Está embarazada de mellizas pero no será la madre: “Lo hago por deseo, también por el dinero”

Rocío tiene 27 años y una hija en primer grado. Hace un tiempo ingresó a un grupo de Facebook, se ofreció como “subrogante” y arrancó el proceso para gestar los embriones de una pareja. Hoy, por primera vez, habla del acuerdo económico y no sólo del “acto de amor”, explica por qué cree que “es un trabajo” y por qué está convencida de que debería regularse

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Está embarazada de 5 meses, las mellizas ya pesan 600 gramos cada una
Está embarazada de 5 meses, las mellizas ya pesan 600 gramos cada una

Es temprano y todavía está fresco, Rocío tiene puesta una polera negra, y mientras conversa con Infobae se acaricia la panza. Tiene 27 años, vive en Ramos Mejía y es mamá de una nena de 6, a la que acaba de dejar en el colegio. Se acaricia la panza porque está embarazada de 5 meses, son mellizas. Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió con su hija, llevará adelante la gestación pero no es ni será la madre de las bebas.

La razón es lo que ella -y quienes están “a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos”- llaman “subrogación”. Rocío hizo un acuerdo con una pareja de hombres que quería tener hijos para gestar los embriones de ellos. ¿Por qué?

“Por deseo, porque siempre quise ayudar a alguien que no pudiera tener hijos, y también por el dinero, porque no deja de ser un trabajo de tiempo completo”, responde ella, dispuesta a poner fin al tabú.

En junio viajó a España para que la familia de la pareja la conociera
En junio viajó a España para que la familia de la pareja la conociera

Quienes creen que es una forma de explotación suelen llamar a lo que Rocío está haciendo “alquiler de vientre”, una idea que tiene una connotación más de “mujer reducida a incubadora”. Sostienen, básicamente, que las mujeres no aceptan por voluntad propia sino por necesidad económica y que nadie puede probar el impacto psicológico que tendrá luego en los niños nacidos de este modo.

Esta es la primera vez, entonces, que Rocío va a hablar también del tema del que nunca se habla. No sólo de cómo lo decidió y de si tiene miedo de arrepentirse sino del dinero -de cuánto acordó que le pagaran por mes y cuánto como compensación cuando nazcan-. Y de por qué cree que lo que está haciendo debería regularse en Argentina.

La gestación de la idea

Rocío es, en el título “Técnica en peritaje forense y de evisceración”, aunque no ejerce sino que trabaja en su propio local de golosinas.

Fue hace unos 7 años, mientras estaba embarazada de su hija, que consideró por primera vez el tema de la subrogación. Flor de la V ya había tenido a sus mellizos de ese modo; lo mismo Ricky Martin, así que el tema estaba instalado en los medios.

Ricky Martin junto a sus hijos
Ricky Martin junto a sus hijos

“Un día me encontré con una amiga que conocía desde hacía mucho y a la que le había perdido el rastro. Ahora era una chica trans, yo la había conocido antes, cuando era varón”, arranca Rocío. “La cosa es que cada vez que nos veíamos se quedaba un rato tocándome la panza y cuando se iba yo pensaba: ‘Qué injusto, el día que ella quiera ser madre... sola no va a poder’”.

Fue desde ese entonces que pensó lo que para muchos resulta impensable: “Me gustaría ayudar a personas como ella que tengan el deseo de tener un hijo y que no puedan gestar”.

En la facultad estaban estudiando los “vacíos legales”, así que Rocío leyó que había países en los que esto era legal -como Estados Unidos-, países en los que era ilegal -como España-, y países con un “vacío legal”, como Argentina.

Fue en el inicio de la pandemia que Rocío ingresó a un grupo de Facebook llamado “Gestación subrogada de Argentina” y vio que detrás de ese vacío había un mundo en ebullición. Como lo que no está prohibido está permitido, en el grupo compartían información general y se encontraban las dos partes: quienes buscaban a una gestante y las mujeres que se ofrecían a gestar para otros.

“Me gustaría ayudar a personas como ella que tengan el deseo de tener un hijo y que no puedan gestar”, pensó
“Me gustaría ayudar a personas como ella que tengan el deseo de tener un hijo y que no puedan gestar”, pensó

“Hola, soy Rocío, tengo 24 años, una hija de 3…” escribió ella. Pero no fue un “palo y a la bolsa”, al contrario.

