Operación Pastorius: ocho espías nazis en Estados Unidos, un traidor y seis ejecuciones en la silla eléctrica

En junio de 1942, miembros de la Abwehr -la agencia de inteligencia alemana- llegaron a las costas de los Estados Unidos a bordo de dos sumbarinos. Habían vivido en los Estados Unidos y su misión era sabotear con explosivos instalaciones industriales, vías férreas y embalses de agua. Las torpezas que hicieron fracasar el plan. Y el abogado defensor que se puso en contra a la opinión pública norteamericana

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Arriba: George Dasch, Ernest Burguer, Heinrich Heinck y Richard Quirin. Debajo: Edward Kerling, Werner Thiel, Hermann Neubauer y Herbert Haupt. De los ocho espías, sólo los dos primeros fueron encarcelados. El resto fue ejecutado en la silla eléctrica
Arriba: George Dasch, Ernest Burguer, Heinrich Heinck y Richard Quirin. Debajo: Edward Kerling, Werner Thiel, Hermann Neubauer y Herbert Haupt. De los ocho espías, sólo los dos primeros fueron encarcelados. El resto fue ejecutado en la silla eléctrica

El 22 de junio de 1942, el submarino U-202 de la Kriegsmarine, la armada nazi, hundió al buque carguero argentino Río Tercero. Esa acción causó una conmoción mundial, murieron cinco ocupantes del barco, y los sobrevivientes fueron salvados de una muerte segura por las bombas que un avión norteamericano le arrojó al sumergible, que se escabulló en las profundidades del océano Atlántico. Pero ese ataque no era el principal objetivo de ese viaje del “lobo gris”, sino cumplir con una misión mucho más ambiciosa, ideada por Adolf Hitler.

Hacia 1942, y luego del bombardeo japonés a Pearl Harbor un año antes, los Estados Unidos estaban metidos de lleno en la Segunda Guerra Mundial. Para los nazis, el frente soviético se había convertido en un escollo más duro de lo que suponían. Hitler comenzaba a sentir la asfixia de esas dos poderosas tenazas sobre él, y ordenó que su central de inteligencia, la Abwehr, ejecutara un demoledor contraataque. A diferencia de la Unión Soviética, dos océanos protegían a los Estados Unidos de sus zarpazos. La idea era audaz: poner a diez hombres en territorio norteamericano para sabotear su producción bélica y sus vías férreas.

A cargo del departamento de sabotaje de la Abwehr estaban el almirante Wilhelm Canaris y el general Erwin von Lahousen. Para conseguir a los hombres adecuados para la misión, buscaron en los archivos del Deutsches Ausland-Institut, un organismo que concentraba, entre otras cosas, la información de los alemanes que vivían en el extranjero. Como reclutador designaron al teniente Walter Kappe, que había vivido en los Estados Unidos entre 1925 y 1937. Durante ese lapso, además, había sido uno de los impulsores de Teutonia, la primera organización nazi de en suelo norteamericano.

El teniente Walter Kappe, que había vivido en los Estados Unidos entre 1925 y 1937 y era miembro de la Abwehr, la central de espías de Hitler, fue el encargado de reclutar a los saboteadores
El teniente Walter Kappe, que había vivido en los Estados Unidos entre 1925 y 1937 y era miembro de la Abwehr, la central de espías de Hitler, fue el encargado de reclutar a los saboteadores

Los Estados Unidos estaban advertidos de esta posibilidad. Sin embargo, no habían sido tan duros con los ciudadanos alemanes que vivían en su país como con los japoneses, a quienes habían confinado en campos de prisioneros. En 1941, un ex miembro del FBI que había sido jefe de seguridad de la Paramount, llamado Blayney F Matthews, publicó un libro llamado The Specter of Sabotage (El Espectro del Sabotaje) que decía: “Los nazis conocen el paradero de casi todos los ciudadanos alemanes en Estados Unidos y la experiencia pasada nos enseña que Alemania es la especialista entre las naciones en el negocio asesino del sabotaje y el espionaje. A los nazis, por tanto, les corresponde la dudosa distinción de encabezar la lista de aquellos a quienes más debemos temer en cualquier consideración sobre la amenaza del sabotaje”.

Luego de varias entrevistas, Kappe seleccionó a 12 hombres que habían vivido en los Estados Unidos. Además, bautizó la operación de sabotaje como “Pastorius”, en homenaje a Daniel Pastorius, uno de los primeros inmigrantes alemanes en lo que más tarde sería Estados Unidos, 250 años atrás. Los elegidos fueron enviados a un centro de entrenamiento que la Abwehr tenía sobre el lago Quentz, en Brandenburgo. Durante tres semanas -en las que sólo hablaron en inglés- recibieron instrucciones sobre 85 distintas formas de destruir un objetivo industrial. Aprendieron sobre química y explosivos. También conocieron el uso de tintas invisibles. Debieron memorizar sus biografías apócrifas y lo que debían declarar si eran apresados: tenían que decir que jamás habían salido de los Estados Unidos. Luego de ese período, tres de ellos fueron descartados.

Kappe dividió a los 9 hombres restantes en dos grupos. Uno estaba al mando de George Dash. Había vivido 19 años en los Estados Unidos, donde trabajó como mozo. Curiosamente, en 1927 fue miembro de la Fuerza Aérea de ese país, pero pidió la baja un año más tarde. Casado con una norteamericana, dejó Nueva York en 1941. Cruzó a San Francisco y desde allí se embarcó a Japón y luego a Rusia. Llegó a Berlín el 13 de mayo de 1941, y su historia se comenzó a reescribir. El otro grupo tenía como jefe a Edward Kerling, afiliado al nazismo desde 1928. Una vez que llegó a los Estados Unidos, trabajó como chofer y se casó con una alemana que vivía allí. En 1940, luego del comienzo de la guerra, retornó a Alemania. Como Dasch, trabajaba como traductor al alemán de lo que hablaban en distintas emisoras de radio inglesas y norteamericanas.

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El submarino nazi U-202 que trasladó a los espías y nueve días después hundió al carguero argentino Río Tercero
El submarino nazi U-202 que trasladó a los espías y nueve días después hundió al carguero argentino Río Tercero

Al grupo de Dasch lo integraban Joseph Schmidt, Heinrich Heinck, Richard Quirin y Ernest Burger. Este último sería el encargado de las comunicaciones del comando de sabotaje, reportándose a Kappe y la Abwehr. Era un antiguo miembro del Partido Nazi, participante del Putsch de la Cervecería en 1923 junto a Hitler. En 1927 viajó a los Estados Unidos, donde trabajó en los ferrocarriles y fue miembro de la Guardia Nacional, lo que le permitió nacionalizarse. Cuando Hitler fue nombrado Canciller alemán en 1933, regresó a su país natal. Heinck y Quirin también eran maquinistas y habían ingresado a los Estados Unidos en 1927. En 1939 volvieron a Alemania y trabajaron en la industria automotriz. El quinto miembro, Schmidt, había dejado su país para recalar en Canadá, donde vivió de la caza y la venta de alcohol a los pueblos originarios de ese país.

Por el otro lado, junto a Kerling, estarían Herbert Haupt, Hermann Neubauer y Werner Thiel. Haupt había vivido desde los cinco años en los Estados Unidos. Se hizo ciudadano en 1930 pero huyó a México en 1941 cuando su novia quedó embarazada. De regreso a Alemania, fue contactado por Kappe para formar parte de la Operación Pastorius. Thiel había trabajado en Detroit para Ford y General Motors en 1927. Cuando llegó la Gran Depresión en 1930, perdió su empleo y volvió a Alemania. En el viaje de vuelta conoció a Dasch, que más tarde lo llamó para que se incorporara al grupo. Neubauer vivió en los Estados Unidos desde 1931, y allí trabajó como cocinero. Afiliado al Partido Nazi, decidió regresar a su país natal en 1939. Combatió en el frente polaco y fue herido. Convaleciente, recibió una carta de Kappe con el ofrecimiento de unirse a la misión.

