Louise Brown ya está acostumbrada a que la llamen la “bebé de probeta”. Hace 45 años, este 25 de julio la mujer cumple 45 años, se convirtió en la primera persona en nacer después de ser concebida fuera del cuerpo humano, a través de la fertilización in vitro. Ese frasco ahora se exhibe en el Museo de Ciencias de Londres y con el que la mujer posó para una serie de imágenes.
La vida de Louise puede ser vista como una película. Tiene un guión de esos que Hollywood no dudaría en comprar. La obsesión de su mamá por tener una nena. El procedimiento experimental que funciona en el primer intento. La explosión mediática que generó su nacimiento y las amenazas de los fanáticos religiosos. Luego su vida se convierte en esas comedias románticas que emocionan al público. Se casa con un vecino del pueblo que la vio con ojos de niño cuando ella era la bebé de probeta que todos los periodistas querían ver y saber que sentía.
Pero todo comenzó cuando el embrión fue sacado del frasco, llamado “desecador”, y transferido al útero de su madre Lesley.
Nueve meses después, llegó Louise, y también lo hicieron los medios de comunicación del mundo. Hordas de reporteros, que representaban a medios desde Estados Unidos hasta Japón, llegaron a la pequeña ciudad de Oldham, en el suroeste de Inglaterra, decididos a dar testimonio de lo que la revista TIME llamó entonces “el nacimiento más esperado en quizás 2000 años”.
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El mundo, pendiente de Louise
El clima durante el parto de Louise fue tenso. El científico británico Robert Edwards y su colega ginecólogo Patrick Steptoe habían trabajado en este proyecto durante más de una década. Finalmente lo concretaron. Fueron tan felices como los papás primerizos tras el nacimiento de la bebé.
Edwards primero había fertilizado un óvulo fuera del útero en 1969, y luego llamó a Steptoe para que juntos poder refinar la técnica para aplicarla en las personas. La pareja de científicos había intentado la implantación en 282 mujeres. Cinco habían quedado clínicamente embarazadas, pero hasta ahora ninguna había dado a luz a un bebé vivo.
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Junto a Jean Purdy, la primera embrióloga del mundo y un miembro esencial pero a menudo olvidado del equipo. Edwards y Steptoe trabajaron en condiciones secretas, debido a la intensa competencia entre los investigadores de fertilidad y la oposición de los grupos religiosos y el público en general de la época.
Muchos años después, recién en el 2010, llegaría el reconocimiento global con el Premio Nobel de Medicina otorgado al trío de científicos que habían sido precursores en la fecundación in vitro.
La mamá de Louise, Lesley Brown, no había podido concebir de forma natural porque sus trompas de falopio estaban bloqueadas. Llevaba nueve años intentando tener un bebé cuando se inscribió en el incipiente programa de fecundación in vitro.
Cuando llegó el gran día, los médicos filmaron la cesárea para capturar las trompas de falopio dañadas de Lesley y demostrar al público que las afirmaciones de Steptoe y Edwards no eran un engaño.
Apoyos y amenazas
De 12 embriones implantados con éxito en mujeres, cinco quedaron embarazadas y Louise fue la única que nació viva. Su hermana, Natalie, fue la bebé número 40 del método in vitro y la primera en tener un hijo propio por parto natural.
Algunos criticaron a Lesley y a su esposo John por hacer tan público el nacimiento de su hija. “Los Brown deberían ser vistos como símbolos de la degeneración de la moral occidental”, escribió el lector de TIME Grant Parsons de Ann Arbor, Michigan, después de que la revista informó sobre la noticia del nacimiento de Louise en su tapa.
“Mis padres no tuvieron la opción de no hacerlo público – explicó la mujer en una entrevista con revista-. Si no lo hubieran hecho, habrían tenido gente preguntando ‘¿Por qué no podemos verla? ¿Qué le pasa?’”
Steptoe y Edwards necesitaban que el nacimiento fuera público, dice Louise. “Si hubiera habido algo malo en mí, habría sido el final de la fecundación in vitro”.
Aun así, la exposición mediática ayudó a difundir el nuevo sistema de procreación. Pero también atrajo a los fanáticos religiosos que se oponían.
Cuando Louise era apenas una bebé de pañales llegó a la casa de los Brown un paquete de California que contenía un tubo de ensayo roto con un feto con sangre falsa. También, recibían cartas de apoyo y otras con insultos y letras rojas con gotas de tinta que simulaban ser sangre.
La vida de Louise fue todo lo normal que pudo dentro del seguimiento que los medios hacían de sus pasos. Cuando apenas caminaba toda la familia realizó tours por Europa y Estados Unidos para contar la historia e impulsar el método. En la actualidad ya hay más de 8 millones de bebés que nacieron con este sistema que en 1978 era toda una novedad y un cimbronazo para las ideas religiosas.
