Silvio Berlusconi murió a los 86 años. El ex Cavaliere fue un personaje multifacético que en el ocaso de su vida pasó a jugar el papel del líder sabio, el moderado capaz de frenar los arrebatos autoritarios de sus herederos políticos Giorgia Meloni y Matteo Salvini. Casi un padre de la Patria, elogiado y respetado incluso por sus adversarios históricos. Un giro sorprendente para quien supo ser un populista de manual, un Trump ante litteram.
Berlusconi fue un ejemplo de supervivencia de todo tipo de escándalos políticos y judiciales, sexuales y deportivos, financieros y de corrupción de menores, y hasta diplomáticos debido a sus declaraciones desafortunadas, y en algunos casos directamente racistas, en los peores momentos y lugares.
Tanto que en uno de los últimos procesos policiales que debió enfrentar, en mayo del 2021, el gobierno de Italia lo demandó por 15,5 millones de euros por el “desprestigio internacional” que le causó al país y a las instituciones por su participación en fiestas sexuales.
En la acusación, la abogada Gabriella Vanadia, en representación de la Presidencia del Consejo de Ministros, explicó que ese escándalo, conocido como el “Caso Ruby” y que incluyó el abuso de menores, tuvo como consecuencia el “descrédito a nivel global” de Italia durante más de una década, lo que duró el proceso judicial por el que desfilaron coristas, bailarinas y personajes de todo pelaje que habían participado de aquellas fiestas.
Nada de eso parece haber hecho mella en Berlusconi, el hombre que saltó del periodismo deportivo al mundo empresarial, los medios de comunicación y la propiedad un club de fútbol que se transformó en el dueño de la sexta fortuna de Italia para finalmente volcarse a la actividad política, que lo llevó a ocupar en tres ocasiones el cargo de primer ministro.
De la nada al poder
Silvio Berlusconi nació el 29 de septiembre de 1936, primogénito del empleado bancario Luigi Berlusconi y de Rosa Bossi, ama de casa. Criado como cualquier chico de clase media, pasó su infancia durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando no estaba en la escuela, aprovechaba para jugar al fútbol con sus amigos.
Orgullo de sus padres, fue el primer universitario de su familia y se recibió de abogado con medalla de honor. Además del fútbol, el dinero su otra obsesión y para ganarlo no se limitó a ejercer su profesión se metió en la compra y venta de propiedades y aprendió los secretos de la especulación financiera, es decir: hacer que el dinero produjera más dinero sin mayor esfuerzo.
En 1965 se casó con Carla Elvira Dall’Oglio, con quien tuvo dos hijos: Maria Elvira, más conocida como Marina, y Pier Silvio. Se divorció en 1985, y en 1990 oficializó su pareja con la actriz Veronica Lario, con quien tuvo tres hijos: Barbara, Eleonora y Luigi.
Para entonces ya se había hecho un lugar promitente en el mundo de los negocios, en el que entró de lleno con los medios de comunicación. En 1974 creó el canal de televisión local Telemilano y cuatro años después Canale 5, de alcance nacional.
Fue el primero en desarrollar una red de canales televisivos privados y puso fin al monopolio de la televisión pública italiana y consiguió superarla en audiencia con una programación donde se destacaban los concursos y programas de entretenimiento. En la temporada 1983-84 adquirió Italia 1 y Rete.
Siguió creando o comprando canales de televisión, no solo en Italia sino también en Francia, con lo que llegó a convertir a su empresa madre, Mediaset, en un emporio televisivo y de medios escritos. En 1976 compró participaciones de Il Giornale, y en 1990 obtuvo la presidencia del grupo Mondadori, editor del periódico La Repubblica y de los semanarios L’Espresso, Epoca y Panorama.
Para mediados de los 80 ya tenía dinero de sobra, pero seguía siendo casi un desconocido fuera del mundo empresarial. Y Silvio Berlusconi quería ser famoso y popular para saltar a la política. Había entendido el juego: era el mejor lugar desde donde hacer aún más productivos sus negocios y a la vez garantizarse la impunidad de algunas maniobras no del todo claras.
El fútbol y la política
Para transformarse en un personaje famoso de la vida italiana volvió a su pasión infantil, el fútbol. En 1986 compró uno de los clubes con más simpatizantes y lauros del calcio, el Milan AC, donde por entonces jugaban estrellas como los holandeses Van Basten, Gullit y Rijkaard, y los italianos Baresi, Maldini, Papin, Agostini, Ancelloti y Donadoni.
Con estos últimos tenía en su plantel a buena parte de la selección italiana y con ellos no solo se cansó de ganar torneos nacionales e internacionales, también llevó al Milan a ser el primer equipo italiano en ganar un campeonato de liga de Serie A de forma invicta, en la temporada 1991-92.
