El imponente salón de las columnas de la Casa de los Sindicatos, en Moscú, estaba atestado de funcionarios, público, periodistas locales y –una verdadera rareza– también de corresponsales extranjeros. A pesar de la multitud, un silencio expectante envolvía el ambiente la tarde del 19 de agosto de 1960 y toda la atención estaba puesta en el norteamericano sentado en el banquillo de los acusados frente al tribunal que debía dictar sentencia.
Francis Gary Powers, piloto y espía a la vez, acababa de cumplir 31 años ahí mismo el día anterior, en la enorme sala que debía su nombre a las monumentales 28 columnas corintias que albergaba, y sus expectativas de cumplir un año más eran casi nulas.
El destino de los espías capturados en la Unión Soviética era uno solo: la muerte. Y no quedaban dudas de que Powers era uno de ellos. Lo habían capturado el 1° de mayo, cuando su avión -un sofisticado U-2 que pretendía ser invisible para la vigilancia aérea soviética– fue derribado y en las cámaras que llevaba se encontraron fotos de instalaciones nucleares.
Encerrado, interrogado y luego incomunicado en la prisión, recién unos días antes del juicio Powers supo que se había convertido en una pieza clave en el complicado juego de la Guerra Fría y que por eso seguía vivo.
Su captura le había permitido a Nikita Khruschev dar un portazo 15 días después en la Cumbre de Paris, que reunió a los jefes de estado de Francia, Gran Bretaña, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Así, la tensión diplomática escaló al máximo.
Powers supo todo eso por boca del abogado defensor que le asignaron de oficio, Mikhail I. Griniev, que le recomendó que se disculpara ante el tribunal para conseguir una condena más benigna que la muerte.
El piloto espía lo había hecho el día anterior, cuando le tocó hablar. “La situación en que me hallo no es buena. No he escuchado mucho las noticias desde que estoy aquí, pero entiendo que, como resultado de mi vuelo, se canceló la cumbre entre los dos estados por las armas nucleares y también la visita del presidente de Estados Unidos a Rusia. Sinceramente siento haber tenido algo que ver con esto. Ahora sé algunas de las consecuencias de mi vuelo y estoy profundamente arrepentido de haber participado en él”, le dijo al tribunal.
Ahora esperaba que le dictaran sentencia y se sentía al borde de la muerte. Por eso, tal vez, repasó una vez más los hechos que lo habían llevado hasta allí.
El espía que cayó del cielo
En 1960, John Le Carré no había publicado todavía su novela emblemática sobre la Guerra Fría, “El espía que surgió del frío”, pero en el caso de Powers se podría parafrasear ese título para caracterizarlo. Era el espía que cayó del cielo.
El 1° de mayo de 1960, Día de los Trabajadores, era feriado en la Unión Soviética, pero su vigilancia aérea no descansaba. Ese día Powers despegó de la base aérea que los Estados Unidos tenían en Badaber, Pakistán, con la misión de sobrevolar territorio soviético y fotografiar sitios o silos de misiles balísticos intercontinentales (ICBMs) nucleares en las cercanías de las regiones de Sverdlovsk y Plesetsk, y una vez cumplida la misión aterrizar en Bodø, Noruega.
Volaba un Loockheed U-2, capaz de navegar a gran altura y muy difícil de detectar. O eso se creía, porque la fuerza aérea soviética lo encontró y el teniente general de la Fuerza Aérea, Yevgueny Savitstky, ordenó que lo atacaran.
De acuerdo con la versión oficial soviética, el U-2 fue derribado cerca de la localidad de Degtyarsk, en la región de los Urales, por uno de catorce misiles antiaéreos S-75 Dvina disparados contra el avión espía, y Powers se eyectó y llegó a tierra con su paracaídas.
Te puede interesar: El espía del FBI que sirvió a los rusos, reveló secretos claves y vive totalmente aislado en una cárcel desde hace 22 años
Como a todos los espías, la CIA le había entregado una moneda de plata perforada desde su canto por un alfiler envenenado capaz de matar en segundos: el drástico –y único– modo de eludir los previsibles interrogatorios y torturas.
Según los soviéticos, Powers no se decidió a usarlo, pero la versión de Powers era diferente. El impacto del misil tierra-aire destrozó el ala derecha, y él calculó que podía salir del avión antes de accionar los interruptores de destrucción para que el enemigo no se apropiara de los secretos técnicos, pero aprisionado por las mangueras de oxígeno no pudo moverse, ni para suicidarse ni para quemar el avión.
Estaba todavía aprisionado dentro del avión cuando lo capturaron unos campesinos que lo entregaron a las autoridades. De inmediato fue a parar a Moscú para ser interrogado por la KGB.
También para convertirse en una carta que la Unión Soviética iba a jugar muy pronto.
La jugada de Khruschev
Powers fue capturado en un momento muy delicado. Trece días más tarde, los jefes de Estado de las cuatro mayores potencias del momento se reunirían en Paris para tratar el control de las armas nucleares.
Al día siguiente de la caída, Khruschev anunció al mundo, que un “avión espía” había sido derribado en territorio soviético, pero se guardó un as en la manga: no dijo que Powers estaba vivo ni que el U-2 estaba casi intacto.
El presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, asesorado por la CIA, respondió que no se trataba de un avión espía sino de una aeronave civil de investigación atmosférica de la NASA.
Era lo que Khruschev esperaba y el 7 de agosto le respondió: “Debo decirles un secreto. Cuando hice mi primer informe, deliberadamente no dije que el piloto estaba vivo y bien... y ahora miren todas las cosas tontas que las autoridades estadounidenses han dicho”, anunció.
No solo Powers estaba vivo, sino que además se conservaban importantes secciones de su aeronave. Los soviéticos se las ingeniaron para recuperar la cámara de vigilancia, e incluso revelaron algunas de las fotografías que había tomado.
La mentira de Eisenhower quedó expuesta a la opinión pública internacional cuando apenas faltaban seis días para la Cumbre de Paris.
Portazo en la Cumbre
El líder soviético llegó a Paris el 13 de agosto con un objetivo preciso: que el presidente norteamericano le pidiera disculpas públicamente por el espionaje en territorio soviético. Eisenhower se negó.
La discusión entre el soviético y el estadounidense fue subiendo de tono hasta que el presidente francés, Charles De Gaulle perdió la paciencia y cortó las protestas de Khruschev.
-Está armando un gran escándalo con todo esto. Hay probablemente una tonelada de acero ruso atravesando el espacio francés todos los días sin mi permiso. No tengo ni idea de qué hay dentro de esos satélites y usted no me lo ha contado. Y yo no estoy armando un gran alboroto por eso – le dijo.
-Solo me preocupa lo que sobrevuela la Unión Soviética con un hombre dentro. Si no tiene hombres a bordo, no me molesta – le respondió el soviético.
En su libro “Eyes in the Sky: Eisenhower, the CIA and Cold War Aerial Espionage”, la historiadora Theresa B Tabak , cuenta que Eisenhower no dijo una palabra mientras el francés y el soviético discutían, y que solo hizo una anotación en su block de notas: “muy interesante”.
La cumbre quedó trabada a partir de ese momento y el 16 de agosto Khruschev se fue de la reunión sellando su fracaso.
Te puede interesar: Operación Pastorius: ocho espías nazis en Estados Unidos, un traidor y seis ejecuciones en la silla eléctrica
Condena y negociación
Tres meses después del portazo de Khruschev en la cumbre de Paris, Gary Powers escuchó como el presidente del tribunal le dictaba una pena sorprendente. Esperaba la muerte, pero solo fue condenado a tres años de cárcel y siete de trabajos forzados.
Con esa pena benigna empezó otro juego, el del intercambio de espías. Los soviéticos estaban muy interesados en recuperar a uno de los suyos, Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, capturado por el FBI en junio de 1957 y condenado a 37 años de cárcel, que estaba cumpliendo en una celda solitaria de una cárcel de Atlanta, donde solo podía recibir las visitas de su abogado, James Donovan.
En una de esas visitas, el espía soviético – que nunca había entregado información a sus interrogadores – le dijo a Donovan: “Si algún día un espía norteamericano cae en mi patria, puedo ser más útil vivo que muerto”.
Vílyam Guénrijovich Fisher parecía destinado a morir en la cárcel, pero todo cambió cuando el avión de Powers cayó en territorio soviético.
Donovan convenció primero a los norteamericanos y después viajó a Berlín para negociar con los soviéticos. Las reuniones – contaría después – eran verdaderas partidas de ajedrez, donde cada palabra era un movimiento de piezas.
Finalmente lo logró, y con más éxito que el previsto: consiguió que, además de a Powers los soviéticos también liberaran a Frederic Pryor, un estudiante de Yale de 27 años, que preparaba una tesis en Berlín Oriental y cayó en manos de la Stasi, el servicio secreto de Alemania Oriental, acusado de enviar “documentos comerciales sensibles” a su país.
El intercambio se realizó la noche del 10 de febrero de 1962 sobre el puente Glienicke, sobre el río Havel, entre la zona de Berlín bajo administración de los aliados y Postdam, Alemania Oriental.
De regreso de la Unión Soviética
De regreso a los Estados Unidos Francis Gary Powers fue interrogado por la CIA, la compañía Lockheed (fabricantes del U-2) y la Fuerza Aérea. También tuvo que comparecer ante los senadores Richard Russell, Prescott Bush y Barry Goldwater para explicar, entre otras cosas, por qué no se había suicidado.
Finalmente se determinó que había seguido órdenes, no había divulgado información crítica a los soviéticos y había actuado como “un buen joven bajo circunstancias peligrosas”, como dijeron los senadores.
Salvado su honor de espía, trabajó para Lockheed como piloto de pruebas desde 1963 hasta 1970, año en el que publicó un libro acerca del incidente.
Murió en un choque de helicópteros cerca de Los Ángeles en 1977, mientras trabajaba como periodista para la televisión. Fue sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington.
En 2015, Powers fue interpretado por Austin Stowell en la película “Bridge of Spies”, dirigida por Steven Spielberg, que cuenta la negociación para el intercambio de espías – el primero de la Guerra Fría – que lo tuvo como protagonista.
Seguir leyendo: