Kouri (32) entra al cuarto matrimonial con el trago preferido de su marido entre sus manos: un Moscow Mule (bebida que se hace con vodka, cerveza de jengibre y lima). Son las nueve de la noche de un miércoles y Eric Richins (39) está en la cama descansando luego de un día de trabajo demoledor. Su mujer le anuncia que tienen que festejar porque ha realizado una excelente venta con su inmobiliaria. Le deja el cocktail y le dice que va a chequear al menor de sus tres hijos varones porque sufre pesadillas y hoy, precisamente, está pasando “una noche de terror”.
Kouri se acuesta un rato con el pequeño, pero termina por quedarse dormida. Se despierta cerca de las tres de la madrugada. Se levanta, con mucho cuidado para no hacer ruido, y se dirige a su dormitorio.
Lo que encuentra sí es de terror. Terror real. Eric está tirado en el piso, al pie de su cama. Estira su mano para tocarlo y lo encuentra frío al tacto, helado. Su marido no responde. Histérica, llama al 911.
Son las 3:30 del viernes 4 de marzo de 2022 cuando llegan los paramédicos a esta vistosa casona en el número 282 de la calle Willow Courts, en las afueras de Park City, en Utah, Estados Unidos.
Intentan revivirlo, pero fracasan.
Los tres hijos de la pareja siguen durmiendo en sus respectivas habitaciones ajenos a su reciente orfandad.
Esta es la historia oficial de Kouri. Pero no se parecerá en nada a la que van a reconstruir los investigadores policiales.
Lo que sigue a la muerte
Kouri se muestra devastada y le relata por mensaje de texto a una amiga que ha hecho todo lo posible por salvar a su marido y que incluso llegó practicarle maniobras de resucitación cardiopulmonar: “¡Yo presioné tan fuerte, tan fuerte, gritándole que volviera a la vida!”. Pero una de las primeras cosas que los investigadores hallan es que eso no parece ser cierto. La evidencia demuestra que los emergentólogos fueron los primeros en realizar RCP a Eric. Lo saben porque, según reveló Law & Crime Network, al hacerlo salió espuma de la boca de la víctima y eso solo ocurre en el primer intento.
La autopsia también resulta contundente. El reporte toxicológico concluye que Eric, al momento de morir, tenía circulando por su cuerpo cinco veces lo que sería una dosis letal de fentanilo. Este opioide sintético es cincuenta veces más fuerte que la heroína y cien veces más potente que la morfina y había ingresado a su organismo vía oral. ¿Quién le había suministrado esa droga en cantidades que no perdonan?
Para los detectives de homicidios, por muchos motivos y pruebas que irán reuniendo, la responsable evidente es la atractiva Kouri con ese trago preparado con tanto amor. Los abogados de su defensa arguyen que en la casa no se encontraron ni esa ni otras drogas y sostienen que él mismo podría haber ingerido el fentanilo.
La investigación comienza despacio, pero va en una sola dirección: la mujer del fallecido. La recolección de datos será fundamental para determinar móvil y circunstancias.
Entre otras cosas, los peritos en telefonía celular hallan que, si bien la viuda asegura haber dejado el móvil enchufado para cargarlo en el cuarto principal, este ha sido utilizado muchas veces durante esas horas en las que Kouri sostiene haber estado dormida. No solo eso: figuran mensajes que han sido borrados. ¿Qué ha pasado intramuros esa noche y la siguiente madrugada?
Sed insaciable de dinero
Eric Richins tenía, con un socio, una empresa de materiales para la construcción llamada C&E Stone Masonry y ganaba muy buen dinero. Al momento de su muerte, su patrimonio rondaba los cuatro millones de dólares. Kouri, a su vez, también tenía su propia pyme dedicada a bienes raíces llamada K Richins Realty LLC. No le iba mal, pero le gustaba gastar mucho más de lo que producía. Ese sería el gran problema.
