárceles, en la icónica prisión estadounidense de San Quintín y en un correccional de las afueras de Estocolmo, en Suecia.
Decía que se sentía bien brindando lo que sabía hacer a quienes estaban marginados de la sociedad.
Su sensibilidad social no se limitó solamente a eso. También invirtió muchas de sus ganancias en apoyar a asociaciones de salud mental, un hogar para niños autistas, refugios para mujeres maltratadas, la sociedad americana del cáncer, YWCA, la juventud para Cristo, la vida del campus, y otras sociedades sin fines de lucro.
June Carter Cash murió el 15 de mayo de 2003, luego de una operación a corazón abierto. Johnny la sobrevivió menos de cuatro meses, cuando seguía todavía grabando canciones que componía a ritmo febril pese a su precario estado de salud.
Quería seguir trabajando hasta el final. “Simplemente vivo el día a día y hago lo que me parece correcto en ese momento, no trato de adelantarme a nada ni nadie”, solía decir.