Nada en la vida de Michael Jackson fue convencional. Tampoco en su muerte. Su cuerpo fue encontrado sin signos vitales el 25 de junio de 2009 en su mansión de Los Ángeles, rodeado de medicamentos, jeringas, tubos de oxígeno, fotos de niños y una muñeca de película de terror. Doce días después se lo despidió con un megashow funerario transmitido a todo el planeta. Recién el 3 de septiembre, a 70 días del fallecimiento, fue enterrado -en medio de un escándalo mediático- en un cementerio para estrellas de Hollywood. Según la biografía “Untouchable”, de Randall Sullivan, la demora se debió a que Janet, hermana del Rey del Pop, había hecho un depósito de 49.000 dólares para asegurarse un nicho en Forest Lawn, cementerio vip, y no permitió que la sepultura se concretara hasta que le devolvieran ese dinero. Tiempo después, Janet -que confesaría que su hermano le decía “cerda”, “vaca”, “yegua” y “puta”- negó la información de Sullivan.
Michael Jackson murió agobiado por la inminencia de los cincuenta shows de la gira “This Is It”, que debía empezar tres semanas después en Londres. Quería recuperar su brillo -menguante- como estrella pop/top. El agotamiento, la ansiedad y el insomnio crónico lo torturaban. La noche del 25/6, después de un ensayo demoledor en el Staples Center de Los Ángeles (el estadio en donde iban a velarlo), tampoco pudo dormir. A la madrugada, le suplicó a su médico, Conrad Murray, que le diera distintas drogas para conciliar el sueño. El cóctel químico, que incluyó propofol, potente anestésico usado en cirugías, fue letal. Acusado de homicidio, Murray intentó desaparecer de escena. El cadáver del músico era una caja de pandora que los tanatólogos debían abrir. Pero antes, antes del bisturí, a simple vista, notaron el pésimo estado del cuerpo.
Las dos autopsias
El 26 y 27 de junio se hicieron las autopsias, la segunda por pedido de la familia. El diario británico “The Sun” reveló la información sobre el estado general del cuerpo: el Rey del Pop estaba pelado -una especie de pelusa le cubría parte del cráneo-, apenas comía -se calculó que lo hacía una vez al día- y su estómago sólo contenía restos de drogas químicas parcialmente absorbidas. Distintas partes del cadáver, en especial las rodillas, tenían cicatrices y moretones. Las cejas eran tatuadas, como el contorno de los labios. En lugar de nariz tenía un hueco cartilaginoso. Las caderas, muslos y hombros estaban plagados de pinchazos, en teoría por las inyecciones con analgésicos tres veces por día. Algunas costillas estaban quebradas por el intento de reanimación que le realizaron en su mansión y, después, en el Ronald Reagan UCLA Medical Center, donde lo declararon muerto.
Uno de los informes, firmados por el médico forense Christopher Rogers, indicó que Jacskon sufría vitiligo, una rara enfermedad que ataca las células epiteliales. El músico le había contado eso a Oprah Winfrey, en una entrevista televisiva de 1993. Según algunos médicos, la patología podía haberse producido por uno de los tantos tratamientos de blanqueamiento de piel. Las referencias estéticas del Rey del Pop eran la actriz Elizabeth Taylor y la cantante Diana Ross, dos amigas a las tomaba como modelo. Pero nada de esto tenía que ver con su muerte. Había que esperar el resultado de los estudios toxicológicos. Todos los caminos conducían al propofol.
La sospecha se confirmó días más tarde. El investigador forense Craig Harvey afirmó que el cuerpo no tenía evidencias de traumatismos ni marcas que generaran la sospecha de algún acto criminal. Los exámenes toxicológicos indicaron que Jackson había consumido sedantes, analgésicos, antidepresivos y anestésicos: el propofol, que le había suministrado Murray por vía endovenosa, lo había matado. El juicio al médico iba a comenzar en septiembre de 2011; el 29 de noviembre de ese año lo sentenciaron a cuatro años de cárcel por homicidio involuntario. Era la pena que había pedido el fiscal, David Walgren. Murray fue a prisión, pero fue liberado a fines de 2013.
Show funerario
El 30 de junio de 2009, Joe Jackson, padre de Michael, desmintió la versiones de que su hijo iba a ser enterrado en el Rancho Neverland -jaqueado por deudas millonarias que contrajo el músico- y explicó que el sepelio iba a retrasarse hasta que se conocieran los resultados de las autopsias. Una vez que eso ocurrió, el 7 de julio se hizo la ceremonia fúnebre en el Staples Center, sede de los partidos de Los Ángeles Lakers en la NBA y de la entrega de los Premios Grammy. A través del sitio web, se sortearon 17.500 entradas entre 1.200.000 fans que se habían anotado. El show mortuorio, transmitido por Internet y por 18 cadenas de televisión, fue seguido por 31 millones de personas en los Estados Unidos y por más de 2.500 millones en todo el mundo. El féretro de bronce, bañado en oro de 14 kilates, fabricado por la compañía Batesville Casket Company, estaba coronado por flores rojas. El modelo, usado para James Brown, se llamaba Prometeo. Pero, en este caso, sumaba un pequeño detalle: se sospechaba que los restos de Jackson no estaban ahí dentro.