Los ocho viajaron a París, donde se dedicaron a visitar prostitutas y beber antes de la misión, y desde allí se dirigieron a Lorient, donde embarcarían en dos submarinos que los depositarían en tierra norteamericana. Pero a último momento hubo una deserción obligada. Schmidt se había contagiado gonorrea en París, y fue dado de baja. Ahora los dos grupos tenían cuatro miembros.

Cada uno tenía a su disposición 50 mil dólares para comprar materiales y usar en transporte dentro de Estados Unidos y, no menor, sobornos. Sin embargo, Dasch notó algo que lo puso en alerta sobre la idoneidad de Kappe y la Abwehr: gran parte eran bonos del tesoro norteamericano que habían caducado. Kerling y Dasch, además, habían recibido un papel escrito con tinta invisible con una dirección en Lisboa donde estaría Kappe aguardando una señal establecida para viajar y unirse a la misión. También allí estaban anotados los nombres de contactos en Estados Unidos que les podrían proporcionar ayuda. Por último, les entregaron cajas con explosivos y bombas incendiarias camufladas como biromes.

El FBI desentierra las cajas con explosivos que los espías habían ocultado en la playa de Amagansett, en Long Island, Nueva York
El FBI desentierra las cajas con explosivos que los espías habían ocultado en la playa de Amagansett, en Long Island, Nueva York

Recién antes de abordar los submarinos, los ocho espías fueron informados de cuáles eran los objetivos que debían sabotear. Eran tres plantas de aluminio y magnesio: la Aluminium Company en Tennessee, Illinois y Nueva York. También la de criolita de Philadelphia. La destrucción de un tramo de ferrocarril en Ohio donde se transportaba carbón y una terminal ferroviaria en Nueva Jersey. También debían destruir el Hell Gate, un puente neoyorquino y embalses de agua en esa ciudad, entre otras acciones. La mayoría eran engranajes indispensables de la industria bélica norteamericana.

Desde Lorient, el grupo de Kerling embarcó en el submarino U-584 el 26 de mayo de 1942. Llegaron a las costas de Florida el 17 de junio. Dasch y los suyos, por su parte, lo hicieron en el U-202 el 28 de mayo y arribaron a Amagansett Beach, en Long Island, el 13 de junio. Nueve días después, este último submarino fue el que hundió al buque carguero argentino Río Tercero.

Kerling y su grupo no encontraron obstáculos al llegar a la costa en Pontevedra, al sur de Jacksonville, en Florida. Allí se separaron: Kerling y Thiel marcharon a Nueva York, y Haupt y Neubauer a Chicago. En cambio, los de Dasch hicieron naufragar la misión desde el primer momento. Cuando desembarcaron llevaban puestos uniformes de guerra alemanes. Tenía lógica: si los atrapaban, era mejor terminar como prisioneros de guerra y no como espías. Era de noche, y una espesa niebla cubría la playa. Por eso, mientras se cambiaban de ropa no vieron llegar a un joven guardia costero de los Estados Unidos llamado John Cullen, que les pidió que se identificaran. Le dijeron que eran pescadores y que su barco había encallado. Pero ante la insistencia del joven oficial, Dasch enloqueció: primero lo amenazó de muerte y luego le entregó una fuerte suma de dinero como soborno. Pero, además, hizo un movimiento inesperado: casi en secreto, le dio el nombre de la persona que sería su contacto en los Estados Unidos (George John Davis) y le pidió que lo mirara a los ojos. Luego, ya solos, los cuatro espías terminaron de enterrar los uniformes y las cajas con explosivos, y tomaron un tren desde Amangasett hacia Nueva York. El 4 de julio, día de la independencia de los Estados Unidos, Dasch y Kerling debían encontrarse para evaluar los pasos a seguir.

Desde luego, Cullen regresó a su base y reportó todo lo sucedido, incluida la amenaza y el soborno. Un rato más tarde volvió a la playa con refuerzos, pero los espías ya no estaban. Sólo pudieron oír el motor del submarino alejarse. Pero, por la mañana, hallaron las cajas y los uniformes, y pusieron sobre aviso al FBI.

