Cuando hace unos meses descubrió su estrella en el Hall de la Fama de Hollywood, Courteney Cox le dijo a Variety que nada en su vida podía hacer imaginable una carrera que la llevó a estar siete veces nominada al SAG como Mejor Actriz de Comedia y la convirtió en una de las figuras mejor pagas de la industria con su papel de Monica Geller en Friends: creció en Alabama, donde todos eran “obreros siderúrgicos o médicos”, y no sabía nada del show business.
Por eso, el comercial que la hizo conocida en 1985 como la cara de una marca de tampones y la convirtió en la primera chica que dijo la palabra “período” en la televisión americana, horrorizó a sus ex compañeras de la tradicional secundaria sureña de Mountain Brook. Era el comienzo de un camino donde, tal vez sin proponérselo, iba a visibilizar muchas veces las cuestiones cruciales que atraviesan la vida de las mujeres.
Por entonces tenía 20 años, había dejado arquitectura, y había llegado a Nueva York de la mano de su novio, el representante de bandas y sobrino de su padrastro Ian Copeland, que además de darle un lugar en su compañía, le sugirió que trabajara como modelo y actriz. No le costó demasiado: enseguida consiguió un contrato con Ford Models, una de las agencias de talentos más importantes de la época. “Me inventaron de nuevo: tomaron la frescura de Alabama y la cambiaron por completo —dijeron que había nacido en Kentucky y que mi apellido sería Myles–. ¡Ni sé por qué! Pero nunca pensé que eso iba a derivar en una carrera que amo y de la que aprendí tanto, de la que sigo aprendiendo y aprendiendo”, le dijo a Variety a fines de febrero.
Cox había nacido en una familia acomodada como la menor de los cuatro hijos del empresario Richard Cox y Courteney Bass y tenía diez años cuando sus padres se divorciaron, en 1974. CeCe, como la bautizaron mientras crecía como la líder de las porristas y la reina del baile de graduación, tuvo que acostumbrarse a ser la del medio: sus padres tuvieron nueve hijos más con sus nuevas parejas. Mientras Richard Cox se mudó a Florida, su madre se casó con el empresario y financista Hunter Copeland, y Courteney pasó su adolescencia con ellos en Birmingham, uno de los suburbios más ricos y conservadores de los Estados Unidos. Fue criada para ser una perfecta dama sureña: con acceso a los clubs más prestigiosos y su belleza como mejor carta de presentación.
No fue tan fácil torcer ese destino: en sus comienzos, su origen resultaba un inconveniente para sus pretensiones actorales. Pasó meses tomando clases de locución para dejar atrás su acento aunque en la primera aparición pública por la que llamó la atención ni siquiera tuvo que hablar. Fue para el video de la canción Dancing in the dark, que Bruce Springsteen grabó en 1984, y que sería premiado en los MTV Video Awards del año siguiente. Se dice que, durante el rodaje, el músico al que le señalaron que debía elegir a Cox entre el público, no supo que ella era una actriz hasta terminar de grabar. Ella, que iba a ganar fortunas, cobró solo US$350 por subir a bailar con Springsteen al escenario lookeada como una fan de pelo cortísimo y musculosa rockera con estampa de su supuesto ídolo.
Pero el verdadero llamado –ya con su nombre y apellido reales– llegó cuando consiguió un rol fijo como la novia de Michael J Fox en la serie Family Ties, entre el 87 y el 89. Fue el momento en el que se decidió a pasar definitivamente a la actuación. Había aprovechado lo que ganaba como modelo para pagarse las clases de teatro y consiguió papeles en películas como Amos del Universo (1987) y Cocoon (1988). “Estaba tan nerviosa –dijo sobre su papel en Family Ties–. Es tan difícil entrar en un show exitoso. Y yo no era estrella invitada, tenía un personaje recurrente, ¡pero cada vez me sentía como si empezara de cero! Estar en una tira con Michael J. Fox fue la mejor lección de actuación y comedia que vi jamás. El podía tomar una sola línea de texto, romperla en tres partes distintas y conseguir tres carcajadas enormes. Es un maestro y fue una gran experiencia, ¡y yo me moría de nervios”.
