La película inaugural del Festival de Cannes siempre genera expectativa. La ansiedad acumulada durante un año, la prensa amontonada al costado de la alfombra roja, las celebridades, la desesperación por conseguir entrar a la sala. Pero la de este año consiguió concitar todavía más atención. Jeanne Du Barry, dirigida por Maïwenn, cuenta los amoríos ocultos entre Luis XV y una joven y sagaz costurera. Sin embargo, el que logró multiplicar la atención sobre el evento fue el actor protagónico. Jeanne Du Barry era el regreso de Johnny Depp a la pantalla. Su alejamiento no fue decisión del actor. Una violenta ola de cancelación cayó sobre él y arrasó con sus posibilidades laborales, sus contratos millonarios, su prestigio, su tranquilidad y hasta con su pasado.
Había tensión en el ambiente. Hubo grupos feministas que quisieron manifestar, el director del Festival fue cuestionado por su elección para abrir Cannes 2023 (Thierry Fremaux dijo: “A mí Johnny Depp sólo me interesa como actor. De lo otro no sé nada”), en las redes se desató un hostigamiento masivo.
Por eso al terminar la película, con la sala todavía a oscuras, hubo un momento de suspenso. ¿Cuál sería la reacción? Si Depp era repudiado sería definitivamente el fin de su trayectoria. El público comenzó a aplaudir con tibieza pero una ola de entusiasmo los fue contagiando. La atención estaba puesta en el actor. La ovación duró 7 minutos. Era una especie de reconocimiento, un mensaje que afirmaba que Depp estaba de regreso. Pero nada parece tan fácil.
Aunque ya recibió algunas ofertas, su camino en Hollywood sigue siendo arduo, por no decir imposible: “No necesito a Hollywood. Para nada. Actuaré en Europa si es necesario”, dijo el actor en una conferencia de prensa posterior.
Hasta 2016 Depp era uno de los actores más taquilleros de la historia (lo sigue siendo en cuanto a números absolutos). Se calcula que desde 2003 ganó más de 660 millones de dólares en honorarios y participaciones. Actor fetiche de Tim Burton también protagonizó la serie de largometrajes de Piratas del Caribe encarnando a Jack Sparrow. Sus películas recaudaron más de 10 mil millones de dólares en todo el mundo. Sin embargo, dos años atrás, pocos actores en todo el planeta parecían tener menos futuro que él. Y no era por una cuestión de edad.
¿Qué fue lo que sucedió para que uno de los intérpretes más importantes de su generación y uno de los más taquilleros de la historia cayera en desgracia? Pocos se despeñaron desde tan alto. El descenso es el más profundo y estrepitoso que se recuerde en una gran estrella en las últimas décadas. Le cancelaron todos los contratos, nadie le daba un protagónico, lo sacaron de las sagas que encabezaba y Netflix hasta llegó a bajar de su plataforma las películas que tenían a Depp como protagonista: no sólo no tenía futuro, hasta borraban su pasado.
Aunque el último año algo cambió: tras el segundo juicio que lo enfrentó con Amber Heard, su exesposa, y la sentencia a favor de Depp, una lenta recuperación, una leve reivindicación se está produciendo.
De todas maneras es demasiado pronto para sacar conclusiones, para determinar si es posible que Johnny Depp, que hoy cumple 60 años, recupere su carrera, su poder de taquilla, su condición estelar. Hasta es prematuro afirmar si lo van a seguir contratando con asiduidad.
Algunos creen que el deterioro del actor se debió al consumo desbocado de drogas y a su prodigalidad incontrolable. Ha demostrado una imaginación única para desperdiciar el dinero. Dicen que le queda poco de los más de 600 millones que ganó en este siglo. En uno de sus múltiples problemas judiciales de los últimos años, los ex managers del actor acusados por éste de malos manejos y fraude, expusieron sus persistentes gastos desmedidos a través de las décadas. Algunos ejemplos. Depp gastaba por mes 35.000 dólares en vino, 200.000 en aviones privados, 300.000 en sus 40 empleados fijos, 150.000 en seguridad. Además de comprarse un yate por 18 millones de dólares o perder 4 millones más en un sello discográfico fallido.
Entre esos gastos aparecieron los millones de dólares con los que Johnny Depp financió las exequias de Hunter Thompson. “Es lo que él quería y se lo di”, dijo. Depp en persona seleccionó los fuegos artificiales que debían ser potentes y ruidosos cómo le gustaban al periodista.
