Lo primero, en medio de los aplausos, fue el beso de su hermano Ben. Después la caminata a paso lento hasta el escenario, el pelo largo atado en una colita desprolija y la barba, también larga, propia de ese estilo que registró en su primer trabajo como realizador, cuando dirigió a su amigo Joaquin Phoenix en el falso documental I’m still here (2010). Entonces Casey Affleck tomó el micrófono, entre tímido y nervioso, para agradecerle con su voz rota a Denzel Washington, una de las personas que según él le enseñaron a actuar y que estaba nominado al Oscar a Mejor Actor junto con él en esa premiación de 2017.
Fue por Manchester by the Sea, el drama de Kenneth Lonergan que había filmado un año antes y que tanto tenía que ver con su propia historia, donde el fantasma del alcoholismo lo acechó desde demasiado chico. También le agradeció especialmente a Matt Damon, productor de la película, por darle la oportunidad, y a sus padres por creer en él. Para cerrar el discurso, le dijo a Ben que lo amaba. La dupla creativa y de amistad entre Damon y su hermano mayor había sido esencial en el camino hacia el triunfo de esa noche.
Nacido en Falmouth, Massachusetts, el 12 de agosto de 1975 como Caleb Casey McGuire Affleck-Bold, su madre era una maestra de primaria formada en Harvard y su padre un aspirante a guionista que “pasaba la mayor parte del tiempo desempleado y borracho”, tal como Ben –tres años más grande que él– le contó a The Hollywood Reporter hace un par de años. “Tomaba todo el día, todos los días” y “era un desastre, un alcohólico perdido”, le dijo el propio Casey a Marc Maron en el podcast WTF: fue un alivio para los hermanos cuando se separó de la madre.
El padre –que tiempo después recuperó la sobriedad y el vínculo con ellos– pasó entonces dos años viviendo en las calles de Cambridge, en las afueras de Boston, la pequeña ciudad en la que la familia se había establecido un tiempo antes y que su hermano iba a retratar más tarde con Damon en el guión de En busca del destino (1997), la película de Gus Van Sant con la que ambos actores se consagraron definitivamente a los 25 años y en la que Casey hizo de uno de los cuatro amigos del grupo, en un papel escrito especialmente para él.
Se habían conocido cuando el actor de Jason Bourne era su vecino y podían verse desde las ventanas de sus cuartos; la madre de Damon era profesora de Desarrollo Infantil y se hizo muy amiga de la de los Affleck: “Casi nos forzaron a pasar tiempo juntos”, contaron Matt y Damon en 1997 a Interview Magazine. El hermanito fue parte de la pandilla desde sus comienzos, igual que en la película: “Estábamos pegados todo el día. Aunque en el colegio fuéramos a distintos grados, teníamos los mismos amigos”, le dijo Casey al Daily Telegraph el año pasado.
Para cuando entraron en la secundaria, todos tenían claro que querían ser actores. Los Affleck ya habían trabajado en comerciales y en films independientes y pasaban horas en “reuniones de negocios” para planear su desembarco en Hollywood: los tres se mudaron a un departamento en Los Ángeles en cuanto el menor cumplió 18. Era una especie de rebelión para esos hijos de un pueblo universitario; las madres, horrorizadas, les insistían a coro: “¿Por qué no quieren ser médicos?”. La respuesta estaba en el film de Van Sant: también ellos buscaban su destino.
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El debut de Casey en una gran producción también había sido a las órdenes del director de Elefante, en la inquietante To die for (1995), como uno de los adolescentes sociopáticos a los que seducía Nicole Kidman para matar a su marido. El otro adolescente era Joaquin Phoenix y en los meses en que duró la filmación se hicieron íntimos amigos: era inevitable que esos dos hermanitos menores, talentosos y criados en familias disfuncionales no se sintieran identificados entre sí a primera vista.
En esa época todavía le costaba vivir de la actuación, y se mudó a Washington para estudiar Ciencia Política. El paso por la Universidad de Washington fue breve, pronto pasó a Columbia, en Nueva York, pero su carrera se interrumpía todo el tiempo por los rodajes y terminó apostando de lleno a la actuación. Todavía tiene dudas por la inestabilidad inherente al oficio: “Nunca estoy convencido, porque es difícil. Ya sé que hay mil maneras más duras de ganarse la vida y estoy agradecido por lo que me tocó, pero no hay seguridad. Si no tenés ahorros, trabajás para comer, y yo no quiero tener que hacer malas películas. Todavía no logré estar de ese lado en que estás hecho y siempre vas a tener trabajo y la suficiente plata para elegir. Voy de film en film”, le dijo a The Daily Beast en 2017, después de aquel Oscar que llegó en plena controversia. Affleck tenía dos denuncias por abuso sexual y en ambos casos llegó a acuerdos extrajudiciales que –como parte del arreglo– no trascendieron. En plena revisión del #MeToo y con las acusaciones sobre la mesa, al año siguiente no pudo entregar el Oscar a la Mejor Actriz, como tradicionalmente hacen los ganadores del premio.