“Me contactaron muchas parejas que no me terminaron de cerrar. Por ejemplo, hubo una, de Salta eran. Con la chica yo me llevaba muy bien, hablaba casi todos los días. Pero cuando viajó para que nos conociéramos me contó que el marido no quería conocerme y tampoco quería que tuviéramos contacto después del parto. A mí me pareció muy frío, no iba a ser mi hijo pero iba a traer a una persona al mundo, ¿por qué después no iba a saber si estaba bien, qué era de su vida, ver una foto?”.

Rocío entendió que no eran los indicados. Después hubo quienes la descartaron a ella. “Buscamos a alguien más responsable”, le dijeron, porque pensaron que con 24 años no iba a hacer los tratamientos de fertilidad como correspondía.

“Igual no eran historias que me llegaban”, cuenta a Infobae. Hasta que apareció esta pareja de hombres. Uno era argentino y el otro español y vivían en España, donde es ilegal porque se considera que “todo contrato de gestación por sustitución entraña una explotación de la mujer y un daño a los intereses superiores del menor”.

¿Hacia dónde vamos?
¿Hacia dónde vamos?

Hablaron durante seis meses, se fueron conociendo, hasta que ellos vinieron a Buenos Aires, se vieron en persona y terminaron de cerrar los acuerdos. “¿No tenías miedo de lograr el embarazo y encariñarte con el bebé? ¿De sentir que ibas a entregar a un hijo, o de arrepentirte después, cuando ya fuera tarde?”, son las preguntas.

“Creo que gestar para otras personas es una vocación que tenés o no tenés, no es algo que se pueda desarrollar, no es algo para lo que te puedas preparar mentalmente. Si tenés dudas, si tenés miedo de encariñarte, creo que estás descartada directamente”, responde.

Y sigue: “Mis miedos eran otros”. Tenía claro que no iba a llegar al embarazo mediante relaciones sexuales -como en “El cuento de la criada”, donde más que relaciones son abusos sexuales- ni a usar sus óvulos. Iba a llegar, en cambio, a través de tratamientos de fertilidad con óvulos de una donante anónima y el semen de los dos hombres de la pareja.

Mis miedos eran: ¿qué pasa si ellos después no las quieren?, ¿qué pasa si ellos después no viajan para recibir a las bebés?, ¿qué pasa si tienen un accidente y mueren los dos, ¿qué hago yo con estas nenas, porque no son mis hijas”, enumera.

Durante el viaje a España, en junio
Durante el viaje a España, en junio

Y sigue: “Los que buscan ser padres suelen tener los miedos contrarios. ‘¿Qué pasa si la gestante se encariña?’, ‘¿qué pasa si después no quiere entregar al bebé? ¿y si desaparece con la criatura?”.

Así que se conocieron y pactaron el acuerdo. Tenían que hacer todo en la Ciudad de Buenos Aires, donde rige un amparo colectivo que permite inscribir a un bebé a nombre de otra persona siempre y cuando antes las partes hayan firmado un contrato de gestación frente a un escribano.

En CABA no se exige un fallo judicial, como sí ocurre en otras jurisdicciones, donde la Justicia verifica que se trate de un acto altruista (entre amigas o familia, sin dinero de por medio). Lo que además tuvieron que hacer es firmar la “voluntad procreacional”, un papel que dice que ellos dos manifiestan la voluntad expresa de ser los padres y que ella no será la madre sino la gestante.

"Lo que estás haciendo no tiene precio", le dijeron ellos
"Lo que estás haciendo no tiene precio", le dijeron ellos

“No me gusta mucho hablar de plata porque parece que le estás poniendo precio algo, y ellos siempre me dicen ‘lo que estás haciendo no tiene precio’. Pero también entiendo que es lo que corresponde, porque un embarazo no es un proceso fácil, menos un embarazo múltiple”.

Acordaron que iban a pagarle 10.000 dólares cuando el bebé naciera, a lo que se sumaron otros 10.000 dólares cuando supieron que eran dos. “Además, una mensualidad de 50.000 pesos para alimentos, vestimenta, nafta y peajes para ir a la clínica o hacerme chequeos, porque tengo mi auto”. También acordaron que ellos le pagan la prepaga.

¿Cuánto se paga en los países en los que es legal? En la costa este de Estados Unidos una gestante cobra entre 35.000 y 70.000 dólares, aunque el proceso completo, con los tratamientos de fertilidad incluidos y los gastos de la clínica, cuesta unos 180.000 dólares. En la costa oeste las gestantes reciben entre 50.000 y a veces hasta 100.000 dólares (el proceso completo cuesta entre 240.000 y 280.000 dólares).

