Dinah Magnante es abogada, está especializada en Ética Biomédica y lleva 20 años enfocada en lo que se conoce ampliamente como “el derecho a morir con dignidad”. No sólo desde la teoría, sino que acompañó casos que estuvieron en los medios de todo el país: más que “casos”, a familias.
Hace más de una década, por ejemplo, fue una de las abogadas que asesoró a las hermanas de Marcelo Diez, un joven neuquino que llevaba dos décadas en estado vegetativo irreversible tras haber sufrido un accidente de moto. Las hermanas pedían que le retiraran los soportes que lo mantenían vivo, algo que finalmente la Corte Suprema de Justicia autorizó en un fallo que se consideró “histórico”.
En 2016 Magnante fue, además, la abogada de la familia de Lourdes, una beba que nació con un grave daño en el tallo cerebral y quedó en “estado vegetativo persistente”. Sus padres pedían, básicamente, que la dejaran morir en paz.
Es la autora del libro “Bioética Clínica. Toma de Decisiones. Final de la Vida. Legislación Internacional”, y en esta entrevista con Infobae pone la lupa en los niños, niñas y adolescentes. ¿Por qué cree que una buena ley de eutanasia en Argentina debería contemplarlos?
―Hace 11 años que en Argentina existe una ley de “muerte digna”, pero aún no se logró empezar a debatir la “ley de eutanasia”. ¿Cuál es la diferencia entre una cosa y otra?
―La “ley de muerte digna” implica la abstención o el retiro de tratamientos cuando estos tratamientos van en contra de la dignidad de una persona. Por ejemplo, abstenerse de seguir haciendo diálisis o retirar un respirador, la alimentación o la hidratación. Eso está permitido en nuestro país desde 2012. La persona no se muere porque le retiran el respirador, la alimentación o la hidratación: se muere por la patología, lo que hacían esos soportes era sostener una agonía o un estado irreversible con una vida muy precaria, como son los estados vegetativos y los estados de mínima conciencia.
En la eutanasia, en cambio, lo que hace un médico o médica es suministrarle a la persona una inyección letal que le provoca la muerte en pocos segundos. Es a pedido del paciente y, en caso de finalmente ser legal en Argentina, podrían solicitarla cualquier persona con una enfermedad irreversible que les cause un sufrimiento físico o psíquico insoportable.
―Una es legal, la otra no. Sin embargo, “muerte digna” y “eutanasia” parecieran usarse como sinónimos.
―Es que “el derecho a morir dignamente” surgió en los 70 como contrapartida al encarnizamiento terapéutico, lo que incluso tuvo el apoyo de la iglesia católica y de otras religiones que se oponen a los tratamientos que van en contra de la dignidad humana. El concepto de “muerte digna” después fue tomado por las organizaciones pro- eutanásicas, porque podemos decir que a través de esta inyección letal también se accede al derecho a morir con dignidad. Ahí las cosas cambiaron, y tal vez esa sea una de las razones por las que el tema sigue sin debatirse. Las religiones y quienes se oponen al derecho a decidir nunca van a hablar de la eutanasia como el derecho a muerte digna.
Hay cinco proyectos que están para debatir en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados y ya tres diputados, como indica el reglamento, pidieron que se tratara. Tienen la obligación de tratarlo pero no aún no se ha hecho.
―Solemos asociar el “derecho a morir” con las personas mayores: una persona con ELA, un anciano con Alzheimer, ¿cree que la eutanasia debería ser un derecho también para niñas, niños y adolescentes?
―Por supuesto, como dijo un senador de Bélgica, uno de los dos países que amplió el derecho a la eutanasia en menores: “Lo horroroso es permitir que un niño o niña tenga que sufrir para morir”.
―¿O sea que hay países que contemplan la eutanasia en los menores?
―Países Bajos y Bélgica son los países que dieron el puntapié inicial para regular la eutanasia y el suicidio asistido, en 2002. Con el correr de los años ambos modificaron sus leyes. En Países Bajos la eutanasia ya era legal para los mayores de 12 años que pudieran dar su consentimiento, y para los bebés menores de un año con el consentimiento de los padres. Desde el mes pasado, y tras años de debate, también permite la eutanasia en niños y niños menores de 12 años que padecen sufrimientos intolerables e incurables.