Para muchos eran la pareja perfecta, la familia ideal. Jóvenes, bellos, con tres hijos sanos y un excelente nivel de vida: una casa maravillosa, buenos colegios, mejores vacaciones. Pero la codicia puede ser un vicio adictivo. Puertas adentro se cocinaban peleas por las ambiciones desmedidas de Kouri. En los últimos tiempos las cosas se habían puesto complejas. Eric sospechaba que su mujer quería deshacerse de él para usar su dinero sin trabas.
Uno de los conflictos financieros había ocurrido dos meses antes de la muerte de Eric. El empresario tenía varias pólizas de seguro, algunas tomadas con su socio en la compañía. En enero de 2022, Kouri, logeándose en la computadora de Eric, se había atrevido a cambiar las pólizas de manera online para ponerse como única beneficiaria. No tuvo en cuenta algo: la empresa contratada tomó nota del movimiento y alertó a sus titulares. Kouri ni se enteró: inmediatamente Eric y su socio volvieron las cosas a su estado anterior. Pero Eric Richins entró en crisis: ¿su mujer tenía en mente quedarse con ese dinero? ¿Qué era capaz de hacer por ello? Temía, cada día más, que esa enfermiza ambición de Kouri terminara mal.
Las sospechas de Eric y la mansión de la discordia
Durante la investigación posterior al homicidio, los detectives encontraron que Eric había tenido al menos dos incidentes anteriores que podrían indicar intentos de envenenamiento. Y supieron que él, en efecto, sospechaba de su esposa.
El primero había ocurrido años antes, durante unas vacaciones idílicas en Grecia. Luego de que su mujer le diera un trago y que él tomara un par de sorbos, había caído violentamente enfermo. El mal momento pasó sin mayores consecuencias.
El siguiente episodio fue solo un mes antes de su muerte, en el Día de los Enamorados en febrero de 2022. Después de darle un primer mordisco a un sándwich preparado por Kouri, Eric se descompuso de manera abrupta. Comenzó con una feroz urticaria y a no poder respirar adecuadamente. Estuvo rápido de reflejos y recurrió a un autoinyector de epinefrina que tenían en su casa para casos de alergia severa y tomó Benadryl. Terminó inconsciente durante varias horas, pero salvó su vida. Luego se sabría que lo que comió ese mediodía fue un sandwich “de hidrocodona”, un fuerte opioide derivado de la codeína. Pero él moriría sin saberlo.
Este último evento hizo que Eric moviera las fichas. Se alarmó y habló con su socio a quien le admitió que quería divorciarse, pero le dijo que antes pretendía organizar varias cosas y la custodia de sus hijos. Además, como quería preservar el patrimonio de los chicos, modificó su testamento estableciendo que Kouri no podría estar nunca al mando de la empresa de materiales, puso en todos los papeles a su hermana Katie y le comunicó a su familia que, si le pasaba algo, la culpa sería de Kouri.
Lo cierto es que al día siguiente de su muerte, cuando la abogada de la familia Richins, Kristal Bowman-Carter, le informó por teléfono a la viuda de estos cambios en los papeles, ella se mostró sumamente molesta: “Su reacción me hizo pensar que ella desconocía esa modificación de su marido y que estaba escuchándola por primera vez”.
La última pelea que había enfrentado a la pareja había sido la compra de una casa -que estaba en etapa de construcción- de 1.900 metros cuadrados en una propiedad de cuatro hectáreas y cuyo valor ascendía a cuatro millones de dólares. La mansión, que quedaba en la ciudad de Heber, tenía ocho habitaciones, doce baños, pileta, gimnasio, simulador de golf, cancha de volley, pared para escalar, dos cocinas, una sala para experiencias virtuales, oficinas y una gran casa de huéspedes con cuatro dormitorios más y tres baños. Podía albergar hasta 60 personas simultáneamente. Kouri pretendía adquirirla, pero Eric se negó de manera tajante, le parecía un disparate.
Finalmente, dos días después de ser enterrado, ella la compraría igual.
Compras ilícitas
Hay más cosas que apuntan a Kouri como una viuda negra: las compras repetidas de una sustancia ilícita llamada fentanilo en los meses anteriores a la muerte de su marido. La última adquisición, un delivery de píldoras, había sido efectuada solo seis días antes.
Esa testigo, que está actualmente presa, fue identificada como C.L.
Los detectives incautaron ambos celulares y las computadoras de la casa de los Richins. Así pudieron reconstruir los contactos entre Kouri y C.L. La proveedora declaró que, entre diciembre de 2021 y febrero de 2022, Kouri la contactó en varias oportunidades para pedirle pastillas opioides para el dolor y le aclaró que eran para un inversor de su compañía. Ella le consiguió pastillas de hidrocodona y se las dejó en una propiedad vacía que Kouri le había indicado. Intercambiaron droga y dinero sin verse. Dos semanas después, Kouri volvió a llamarla y le pidió algo más fuerte “como lo que tomaba Michael Jackson”. Esta vez Kouri fue a la casa de C.L. Era el 11 de febrero de 2022 y le pagó 900 dólares por 15/30 pastillas de fentanilo que C.L. había previamente obtenido de un dealer.
El 26 de febrero la contactó nuevamente para que le proveyera más pastillas de fentanilo. C.L. las dejó en una especie de fogón exterior en aquella misma propiedad donde le había dejado la hidrocodona y del mismo modo, sin encontrarse.
Los viajes y el drama convertido en libro
Mientras en los organismos oficiales recababan información sobre Kouri y sus tropelías, la vida para ella y sus hijos (quienes tendrían hoy 10, 9 y 6 años), continuó. Ella no perdió el tiempo y, enseguida, vio la veta de un negocio. ¿Y si escribía un libro para chicos sobre cómo atravesar los duelos? Se puso manos a la obra. Un año después de haberse quedado viuda salió a la venta su libro: Are you with me? (¿Estás conmigo?). El precio de tapa es de 15 dólares. Para promocionarlo escribió que es un texto que debe “ser leído por todo chico que haya experimentado una pérdida y por padres que quieran darles a sus hijos soporte emocional para curar y crecer”. Ella misma explicó que su obra había sido escrita con la ayuda de sus tres hijos para “reasegurar a los chicos que, a pesar de que la persona que amaban no estuviera más presente, esa presencia siempre existirá y que ellos caminarán a través de la vida como si lo estuviera”. La mayor ironía está impresa en la primera página: “Dedicado a mi maravilloso marido e increíble padre”. Conociendo en detalle lo ocurrido el dibujo de la tapa resulta asqueante: un chico juega al fútbol mientras su padre, representado con dos alitas y corona de santo, lo observa asomado desde una nube.
En ese año tan complejo no solo escribió un libro sino que viajó varias veces. Ella misma tuvo que explicarlo. Lo hizo en un extenso mail enviado el 19 de abril de 2023 a las 15.32 horas a los policías Chad Hoffmeyer y Frank Root, con copia al detective a cargo del caso Jeff O’Driscoll, bajo el título Clarificación, y que fue publicado el 14 de junio por el medio New York Post.