Estaba por terminar su participación en la serie emblema de los 80 cuando le comentó a un amigo que le había encantado el trabajo de Michael Keaton en Clean and Sober (1988), con el que daba un giro a su carrera como comediante. Ese amigo hizo de celestino y les arregló una primera cita en casa de Cox que, según le contó a People, pasaría cinco horas con el actor de Batman sin parar de hablar “sobre las casas de nuestros sueños, las más grandes que habíamos visto y las que nos gustaría construir nosotros mismos”. Estuvieron juntos por casi seis años.
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Y aunque ese amor llegó a su fin, su pasión por la arquitectura siempre se mantuvo intacta: si bien abandonó la facultad muy temprano, el diseño es hasta hoy uno de los mayores y más lucrativos hobbies de CeCe, que invirtió buena parte de la fortuna que ganó gracias a su papel de Monica en Friends en comprar, renovar y revender casas. Cox, que, al igual que sus ex compañeros de elenco, llegó a ganar US$1 millón por capítulo de la sitcom, es hoy la segunda más rica del grupo después de Jennifer Aniston, con $150 millones. Parte de esos ingresos provienen de sus inversiones en propiedades que recicla: es conocida por su buen ojo para transformar piezas de arquitectura clásica con toques actuales. Un gusto que compartía con Keaton: el primer regalo que le hizo él fue la mansión a la que se mudaron, en Santa Monica.
La ruptura fue al comienzo de la segunda temporada de Friends, en 1995. Como contó en la reunión de 2020 por los 17 años del último capítulo de la serie de Marta Kauffman, David Crane y Kevin Bright, en la audición original, a Courteney, de entonces 27, le ofrecieron el personaje de Rachel Green. La historia es conocida: el papel fue para quien pronto se convertiría en su mejor amiga dentro y fuera de la ficción: Jennifer Aniston; Cox había pedido a los productores que la dejaran hacer de Monica porque se sentía mucho más identificada con el papel. Fanática del orden y la limpieza, y cocinera aficionada como su alter ego, suele bromear con sus seguidores de Instagram al respecto: “Decime que sos Monica sin decirme que sos Monica. Yo voy primero”. Entonces pasa a mostrar la milimétrica organización de la cocina de su casa de Malibú, incluyendo un cajón en el que hay un lugar exacto para cada utensilio y otro para las especias. “Sí, ya lo sé”, acepta en total sintonía con la eterna Mon.
Esa década de sitcom le dio todo y también mostró muchos de sus propios dolores y alegrías. “Friends me enseñó la importancia de la camaradería y de permanecer juntos en serio. Estas amistades se dieron en la etapa más importante de mi vida y pasámos por mil cosas juntos –le dijo a Variety quien Aniston considera la persona más leal que conoce–. Me enseñó de verdad lo que es estar ahí para los otros, como dice la canción ‘I’ll be there for you’, pero es real. Fue tan lindo trabajar con un grupo en el que todos queríamos lo mejor para los demás, sin celos, con la única idea de dar lo mejor y apoyarnos”.
Es que los seis protagonistas le hicieron honor al nombre del show: desde su lanzamiento, en septiembre de 1994, hasta el episodio final, grabado en enero de 2004 y emitido por la cadena NBC el 6 de mayo de ese año, jamás hubo siquiera un rumor de tensiones entre ellos; por el contrario, se convirtieron en verdaderos amigos, una rareza en cualquier casting de estrellas de Hollywood, mientras sus vidas reales se mezclaban con la ficción.
