Esa madrugada de hace 25 años, Phil Hartman hizo lo que muchas otras veces. Se fue a dormir y dejó a su esposa Brynn gritando e insultando. Habían discutido. De manera muy fuerte. Otra vez uno de los dos gritó la palabra divorcio varias veces. En esta ocasión, tal vez, fue él el que amenazó con terminar la relación, a pesar de que ella fuera quien, con frecuencia, pidiera separarse. Phil participaba de esas tormentas nocturnas alimentadas por la frustración, el alcohol y la cocaína hasta cierto momento en que se recluía en su habitación y dejaba a Brynn gritando sola. Ella no soportaba, entre otras cosas, que él se encerrara en sí mismo y terminara las peleas unilateralmente. Él creía que el sueño reseteaba la situación y a la mañana siguiente seguían como si nada hubiera pasado. Phil Hartman se quedó en remera y calzoncillos, se metió en la cama matrimonial y se tapó. De fondo, seguía escuchando los insultos de su esposa. No se sabrá nunca si ya se había dormido o si se hacía el dormido para no seguir la discusión, para que no siguiera escalando la violencia, para intentar que la mañana llegara.
Brynn entró a la habitación se paró al costado de la cama y, casi sin apuntar, gatilló tres veces contra ese bulto tapado por las sabanas. Un tiro perforó el cráneo, el otro atravesó la garganta y el tercero ingresó al lado del corazón. La sangre desbordó el colchón y cayó al piso alfombrado. Brynn quedó parada al lado del cuerpo, sosteniendo el arma. Tal vez trataba de entender lo que acababa de hacer.
Phil Hartman era un comediante muy exitoso en Estados Unidos. Había formado parte del elenco de Saturday Night Live y en ese momento encabezaba NewsRadio, una sitcom; faltaba menos de un mes para que se estrenara El Regalo Prometido, una película protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Brynn era su tercera esposa. Tenían dos hijos chicos, de 6 y 9 años, que en el momento del asesinato dormían en uno de los cuartos de la mansión.
El asesinato del actor provocó una enorme conmoción. Un drama doméstico, una muerte violenta, de alguien que estaba en la cima, que todas las semanas entraba en las casas de muchas familias norteamericanas. En pantalla solía interpretar a personajes exaltados, repletos de cinismo. En su vida privada era discreto, poco afecto a las apariciones públicas y a los eventos sociales.
El éxito le había llegado de grande, cuando él ya no lo esperaba. Una noche estando entre el público, aceptó la invitación de algunos de los integrantes del grupo de comedia The Groundlings. Desafiaron a la audiencia a hacerlo mejor que ellos, ofrecieron el micrófono, preguntó si alguien se animaba. Phil lo hizo. Dejó su silla y subió. Para él era una especie de broma, pero descubrió en él, en ese momento, algo que no sabía que estaba dentro suyo. Una energía oculta. Se le ocurrieron bromas, respuestas veloces, réplicas perfectas. El público enloqueció y los actores lo invitaron a unirse a su troupe.
Hasta ese momento se ganaba la vida como diseñador gráfico. Sus trabajos más célebres habían sido las tapas de algunos discos de la banda Poco, el Greatest Hits de América y Ajá, de Steely Dan. También fue obra suya el logo que identificaba a Crosby, Stills and Nash.
En escena ocupaba múltiples roles. Era la gran rueda de auxilio de la compañía. Le gustaba escribir y desarrollar personajes. Junto a Paul Reubens crearon a Pee Wee Herman, el personaje que haría famoso a Reubens y lo llevaría al cine y a la televisión como gran acto infantil (hasta que la trayectoria de Pee Wee terminó cuando encontraron a Reubens masturbándose en un cine y fue raleado durante años del ambiente).
Hartman consiguió algunos papeles en películas y unas pocas participaciones en televisión. Él quería escribir. Cada una de estas intervenciones las veía como una posibilidad para abrir puertas, para mostrar sus proyectos y guiones. Era realista: ya tenía casi 40 años y nadie empieza una carrera en Hollywood a esa edad. Pero él fue una excepción.
Su gran oportunidad llegó en 1986. Lorne Michaels, el creador de Saturday Night Live, escuchó lo que le venían diciendo desde hacía años Jon Lovitz y otros miembros del elenco, que le prestara atención a ese canadiense capaz de hacer muchas más cosas de lo que cualquiera pudiera imaginar. Hartman debutó en SNL ese año y permaneció hasta 1994. Compartió elenco con Adam Sandler, Dana Carvey, Mike Myers, David Spade, Chris Farley y Chris Rock entre otros. Hay disputas sobre quien fue el que le puso el apodo, algunos dicen que fue Sandler, otros que se trató de uno de los guionistas, lo cierto es que a Hartman lo llamaban El Pegamento. Porque era quien unía las partes, el que podía encabezar un sketch o el que daba un paso atrás para oficiar de soporte del resto. Llegó a participar de seis sketchs en un solo programa. En SNL se destacó por sus imitaciones de Reagan, Sinatra y Clinton entre otras. Una vez se cruzó con Clinton, mientras este era presidente. Cuando se dieron un abrazo, Hartman le dijo: “Creo que le debo una disculpa, ¿no?”. Y rieron los dos. En el programa también fue parte del equipo de guionistas. Por esa labor obtuvo un Emmy. La revista Rolling Stone lo puso en el puesto número 7 en el ranking de los actores que pasaron por el ya casi cincuentenario programa.
