Fatboy Slim, el DJ que no pensaba llegar a los 60, recibía a los periodistas con cocaína y daba shows borracho

El productor británico, figura legendaria de la música electrónica, sigue con su carrera frenética en el verano europeo. Hace veinte años reunió a 250 mil personas en un recital rave playero que terminó en un caos con muertos. Tiene un patrimonio de 40 millones de dólares, propiedades, autos de alta gama, un bar que atendía durante la pandemia y parte de un equipo de fútbol. Sólo pide que no lo obliguen a llevar una vida decente

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En realidad, Fatboy tiene 27
En realidad, Fatboy tiene 27 años: es viejo pero no tanto para sus fanáticos. El que cumple 60 es Norman Quentin Cook, nacido el 31 de julio de 1963 en Bromley, Londres, bajista en los 80 de la banda indie The Housemartins y pionero en los 90 del género big beat, mezcla de hip hop, breakbeat, rock y rhythm & blues (Getty)

Aunque estimaba -con razón- que a esta altura iba a estar muerto, Fatboy Slim, legendario DJ, músico y productor británico, hoy cumple 60 años en medio de una de sus giras frenéticas en pleno verano europeo. Fiel a su estilo, camisa hawaiana, íconos amarillos de smiley y aspecto de personaje salido de “Trainspotting”, en los próximos días se presentará en Charlbury, Reino Unido; Munich, Alemania, Gallipoli, Italia; e Ibiza, España, ante multitudes de feligreses que podrían ser sus hijos o nietos. “Mi público no cambia -asegura el “pastor electrónico”-. Desde que empecé, me siguen siempre jóvenes. Recién ahora estoy empezando a darme cuenta de que soy el único que está envejeciendo. A veces hablo con algún seguidor, le recuerdo cierto show o tema y me mira con cara de no saber de qué hablo. Después pienso: es lógico, si ni siquiera había nacido”.

En realidad, Fatboy tiene 27 años: es viejo pero no tanto para sus fanáticos. El que cumple 60 es Norman Quentin Cook, nacido el 31 de julio de 1963 en Bromley, Londres, bajista en los 80 de la banda indie The Housemartins y pionero en los 90 del género big beat, mezcla de hip hop, breakbeat, rock y rhythm & blues. En 1996, convertido en DJ, batió el récord mundial de seudónimos (Pizzaman, Freak Power, Mighty Dub Cat y decenas de etcéteras), hasta que se quedó con Fatboy Slim (Muchacho gordo delgado), ya no recuerda cómo ni por qué. “Fatboy Slim no significa nada. He dicho tantas mentiras diferentes a lo largo de los años que no puedo recordar la verdad. Es sólo un oxímoron, una palabra que no puede existir. Me calza perfecto: es un nombre un poco tonto e irónico”, dice.

Ya lo ven: este hombre niño -o a la inversa- es un bromista que no suele tomarse en serio. Gran punto a su favor. “Mi misión es que todo el mundo sonría y baile”, repite. Pero tampoco crean que es tan despreocupado. Si lo fuera, no tendría un patrimonio de 40 millones de dólares, no ganaría más de 3 millones por año ni 250 mil dólares en cada show grande. Ojo, también trabaja al menudeo animando fiestas: en 2005, Ronaldo, entonces jugador del Real Madrid, lo contrató para que musicalizara su boda con la modelo Daniella Cicarelli por 14 mil dólares la hora y, desde luego, comida gratis. Fatboy es además dueño de propiedades en Brighton -su lugar en el mundo-. Somerset y Portsdale, de autos de alta gama -un Aston Martin, un jaguar, un jeep Cherokee, entre otros-, de la elegante cafetería Big Beach Cafe -en la que trabajó como mozo durante la pandemia- y del 12 por ciento del Brighton Hove Albion, el equipo de fútbol de esa ciudad.

Alguna vez declaró: “El dinero es reemplazable, pero la cultura y la vida de las personas no”. Una frase atípica en alguien que casi nunca habla en serio, pero típica en aquellos que tienen mucho dinero.

