Robert De Niro debe de estar fastidiado. Hoy cumple 80 años y, por la superstición periodística de las efemérides, su vida será exhibida -una vez más- en todo el planeta. Nunca le gustó. De hecho, es uno de los actores vivos más importantes y se sabe poco sobre su intimidad. Alguna vez dijo: “Lo más difícil de ser famoso es que la gente siempre es amable”. Y, en 1977, declaró ante la revista “Time”: “Después de dar una entrevista paso mucho tiempo tratando de explicar lo que quise decir. Con el estreno de mis primeras películas, concedía entrevistas, hasta que pensé: ‘¿Qué tiene de importante contar a qué escuela fui o cuáles son mis pasatiempos favoritos? ¿Qué tiene que ver eso con la actuación o con lo que pasa por mi cabeza?’ Nada”.
Sin embargo, hay hechos privados que marcaron sus ocho décadas de existencia y sus sesenta años como actor/estrella de cine (debutó en 1963 en The Wedding Party, de Brian De Palma). De Niro decidió revelarlos, mucho tiempo después de ocurridos, cuando tuvo el control sobre el relato; es decir, por fuera de la prensa. Un hecho central es la paternidad. No hablamos de lo que todos saben, de que a principios de este año fue padre a los 79 años. Tampoco de que en julio sufrió la muerte de su nieto de 19 años, Leandro, que había consumido droga con fentanilo. Hablamos de las marcas de origen, de los legados -buenos o malos, conscientes o inconscientes- transmitidos de generación en generación: el actor de El Padrino II, Taxi Driver, Toro salvaje, Cabo de miedo -y tantos tantos clásicos- está cruzado por esas cicatrices.
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La ley de la calle
Robert Anthony De Niro nació en Manhattan el 17 de agosto de 1943. Fue el único hijo de un matrimonio de artistas plásticos: Robert De Niro Sr y Virginia Admiral. La pareja, que se había conocido en la escuela de arte de Hans Hofmann -por la que pasaron Jackson Pollock, Mark Rothko, Lee Krasner y Clement Greenberg- se separó cuando su hijo tenía dos años. El divorcio no fue violento; al contrario, fue acordado y hasta cordial. Pero también cargado de secretos. El chico, que se quedó viviendo con su madre en Greenwich Village, los percibía con la claridad casi telepática que tienen los niños; pero otra cuestión era entenderlos.
Su padre, pintor abstracto de ascendencia irlandesa e italiana, mantuvo el vínculo con él; su madre, que muy joven le había vendido obras al Museo de Arte Moderno de Nueva York, empezó a trabajar como mecanógrafa para ganarse la vida. Aunque no tenían dinero, Robert Sr y Virginia compartían una sala en Bleecker Street: centro de reuniones de la bohemia, la intelectualidad y el arte neoyorkinos. También escribían, juntos, textos para Anais Nin, escritora francesa pionera de la literatura erótica. Virginia, además, hacía tareas sociales y defendía causas progresistas. Con su hijo, sin embargo, era distante.
A los 16 años, Robert Jr intentó alejarse de la vida familiar (como si eso fuera posible). Dejó la escuela secundaria -la Elisabeth Irwin High School- y se volcó a las calles de Little Italy, en donde se sintió fascinado por personajes de los que tomaría rasgos para sus composiciones de pandilleros y gángsters. Al mismo tiempo, el cine se transformó en su otra pasión y su otro escapismo. La idea de convertirse en actor fue instantánea. Su intención era probar ser otro sin exponerse -según sus parcas declaraciones- a las consecuencias de la vida real.
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En el nombre del padre
Mientras se presentaba en los primeros castings, De Niro se conmovía por los esfuerzos de su padre para trascender en el mundo del arte. En muchas de sus audiciones para lograr un papel, solía mostrar una carpeta con bocetos de las pinturas paternas y se presentaba ante los directores de una manera inusual: “Soy Bob De Niro y estoy seguro de que oíste hablar de mi padre, un gran artista”. En los años siguientes, su carrera, la de Bob, fue en franco ascenso, de la mano de De Palma, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y otros monstruos del cine; la de Robert Sr, que había sido parte del movimiento abstracto modernista, tendió en cambio al declive. Otros nombres de la Escuela de Nueva York lo desplazaron; y el arte pop, con Andy Warhol y Roy Lichtenstein a la cabeza, terminaría de eclipsarlo.