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Las historias de sus excesos, de algunos malos tratos, de conductas extrañas, de abusos de alcohol y drogas circulan hace mucho tiempo en Hollywood. A nadie pareció importarle demasiado (tampoco era algo que no se hubiese visto antes). Era parte de su imagen, de la leyenda de maldito (domesticado) que supo cosechar desde los inicios de su carrera. Alguien que podía transitar los bordes pero también protagonizar tanques que recaudaban miles de millones de dólares en todo el mundo.
Un productor hace poco dijo: “Lo de Depp es consecuencia directa de no haber recibido un No como respuesta en los últimos 35 años. He visto muchas carreras arruinadas pero al nivel de esta, nunca”.
Son muchos los que cometen excesos, los que delinquen y los que abusan de las sustancias en el mundo del espectáculo pero pocos colapsaron como Depp. Las causas son múltiples. Pero no debe soslayarse que su enfrentamiento con cierta prensa sólo logró que el ensañamiento con su figura cada vez fuera peor. Tras su reacción y el inicio de la causa judicial, los titulares, las guardias periodísticas, las fotos privadas, los desagradables secretos de alcoba y los mails personales multiplicaron su presencia en los tabloides. Fue como si una tregua implícita se hubiera terminado.
Su buena estrella con el público se fue apagando y las películas encabezadas por él dejaron de liderar la taquilla. El Llanero Solitario fue un fracaso, también la nueva incursión en Alicia, Trascendence y varias más. Nada que no sucediera antes. Todos los actores en algún momento de su trayectoria deben recalcular, amoldarse a los tiempos y aceptar nuevos roles. Pero la megalomanía de Depp no le permitió reconocer la nueva realidad. Él sólo conocía la táctica de apretar el acelerador y seguir hacia adelante. Obnubilado por la fama, por el dinero, por el poder y por las drogas no reconoció los cambios de época.
La caída pública empezó en 2016; la privada llevaba casi una década. Su divorcio escandaloso con la actriz Amber Heard expuso miserias, insultos y demenciales agresiones físicas dentro de la pareja. En los tabloides y por los portales de noticias se reproducían mensajes de voz con amenazas, insultos, reconocimiento de hechos atroces. Ambos lados de la contienda (los abogados de cada uno) filtraban esas comunicaciones privadas a la prensa mientras negociaban la división de bienes. Lo que empezó como factor de presión mutó primero en extorsión y luego en un afán mutuo e ilimitado de destrucción.
Ese mismo año, Depp decidió iniciarle un juicio por difamación al diario sensacionalista inglés The Sun porque lo había calificado como golpeador de mujeres. El actor prometió llevar el proceso hasta las últimas consecuencias.
La pareja se había conocido en el 2011 en el set de The Rum Diary, película basada en un texto de Hunter S. Thompson, el periodista y escritor al que Depp le organizó un fastuoso funeral que costó alrededor de 4 millones de dólares. Luego se casaron en el 2015. Pero la ruptura fue dolorosa y muy escandalosa. Depp se encontraba ya en su fase descontrolada.
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The Sun se había preguntado desde un titular con letras catástrofe cómo era que J.K.Rowling aceptaba que uno de sus personajes fuera interpretado por un golpeador de mujeres. Y el juez de la causa por difamación recopiló todos los testimonios y pruebas que demostraban que Depp era lo que el diario afirmaba. El juicio que él impulsó con el fin de limpiar su nombre, o simplemente de escarmentar a un diario amarillo, se convirtió en una fuente de escarnio propio. Por momentos el caso, no por los hechos juzgados sino por el modo en que una acción judicial se da vuelta contra quien la inició, hizo recordar al de Oscar Wilde. En los dos alguien de mucha fama presenta una demanda por difamación. Pero el resultado judicial le es contrario. El acusado queda absuelto y el acusador sólo logró darle mayor publicidad, y hasta confirmar, lo que se decía de él. En el caso de Oscar Wilde significó el repudio social y el final de su vida. Con Johnny Depp causó estragos que parecen irreparables.
Peleas, insultos, conductas erráticas, infidelidades cruzadas, lesiones, heces en la cama matrimonial.
Así comenzaron a aparecer fotos, videos privados y mensajes de WhatsApp en los que el actor se expresaba violentamente y con un nivel de desprecio olímpico hacia su ex pareja. Amber Heard participó de ese proceso como testigo y contó golpes, agresiones verbales y un clima de convivencia extremadamente violento. La defensa de Depp proporcionó los otros mensajes, el Lado B, en los que Amber se expresaba violentamente.
Una de las historias ventiladas: cuando se enteró que Amber estaba saliendo con Elon Musk, Depp le escribió un mensaje a un amigo, que el juez británico citó en su sentencia: “Amber está pidiendo una humillación global y la tendrá. (...) No tengo piedad, no tengo miedo, ni una pizca de emoción. (...) Me emociona que ella quiera pelear. Se va dar de frente, muy duro, contra una pared. Cómo se acuesta con Elon Musk le puso abogados caros. Desperdicié mi tiempo con esa stripper de 50 centavos. Ahora no la tocaría ni con un guante”. Como contracara, Depp contó que Amber defecó en su cama y describió una pelea espeluznante. Mientras filmaba una de las entregas de Piratas del Caribe en Australia, luego de consumir 8 pastillas de éxtasis tuvo una pelea feroz con Amber que revoleó 2 botellas de vodka. Una de las consecuencias fue que Depp terminó con la punta de uno de sus dedos rebanada. Debió ser llevado a Estados Unidos para que lo operaran. La filmación estuvo detenida 15 días y el estudio perdió más de 8 millones de dólares por la dilación. Ese tipo de episodios, esa falta de previsibilidad en su conducta, el aumento de los costos de los seguros, también lo convirtió en material radiactivo para los estudios.
Dos de sus ex parejas declararon en su favor. Vanessa Paradis, madre de dos de los hijos de Depp, y Winona Ryder negaron haber sufrido violencia por parte del actor. Pero otra ex novia y actriz, Ellen Barkin le dijo al juez que Depp una vez le revoleó una botella de vino por la cabeza.
Uno de los argumentos defensivos de Depp fue, al menos, curioso: “En mis años de matrimonio con Amber estaba tan drogado que era incapaz de pegarle a ella o a nadie”.
El juez británico dio por probado que, entre otras cosas, 12 de los 14 hechos violentos señalados por Heard. “Los demandados han demostrado que lo afirmado por ellos era sustancialmente cierto”, escribió en su sentencia. El juicio, que según Johnny Depp, estaba destinado a limpiar su buen nombre, sólo lo terminó de hundir.
El magistrado también dio por cierta otra de las alegaciones de Amber: Depp interfirió en la carrera de ella, iniciando gestiones para que los grandes estudios no la contrataran. Hay constancias de que el actor habló con su hermana, una productora importante, para que Amber Heard quedara fuera de Acquaman. Lo que el juez determinó finalmente fue que lo publicado por el tabloide no era un invento, que tenía la suficiente verosimilitud.
Parecía que ahí terminaba todo, que sólo restaba ver como en dominó iba cayendo lo que quedaba de la vida profesional de Depp: contratos cancelados, películas cajoneadas, auspicios caídos.
Pero Johnny no se dio por vencido. Uno de sus abogados lo empujó a tomar una decisión audaz, dadas las circunstancias. Demandó a Amber Heard por difamación en Estados Unidos. La actriz había publicado una nota en el Washington Post en diciembre de 2018. No lo nombraba pero no era muy difícil deducir de quien hablaba. Decía: “Hace dos años me convertí en una figura pública que representa el abuso doméstico”. Y también que estaba “viendo en tiempo real como las instituciones públicas protegían a los hombres acusados de abuso”. Depp la demandó por 50 millones de dólares. Ella contraatacó con un reclamo de 100 millones.
En ese punto de la contienda ambos estaban enceguecidos. La ira y el afán de venganza se impusieron. Querían destruir al otro. Debían intuir que el proceso sería cruento. Lo que no sabían era el resultado final.
Los abogados de Depp con una argucia presentaron el caso ante los tribunales de Virginia, porque en esa jurisdicción están los servidores del Washington Post. Ese estado tiene leyes más benignas en lo que se refiere a Anti-Slapp, es decir a las normativas que permiten demandar por difamación: muchos estados limitan esta posibilidad con paquetes de leyes que se llaman “pleitos contra la participación pública”: el fin es impedir que gobernantes, empresarios y otros poderosos hostiguen a los medios con demandas permanentes para evitar que publiquen artículos que los perjudiquen. Antes de iniciar las audiencias, el juez expulsó a uno de los abogados de Depp por filtrar a la prensa mensajes y videos pertenecientes a la causa.