"Praise you", uno de los temas clásicos del DJ inglés

Locura en la playa

Durante el verano europeo de 2002, Fatboy Slim fue protagonista absoluto de un hito de la cultura rave. Tocó ante 250 mil personas en las playas de Brighton, una presentación tan histórica como calamitosa. Cuatro años antes había lanzado el disco “You’ve Come a Long Way, Baby”, con éxitos inoxidables como “The Rockafeller Skank”, “Praise You” y “Right Here, Right Now”. Poco después, en los albores del siglo XXI, terminó de escalar hasta la cima mainstream con el álbum “Halfway Between the Gutter and the Stars”. Convertido en el primer DJ superstar, giraba por los principales festivales del mundo, no sólo de música electrónica sino también de rock & pop, como el Glastonbury. Con estos antecedentes, se esperaba unos 60.000 jóvenes fueran a Big Beach Boutique II, segundo show gratuito de Fatboy en las playas de Brighton. Tremendo error de cálculo.

Al atardecer, sobre la arena, junto al mar, había cuatro veces más público que el esperado. “Estoy bastante asustado”, dijo, esta vez sin ironía, el DJ, observando a la multitud desde la terraza de The Grand Hotel. La policía de Sussex evaluó cancelar el concierto, pero el remedio podía ser peor que la enfermedad y provocar efectos adversos, como una violenta rebelión juvenil. En pleno crepúsculo, Fatboy subió al escenario con una guayabera celeste y blanca, como un dios pagano que puso en trance y electrificó a la marea humana. El espectáculo, extraordinario, terminó con fuegos artificiales y caos. Algunos intentaron salir del lugar trepándose a las ambulancias; el último tren a Londres partió con gente en el techo; los autobuses -en obligado servicio nocturno- colapsaron; un helicóptero y varias lanchas de la guardia costera rescataban a jóvenes inconscientes que flotaban en el mar. Un hombre de 45 años falleció infartado. Una enfermera australiana cayó desde una explanada y murió poco después. Otras 170 personas quedaron heridas. También hubo peleas, detenidos y averiados por -¿como se dice hoy?- los consumos problemáticos.

Tras la noche de salvajismo, éxtasis y epifanías juveniles, cientos de autos quedaron abandonados a lo largo de la carretera de la costa y miles de jóvenes, tirados nocaut sobre la arena. Al amanecer, la playa estaba cubierta de cuerpos inertes, montañas de basura, vidrios de botellas y el vaho ácido de vómitos y meadas; hasta la policía antidisturbios se había retirado por seguridad (propia). El operativo de limpieza y de reconstrucción de algunos sectores vandalizados duró varios días y costó 400 mil dólares. Fatboy se hizo cargo y pagó esa suma. Big Beach Boutique II se convertía en una suerte de Woodstock electrónico y en un gran ejemplo, para los organizadores, de lo que no había que hacer. “Las fiestas electrónicas que triunfan ahora han sido la evolución lógica de lo que hicimos entonces, y estoy orgulloso de haber formado parte de aquello. De todos modos, ahora me interesa otro tipo de fiestas, no las que son tan grandes y apabullantes”, declaró Fatboy en 2015.

Praise you, uno de los
Praise you, uno de los clásicos del DJ inglés

Cuatro rayas para dos narices

El rey del smiley -Fatboy usa el ícono hasta en los condones y lo lleva, claro, tatuado- tiene su contracara de carita con las comisuras de la boca caídas. Los excesos del hedonismo, de los que no se arrepiente, no tendría por qué, le hicieron pensar que jamás sería el señor de 60 que es hoy. En 2009 frenó unos metros antes del precipicio: se internó en un centro de rehabilitación para alcohólicos en Bournemouth. Hasta ese entonces, las pocas noches que subía al escenario sobrio se sentía “un hombre de mediana edad tocando para un grupo de borrachos”. Él mismo compraba su producto y estaba bien, aunque el tiempo hiciera estragos inocultables hasta para sí mismo. “Ser DJ es vender escapismo. No tenemos ningún tipo de mensaje, como lo puede tener una banda de rock. Lo nuestro es: ‘Vení conmigo y escapate de la realidad, olvidá tus problemas, bailá y pensá que todavía sos joven y sexy y no tenés responsabilidades ́. Porque promovemos el escapismo, sí, pero también somos irresponsables”.