“Ustedes me preguntan sobre cualquier vacación exótica que yo haya tenido después de la muerte de Eric. Hice dos viajes el año pasado. Uno en junio con mis hijos porque dos de ellos fueron a probarse a un campamento de fútbol en Salt Lake City para ver si podían jugar en España. Y lo lograron. Así que los llevé en octubre de 2022 a España. Adjunto invitación”. A pesar de que habló de dos viajes, en el mismo mail, siguió contando que habían volado una tercera vez a México. Esta vez los acompañó su madre: “Me llevé a los niños y a mi mamá en agosto de 2022. Como espero que entiendan, los meses que siguieron a la muerte de Eric habían sido muy duros de enfrentar (...) Eric y yo íbamos a México todos los años. Viajábamos mucho. Y llevamos a los chicos un par de veces a ese país así que no era algo nuevo viajar con ellos”. Continuó diciendo en su mail: “Eric era conservador, no quería que yo trabajara porque su primera mujer lo había engañado con un compañero del trabajo (...) Pero esa no es mi personalidad ni la manera en que fui educada. Yo soy muy independiente”. Admitió en ese escrito que como pareja habían tenido algunas dificultades y que habían recurrido a terapia en cuatro ocasiones, pero que eso “no era para nosotros”. En su largo correo también detalló haber sufrido depresión post parto luego del nacimiento de su segundo hijo en 2014 y que le habían recetado medicación. Terminó su carta diciendo: “Solo quiero que esto termine y recuperar nuestras vidas para seguir adelante y hacer el duelo por mi marido sin tener que estar mirando constantemente por encima de mi hombro a ustedes o al idiota investigador privado o a la familia Richins”.
Su email no detuvo a nadie y la sensación de haber conseguido un éxito editorial le duró poco. La justicia y la policía ya estaban cerrándose sobre ella, sabían demasiado.
El lunes 8 de mayo de 2023, la recién devenida en escritora terminó acusada por el asesinato y presa. No de sus palabras, sino por sus hechos.
No era la primera vez que Kouri pisaba un tribunal. En el año 2020 había sido acusada de fraude por una pareja que le había comprado una casa en pésimo estado llena de hongos y humedades.
Búsquedas en la web y caos monetario
En su afán por hacerse de dinero en los últimos tiempos de su matrimonio, Kouri había contratado varios seguros de vida que sumados ascendían a dos millones de dólares. También había conseguido un crédito con garantía hipotecaria por 250 mil dólares y había sacado 100 mil dólares de las cuentas de su esposo. Sus gastos con tarjetas de crédito superaban los 30 mil dólares. No solo eso: se había quedado con 134 mil dólares que eran para pagar impuestos.
Estaba obsesionada con tener más y más dinero para gastar.
Hoy por hoy las pruebas que más la incriminan, además de la adquisición de la peligrosa droga fentanilo, son sus búsquedas en Internet. El historial de frases en su Iphone y en su notebook fue más que elocuente: “Prisiones de lujo para ricos en América”; “certificado de muerte pendiente, ¿el seguro pagará igual?; “si alguien es envenenado que dirá el certificado de defunción”; “cómo borrar definitivamente información de un Iphone de manera remota”. En ese historial también figuraban preguntas sobre si la policía podría obligar a alguien a pasar por un detector de mentiras; cuáles son las señales para saber si uno es investigado por la justicia federal y, también, búsquedas de mansiones y ranchos en venta en Tennessee y Montana. Además, había intentado enterarse por la web si había lazos entre la familia de su marido y la policía del condado de Summit, en Utah.
Kouri había dejado sus huellas estampadas en todos los sitios posibles.
“Ambiciosa y manipuladora”
La familia de Eric describió a la víctima como un hombre que adoraba la vida al aire libre, que no consumía drogas y que le gustaba ayudarlos en el trabajo de campo, con los animales, como se habían criado. Una de las hermanas de Eric, Amy Richins, declaró en la investigación el pasado 11 de junio y reveló la pesadilla en la que se convirtió la vida de la familia de la víctima: “Me atormenta lo ocurrido. Repaso la escena en mi cabeza. La cadena de hechos terribles. Me pregunto cuándo se dio cuenta de que estaba en riesgo mortal. Me pregunto qué le habrá dicho Kouri en esos últimos momentos. ¿Cuánto tiempo habrá estado consciente sabiendo que moría? ¿Dónde estaban los chicos cuando esto pasó? ¿Habrán escuchado su cuerpo golpear contra el suelo? ¿Lo vieron respirar por última vez? Es torturante pensarlo. ¿Por qué tomó su vida? ¿Por qué los chicos perdieron a su padre? ¿Fue por la codicia de Kouri y su deseo por quedárselo todo? ¿Cómo puede alguien valorar tan poco la vida humana? No lo puedo comprender. Me ahogo de pena pensando que Eric significaba tan poco para ella. (...) Pienso en sus últimos momentos sabiendo que había sido traicionado y envenenado. (...) El horror es insoportable. Como familia estamos viviendo un infierno. ¡Ya hemos visto como Kouri desfiló por los medios mostrándose como una viuda doliente mientras intentaba sacar provecho económico de la muerte de mi hermano! De dos maneras: con su libro y tratando de cobrar los seguros y sus inversiones que deberían ir exactamente a dónde él quería, a sus hijos”.