Bélgica enmendó su ley en 2014 y es el único país del mundo que permite la eutanasia en menores de todas las edades en función de la “capacidad de discernir”. Sin embargo, en los menores no contempla el sufrimiento psíquico, mientras que en los mayores sí.
En 2018 Colombia se convirtió en el tercer país del mundo en reglamentar la eutanasia para niños y adolescentes a través de un proceso para destacar que viene haciendo, desde 1997, la Corte Constitucional de ese país.
Nota de la redacción: Además de Países Bajos, Bélgica y Colombia, la eutanasia también es legal en Luxemburgo, Canadá, Portugal, España y Nueva Zelanda. En otros lugares está permitido el “suicidio asistido” en donde no es un médico quien aplica la dosis sino que el personal de salud entrega los medicamentos al paciente para terminar con su vida pero debe tomarlos por sí mismo. Son, entre otros, Alemania, Suiza, y varios estados de EE.UU (como Washington).
―De los proyectos presentados en el Congreso de la Nación que esperan ser debatidos en Argentina, ¿alguno contempla a los menores?
―Por lo menos dos lo contemplan, el de la diputada Jimena Latorre (“Proyecto de ley de buena muerte”) que se presentó en 2021 y volvió a presentarse el mes pasado con la adhesión de muchos diputados de Juntos por el Cambio. También contempla a los menores el de la diputada Carolina Moisés (Frente de Todos) (“Derecho a la prestación de ayuda para morir dignamente”).
En el de la diputada Latorre, que tuvo el asesoramiento de Daniel Ostropolsky, un gran jurista con ELA que murió el año pasado pidiendo por una ley, se autoriza la eutanasia para niños, niñas y adolescentes de acuerdo a lo que establece el artículo 26 del Código Civil para la toma de decisiones en cuestiones de salud.
Esto es: en Argentina se accede a la mayoría de edad a los 18 años para ejercer actos jurídicos pero en cuestiones de salud, se accede a los 16, como lo dice el Código Civil. Entonces, a partir de los 16 años, los menores pueden decidir sobre su salud, así que podrían pedirla. Entre los 13 y los 16 años tiene que dar el consentimiento el menor y también sus padres o representantes legales. Verás que se trata de escucharlos, en la medida de las posibilidades, desde que son chiquitos. Si se tratara de una niño o un niño de menos de 13 años ahí tienen plena representación los padres para pedirla.
―¿Y si son niños que no pueden ser escuchados?
―Alcanzará con que los padres lo soliciten, pero será una Comisión Médica quien deberá evaluar caso por caso. Por supuesto que es muy fuerte pensar en bebés pero es cierto que muchas veces lo necesitan. Yo he acompañado el caso de una beba de 50 días en estado vegetativo irreversible por una lesión cerebral y sus padres, con muchísimo dolor, tomaron la decisión de sacar los soportes amparados por la ley de “muerte digna”. En ese caso la ley que hoy está vigente alcanzaba, pero hay otros casos en los que la ley de muerte digna no alcanza.
―¿Por ejemplo?
―Hay padecimientos que son irreversibles y que condicionan enormemente la calidad de vida, como la ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Un ejemplo es el de la antropóloga Adriana Stagnaro, a quien conozco bien (N de R: la mujer dio una entrevista en Infobae titulada “Quiero la eutanasia y poder morir plácidamente”: así vive una mujer que reclama su derecho a la muerte”). En casos así, el pedido del retiro de un tratamiento implicaría empeorar la calidad de vida de la persona. Por eso es necesario ampliar ese derecho y regular para que una persona tenga la libertad de decidir, incluso a través de una directiva anticipada, que diga que “en caso de estar en tal situación quiero someterme a la eutanasia”.
―¿Y en qué situaciones un niño, niña o adolescente podría pedirla?
