Su historia, la de un chico disléxico que llegó a conquistar el mercado y el espacio, es perfectamente funcional a estos tiempos de exaltación de emprendedores -en detrimento del Estado regulador-, expertos en coaching, empresarios filantrópicos y filosofías del “hágase usted mismo”: la nueva vieja historia del self made man. Richard Charles Nicholas Branson, nacido el 18 de julio de 1950 en Blackheath, sur de Londres, es casi un aforismo humano sobre la máxima básica del capitalismo: “El que quiere, puede”. Repasemos: infancia complicada, habilidad para los negocios, voracidad de ascenso social, capacidad para escalar hasta la punta de la pirámide social y, luego, hasta el espacio cósmico. Desde arriba, con el dedo en alto, nos dice. “El mejor consejo que podría darle a alguien es que gaste su tiempo trabajando en algo que le apasione”. Sí, claro, por supuesto.
Su abuelo fue juez de la Corte Suprema del Reino Unido. Su padre, Edward James, un abogado que llegó a magistrado. Su madre, Eve, bailarina de ballet y azafata que soñaba con su retoño como Primer Ministro británico. Familia ambiciosa. Pero el pequeño Ricky parecía -al principio- no estar a la altura. Por sus problemas para leer, tenía serias dificultades en la Scaitcliffe School, de la que fue alumno hasta los trece años. “En ciertas materias, como en francés, me resultaba imposible aprender; tampoco era capaz de hacer las operaciones matemáticas más básicas”, contó. Se pasó a la Stowe School, internado del condado de Buckinghamshire. Peor: debió abandonarlo tres años después porque tuvo un touch con la hija del director -encima, por una apuesta con un amigo- y lo echaron. En la Londres de finales de los 60, Richard era un hippie más, aunque en sus genes llevaba los mandatos familiares: iba a transformarse en el dueño de Virgin Group -emporio del que surgieron más de 400 empresas de distintos rubros- y en astronauta con nave espacial propia.
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La música más maravillosa
Su primera creación, cuando tenía 16 años, fue “Student”, una revista gratuita que hacía eje en el lanzamiento de discos y se despegaba de sus competidoras directas, antibélicas, previsibles, políticamente correctas. Para financiarla, consiguió 8 mil dólares en publicidad cuando todavía era menor de edad. En 1968 lanzó la primera edición. Poco después, Branson entrevistó a Mick Jagger, por entonces de 25 años. Otros personajes top que dieron notas para “Student”, revista casi amateur, fueron Jean-Paul Sartre, James Baldwin -escritor contracultural estadounidense; lean, si pueden, “La habitación de Gionvanni”- y John Lennon. Pero Branson, que era cualquier cosa menos conformista, sobre todo en el plano comercial, quiso ir por más. Por muchísimo más, diríamos.
A los 19 años, entre cálculos financieros, pitadas a porros y disfrute de los swinging sixties londinenses, creó un catálogo de venta de discos por correo. La virtualidad estaba lejos: necesitaba una base de operaciones. Compró una disquería modesta en Oxford Street. Y luego, sin tener idea en el rubro, fundó junto con Nick Powell el sello discográfico Virgin Records, cuyo nombre aludía a la virginidad de Branson en el ramo. No sólo fue un gran debut, fue la piedra basal de un imperio que levantaría a la velocidad de la luz y que se iría ramificando, a partir de los 70, en un delta de negocios variopintos. Virgin Records había nacido con buena estrella: Mike Oldfield grabó el simple “Tubular Bells” para el sello en 1973; a partir de ese exitazo, que se mantuvo 247 semanas en el ranking de ventas del Reino Unido, Branson negoció con los Sex Pistols, los Rolling Stones y Genesis, entre otras bandas de primera línea.
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La conquista del aire y la tierra
En 1969, dos hechos ajenos al mundo melómano marcaron a Richard: el primer vuelo del Concorde y la llegada del hombre a la luna. Así fue como fundó, a comienzos de los 80, la aerolínea Virgin Atlantic. Más allá del oficio de su madre, la aeronavegación tampoco era lo suyo. “En los negocios, cuando estás intentando algo nuevo nunca sabés lo que puede pasar. Todo es experimental”, dijo, al desplegar sus alas mercantiles y adueñarse de los cielos. En la década siguiente, cuando se privatizó la British Rail, que había sido estatal entre 1948 y 1997, vio la veta sobre rieles y bajó a nivel terrestre lanzar el Virgin Rail Group, que ofertó franquicias de trenes de pasajeros. La empresa Virgin Trains operó la franquicia InterCity West Coast desde 1997 hasta 2019; la InterCity Cross Country, desde 1997 hasta 2007; y la InterCity East Coast, desde 2015 hasta 2018.