Las cajas con explosivos que iban a usar para destruir los objetivos fijados: eran fábricas de elementos indispensables para la industria bélica norteamericana, vías férreas y otros blancos como embalses de agua
Las cajas con explosivos que iban a usar para destruir los objetivos fijados: eran fábricas de elementos indispensables para la industria bélica norteamericana, vías férreas y otros blancos como embalses de agua

Lo que ni la Abwerh, ni Kappe, ni el resto de los espías adivinaron, eran los planes de Dasch. Jamás se supo si lo hizo por convencimiento, por “odio a Hitler” -como testimonió luego- o por el terror que el descubrimiento de Cullen le causó, pero una vez en Nueva York decidió traicionar a la Operación Pastorius. Sólo le contó sus planes a Burger y le dijo que, cuando los descubrieran, la pena sería de muerte. Así que Burger aceptó ser su socio en la delación de los planes. Esto también sería causal de una ejecución por parte del Tercer Reich, pero estaban demasiado lejos de su patria para que los alcanzara la furia de Kappe. El 14 de junio Dasch llamó por teléfono al FBI. No dio su nombre real (dijo que se apellidaba Pastorius) y dijo que sólo le proporcionaría la información que tenía consigo a Edgar Hoover, el director de dicha oficina. También les anticipó que viajaría a Washington. Al día siguiente volvió a llamar al Bureau de Investigaciones. Esta vez dijo llamarse George Davis y que estaba al frente de ocho espías alemanes. El FBI, que ya tenía conocimiento del incidente con Cullen y el contenido de las cajas, arregló un encuentro en el cuarto 351 del Hotel Mayflower, donde se alojaba.

Por supuesto, Dasch fue detenido e interrogado. Contó durante horas y con lujo de detalles quienes eran y qué hacían los cuatro hombres de su grupo y también destapó la olla del de Kerling, toda una novedad para el FBI. En pocas horas, los que habían desembarcado en Long Island estaban presos: a Burger lo hallaron en el hotel Clinton. A Heinck y Quirin los arrestaron en el hotel Martinique. También pudieron leer, con amoníaco, los papeles con los nombres de los contactos que tenían en los Estados Unidos. En un abrir y cerrar de ojos, la Operación Pastorius había sido completamente desbaratada. Para detener al grupo de Kerling demoraron un poco más.

El 23 de junio, los agentes del FBI comenzaron a seguir a Helmut Leiner, uno de los nombres que aparecía en el papel. Éste se reunió con Kerling y con Thiel en Cincinnati, y ambos fueron capturados cuando visitaban a la esposa de Kerling, que estaba en Nueva York. Haupt, que estaba alojado con sus padres en Chicago, se sintió acorralado y decidió huir hacia adelante. Se hizo presente ante del FBI de esa ciudad y dijo que jamás había abandonado México luego de dejar los Estados Unidos. Pero Dasch ya lo había entregado. Luego de interrogarlo, hallaron a Neubauer.

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Kenneth Royal, el abogado de los espías (Wikipedia)
Kenneth Royal, el abogado de los espías (Wikipedia)

Desde que ideó la traición, Dasch creyó que en los Estados Unidos lo iban a condecorar. Pero como Roma, Washington no paga traidores. Para la justicia, fue el miedo y no un súbito odio a Hitler lo hicieron hablar. El 27 de junio de 1942, Hoover anunció la captura de los ocho saboteadores, sin darle demasiado crédito a la Guardia Costera ni a la confesión de Dasch. Cuando los norteamericanos se enteraron de la frustrada operación, clamaron por la aplicación de la pena de muerte.

El 8 de julio de 1942 comenzó el proceso judicial a los espías por un tribunal militar, cuyos integrantes fueron elegidos por el propio presidente Franklin Delano Roosevelt. La corte fue presidida por el general de división Frank McCoy. Los fiscales fueron Francis Biddle y el general de división Myron Cramer. Como abogados defensores fueron designados los coroneles Cassius Dowell y Kenneth Royall. Y como abogado de George Dasch, que daría testimonio contra a los demás, se nombró al coronel Carl Ristine. Se los acusó por cuatro cargos, en los que estaba el sabotaje, proporcionar información de inteligencia a los enemigos de los Estados Unidos, espionaje y conspiración. Todos esperaban un rápido desenlace, que los ocho fueran declarados culpables y los sentenciaran a ser electrocutados.