En un episodio de la tercera temporada de Friends, una estrella invitada perteneciente a una reconocida dinastía de Hollywood interpretó a un stalker que perseguía a Phoebe (Lisa Kudrow) al confundirla con su melliza Ursula. Cox apenas si interactuó en esa oportunidad con el que años más tarde se convertiría en el padre de su hija, pero cuando volvió a cruzarse con David Arquette en el set de Scream (1996) –compartieron cartel durante toda la trilogía–, la atracción fue instantánea. Se casaron en la Catedral de Grace, en San Francisco, a días de que ella cumpliera 35 años, el 12 de junio de 1999. Así fue como para la sexta temporada de Friends, en septiembre de ese año, los créditos la nombraban como Courteney Cox Arquette. Para ella, que tras la separación de sus padres “había quedado con la sensación de que nada era necesariamente permanente”, David había llegado para cambiarlo, y su manera de demostrarlo era anunciando públicamente que había cambiado su nombre legal y profesional.
Desde el primer momento, los Arquette-Cox quisieron consolidar ese amor con la búsqueda de un hijo, pero igual que Monica y Chandler en la ficción, tuvieron que lidiar durante años con problemas de fertilidad. En 2019, la actriz se puso al frente de la docuserie de Facebook Nueve Meses con Courteney Cox en la que acompañaba a diez parejas en el proceso de la concepción y el parto, precisamente para sacar a la luz estos temas que la habían tocado tan de cerca. “Perdí muchos embarazos, y no creo que eso sea algo que debamos callar, porque es algo triste, pero pasa. Pienso que es importante poder hablar de estas cosas para que muchas personas que están pasando por lo mismo sepan que no están solas”, dijo mientras promocionaba el programa en un reportaje para Busy Tonight. “Yo me embarazaba con facilidad, pero me costaba retenerlos y tuvimos muchas desilusiones –confió en otra entrevista con People–. Tratábamos de volver a intentar en cuanto estábamos listos y no voy a decir que era un paseo por el parque pero, ¿qué íbamos a hacer? ¡Yo no quería darme por vencida!”
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Pero en medio de esa lucha, tenía que sonreír y hacer de Monica en uno de los programas más populares de todos los tiempos. Uno de los abortos espontáneos que sufrió Cox fue a días de que Rachel tuviera a su hija Emma durante la octava temporada de Friends. Es un capítulo conmovedor, en el que Monica –que lucha para quedar embarazada–, le cede a su amiga el nombre que había pensado para cuando ella misma tuviera una beba. Cuando finalmente Cox tuvo a su hija Coco mediante fertilización asistida, en 2004, la madrina no fue otra que Aniston. Aunque en la ficción Monica y Chandler terminan por adoptar mellizos, CeCe atravesó su embarazo durante la temporada final de la serie, y los vestuaristas tuvieron que ocultarlo poniéndole blazers y camisas anchas, mientras las cámaras intentaban hacerle solo primeros planos.
Coco Arquette Cox acaba de cumplir 19 años. Nació un 13 de junio, dos días antes del cumpleaños de su mamá y uno después del aniversario de casamiento de sus padres. Parecía que finalmente tenían todo lo que querían y la beba había llegado para sellar la ilusión de que la familia “permanente” era posible, hasta que, en octubre de 2010, anunciaron su separación. Después del divorcio, en 2013, ella volvería a ser simplemente Courteney Cox. Sin embargo, según aseguró a la revista More, el amor de esa familia que formaron sólo cambió de forma: “Cuando amás a alguien, querés que sea feliz, incluso si no es con vos –dijo cuando se supo que su ex iba a tener otro hijo con su nueva novia, en enero de 2014–. Estuvimos casados mucho tiempo, y en los divorcios siempre hay cosas de las que uno se arrepiente, pero tenemos una hija y muchos proyectos juntos, nos vemos casi a diario y siempre nos vamos a desear el bien”, agregó.