Entre medio, convertido en Sir por su capacidad como emprendedor, en 1992 Branson le vendió Virgin Records al grupo Thorn EMI a un precio de mil millones de dólares. El megaempresario siguió, de todas formas, en el negocio de la música a través de la emisora radial de la compañía y, a partir de 1996, de una nueva discográfica, V2, que representó a artistas como Tom Jones. Pero la marca Virgin se diversificó no sólo en aviación y ferrocarriles sino en un abanico tan impactante como eclético: gimnasios, negocios de telefonía, marcas de gaseosa y de vodka, compañías hoteleras de lujo, cruceros, agencias de viajes, clínicas médicas, servicios de organización de bodas y venta de vestidos de novia. Apenas unos pocos ejemplos.
Uun temerario de perfil alto
Branson no es un empresario de bajo perfil, de esos que detestan la exposición mediática. Al contrario. Excéntrico y aventurero, mal estudiante pero buen deportista, en 1987 fue el primero en cruzar el océano Atlántico en globo, acompañado por el sueco Pers Lindstrand. Cuatro años después hizo la travesía sobre el Pacífico. En 1996, ya apodado “el millonario volador”, intentó dar la vuelta al mundo sin escalas, pero se estrelló en Argelia: se salvó de milagro. “No te avergüences nunca por los fracasos. Aprendé de ellos y empezá de nuevo”, declaró. En 2004 batió un nuevo récord al cruzar el Canal de la Mancha en un coche anfibio. Luego hizo nuevos intentos de dar la vuelta al mundo en globo aerostático con su amigo Steve Fossett y montó una expedición a fosas submarinas inexploradas.
En julio de 2010, celebró sus 60 años cruzando el Canal de la Mancha haciendo kite-surfing (deporte extremo, en el que el surfista avanza traccionado por una suerte de cometa -estilo paracaídas- propulsado por el viento). La hazaña lo llevó directamente al Guinness de los Récords como la persona de mayor edad en atravesar esas peligrosas aguas a través de esta modalidad. Ese mismo año, corrió la maratón de Londres, y se mostró practicando ciclismo, alpinismo y submarinismo. Cada año recibía de regalo un Range Rover como agradecimiento por hablar públicamente sobre cómo había sobrevivido a un grave accidente en uno de estos vehículos.
Política y ridículos
Jamás le temió al ridículo. En 2013, tras haber perdido una apuesta con el director de la aerolínea Air Asia, pagó su deuda sin dudarlo: se depiló, se vistió de azafata e hizo el vuelo Perth-Kuala Lumpur cumpliendo esa función, la que solía cumplir su madre. También apareció en papeles chicos en la serie Friends y en películas de Austin Powers y de James Bond, como Casino Royale, en la que negoció que el agente 007 dejara de viajar por British Airways y lo hiciera por Virgin.
En lo político se declaró, como todo el mundo, admirador de Nelson Mandela, también nacido un 18 de julio, pero de 1918. Fuera de eso, se opuso al Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (“Ha tenido muy pocos beneficios, si es que ha tenido, porque yo no veo ninguno”), organizó conciertos internacionales en contra del gobierno venezolano liderado por Nicolás Maduro y, desde el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, se reunió con Volodimir Zelenski, presidente ucraniano. Hiperquinético, todoterreno, además creó Virgin Fuels, según él para luchar contra el calentamiento global a través de combustibles que redujeran los daños ambientales.
Sus adversarios dijeron que alardeaba de ser filántropo pero que tenía zonas oscuras. Le recordaron que una de sus propiedades millonarias, el archipiélago Necker, en las Islas Vírgenes Británicas, era considerado un paraíso fiscal. Él se defendió diciendo que lo había comprado por una módica suma -unos 225.000 dólares, cifra que suena más que extraña para una isla- cuando tenía 29 años. Ahí tiene fijada su residencia por cuestiones fiscales y construyó un resort de superlujo -con capacidad para albergar a 34 huéspedes y con un servicio integrado por 100 personas- para celebridades. Kate Winslet, David Beckham, Mariah Carey y hasta la familia Obama, cuando Barack Obama dejó la presidencia de los Estados Unidos, se alojaron en ese edén. El precio ronda los 90.000 dólares la noche.