Amy recuerda que su cuñada siempre se mostró como una persona “desesperadamente ambiciosa y en extremo manipuladora”. Reveló que, cuando la confrontó esa mañana de domingo posterior al crimen, Kouri la miró con odio: “Era temprano y había estado nevando casi toda la noche. Me estaba por ir y subirme al auto cuando vi a un cerrajero entrar al garaje de la casa para abrir la caja de seguridad. (...) Le pregunté varias veces (a Kouri) por qué no había llamado a mi padre para pedir la clave de seguridad de esa caja. No entendía qué estaba haciendo. Me gritó cosas inapropiadas que no diré aquí y luego me echó de la casa. Fue ahí que le dije que no podía echarme de la casa de mi hermano porque mi hermana Katy era la la albacea del legado de Eric y que ella no aprobaría lo que estaba haciendo de romper las cajas fuertes. Kouri me miró llena de odio porque yo me estaba interponiendo en su camino y arruinando su plan. Por eso me atacó, me golpeó en la cara y en el cuello muchas veces. Cuatro personas debieron agarrarla para poder quitármela de encima (...) Antes del funeral, ella abrió una cuenta de banco y comenzó a pedirle a todos los que estaban lamentando la muerte de Eric que le enviaran dinero a ella en vez de mandar flores y cartas a la familia. No habían pasado ni dos semanas cuando nos enteramos que ella había quitado todas las fotos de mi hermano de esa casa y había removido su ropa. Cuando llegó el día en el que Eric hubiese cumplido 40 años (el 13 de mayo de 2022), Kouri organizó un torneo de golf en su nombre y nos prohibió a sus familiares asistir. Luego de su muerte nos enteramos que ella había sacado varias pólizas de seguro en su nombre y había falsificado su firma (...) No puedo dejar de mencionar que también había sacado varias pólizas de seguro a nombre de sus hijos. En su libro sobre el duelo tuvo la audacia de usar los nombres reales de sus hijos y de publicar el último retrato familiar. Su comportamiento me genera una gran preocupación porque siento que explotó a los niños por dinero y que lo volvería hacer. Además, manipula a mi padre (Gene Richins) con cortar el contacto con los nietos si él no accede a sus demandas y capitula. También nos impide el contacto con mis sobrinos, a mi hermana y a mí (...) He escuchado que Kouri le dice a los chicos que ninguno de nosotros los quiere, que no nos importan (...) Nada queremos más que estar ahí para esos tres niños (...) Nosotros estuvimos cuando se conocieron, cuando se casaron, cuando cada uno de los niños nació, cada cumpleaños y graduación (…) Puede que yo sea ingenua, pero no sabía que podía existir tanta maldad (...) Ella podría hacer cualquier cosa por sus problemas financieros, incluso matar ¿quién sería el próximo? (...) Juez Mrazic nuestro destino está en sus manos”. Con estas palabras Amy le estaba rogando al juez de distrito Richard Mrazik que no liberara a su cuñada antes del juicio. Así fue.
