El año pasado, Up Close & Personal, el blog personal donde da consejos y recetas de cocina, decoración, belleza, moda y jardinería, reemplazó hace un año a su tradicional revista Living, que dejó de imprimirse después de tres décadas. Podría haberse visto como una derrota, pero tanto el blog como el sitio de e.commerce de Martha Stewart se convirtieron de inmediato en portales de lectura obligatoria para cualquiera que quiera estar al día sobre las últimas tendencias en lifestyle. A los 82 años, la empresaria conocida como “la decana de lo doméstico” acaba de reinventarse una vez más como una de las influencers fundamentales de la revolución senior.
Para muestra, su hazaña más reciente: hace un par de meses posó vital y en traje de baño para la portada de Sports Illustrated. “Mi motivación fue mostrarle a la gente que una mujer de mi edad aún puede verse bien, estar bien”, dijo entonces en un video que se difundió en redes sociales para promocionar la edición. Fueron casi diez cambios de vestuario en la playa para una tapa récord: “Soy la persona de mayor edad en una portada de Sports Illustrated… Y no pienso mucho en la edad, pero creo que esto es algo histórico y que es mejor que me vea realmente bien”, aseguró Stewart y, como siempre, animó a otras mujeres a seguirla.
“Mi lema siempre ha sido: ‘¡Cuando has terminado de cambiar, estás acabado!’... Así que me dije, ‘¿Por qué no vas a estar preparada para esta oportunidad?’ Espero que lo que hice las inspire a desafiarse a ustedes mismas, a probar cosas nuevas, sin importar en qué etapa de la vida se encuentren. Hay que cambiar, evolucionar y ser valientes”, escribió entonces en su cuenta de Instagram, donde tiene más de 4 millones de seguidores.
Y es que Martha Stewart lleva 67 años desafiándose a sí misma en cada etapa. Nacida en Nueva Jersey el 3 de agosto de 1941 como la segunda de los seis hijos de los Kostyra, un matrimonio de maestros de origen polaco, a los 15 hizo sus primeros trabajos como modelo publicitaria. Primero fue un comercial para Unilever; después para los cigarrillos Tareyton en un aviso famoso por su slogan “Los fumadores prefieren pelear a cambiar” y sus polémicas imágenes de hombres y mujeres con un ojo morado. Alguna vez contó que le pagaban US$15 la hora, una cifra nada despreciable para una estudiante de secundaria y mucho más abultada que el dólar que ganaba por hora como babysitter.
Como todas las chicas de su época, aprendió de su madre –Martha, como ella– a cocinar y coser. Siempre dijo que su padre, Edward, le enseñó los secretos de jardinería que más tarde serían parte de su portfolio de ama de casa perfecta. Pero si algo supo hacer desde el principio Stewart fue construir y vender su propia historia. La verdad es que Stewart fue influencer mucho antes de que existieran la palabra y las redes: las tejió sola.
Después de graduarse se inscribió en el Barnard College de la Universidad de Columbia; quería estudiar Química, aunque al poco tiempo se pasó a Artes e Historia. Seguía modelando para pagar la facultad y llegó a desfilar para Chanel. Por entonces conoció a un estudiante de Derecho de Yale con quien se casó en 1961, después de que él se recibió: Andrew Stewart. Ella tenía veinte y al año siguiente volvieron juntos a Barnard para que ella completara sus estudios en Historia e Historia de la Arquitectura.
Brillante y precoz, no tardó en aprender el negocio del padre de Andrew, que era corredor de Bolsa. Mientras tanto, su marido fundaba su propia agencia de publicidad y se hacía fuerte como asesor de muchas otras compañías. Pronto se mudaron a un rancho de 1800 en Westport, Connecticut, que ella se ocupó de restaurar y decorar. Casi sin proponérselo, comenzaba una nueva carrera como diseñadora de interiores: esa casa se convertiría en la inspiración de lo que más tarde sería el set de su célebre programa de TV, Martha Stewart Living. Empezó a ganar fama por sus fiestas, en la chacra de Westport y en su casa de Nueva York.
Su única hija, Alexis, había cumplido 11 años cuando Martha sintió la necesidad de volver a trabajar full time. Junto a una vieja amiga de sus tiempos de modelo, montó una empresa de catering en el sótano de su casa. Era 1976 y había devorado Mastering the Art of French Cooking, el best-seller de la chef Julia Child, famosa por introducir la cocina francesa en los Estados Unidos. Tenía, además, un talento natural para descubrir lo que quedaba bien y podía adaptarse al gusto masivo, la mezcla exacta entre moda y sofisticación. El negocio prosperaba y Martha compró la parte de su amiga con la que la sociedad no le resultaba del todo fácil.
Andrew, que para entonces era presidente de una editorial importante en Nueva York, contrató a su mujer para hacer el catering de un gran lanzamiento del que participaba Alan Mirken, el CEO de Crown Publishing. Mirken se impresionó en el acto con el nivel del servicio y también con los encantos de la dueña de la empresa; le propuso hacer un libro de cocina con recetas y fotos de sus eventos. Entertaining se publicó en diciembre de 1982 y fue un éxito de ventas al que le siguieron Martha Stewart’s Quick Cook (1983), Martha Stewart’s Hors d’Oeuvres (1984), Martha Stewart’s Pies & Tarts (1985), Weddings (1987) –porque su empresa se fue haciendo cada vez más fuerte en la organización integral de fiestas de casamiento–, The Wedding Planner (1988), Martha Stewart’s Secrets for Entertaining (1988), Martha Stewart’s Quick Cook Menus (1988), y Martha Stewart’s Christmas (1989), entre otros. A la par se convirtió en una columnista habitual de los diarios y revistas más importantes de los Estados Unidos, además de un personaje reconocible en los eventos más exclusivos y en programas como el show de Oprah Winfrey y el de Larry King.
