Hubo un tiempo, finales de los 60, comienzos de los 70, tal vez después también, en que Paul McCartney, el beatle de las canciones románticas, era el muchacho que toda señora quería como yerno y toda chica como novio. Un artista sensible que, en tiempos de amor libre, flower power y desenfreno psicodélico, con groupies a su merced a nivel planetario, decidió casarse con la fotógrafa Linda Eastman, tener muchos hijos y practicar un modo de vida idílico. Nacido el 18 de junio de 1942, Sir Paul cumple hoy 81 años: tiempo suficiente como para analizar si aquella idealización se corresponde con la realidad. McCartney ya fue soltero, casado (tres veces), viudo, separado, divorciado; fiel e infiel. Lo que nunca supo/quiso/pudo es estar solo, sin una mujer, mujer sostén, a su lado.
Un trauma lo marcó en su adolescencia: la muerte de su madre, Mary Mohin, partera y proveedora de la familia, el 31 de octubre de 1956, a los 47 años, de un cáncer de mama. “La muerte de mi madre cuando yo tenía 14 fue un gran golpe para mí y mi familia. Ella murió de cáncer, según me enteré más tarde. Yo no sabía entonces por qué había muerto. Eso fue lo peor para mí. Ver llorar a mi papá por primera vez. Pero había decidido no permitir que eso me afectara. Seguí adelante. Aprendí a rodearme de una caparazón”, contó en el libro “The Beatles Anthology”. Una de sus primeras conexiones de McCartney con John Lennon fue que el autor de “Imagine” también había perdido a su madre muy joven: Julia Stanley murió en 1958, atropellada por el auto de un polícia que estaba aprendiendo a manejar.
Paul se reencontró con Mary a fines de 1968, en su casa de Cavendish, Londres, durante un sueño. Hacía poco que había conocido a Linda, con la que iba a estar casado durante tres décadas y tendría tres hijos. Se había dormido inquieto porque la interna de los Beatles, insostenible desde las sesiones de grabación del “Álbum Blanco”, presagiaba el final de la banda. “Vi a mi mamá. Fue algo maravilloso. Ella me tranquilizó mucho. En el sueño me decía que todo iba a salir bien. No estoy seguro de si usó la frase “Let It Be”, pero esa era la esencia”, recordó en “Paul McCartney, la biografía”, de Philip Norman.
Al despertarse, escribió “Let It Be”, traducida al español como “Déjalo ser”, aunque en realidad era una expresión que usaban sus padres con él y su hermano Mike para aconsejarles que no se amargaran ante un conflicto que no lo merecía, que lo dejaran pasar. Terminó de componer la canción con los otros Beatles en los estudios Twickenham y también en Apple. La inclusión de acordes de órgano de iglesia terminó de darle una atmósfera de himno religioso. Tal vez, un resabio de la infancia de Paul, que había sido parte del coro de la iglesia de St. Barnabas, cerca de Penny Lane.
“When I find myself/In times of trouble/ Mother Mary comes to me/ Speaking words of wisdom/ Let it be”. En ese comienzo está todo: el momento conflictivo de Paul, la aparición de su madre (la Madre María), la revelación de palabras sabias de parte de ella, el alivio de dejar que todo fuera como debía ser. El single fue lanzado el 6 de marzo de 1970, con Billy Preston en órgano, Paul en piano, Lennon en bajo, Ringo Starr en batería, George Harrison en guitarra y Linda Eastman, o Linda McCartney, en coros.
Mujeres espejadas
Algunos lectores freudianos arriesgarán que Linda, la mujer de la que Paul no quería despegarse, la que lo estabilizó, la que le dio cuatro hijos -tres que tuvieron juntos y una hija que Linda había tenido con otra pareja y que Paul adoptó-, fue una suerte de sustituta de Mother Mary. Quién sabe. Lo concreto es que Linda falleció, como Mary, de un cáncer de mama que se diseminó en metástasis. Murió el 17 de abril de 1998, a los 56 años, en brazos de Paul, dos días después de una cabalgata de despedida que hicieron por el campo sobre el que serían esparcidas las cenizas de Linda. Tras el funeral y la cremación, los tres Beatles que quedaban -Lennon había sido asesinado en 1980, a los 40 años- tocaron en vivo por primera vez desde el Concierto de la Terraza: una versión conmovedora de, por supuesto, “Let It Be”.
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Un cuarto de siglo después, Paul está casado -desde 2011- con Nancy Shevell, empresaria del transporte 18 años menor que él a la que le escribe frases de aniversario como: “Sos mi rock and roll, mi lado A y mi lado B, mi verso y mi coro. Gracias por estos hermosos años de matrimonio. Te amo”. A pesar de la diferencia de edad, Nancy fue amiga de Linda y los expertos en periodismo del corazón aseguran que ambas tuvieron mucho en común, incluido el cáncer de mama a mediados de los 90: la actual esposa de McCartney pudo recuperarse.
Linda y Nancy, provenientes de familias acomodadas, nacieron en la costa este de los Estados Unidos; huérfanas de madre, de origen judío, las dos fueron estudiantes en Tucson (Arizona) y se convirtieron en madres antes de haber conocido a Paul. McCartney se casó con ambas en el registro civil londinense de Marylebone, con su hermano Mike como padrino y ceremonia religiosa posterior. Afuera, en los dos casos, había multitudes de fanáticas, de curiosos y de paparazzi. Sólo que en el casamiento de 1969, las fanáticas de uno de los solteros más codiciados, lloraron desoladas y armaron tal escándalo que obligó a participar a la policía. Paul empezaba, con Linda, una de las relaciones más estables que haya tenido una estrella de su calibre.