La compañera de trabajo en shock
Linda King, una compañera de trabajo de Kouri cuando ella trabajaba en la cadena Home Depot, contó a Fox News Digital cómo fue que Eric, quien era cliente e iba a buscar materiales todos los días al negocio, y Kouri se conocieron.
“Un día uno de los empleados de Eric vino y me dijo al pasar que su jefe estaba encantado con Kouri”. El asunto fue que los presentaron y terminaron saliendo. Enseguida encajaron. Se reían mucho y lo pasaban bien. Se casaron, fueron felices y comieron perdices. Eso pensaba Linda. Por eso cuando, en marzo de 2022, Linda leyó en Facebook que Eric había muerto quedó shockeada. El matrimonio llevaba ya nueve años de casados. Preguntó de qué había muerto Eric y le dijeron que de un aneurisma. Eso fue hasta hace un par de semanas cuando otra noticia la dejó más helada todavía: Kouri había sido detenida por la muerte de Eric que había ocurrido por dosis letales de fentanilo. Había sido envenenado. Linda segura: “Me sentí con náuseas (...) pero quería darle a Kouri el beneficio de la duda”. Cuando leyó la evidencia que tenían los detectives, se le hizo un nudo en el estómago.
48 horas frenéticas
Kouri en las 48 horas posteriores a la muerte de su marido entró en una frenética actividad. Recurrió a un cerrajero para abrir las cajas fuertes de Eric e intentó que los restos de su marido fueran cremados. No lo consiguió. En esos dos días compró la mansión que ambicionaba y llegó a contratar a un reconocido arquitecto para que le dibujara las modificaciones que quería llevar a cabo. Como si eso no bastara invitó a un selecto grupo de amigos a esa casona para brindar por la adquisición. A ellos les dijo que con Eric habían estado celebrando esta compra justo cuando murió...
No solo eso: recurrió a un estudio de abogados para llevar a los tribunales a los Richins aduciendo que no estaban respetando el acuerdo prenupcial que tenían firmado con Eric. Estaba furiosa porque había descubierto que la casa en la que vivían tampoco estaba a su nombre. Eric, antes de su final, había tomado precauciones para resguardar a sus hijos, pero ella sigue alegando que la compraron juntos, con sus ahorros y que Eric lo modificó sin su conocimiento.
Mientras la acusada espera saber qué pasará con su caso, los abogados de Kouri hacen lo imposible para intentar revertir los cargos en su contra. El panorama es oscuro para Kouri quien, también, enfrenta cargos por posesión de fentanilo y de GHB, una sustancia ilícita conocida vulgarmente como “la droga de la violación”.
A la audiencia Kouri se presentó bella, a cara lavada, con el pelo prolijamente recogido, con una simple camisa blanca y pantalones oscuros. El juez le denegó la posibilidad de salir bajo palabra antes de ser enjuiciada. No confía en ella. Seguirá detenida y la próxima audiencia prevista es para el próximo 22 de junio. La mujer atractiva e intrigante que es señalada como una despiadada asesina del padre de sus hijos lloró y negó con su cabeza cada vez que dijeron cosas con las que no estaba de acuerdo.
En el estado de Utah todavía está vigente la pena capital. Aunque la familia Richins no se ha manifestado al respecto, los medios le preguntaron al fiscal Skordas si podría pedirse en este caso una sentencia a muerte. El profesional, con ocho años de carrera en la materia, reflexionó: “Sería muy difícil en este caso convencer a doce miembros del jurado que, unánimemente, crean que es la pena apropiada. Es más bien un caso de esos en los que la acusada jamás saldrá de prisión”.
La codicia es uno de los siete pecados capitales. Kouri Richins podría ser el reflejo exacto de esa gula por lo material ejecutada con extrema crueldad. Con solo 33 años puede pasar el resto de su existencia tras las rejas. Como asesina su vida no será para nada la que buscaba tener. Más bien todo lo contrario.
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