Il Cavaliere y los éxitos deportivos de su equipo estaban en boca de todos. Entonces dio el siguiente paso cultivando una imagen y un argumento: un hombre que demostraba tal capacidad de gestión empresarial y deportiva podía hacerle mucho bien al país si incursionaba en la política.
Primero se acercó al Partido Socialista de Bettino Craxi, pero el escándalo de la corrupción generalizada y el proceso de combatirla conocida como “Manos Limpias” (Mani Pulite) le dio la oportunidad de cortarse solo y construir su propio partido, Forza Italia, con el que obtuvo el poder en 1994 y, en coalición con otros partidos, el cargo de primer ministro, que perdió al año siguiente cuando la ultraderechista Liga del Norte le quitó su apoyo.
Como comienzo no podía ser más exitoso: el de primer ministro fue su primer cargo público.
Con diferentes partidos y coaliciones volvió a ejercer como primer ministro entre 2001 y 2006 y entre 2008 y 2011.
Por entonces ya se lo vinculaba con la Mafia, habían salido a la luz innumerables negocios sospechosos, se lo acusaba de manejar los medios de comunicación estatales como si fueran suyos, protagonizaba tremendas gaffes políticas y diplomáticas, y empezaron a salir a la luz sus escándalos sexuales.
Hombre de lengua larga
Sus declaraciones altisonantes, absurdas, provocadoras, machistas e incluso racistas se sucedían casi todos los días.
Durante la campaña electoral de 2008, cuando una diputada comunista lo acusó de corrupto, le retrucó: “La izquierda no tiene gusto, ni siquiera cuando se trata de mujeres. Nuestras candidatas son más hermosas. En el Parlamento, no hay comparación”.
Ese mismo año, en abril, durante un foro de inversiones se despachó con un comentario que era casi una incitación al abuso sexual: “Otra razón de peso para invertir en Italia es que tenemos bellísimas secretarias… chicas soberbias”, dijo.
Otros mandatarios también debieron soportar sus agresiones y sus desplantes, dichos siempre con una sonrisa en los labios.
Quizás el caso más grave haya sido un comentario suyo sobre el cuerpo de Ángela Merkel que trascendió a los medios. En 2011 dijo que la primera ministra alemana tenía un “impenetrable culo grasiento”. Aunque no existe una grabación del comentario, el medio italiano Il Fatto Quotidiano lo publicó y causó un importante revuelo sobre todo entre los medios alemanes.
Barack Obama tampoco se salvó de un comentario racista. Al felicitarlo por haber sido elegido presidente de los Estados Unidos, lo describió en su mensaje como “guapo, joven… y bronceado también”, en una clara alusión al color de su piel.
Antes se había jactado de utilizar sus atractivos para convencer a la presidenta de Finlandia, Tarja Halonen, para que lo apoyara en su intento de conseguir que Italia fuera la sede de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. “Tuve que usar todas mis tácticas de playboy, aunque no los había usado durante algún tiempo”, comentó. Sus declaraciones causaron una protesta formal del embajador finlandés en Italia.
También escandalizó dentro y fuera de Italia al decir: “Mussolini nunca mató a nadie, envió gente de vacaciones al exilio”.
Pretendiendo a una argentina
Pero si sus declaraciones políticas y “diplomáticas” causaban revuelo, los mayores escándalos que lo tuvieron como protagonista fueron de orden sexual. En enero de 2009, cuando era primer ministro, se dieron a conocer varias grabaciones surgidas de escuchas judiciales en una investigación sobre redes de prostitución.
Il Cavalieri aparecía en una de ellas, donde se decía que tenía la intensión de conseguir los favores de una modelo argentina, Belén Rodríguez, conductora de un popular programa de televisión propiedad de Berlusconi.
En una charla del 2 de enero entre el primer ministro y Giampaolo Tarantini, empresario que le facilitaba jóvenes, se escuchaba lo siguiente:
Berlusconi: -¿Cómo anda Belén?
Tarantini: - ¡Madonna! ¡Qué buena que está! La vi en muy buena forma.
Berlusconi: -Sondeala un poco, a ver qué pasa conmigo.
Tarantini: -Ya sé, ya sé: la tengo que agarrar tranquila; total, esta noche ceno de nuevo con ella.
Berlusconi: -¡Muy bien! Decile que siempre tuve juicios muy positivos sobre ella, naturalmente sobre su belleza, pero también como mujer.
Tarantini: -Pero ¿Usted la conoció personalmente?
Berlusconi: -¿A quién, a Belén? Por supuesto. La conocí; estuvo una noche conmigo, pero no hicimos el amor porque descubrí que ella era la mujer de un futbolista mío.
Se refería a Marco Borrielo, un ex jugador de su club, el Milan.
Un día después, otra grabación registra una charla entre Berlusconi y Rodríguez. Allí el funcionario le pregunta si su relación con el futbolista había terminado y ella le contesta: “Por el momento, sí. No sé. De todas maneras, estoy muy tranquila”.