Esa música carente de mensajes -lo que no es un demérito, sobre todo si tomamos en cuenta su remix de “Right Here, Right Now” con el discurso de la ambientalista de Greta Thunberg- también lo llevó a pensar que su estilo dance iba a ser un fenómeno efímero. “He temido que no tuviera la longevidad del rock o el folk. La música electrónica fue concebida para ser disfrutada en una situación muy concreta. Y sin embargo ahora es analizada con mucho respeto por la crítica especializada. Eso me llena de alegría”.

En los últimos años, Cook dijo que atenuó sus desbordes de la época House of Love -su casa de soltero, en la que agotó todos los pecados-; que intentó separar su papel de Fatboy Slim de su vida íntima; que la paternidad le dio nuevas perspectivas (tiene dos hijos, Woody y Nelly, de su matrimonio con la estrella televisiva Zoe Ball, de la que se divorció en 2016); que los rompecabezas, el fútbol, la gastronomía lo resguardaron del ego desbocado y la autodestrucción publicitada de otras estrellas pop. El periodista Johnny Davis recordó el modo en que Cook lo recibió durante una entrevista en 1998. “Al abrirme la puerta de su casa, se presentó y me preguntó si consumía drogas. Le contesté la verdad: que sí. Él me dijo: ‘Soy un fiestero inútil y, la verdad, no soy un modelo a seguir para nadie. No tengo nada más inteligente que decir que consumamos ya’. En una mesita, sobre un CD, tenía armadas cuatro rayas de cocaína, sólo para nosotros dos. Le pregunté por qué cuatro. ‘Una para cada fosa nasal’, me aclaró”.

"La música electrónica fue concebida
"La música electrónica fue concebida para ser disfrutada en una situación muy concreta. Y sin embargo ahora es analizada con mucho respeto por la crítica especializada. Eso me llena de alegría”, dijo el DJ

Viaje al fin de la noche

Se supone que en la actualidad Cook bajó varios cambios (“Hoy en día no dejo que Fatboy Slim salga de la caja excepto cuando estoy en el escenario. Fatboy es un lunático irresponsable y ya no puedo ser él toda la semana”). Su hija Nelly siguió sus pasos: debutó como DJ en 2020. Woody tuvo algunas apariciones mediáticas en las que contó que su padre y su madre no le pasaban dinero, por un raro acuerdo, y que no tenía ni para el pan. Zoe reveló que en la intimidad se aburría con el hombre más divertido del mundo y que prefería tener sexo con muchachos. Al margen de estas inclemencias de la vida cotidiana, Fatboy ya es un ícono inamovible de la cultura pop. Hizo desde música para películas -como “Moulin Rouge”, “Perdidos en el espacio” y “Traffic”, entre otras- hasta presentaciones mundialistas -en Brasil 2014 culpó a Mick Jagger de mufa por la eliminación de Inglaterra-. También actuó -desde el interior de un pulpo gigante que juzgó ridículo- en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres, la única vez que sintió una pulsión nacionalista o algo parecido.

Y sin embargo aclaró: “Nunca me he sentido orgulloso de ser británico. Crecí durante los cortes de luz, las huelgas mineras. No, nunca he estado orgulloso de mi país. ¿De qué hay que estar orgulloso? Nuestros triunfos fueron el colonialismo, lo que significó violar a gran parte del mundo, y todo lo hemos hecho desde entonces es joder las cosas, molestar a la gente, ser arrogantes, xenófobos, racistas”.

En medio de colegas y un público cada vez más joven, con varias décadas de DJ sobre el lomo, asegura que “lo mejor es que ya no tenés tiempo de arrepentirte, de preocuparte por si te equivocaste de trabajo, de pensar en una vuelta atrás”. Sin tener siquiera demasiado interés en las nuevas tecnologías (“Todo el mundo piensa que porque hago una música electrónica sé cómo funciona la tecnología, pero no, soy terrible y trato de mantenerla fuera de mi vida”), Fatboy/Cook sigue, a su manera, su viaje al fin de la noche. “Soy, sin duda, un sobreviviente. Tuve que revisar algunos asuntos. Pero no me pidan que lleve una vida decente. Eso nunca”.

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