La era A.L. (Antes de Linda)
La primera novia oficial de McCartney, que había tenido muchas amantes pasajeras, fue Dorothy Rhone. La relación duró desde 1959 hasta 1962 y estuvo a punto de desembocar en el altar. Se conocieron cuando ella tenía 17 años, en el club Casbah de Liverpool, a la vuelta de una gira de los Beatles por Hamburgo. Dot vivía con Cinthya Lillian Powell, futura esposa de John Lennon. Cuando quedó embarazada de Paul, la palabra casamiento les sonó lógica. Pero ella tuvo un aborto espontáneo y el vínculo se enfrió, O lo enfrió Paul, que empezó a calentar motores con la actriz británica Jane Hasher, a la que había conocido el 18 de abril de 1963, cuando un fotógrafo los hizo posar durante una actuación de los Beatles en el Royal Albert Hall de Londres. Hasher había sido pareja de Lennon y luego sería pareja de Harrison, de modo que su relación con McCartney quedó como jamón de un sandwich beatle endogámico.
Paul, estimamos que enamorado, se inspiró en Hasher para escribir canciones como “And I Love Her”, “I’m Looking Through You” y “She Won’t See Me”. La invitó a que se instalara, cepillo dental incluido, en la casa de Cavendish. En 1967 anunciaron su compromiso. Pero McCartney comenzó una relación clandestina con la modelo Maggie McGivern -a la que había conocido a través de Marianne Faithfull- y otra con Francie Schwartz, una guionista muy joven. Más allá de la proeza atlética de jugar a tres bandas, no pudo sostener la doble clandestinidad: Hasher, la novia oficial, lo pescó en la cama de Cavendish con Schwartz. Asher optó por bajarle la persiana sin estridencias, pero Francis le vendió la historia del beatle infiel a la revista Rolling Stone.
Paul sienta cabeza
Más allá del escándalo, caídas las opciones de Jane Hasher y Francie Schwartz, Paul siguió con Maggie McGivern. Hasta que en 1968 conoció a Linda, un año mayor que él, en un concierto de Georgio Fame en Londres. Era fotógrafa y tomaba imágenes de músicos y bandas como The Jimi Hendrix Experience, Grateful Dead, The Doors y los Beatles, a quienes había visto por primera vez en el mítico recital del Shea Stadium en 1966. “Al principio me interesó John. Él era mi ídolo beatle -admitió-. Pero cuando lo conocí, la fascinación se desvaneció rápidamente, y descubrí que era Paul el que me gustaba”.
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La casa de Paul no le dio una buena impresión. O sí, si seguimos la hipótesis de una Linda sobreprotectora del bajista beatle. El panorama incluyó muebles rotos, cagadas de perro en el living y la heladera con un limón seco y solitario. Peter Ames Carlin escribió en el libro “Paul McCartney”: “Linda, a la que también le gustaba fumar marihuana, le seguía el rollo, al mismo tiempo que sentía un cariño maternal hacia él”. Se casaron el 12 de marzo de 1969; McCartney de riguroso traje oscuro. Según él, durante las siguientes tres décadas sólo durmieron separados durante diez noches, las que pasó detenido en Tokio por posesión de marihuana.
Parecían la pareja ideal, si tal cosa existe: formaron la banda The Wings; y Paul la siguió en todo, incluidas las costumbres vegetarianas y el activismo por los derechos de los animales. Corrección política y tres hijos propios: Mary (1969), Stella (1971) y James (1977). Además, Paul adoptó legalmente a Heather, hija de Linda de una relación anterior. “Tenía miedo de formar parte de su harén de amantes”, reconoció Linda. “Dios mío, esto es diferente a cualquier cosa que me haya pasado antes. Esto es más que un disco de éxito. Es más que oro. Es más que cualquier cosa”, declaró su marido. Sólo la muerte logró separarlos.
Tiempos difíciles y no tanto
En pleno duelo por la viudez, Paul se sintió sin rumbo, perdido, tras una relación simbiótica de tres décadas. Su siguiente pareja trascendente (y turbulenta) fue con Heather Mills, 26 años menor, con la que se casaron en un castillo irlandés en 2002 y tuvieron una hija, Beatrice Milly, al año siguiente. Mills, modelo, había sido atropellada cruzando una calle y le habían amputado la pierna izquierda a la altura de la rodilla. Siguió modelando con una prótesis y haciendo activismo contra las minas antipersonales. Pero no pudo desactivar la de su matrimonio, que explotó pocos años después del nacimiento de Beatrice. McCartney abandonó la casa familiar y se desató una guerra judicial. Heather reclamó 250 millones de dólares, alegando que la fortuna de su ex marido ascendía a 1.600 millones. Finalmente, en 2008 ella logró un acuerdo impactante: 33 millones de dólares, más activos por otros 16,5, y el pago anual de 70 mil dólares para su hija.
En 2007, precavido, Paul había empezado una relación sentimental con Nancy Shevell, Se casaron en 2012. Desde entonces, el matrimonio sibarita intercambió mensajes públicos almibarados y se mostró en islas caribeñas, en el Palacio de Buckingham y en muchos otros lugares fastuosos. En los últimos tiempos, McCartney anunció que estaba utilizando inteligencia artificial para recuperar la voz de Lennon de una antigua grabación casera y producir lo que él llama “el último disco de los Beatles”. La nueva tecnología le ayudará a conseguir proezas tan impactantes, aunque acaso menos líricas, que la de haber rescatado a Mother Mary en sueños.
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