Al haber un vacío legal en Argentina hay puntos ciegos. “Lo único que sí está estipulado es la mensualidad”, cuenta ella, no la compensación económica. “Hay una parte que es un acto de fe”, explica. Se refiere no sólo a que vayan a pagarle lo estipulado cuando nazcan, porque confía en ellos.

Recibirá un pago de 20.000 dólares después del nacimiento
Recibirá un pago de 20.000 dólares después del nacimiento

“Es un acto de fe para ellos confiar también en nosotras, las gestantes. Conozco el caso de una mujer que, una vez que ya había creado con la pareja todo el vínculo y quedó embarazada, dejó de aplicarse la medicación y lo perdió. Después les dijo que si querían volver a intentarlo quería más plata”, cuenta.

Rocío está convencida de que una ley que regule el tema sería beneficiosa: “Hay quienes dicen que una regulación nos perjudicaría porque los padres nos van a pedir análisis cuando quieran a ver si fumamos o si tomamos alcohol. A mí eso me parece perfecto. Yo no puedo hacer algo que perjudique a la pareja o la salud de sus hijas. Creo que una regulación nos daría más seguridad a las gestantes y también a quienes quieren ser padres así”.

Su posición es que el tema necesita una regulación en Argentina
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El embarazo

La pareja viajó a Buenos Aires por primera vez en 2021. Los dos dejaron sus muestras de esperma en una clínica de fertilidad reconocida de la Ciudad. Rocío fue a conocerlos junto con su hija. Después aprovechó para tener la conversación pendiente con ella.

“Un día le dije ‘¿te acordás qué se necesita para hacer un bebé?’. Y ella me respondió ‘una mujer y un hombre’. Bueno, ‘¿viste a esa pareja que conociste? Son dos hombres, se aman, ¿qué pasa si quieren tener un hijo?’. La nena respondió ‘necesitan una mujer’”. La madre siguió: “En realidad, necesitan los óvulos de una mujer y otra que lo lleve en la panza: mamá quiere prestarles la panza”.

“Pero eso no es una familia”, le respondió la nena cuando escuchó que ese bebé no iba a tener mamá. Así que Rocío frenó, puso balizas y le dijo: “Cualquier lugar en el que haya amor es una familia. Nosotras fuimos vos y yo solas, ¿y qué? ¿no éramos una familia?”.

"Mamá quiere prestarles la panza”, le contó a su hija
"Mamá quiere prestarles la panza”, le contó a su hija

En la clínica hicieron los estudios de compatibilidad, formaron algunos embriones con óvulos de una donante y el esperma de uno de ellos, y otros con óvulos de la donante y esperma del otro hombre.

A Rocío le hicieron estudios de salud y también psicológicos, y pusieron a disposición de las familias de ambos a su equipo psicológico por si necesitaban ayuda para explicarles lo que estaban haciendo. Como no es ilegal, muchas clínicas de la Ciudad lo hacen.

Fue un proceso largo. En la primera transferencia no prendió ninguno. En la segunda tampoco. En la tercera Rocío quedó embarazada y al poco tiempo se enteraron de que eran mellizas. Una tiene los genes de uno de los hombres; la otra los genes del otro.

Como los documentos con los que salen de Argentina no son válidos para España, cuando lleguen a su país de residencia con las bebas cada uno tendrá que iniciar un juicio para reconocer a su hija biológica, en los que podrían hacerles un ADN. Luego cada hombre deberá adoptar a la hija biológica del otro. De ese modo los dos serán padres de las dos.

Cada vez que Rocío habla de este tema en sus redes sociales escucha de todo: hay quienes la apoyan y hablan de autonomía y quienes “lo comparan con la venta de órganos o con la explotación reproductiva de los perros. Esos comentarios no son de personas que quieran saber, son desde la ignorancia”.

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Cree que es "un trabajo" para el que se necesita una vocación
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A quienes le dicen que lo que está haciendo debería estar prohibido les responde que debería haber una regulación “para que haya acompañamiento, asesorías, más pruebas psicológicas”. También controles para evitar actos de explotación.

“Yo no niego que existan mujeres que lo hacen por necesidad. Pero también hay otras, como yo”, separa. Y habla de “trabajo”.

“Cuando me dicen ‘eso es como vender un órgano’ yo respondo que estoy brindando un servicio que mi cuerpo puede dar y el cuerpo de otras personas no. Es un trabajo y de tiempo completo, yo no me puedo sacar la panza a las 8 de la noche y volver a ponérmela a las 8 de la mañana. Por eso creo que es un trabajo que necesita de una vocación y también del dinero. Lo que yo siento, mi deseo, no vale menos porque me estén pagando”.

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