“Mi papá era el que hablaba en la mayoría de las entrevistas, pese a que al inicio del proceso era el que menos lo creía posible –recordó Louise en una entrevista con la revista Hola de España-. Una tarde cuando volvían del tratamiento mi mamá empezó a sangrar en el colectivo y él quiso dejar todo de lado. Lesley no lo dejó: ´Voy a quedar embarazada y voy a tener una niña´, le dijo esa tarde antes de bajar del micro”.
Tras el nacimiento la chica no tuvo ningún seguimiento médico especial. “Sólo los controles de rutina de cualquier niña que crecía con normalidad”, explica la mujer en un reportaje con el diario inglés The Mirror.
Cuando empezó el colegio, los Brown retiraron a Louise de la vida pública. Ya no hubo tours ni viajes para evangelizar sobre las bondades de la fecundación in vitro. Igual cada tanto, cuando había algún acontecimiento volvían a buscarlos en las calles del pueblo de Oldham, en las cercanías de la ciudad de Manchester.
“Hubo una mañana que un móvil de TV me interceptó cuando salía para el colegio y mi mamá me volvió a meter en nuestra casa –recuerda una Louise ya adulta-. Pude salir por el patio trasero que daba a la casa del vecino. Allí me esperaba mi papá con el auto para llevarme a la escuela”.
Amor desde la cuna
Por esas situaciones que tiene el destino de las personas, Louise se cruzó por primera vez con su actual pareja cuando era apenas una bebé en su cuna y atraía a las miradas del mundo hasta su casa del pueblito inglés de Oldham.
Allí había un nene de unos 8 años que se acercó curioso al ver el movimiento frente a la casa de sus vecinos. Wesley Mullinder vivía a una cuadra de distancia y la cantidad de móviles de televisión lo habían hecho acercarse con su bufanda del Manchester United al cuello y los ojos bien abiertos para ver todo lo que sucedía.
Alrededor de la casa de los Brown se estacionaban varias camionetas de TV que buscaban la primicia con la familia que había tenido a la primera bebé de probeta.
El pequeño Wesley se acercó hasta la porción de pasto que estaba antes de la entrada de la casa de los Brown, donde muchas veces había dejado la bici tirada cuando jugaba al fútbol en esa calle en la que pasaban pocos autos. Allí hizo una especie de paneo con sus ojos y vio a los cronistas que en diferentes idiomas decían lo mismo. Nombraban a Louise y daban información en todos los idiomas. Quedó impactado con el periodista japonés y con lo poco que pudo entender lo que decía en una velocidad que lo sorprendió.
Ahora la película de “la nena de probeta” hace un flashfoward hasta sus 24 años. Ella sigue viviendo en Oldham y cada tanto algún vecino la saluda en el supermercado local porque la reconoce. “Me dicen muchas veces que soy inspiración. Que a ellos también les pasó que no pudieron tener un bebé y que probaron otros métodos gracias a que mi historia se hizo conocida en el mundo”, dice Louise.
Una tarde de domingo de invierno. De esas en las que no para de llover y pareciera que el sol nunca más va a asomarse en la campiña inglesa, la joven va como todos los domingos al pub más concurrido del pueblo.
Allí pide la tradicional carne con papas, una tradición inglesa. Mientras toma una cerveza se acerca su antiguo vecino y la saluda. Allí le narra la anécdota del día que la bebé recién nacida volvió a Oldham y el barrio se llenó de periodistas. Él estaba allí, entre la pequeña multitud que se había reunido.
Enseguida se enamoraron y empezaron a salir. Hasta ese momento, la mujer no había ni siquiera reparado en ese vecino que a los 8 años la vio desde la ventana de su casa mezclado entre cables y cámaras de TV.
Louise y Wesley tuvieron dos años de novio en los que hicieron lo que hacen la mayoría de los jóvenes de Oldham. Salir al pub, ir al cine y alguna excursión hasta Manchester para un recital o una cena alejada del pueblo. Luego se casaron en 2004 y la noticia tuvo algo de repercusión en los medios nacionales del Reino Unido.
La pareja vive tranquila en en el pueblo que los vio nacer. Él trabaja en una oficina estatal y Louise siempre que puede participa de alguna conferencia para impulsar estos métodos de reproducción que permiten que millones de parejas cumplan el sueño de tener un hijo. “Pese a los obstáculos hay que seguir adelante. Los tratamientos son complejos, pero lo eran mucho más en 1978. Yo no existiría, ni hubiera tenido los dos hermosos hijos que tengo si no fuera por el empeño de mis padres que no se rindieron ante la adversidad o los problemas que se les presentaron”, suele decir la mujer en sus conferencias. Mientras tanto, entre el público suena un aplauso rotundo y hasta a algunos se le caen una lágrima de emoción. Misión cumplida, seguro pensará Louise en esos momentos.
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