―Puede ser un chiquito que tenga una enfermedad extremadamente grave, y a quien ya no le alcance con los tratamientos paliativos porque la enfermedad le causa mucho sufrimiento y quieran terminar con ese sufrimiento lo antes posible. Puede ser en caso de enfermedades neurodegenerativas. Insisto, a veces alcanza con el retiro de tratamientos, pero otras lo importante es que tengan la libertad para decidir.
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―Parece muy duro hablar de ayudar a morir a niños...
―Yo creo que permitir morir es un acto de amor. Los niños que están hospitalizados y que tienen enfermedades graves, por lo general, son mucho más conscientes de su realidad y son más maduros. Son menores enfrentándose a la muerte. También muchos padres, cuando les pueden ofrecer morir con dignidad, sienten alivio de saber que su pequeño dejó de sufrir, por más doloroso que sea. O alivio de saber, si el niño no estaba sufriendo porque estaba en estado vegetativo, que no va a tener una vida precaria terrible, que además va a influir en todo el entorno familiar, como en sus hermanitos y sus hermanitas. Estamos hablando de enfermedades graves e irreversibles, no es que estamos hablando de un chico con una incapacidad y nada más.
―Antes mencionó el sufrimiento psíquico, no sólo el físico. ¿Podría pedir la eutanasia alguien que no esté en una fase terminal pero tenga una afectación grave de su salud mental?
―Varios de los proyectos tienen en cuenta esto. Le leo textual el de la diputada Latorre, que me parece el más amplio: “Toda persona que se encuentre sufriendo una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante tiene derecho a solicitar y recibir la prestación de ayuda para morir”. No se habla de enfermedades terminales sino del sufrimiento que provocan, también el psíquico. En España, que legalizó la eutanasia en 2021, la Comisión de expertos aceptó el pedido de un hombre de 65 años con una depresión grave incurable.
N. de R: En 2018, Países Bajos autorizó la eutanasia a Aurelia Brouwers, una joven de 29 años, que no tenía una enfermedad terminal sino “un sufrimiento psicológico insoportable” producto de ansiedad, depresión y psicosis. En los medios se conoció como “eutanasia psiquiátrica”.
―La Salud Mental es una preocupación especialmente entre adolescentes, en Argentina muchos casos terminan en suicidios…
―Sabemos que la atención de la Salud Mental es deficiente aquí y en muchísimos lugares, por eso también ésto puede ser una oportunidad. Me refiero a que una persona que solicita la eutanasia por una enfermedad mental deberá ser evaluada por una Comisión Médica y si ese equipo considera que su caso es tratable, puede ser una oportunidad para que reciba el tratamiento adecuado. Creo que al final una ley resguarda más a la persona, porque aún si no la necesita la puede conducir hacia un tratamiento efectivo y evitar una muerte violenta como es un suicidio.
―Hay quienes creen que esas Comisiones que deberán evaluar cada pedido podrían terminar poniendo obstáculos si se legislara, ¿qué piensa?
―En España, la Organización Derecho a Morir Dignamente (DMD) al comienzo se oponía a estas Comisiones porque, precisamente, creían que iban a burocratizar los pedidos. Me lo dijo la presidenta de esa organización en Cataluña: por el contrario, estas comisiones han hecho que los médicos se sientan mucho más seguros, que haya inmediatez para resolver los pedidos de personas que viene arrastrando ese sufrimiento y que, a su vez, haya menos objeción de conciencia.
Los proyectos de Argentina van en ese sentido, varios determinan que cada provincia tiene que su Comisión para poder decidir de forma rápida sobre cada pedido que recibe.
―La ley de eutanasia de España no contiene a los menores. Cuando se debata en Argentina, ¿es un aspecto que podría omitirse?
―Yo creo que una buena ley que salga de Argentina tiene que incluir a las niñas, niños y adolescentes. Sé que hay diputados que están en contra pero yo voy a pelear por eso cuando nos llamen a los especialistas para dar debate. No estamos hablando de que un chiquito, una chiquita o un adolescente que está pidiendo un auto, un capricho absurdo, estamos hablando de situaciones de gravedad. Estoy convencida de que hay que ofrecerles esa libertad también.
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