La información necrófila era que la familia había pagado 25.000 dólares por ese ataúd, que su interior estaba recubierto por terciopelo azul y que guardaba tres notas de los hijos del difunto. El supuesto cuerpo -según los trascendidos, porque el Prometeo estuvo siempre cerrado- vestía un atuendo de Dennis Tompkins y Michael Bush, diseñadores de confianza de Jackson, y llevaba un guante blanco en la mano derecha (el guante fue el distintivo que usaron los fans en aquella despedida). En medio de un operativo de seguridad con 3.200 políticas, entre cámaras seguridad y alarmas alrededor de la capilla ardiente, desfilaron estrellas del espectáculo y del deporte, como Ron Boyd, Kobe Bryant, Jennifer Hudson, Martin Luther King III, Magic Johnson, Justin Timberlake y Beyoncé, entre muchos otros.
Limpiar la imagen
Más allá del espectáculo, lo más importante era redimir al muerto, cuya reputación había sido mellada por las denuncias de pedofilia. Hubo momentos musicales intensos, como -por ejemplo- los que estuvieron a cargo de Mariah Carey y Stevie Wonder, pero también instantes de recogimiento, de espiritualidad, de vindicación de lo afroamericano, aunque Jackson -generoso con su comunidad- hubiera intentando mutar a blanco. La familia se mostró unida y todos se conmovieron con los discursos de despedida, en especial con el de Brooke Shields, que había tenido una relación informal con el Rey del Pop, nunca del todo clara.
El reverendo Al Sharpton dio un sermón con tono de telepredicador. “Nada de lo que hizo vuestro padre fue extraño. Lo extraño fue todo a lo que tuvo que hacer frente”, remarcó. Sobre el final, Shaheen Jafargholi, un chico galés, cantó “Who’s Lovin’ You, canción con la que había brillado en un reality show británico. Los bailarines de “This Is It”, que se habían quedado sin trabajo por la muerte de Jackson, lo homenajearon con una de las coreografías del megashow trunco. El cierre fue de manual: los artistas reunidos cantaron “We are the World”. Luego, un coro de niños entonó “Heal the World”. Como cierre, Paris Jackson, una de las hijas de Michael, entonces de 11 años, se acercó al micrófono y dijo: “Desde que nací, papá siempre fue el mejor padre que una pudiera imaginar. Sólo quiero decirte que te quiero mucho”. Lágrimas colectivas. The End.
Elizabeth Taylor, una de las amigas más cercanas de Jackson, había faltado a la cita, a la que calificó de “circo”. “Simplemente, creo que Michael no querría que yo compartiera mi pena con millones de personas -explicó-. Lo que yo siento es algo entre nosotros, no algo que tenga que mostrar en un evento público. Dije que no iría al Staples Center y ciertamente no quiero ser parte de eso. Lo amaba demasiado”.
Sepultura, la película
A la despedida masiva, le siguió la incertidumbre: casi dos meses en los que no hubo noticias sobre el destino de los restos de Jackson. Hasta que su padre anunció que serían enterrados el 3 de septiembre en el Gran Mausoleo del Holly Terrace del cementerio Forrest Lawn, en Glendale. Esta ceremonia iba a ser, al menos en teoría, privada, restringida a los deudos. Sin embargo, la propia familia la grabó, con un impactante despliegue profesional -cámaras manejadas por expertos, iluminación cinematográfica, grúas y otros elementos de rodaje- , y, ¡sorpresa!, las imágenes se filtraron a través de los medios masivos de comunicación.
Randy Jackson, hermano de Michael, se mostró indignado... con la prensa. Dijo que la familia había permitido que se viera la llegada de los invitados al Glendale Forest Lawn Memorial Park, pero no la llegada del féretro. Y que la BBC había mostrado la ceremonia de inhumación completa desde un helicóptero, perturbando la despedida. “Le habíamos pedido a la prensa que respetara la privacidad y la inviolabilidad de este evento, para permitirnos un momento de intimidad para velar a Michael, como la familia que somos, por fuera de la esfera pública”, expresó Randy en un comunicado. Elizabeth Taylor participó, sí, de este cortejo. Poco tiempo después, el 25 de marzo de 2011, fue sepultada en el mismo sector del cementerio que su amigo Michael Jackson. Al momento de morir, ella tenía 79; él, 50. El acceso al Gran Mausoleo, con tumbas célebres, está restringido al público.