A medida que se transformaba en una celebridad con peso propio, Stewart fue distanciándose del padre de su hija. Llevaban dos décadas juntos cuando firmaron el acuerdo de divorcio en 1990, aunque ella conservó el apellido como un sello propio. Ese año también firmó el contrato por el que publicaría una revista con su nombre, la mítica Martha Stewart Living, que llegó a vender más de 2 millones de ejemplares por edición. Pronto iniciaría también un show de TV basado en los mismos contenidos de la revista y con el mismo nombre, que se extendió hasta 2004.
Para 1995 la revista New York la declaró “la mujer americana definitiva”. En la nota de tapa, la periodista Barbara Lippert decía sin exageraciones que Stewart era “más que una franquicia, más que un modo de vida, más que una actitud: una marca registrada viviente”.
Dos años después estaba al frente de su propio multimedios, Martha Stewart Living Omnimedia –dividido en cuatro grandes áreas: Internet, publicaciones, plataformas de medios de radiodifusión y líneas de productos–, que en el 99 comenzó a cotizar en la bolsa de Nueva York. Apenas las acciones salieron al mercado se convirtió en billonaria: la primera mujer que había logrado serlo sin que hubiera una herencia de por medio, la primera billonaria “self-made” en los Estados Unidos.
Eran los años en los que los grandes almacenes como Kmart, Macy’s, JC Penney y Home Depot se peleaban para tener sus sábanas, sartenes, toallas, sobres, empapelados y muebles de cocina. Hasta que, a fines de 2001, trascendió que había usado información privilegiada antes de vender 4.000 acciones de la empresa biotecnológica ImClone Systems, un día antes de que cayeran el 16%. En los meses posteriores, los medios por los que siempre había sido mimada se dieron vuelta para mostrar sus miserias y miserabilidades, incluyendo los desacuerdos con su hija Alexis, que luego escribiría un libro en el que no la dejaba bien parada en absoluto (Whateverland: Learning to live here, en 2011). Newsweek hizo una tapa con ella a la que tituló “El lío de Martha”, justo a ella, la diosa pagana del orden y la perfección doméstica.
En marzo de 2004, después de un juicio mediático que duró seis semanas, fue encontrada culpable de conspirar para obstruir a la justicia y condenada a cumplir cinco meses de detención efectiva en una prisión federal, más supervisión y monitoreo electrónico por dos años desde su liberación. En un acuerdo en agosto de 2006, se comprometió a pagar tres veces las pérdidas evitadas y a no aceptar cargos en compañías públicas por un plazo de cinco años. A los 65, parecía que estaba acabada.
Por el contrario, durante sus meses en la Prisión Federal de Alderson, en West Virginia, Stewart hizo amigas y aceptó ser llamada Mrs Diddy, como le confiaría –aún con domiciliaria en su rancho de Bedford, en Nueva York– a Vanity Fair. “Era un lugar pequeño, un puntito en el Universo, y a nadie le importa una vez que estás ahí, así que tenés que cuidarte vos misma”, le dijo a la periodista que la entrevistó mientras aprovechaba el confinamiento para remodelar la casa y preparar su regreso con un spin off del reality El aprendiz, que había conducido Donald Trump, y una nueva línea de productos para el hogar que incluía muebles y pinturas de interior.
La columnista de The New York Times Maureen Dowd, ya había pronosticado que ese regreso sería triunfal: “A los americanos les gusta ver golpeadas y humilladas a las mujeres que se ponen los pantalones. Después, en un ritual de redención muy gratificante, les gusta también ver cómo esas mujeres golpeadas son recompensadas. La gente quiere mucho más a Hillary [Clinton] y a Martha ahora que están ‘rotas’”. Era cierto, aunque Stewart –igual que Hillary– no estaba dispuesta a regodearse en su desgracia: dijo que si habían ido tras ella era para disciplinar a otros, y que no pensaba disculparse con nadie. Para fines de 2005 tenía otra vez dos shows en televisión –a su versión de El Aprendiz no le fue tan bien, pero el Show de Martha Stewart seguía fuerte– y un nuevo libro sobre management, Martha Rules.
En 2007 firmó un contrato para diseñar una colección exclusiva de dos mil ítems para Macy’s, un récord total para esa tienda. Imparable, lanzó otra línea de muebles, una marca de vino con su nombre en varios blends y un canal satelital, además de aliarse con Costco para vender comidas congeladas. Entre muchos otros negocios, en 2014 creó una tienda online de Martha Stewart en sociedad con Ebay. Íntima del rapero Snoop Dog, tuvo un programa con él hasta 2017 en el que mezclaban cocina, música y juegos. Desde 2019 es consultora de una compañía que produce marihuana. El año pasado sumó tres nuevos shows: Martha Gardens, Martha Cooks y Martha Holidays.
Su último novio conocido fue el también billonario Charles Simonyi, de quien se separó en 2008 tras una relación de 15 años. Mucho más famoso es su breve romance con Anthony Hopkins, justo después de su divorcio. Lo dejó después de ver El silencio de los inocentes (1991): “Ya no podía estar con él sin asociarlo con Hannibal Lecter”, dijo entonces. Ahora aseguró que, luego de la tapa de Sports Illustrated en mayo último, recibió “algunas invitaciones, sólo un par” para salir. Sin especificar de quienes fueron, aclaró que no está buscando realmente una relación porque tiene demasiado trabajo con sus “otras prioridades”. “Mi jardín es demasiado importante”, explicó entre risas.
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