Las acusaciones e imputaciones eran cruzadas, en espejo. Al que seguía día a día las audiencias le costaba saber cuál sería el resultado final. Era imprevisible. La violencia de los mensajes de voz escuchados, las anécdotas atroces que se contaron describiendo actitudes de Depp y de Heard, los testimonios lapidarios en contra de uno y otro, brindaron un espectáculo morboso. Y una radiografía de una pareja desequilibrada y violenta.
Ambos subieron al estrado y hablaron muy mal del otro y narraron anécdotas en las que eran las exclusivas víctimas. Hubo una gran diferencia: Depp siempre se mostró suelto, sonriente, con cierto humor y distendido. Amber fue todo lo contrario. Tensa, muy preocupada, llorando en cada una de las audiencias. Los relatos también eran antagónicos. La escena del dedo cortado fue un ejemplo. Depp contó la versión similar a la del juicio de Londres, Amber dijo que él la violó con la botella y que ella permanecía quieta para que no cortara su vagina.
El juicio fue un show mediático que las redes sociales multiplicaron exponencialmente. Se vivió minuto a minuto a través de posteos y tweets. Los fans de ambos los convertían en hashtag y creían que cada audiencia volcaba el caso a su favor.
Al final del proceso, el jurado declaró a Johnny Depp como inocente de la mayoría de los cargos. Dijo que las afirmaciones de Amber en el artículo no podían ser probados. Y condenó a Amber al pago de más de 10 millones de dólares.
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Johnny Depp salió exultante del tribunal del brazo de su enérgica y bella abogada; al poco tiempo se supo que eran pareja (aunque hace unos meses se disolvió el vínculo).
Antes de esta sentencia a su favor había conseguido un rol protagónico después de mucho tiempo. Pero eso no significaba que la industria le abriría la puerta de nuevo ni en las mismas condiciones. Minamata, película inspirada en la vida del fotógrafo bélico W. Eugene Smith, fue un proyecto rechazado por una decena de directores y por el que Depp obtuvo 3 millones de dólares por protagonizarlo. En 2018 la oferta inicial había sido de 6 millones pero hasta que cerraron el acuerdo la erosión de su prestigio y de su confiabilidad continuó. Cualquiera de los dos números está muy lejos de los 40 millones de dólares que una década atrás cobraba por sus incursiones en cada episodio en el que interpretaba a Sparrow. Una vez terminada, Minamata debió esperar en un purgatorio, muy parecido al infierno. Nadie quería estrenarla. Depp estaba cancelado. Sus fans presionaron y tuvo un pasaje breve por salas (con recaudación escasa) y terminó en plataformas.
También se confirmó que no lo contratarían para la tercera entrega de Animales Fantásticos, sus problemas personales lo dejaron fuera de la franquicia. El productor Jerry Bruckheimer fue uno de los que siguió confiando en él. Le propuso encabezar una serie televisiva. El rol era tentador: el mago y escapista Houdini. Sería también un regreso a las fuentes: el gran salto inicial lo dio con Comando Especial (21 Jump Street), el programa televisivo que debutó en 1987. Pero ese proyecto también se cayó. Otro actor, alguien más previsible, encarnará a Houdini.
A eso se le sumó en 2020 la baja de sus películas de Netflix. A Amber Heard también le costó varios papeles el enfrentamiento feroz. Los dos se hundieron en las arenas movedizas de la venganza irracional. Su objetivo era la destrucción del otro. Cada victoria fue pírrica.
Johnny Depp, que siempre había aparecido en tapas laudatorios, después del primer juicio salió en las portadas como acusado, con el estigma de ser un violento. El Hollywood Reporter tituló: “La Implosión” y sólo lo responsabilizaba a él y a su sed de revancha de la debacle.
Con su aparición en Cannes, Depp parece haber salido del ostracismo. La cancelación, al menos, no es absoluta. Más allá de las cuestiones técnicas y de las piruetas legales que a veces pueden alejar una sentencia de la verdad, la resolución muy positiva (para él) del juicio en Estados Unidos lo ayudó, a pesar de la enorme difusión que tuvieron las miserias personales de ambos contendientes.
Johnny Depp, a los 60, tiene otro motivo para festejar. Hace pocas horas Disney anunció que habrá otra entrega de Piratas del Caribe. Y algunos rumores no descartan que sea él quien una vez más encarne a Jack Sparrow