Convertido en estrella, Robert De Niro (ya no junior sino Robert De Niro a secas, el único, el que despertaba admiración masiva) compró un departamento para su padre y otro para su madre, que no habían formado nuevas parejas estables -ella tenía muchas, pero inestables- y seguían siendo amigos. En 1993, Robert Sr murió, a los 71 años, de un cáncer de próstata, la misma enfermedad que su hijo -que jamás pudo quitarse de encima una culpa vaga y sin fundamento- sufrió y superó en 2003. Recién en 2014, cuando estaba a punto de alcanzar la edad que tenía su padre al morir, De Niro contó lo que siempre había sabido, aunque tal vez no había asumido o ni siquiera comprendido: que su padre era gay y lo había ocultado, sobre todo en los ultraconservadores años 40 y 50. Lo contó, cómo no, a través de una película.
Testimonio orgulloso
El documental, presentado en el Festival de Sundance, se llamó Remembering the Artist. De Niro, enemigo de las entrevistas, fue tapa de “Out”, revista de cultura con perspectiva homosexual, bajo el título “Mi padre gay y yo”, y habló con franqueza del tema. “Me sentí obligado a sacar a mi padre del ropero; tenía que hacerlo -dijo-. Él estaba en conflicto por ser gay, tal vez por pertenecer a una generación conservadora y por haber nacido en un pueblo chico (Syracusa, Estado de Nueva York). Nuestra relación no era la típica de padre-hijo que juegan al béisbol juntos. Yo no era muy consciente de qué lo hacía sufrir, me hubiera gustado haber hablado de eso con él. A mi madre no le gustaba hablar en general y, a cierta edad, yo no estaba interesado en las cuestiones familiares. Mi padre estuvo ausente en algunos aspectos de mi vida, pero era muy cariñoso, me adoraba”.
En el mediometraje, de 40 minutos, De Niro abordaba sobre todo el costado artístico. “Era mi obligación documentar la obra de mi padre para preservarla para futuras generaciones”, dijo el actor, ganador de dos Oscar. Y también: “Esta película era un sueño que tuve durante muchos años. Años que pasaron sin que hiciera nada, no sé por qué. Mi deseo es rescatar a mi padre, un hombre que era diferente, nada convencional, un artista de verdad”. En sus diarios, su padre había dejado su testimonio triste: “Ser pintor es una aflicción, como ser homosexual. Hay que tener la fuerza para continuar trabajando sin esperanzas de ser reconocido. Como seguir viviendo sin esperanzas de una unión romántica plena”. De Niro, en ese entonces padre de seis hijos y abuelo de cuatro nietos, confesó que no había logrado leer el diario paterno entero, pero aclaró que intentaría hacerlo en un futuro.
“Mi padre me amó como yo amo a mis hijos y nietos. Quiero que ellos sepan quién fue su abuelo y que vivan con libertad y hablen a tiempo, que entiendan que no hay que dejar las cosas para después, porque el después puede ser muy tarde”, se lamentó. Gracias a su fortuna, había podido mantener el estudio de pintura de su padre en el Soho, tal como Robert Sr lo había dejado. “No podía siquiera pensar en desmantelarlo y venderlo”, explicó el actor, que luego volvió a su habitual silencio.
En el nombre del hijo
En 2016, Donald Trump venció a Hillary Clinton en las elecciones y a comienzos de 2017 asumió como presidente de los Estados Unidos. Poco después, De Niro, votante demócrata, declaró: “Cuando ves a alguien como Trump convertirse en presidente, piensas: ‘Bueno, veamos qué hace, tal vez cambie. Pero no. Empeora. Demostró que es un verdadero racista. Pensé que tal vez como neoyorkino entendería la diversidad, pero es tan terrible como pensaba que era, o mucho peor. Es algo muy malo para este país. Uno de mis hijos es gay, y le preocupa que lo traten de cierta manera. Hablamos con él de eso”.
Hasta entonces, De Niro tenía seis hijos: Drena y Raphael, de su matrimonio con Diahnne Abbott; los gemelos Julian y Aaron, de su relación con la modelo y actriz Toukie Smith; y Elliot y Helen Grace, de su matrimonio con Grace Hightower. Este año nació la séptima, Gia Virginia Chen De Niro, nacida de su relación con Tiffany Chen. El actor lo reveló, para el asombro general, en una entrevista que dio en mayo por el lanzamiento de la película Todo sobre mi padre, detalle que parece agregado por un mal guionista.
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