Viaje a las estrellas
Era evidente que -regido por su ambición y su máxima “cuando las personas se colocan en posiciones ligeramente por encima de lo que esperan, están preparadas para triunfar”-, Branson iba a lanzarse en el siglo XXI a conquistar el espacio. Lo hizo. En 2004 creó la corporación de vuelos espaciales Virgin Galactic -con sede en Mojave Air y puerto espacial en California- conocida por el avión suborbital SpaceShipTwo diseñado para el turismo espacial, que ofrecía viajes para millonarios. El proyecto estuvo financiado inicialmente por Paul Alles, cofundador de Microsoft, y el modelo de nave fue diseñado por Burt Rutan, famoso por haber creado el Voyager, primer avión que dio la vuelta al mundo sin realizar escalas.
Pero el reto tecnológico era superlativo y el proyecto estuvo a punto de naufragar cuando el primer prototipo de avión-cohete, llamado Enterprise, como la nave de Viaje a las estrellas, falló durante un ascenso en 2014; en el accidente murió uno de los dos pilotos a bordo. Recién en 2018, Virgin Galactic, reemplazó el modelo por el llamado Unity, que superó los 80 kilómetros de altitud, considerada “espacio exterior” por algunas organizaciones. En julio de 2021, el propio Branson tripuló su nave y calificó a la experiencia como extraordinaria. El viaje lo convirtió en el primero de los impulsores del turismo espacial en probar su nave, adelantándose a Jeff Bezos, de Amazon, que le envió felicitaciones, y a Elon Musk, de Space X, que lo acompañó hasta el despegue en Nuevo México.
El 29 de junio pasado, casi dos décadas después de iniciado el proyecto, Branson logró que el Unity realizara su primer viaje comercial al espacio. La nave se elevó sobre el desierto de Nuevo México con tres tripulantes italianos que realizaron experimentos científicos en condiciones de ingravidez, a 85 kilómetros de la superficie terrestre. En la actualidad, Virgin Galactic sigue organizando viajes espaciales en los que ofrece experimentar la ingravidez durante unos minutos. El precio del tour galáctico puede alcanzar los 450 mil dólares por pasajero; 800 personas que ya compraron sus pasajes esperan, algunos desde hace años, ser los próximos viajeros. Según las promociones de la empresa, durante la misión, de 72 minutos, podrán disfrutar de vistas impresionantes del planeta y desabrocharse el cinturón y flotar hasta una ventanilla.
Tú puedes
Branson, que hoy cumple 73 hiperactivos años, pasó de aquellos 8 mil dólares conseguidos para la revista “Student” a una fortuna personal estimada por la revista Forbes en 5.100 millones de dólares. Al margen de la absorbente Virgin, tuvo otros amores o algo que se le pareció. En 1972 se casó con Kristen Tomassi, de la que se divorció en 1979. Diez años después, contrajo matrimonio con lady Joan Templeman, su actual esposa. Además es padre de Sam y Holly Branson, sus dos afortunados herederos.
Hace un tiempo, como personaje de un tanque pochoclero hollywoodense, la madre de un chico con dislexia, Victor, le escribió a Branson pidiéndole consejos. El multimillonario le respondió al muchacho. “Si te enfocás en lo en lo que te apasiona, sin duda lograrás hacer grandes cosas. Yo lo hice y, gracias a un extraño giro del destino, fue mi dislexia la que me abrió camino al éxito. Por tener una dificultad de aprendizaje, veo las cosas diferentes que la mayoría de las personas. Cuando creé Virgin me aseguré de que se convirtiera en la piedra angular de cómo hacíamos las cosas, y en el proceso logré transformar una gran desventaja en mi más grande ventaja. Victor, el hecho de que no obtengas buenas calificaciones en la escuela no significa que no te irá bien en la vida. Mantené la cabeza en alto, una sonrisa en el rostro y una actitud positiva, y todos tus sueños, como los míos, se harán realidad”.
No sabemos si esto último será cierto. Pero es el happy end que eligió el hombre que hoy cumple años.
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