Ella ya estaba de novia con el músico de Snow Patrol Johnny McDaid y como prueba de la buena relación con Arquette, iría incluso un poco más allá: fue Cox quien anunció en programa de Ellen DeGeneres que el bebé de David Arquette sería un varón (“Espero que no me reten por esta infidencia”, se rió). Hacia afuera, todo era seguridad. Pero, una vez más, en su vida la ficción se acercaba demasiado a la realidad: igual que Jules Cobb, el personaje que interpretó entre 2009 y 2015 en la serie Cougar Town, de pronto Cox era también una madre divorciada enfrentándose de nuevo al mundo de las citas y a la crueldad de ver, a los 50, cómo la madurez no se mide con la misma vara para varones y mujeres.
Su ex iba a volver a ser padre con una novia 17 años menor que ella, mientras Courteney –que alguna vez había sido nombrada por Playboy como “la chica más hot” y estuvo “entre las diez más sexies del mundo” de la revista For Him– se empeñaba en detener el envejecimiento con todo tipo de tratamientos y cirugías. El mensaje de Cougar Town era positivo, las mujeres también podían correr detrás de jóvenes musculosos y buscar relaciones sin compromiso, pero para ella fue devastador.
Hace unos años, durante su participación en el reality Running Wild, admitió: “Envejecer no fue lo más fácil para mí. Me la pasé tratando de ganarle al tiempo, como en una carrera. Hasta que me di cuenta de que no se puede. Pero es muy difícil, porque hay una presión para mantener la imagen que no depende solo de la fama, es sólo por ser mujer”. Cox todavía se arrepiente de algunas cirugías que la hicieron ver “falsa”. “Todo se cae, y yo trataba desesperadamente de evitarlo. Pero las caras necesitan tener gestos, especialmente si tenés la piel finita, como yo”, explica, y asegura que para revertir ese efecto dejó que se disolvieran los rellenos que tenía y hoy recurre únicamente a tratamientos no invasivos, como el láser. “Soy todo lo natural que puedo y me siento mejor. Creo que me parezco más a la persona que era. O eso espero”.
Desde entonces, la actriz se convirtió en una de las voceras y promotoras de un envejecimiento más natural y una belleza con menos exigencias. Con muchas rutinas y ejercicios que comparte con su amiga Aniston –con quien suelen juntarse para almorzar la misma ensalada (no, no comen hamburguesas con papas fritas) de lechuga, tomate, panceta, pechuga de pollo, huevo duro, palta y queso roquefort que comieron cada día de grabación de Friends en el restaurante Il Sole de West Hollywood–, como el uso de un sauna infrarrojo varias veces a la semana “para rejuvenecer las células y eliminar toxinas”, y el cuidado de la piel con “una toalla caliente todas las mañanas, un serum con vitamina C y crema antiarrugas” antes del maquillaje, repite que, para ella, lo más importante fue evitar los rellenos e inyecciones de botox y colágeno.
“Me llevó tiempo, pero aprendí a aceptar el movimiento, a aceptar que envejecer es parte de la vida, y también a aceptarme a mí”, dice Cox. Esa misma chica sureña que, sin proponérselo, se animó a hablar de todos los tabúes de las mujeres, en un oficio donde eso puede costarles la carrera.
Presente en la última secuela de Scream como la única miembro del casting original y enfocada en la producción ejecutiva de la serie de horror que también protagoniza junto a Greg Kinnear y Mira Sorvino por Starz, celebró su estrella en el Hall de la Fama con sus amigas del alma, Aniston y Kudrow. “El lugar en el que estoy ahora es el más feliz que me tocó. Hay muchas cosas de envejecer que no son lindas, pero hay muchas que son geniales y una es amar mi trabajo. Ahora me preocupo más por las cosas, lo intento más. Amo dirigir, amo actuar y amo producir– le dijo a Variety– Y siento que lo hice por el tiempo suficiente como para saber lo que estoy haciendo, y por eso soy mejor. Y puedo ser mejor, porque tomo más riesgos. Hay algo de la confianza que da el paso del tiempo, de hacer algo por tanto tiempo, que me hace amarlo más que nunca”.
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