“Menos mal”, le dice Il Cavaliere, que también le recuerda de manera sugerente que gracias a sus gestiones ella había llegado a la conducción del programa “Scherzi a parte”.
Cuando la prensa consultó a la modelo si había participado de fiestas privadas con Berlusconi, respondió que no, aunque dijo que era “un hombre muy simpático”.
Un escándalo tras otro
La pregunta de los periodistas sobre las “fiestas” tenía sus motivos. Hacía poco habían circuladas fotos de Berlusconi y otros políticos, italianos y extranjeros, en una situación difícil de explicar. Se lo veía con varias mujeres semidesnudas y, en una de las imágenes, también con el primer ministro checo, Mirek Topolanek, que estaba totalmente desnudo y con el pene erecto.
También la prensa había obtenido declaraciones de varias jóvenes que decían haber recibido dinero por acudir a fiestas de Berlusconi. En este sentido, el diario La Repubblica informaba que la Justicia investigaba cinco fiestas celebradas en residencias oficiales de Berlusconi, en las que pudo haber prostitución y consumo de cocaína.
Además de sus procesos judiciales, Il Cavaliere también era noticia por su divorcio, solicitado por su mujer, Verónica Lario, a causa de sus constantes infidelidades. También lo había criticado públicamente por seleccionar a varias candidatas para las elecciones europeas por su físico.
Como confirmación de esta denuncia de la mujer de Berlusconi, una joven italiana reveló al diario Corriere della Sera que recibió dinero por asistir a fiestas de Il Cavaliere y que allí le habían propuesto entrar en las listas para las elecciones europeas.
El “Caso Ruby”
El mayor escándalo relacionado con fiestas sexuales tuvo lugar también en 2009, y tuvo el agravante de involucrarlo en el abuso de menores. Se lo conoció como el “Caso Ruby” o “Rubygate” y comenzó cuando una joven marroquí de 17 años llamada Karima El Mahrough lo denunció por pagarle a cambio de sexo.
A partir de esa denuncia, la investigación retrocedió un poco en el tiempo y descubrió que Karima, a quien se conocía como “Ruby” había caído presa por un robo menor en un comercio. Cuando la llevaron a la comisaría, la chica pidió que la comunicaran con Berlusconi, que en ese momento estaba realizando una gira fuera del país.
Los policías se rieron cuando escucharon el pedido, pero mayor que la risa fue su sorpresa cuando poco después el primer ministro se comunicó con un alto jefe policial y le pidió que la liberaran sin levantarle cargos. Como excusa, Berlusconi dijo que la chica era sobrina del presidente egipcio Hosni Mubarak y que había que tapar el hecho para evitar un incidente diplomático.
Algo no funcionó, porque meses más tarde, “Ruby”, que no tenía parentesco alguno con Mubarak, denunció a Berlusconi y habló de unas fiestas “bunga bunga”, donde un grupo de chicas contratadas se metían con Berlusconi en una pileta y hacían juegos sexuales con él bajo el agua.
Si la situación que involucraba al primer ministro era escandalosa, sus consecuencias judiciales podían ser mucho más graves, porque “Ruby” era menor de edad. Para evitarle el mal trago en la justicia, el ministro de esa cartera presentó un proyecto de ley para bajar la edad desde la que el sexo con menores no era penalizado.
Fracasó en eso y también con otro proyecto donde el presidente, el primer ministro –es decir, Berlusconi- y los presidentes de las dos cámaras legislativas no pudieran ser juzgados más que por delitos relacionados con el ejercicio de sus funciones.
Tampoco funcionó amedrentar o comprar a los testigos.
El juicio, la condena y la absolución
El 24 de octubre de 2013, Berlusconi fue condenado a siete años de prisión por pagar los servicios sexuales de una prostituta que era menor de edad, y un mes después, el Senado italiano expulsó al ya exprimer ministro, por ese caso y por haber recibido también una condena de cuatro años de prisión por fraude fiscal, que luego fue reducida a un año de “trabajos comunitarios”, gracias a la ley de indulto.
Pero aún condenado y fuera del poder, Berlusconi no dejó de tener influencia, y no poca. El 11 de marzo de 2015 fue absuelto definitivamente de los delitos de abuso de poder e incitación a la prostitución de menores por el Tribunal Supremo italiano.
Pero para poder regresar al ruedo político debía superar un escollo más, y lo logró el 21 de octubre del año pasado, al conseguir la absolución de un delito de corrupción, al no poder probarse el soborno a un pianista para que declarara en su favor en la causa que investigaba las fiestas que Il Cavaliere organizaba en su casa de Milán con mujeres jóvenes.
Ese mismo día, luego de sacarse el último cargo de encima, Silvio Berlusconi anunció que volvería con renovados bríos a la política.
No solo volvió, también lo hizo victorioso el domingo pasado, cuando la coalición de derecha que conformó con la neofascista Meloni y el derechista Salvini ganó de manera rotunda las elecciones parlamentarias italianas.
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