Lo que nadie suponía era que los abogados defensores presentarían un recurso para rechazar la validez de un tribunal militar. Según ellos, los espías no habían consumado el sabotaje. En opinión de Royall, el juicio debería tramitarse ante un tribunal civil. Cuestionó la decisión del presidente Roosevelt, que en la práctica había suspendido el habeas corpus pedido y la negativa a un tribunal civil. Se presentó ante la Corte Suprema de los Estados Unidos. Para él, también, era una forma de sacarse el juicio de encima y que la defensa fuera ejercida por un abogado civil. En contraposición, el fiscal Biddle indicó que el presidente, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, tenía todo el derecho de enviar a juicio a los espías ante una corte militar.

La reacción de la opinión pública fue violenta. Royall recibió amenazas y los principales medios lo atacaron. El New York Times, en un editorial, señaló: “La decisión de recurrir al Tribunal Supremo no contó con la aprobación popular en Washington. Por el contrario, existe aquí una gran insatisfacción con la duración del proceso. Los demandantes reconocen el deber de los Coroneles del Ejército de exigir todos los derechos posibles para los saboteadores pero, no obstante, hubo un sentimiento de decepción por el hecho de que se tomaran más medidas en su favor. Todas las partes expresaron su esperanza de que el Tribunal Supremo resolviera rápidamente el caso”.

Los espías, durante el proceso judicial que les siguió una corte militar
Los espías, durante el proceso judicial que les siguió una corte militar

En apenas dos días la Corte Suprema rechazó los argumentos de Royall. Y el juicio comenzó. El proceso se llevó a cabo en el mayor de los secretos. Hasta 1960, todo lo que se habló allí fue silenciado bajo el rótulo de “documento clasificado”. El 1 de agosto, el juicio terminó. Dos días después, el propio presidente Roosevelt dictó el veredicto final, que se conoció luego de su muerte. El sábado 8 de agosto de 1942, Werner Thiel, Edward Kerling, Richard Quirin, Heinrich Heinck, Hermann Neubauer y Herbert Haupt fueron ejecutados en la silla eléctrica del penal de Columbia, en Washington D.C. y enterrados en una fosa común en Blue Plains. En realidad, Roosevelt determinó que los ocho sufrieran la pena de muerte, pero una recomentación del Tribunal Militar lo hizo desistir en dos casos por la cooperación que habían prestado: George Dasch recibió una sentencia a 30 años de cárcel, y Peter Burger prisión perpetua.

Luego del proceso principal comenzó la cacería de los colaboradores del grupo nazi. Fueron 16 las personas condenadas a muerte, entre ellos familiares de los espías que vivían en los Estados Unidos y un sacerdote. Pero luego de las apelaciones, se determinaron distintos tipos de condenas en prisión. En 1942, la pulseada de la guerra comenzaba a volcarse a favor de los aliados: la ofensiva alemana se había detenido. En la Unión Soviética y el norte de África acumulaban derrotas. Y en el Pacífico, un mes antes de las ejecuciones los Estados Unidos habían conseguido una victoria clave contra Japón en Midway. Para la Abwehr, el fracaso del plan fue devastador. La central de espías cayó en el desprestigio. Además de la Operación Pastorius, el fiasco se había replicado en distintas acciones alrededor del mundo. Hitler y Heinrich Himmler comenzaron a sospechar que los saboteadores, ahora, actuaban contra ellos. Tenían razón: el almirante Wilhelm Canaris fue uno de los oficiales ejecutados luego de la frustrada Operación Walkiria, el fallido atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. Kappe, por su parte, fue enviado al frente oriental, donde murió combatiendo contra las tropas soviéticas ese mismo año.

En 1948, apenas tres años después de concluida la Segunda Guerra Mundial, el presidente Harry Truman indultó a Dasch y a Burger y los envió a la zona de Berlín controlada por los Estados Unidos. Para la época en que fueron liberados, el enemigo de los Estados Unidos ya no eran los nazis, sino la Unión Soviética. La era de la Guerra Fría había comenzado. Burger murió en 1975. Dasch en 1992, a los 89 años. En Alemania siempre fue considerado un traidor.

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