Había aprendido la importancia de elegir sus papeles en los años que siguieron al éxito de En busca del destino, cuando le puso el cuerpo a una serie de fracasos. Los críticos llegaron a decir que estaba “demasiado deprimido” como para actuar. Por entonces Van Sant le dio una mano y lo llamó como asistente de dirección en Finding Forrester (2000). Eso fue lo que hizo que también se interesara por estar detrás de las cámaras: “¿Imaginan una escuela de cine mejor que esa? Gus no sólo es alguien que amo, sino la persona que tal vez más me enseñó sobre esta industria”, le dijo Awards Daily en 2013.
Su participación en Ocean’s Eleven (2001) lo devolvió a las grandes ligas. Se había puesto de novio con Summer, la hermana de Phoenix, en el set de Committed (2000) y pronto harían juntos la obra de teatro This Is Our Youth (2002) en el West End londinense y dirigidos por Lonergan. En Nueva York eran vecinos de Van Sant y Damon (que también actuó en la puesta de Londres); con ellos escribió el guión de Gerry (2002), donde él y Matt encarnaron a dos senderistas perdidos.
Summer y Casey se casaron en Savannah, Georgia, en 2006, el mismo año en el que él obtuvo su primer protagónico en la comedia independiente Lonesome Jim, dirigida por Steve Buscemi. Él hacía un papel que conocía bien, el de un escritor deprimido; pero la vida parecía ir mucho mejor. Indiana había nacido en 2004 en Amsterdam mientras él filmaba Ocean’s Twelve y fue parte de la ceremonia dos años más tarde, junto con todos los amigos y hermanos famosos de la pareja. El ya estaba en pleno rodaje de Gone, Baby, Gone a las órdenes de Ben.
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En 2007 recibiría críticas elogiosas después de mucho tiempo por su actuación en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, junto a Brad Pitt, y ese año también nacería su hijo Atticus. Su voz, que otras veces había sido motivo de burlas y cuestionamientos sobre sus verdaderas capacidades actorales ahora era apreciada como un rasgo de su carácter. Fue nominado al Golden Globe, el premio de la SAG y el Oscar como Mejor Actor de Reparto. Después de ver Gone, Baby, Gone, una periodista de The New York Times diría: “No estoy segura exactamente de cuándo Casey Affleck se convirtió en un actor tan bueno… La mayoría de los actores quieren que los amen, pero él no parece saberlo, o tal vez no le importe”.
Eso quedó demostrado al poco tiempo cuando, después de pasarse dos años pergeñando el proyecto, él y Joaquin Phoenix filmaron I’M Still Here, donde, uno detrás y otro delante de cámara, documentaron una locura que no les era ajena, incluso aunque después dijeran que todo era un montaje de ficción guionado hasta el más mínimo detalle. La prensa se quejó de que era una broma que difícilmente entendiera el público. Pese a eso, la película –en la que Affleck dejó todo su dinero– todavía es considerada de culto, y tiene con qué: incluso si nadie la entiende, es el chiste de dos ganadores del Oscar.
Con La ley del más fuerte (2013), junto a Christian Bale, volvió a cautivar a la crítica y a amigarse con su destino de actor. Y entonces llegó ese alcohólico hundido en la pena que le dio el Oscar como Mejor Actor. En realidad era Damon quien iba a protagonizar el film, pero cuando la filmación se superpuso con otros compromisos, Lonergan y él acordaron que Affleck sería un buen reemplazo: era amigo de los dos y había colaborado con comentarios sobre el guión. Además, en él la tristeza contenida era más creíble que en nadie.
La película se estrenó en noviembre de 2016, apenas unos meses antes de que su representante anunciara que le había pedido el divorcio a Summer Phoenix por “diferencias irreconciliables” tras más de una década juntos. Al igual que su hermano, llevaba tiempo luchando contra el alcoholismo. Ese año aseguró que hacía tres estaba sobrio.
En 2018, cuando Ben entró en rehabilitación, Casey admitió en una entrevista que ambos venían “de un largo linaje de alcohólicos”. “Ben es un adicto y un alcohólico. La mayoría de nuestros abuelos lo fueron. Mi padre es un alcohólico, y con todo lo malo que puede ser eso, ha estado sobrio por 30 años. Yo llevo sobrio casi seis. Mi hermano está tratando de ponerse bien y eso es algo muy difícil. Tiene los recursos y el tiempo y, afortunadamente, puede usarlos para internarse en una clínica”, dijo.
La luz de mi vida, dirigida, guionada y protagonizada por él en 2019, se estrenó en la Berlinale con buenas reseñas. Y lo mismo pasó con Our Friend, el drama biográfico en el que compartió cartel con Dakota Johnson. De pronto había llegado a ese punto en el que podía elegir sus películas. En breve se lo verá en Dreamin’ Wild junto a Zooey Deschanel y en una historia que otra vez lo toca de cerca: la de dos hermanos artistas –Donnie y Joe Emmerson– que soñaron grande y salvaje, contra todos los obstáculos posibles, incluídos ellos mismos.
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