En algún momento rechazó una oferta de Jay Leno para ser su segundo en el late night show. Después de ocho temporadas dejó SNL para intentar tener su propio programa. Había ideado un show de variedades. Con imitaciones, invitados, producciones especiales. Pero la cadena a último momento decidió postergar el proyecto. Le ofrecieron NewsRadio en la que hacía de un exaltado conductor radial. La serie fue un éxito durante las cuatro temporadas en las que participó Hartman.
Se casó tres veces. La primera cuando era muy joven, a los 24 años. Duró sólo dos años. La segunda vez fue una década más adelante pero tampoco perduró más que un par de años. En 1987, cuando ya estaba en SNL, conoció a Brynn Omdahl, una mujer hermosa, modelo y aspirante a actriz. Alguien le pasó el teléfono de ella a Phil, le dijo que debía llamarla. Fue una cita a ciegas. A las pocas salidas, Brynn (ese no era su verdadero nombre, había cambiado tres veces a lo largo de sus intentos por construir una carrera artística, pero no importaba porque nadie la recordaba demasiado) quedó embarazada. Decidieron casarse. A los pocos años nació el segundo hijo de la pareja.
Brynn ansiaba tener una carrera artística. Le exigía a Phil que le abriera puertas, que intercediera por ella. Lo más cerca de la fama que estuvo fue la presentación de una de las temporadas de SNL en la que aparecía sentado en un sillón al lado de su esposo; dicen que en esa grabación se quejó porque ella estaba mal iluminada y la cámara se centraba en Hartman.
Phil la incluyó en el elenco de su programa frustrado y escribió una sitcom que la tenía a Brynn como protagonista. Pero los directivos de los canales no aceptaron. Ella no tenía el mismo talento que él.
Brynn se sentía frustrada y hasta traicionada por su marido. Creía que él construía su carrera mientras no hacía nada por la de ella. La mujer era muy celosa. Amenazaba a las viejas amigas de Phil y cuando la exesposa de éste le escribió una carta felicitándola por el nacimiento de su hijo, Brynn le respondió con una misiva repleta de agravios y en la que le advertía que nunca más se pusiera en contacto con Hartman porque de otra manera la iba a pasar mal. La exesposa le contó a Hartman lo sucedido y le preguntó cómo podía estar casado con esa mujer. Él le respondió: “Y eso que vos leíste la versión más moderada de la carta. No sabés lo que era el texto original”.
Brynn compró armas porque temía a los fans de Hartman. Decía que los que merodeaban la propiedad familiar para saludar y pedir autógrafos, algún día podían atacarlos.
La mujer tuvo varios problemas de adicciones. Alcohol, tranquilizantes, cocaína. Estuvo internada en más de una oportunidad para procurar una rehabilitación. Las peleas conyugales eran frecuentes y cada vez más violentas. Hartman las finalizaba abruptamente, dejándola a ella hablando sola: “Yo me meto en mi cueva y ella tira granadas para que salga”, graficaba el actor. Brynn quiso divorciarse luego de la salida de una de sus internaciones pero él se negó, no quería perder el vínculo con sus hijos.
La noche del 27 de mayo de 1998, Brynn salió a comer con una amiga. Charlaron, rieron, tomaron un par de cosmopolitans. Le contó a su amiga que las últimas semanas habían sido de paz en la pareja, que un día antes habían reservado en un spa para pasar el fin de semana los dos solos. Pero cuando llegó a su casa, una nueva pelea. Los hijos ya dormían y Phil miraba televisión. Nadie sabe qué fue lo que disparó esa discusión. La mezcla de alcohol, cocaína y tranquilizantes hizo que Brynn se pusiera más agresiva que de costumbre. Phil gritó (los vecinos dicen haberlo escuchado clamar por el divorcio). Y después, hizo lo de siempre. Se fue acostar. Brynn sacó el arma de uno de los cajones y le disparó tres veces. Eran las 2 de la mañana del 28 de mayo.
Después, Brynn llamó a Ron Douglas, un amigo de ella. El relato fue confuso, le dijo que Phil había salido y que todavía no había vuelto. El otro la notó alterada, percibió que las palabras se le trababan y le dijo que fuera a dormir. Ella no hizo caso. A los 20 minutos le estaba tocando el timbre a su amigo. Ingresó gritando frases inconexas y cayó desvanecida. El hombre supuso que se trataba de una sobredosis y se asustó. Trató de despertarla y lo logró con esfuerzo. Brynn como pudo fue hasta el baño y vomitó varias veces. Desde ahí, sentada en el piso, al lado del inodoro, le confesó a Douglas que había matado a Phil Hartman. Su amigo no le creyó. Supuso que era una expresión de deseos, una confusión por el mix de drogas y alcohol. Ella le dijo que fueran a la casa a comprobarlo. Antes de salir, Brynn llamó a otra amiga y le hizo la misma confesión. Douglas y Brynn fueron a la casa de los Hartman. El hombre apenas entró a la habitación matrimonial comprobó que el infierno, que él había creído que se trataba de un mero delirio, era real. Toda la habitación parecía un manchón bordó.
Bajó corriendo las escaleras y llamó al 911. En ese momento llegó la amiga que había sido avisada por teléfono. Ella también se había comunicado con el 911. El hombre fue a buscar a los hijos de Hartman y Brynn. El mayor, de 9 años, entre dormido, le dijo que a la noche había escuchado varios portazos muy fuertes; nunca imaginó que se trataba de balazos. Las sirenas de los coches policiales se acercaban. Preocupados por los chicos, tanto Ron Douglas como la otra amiga, desatendieron a Brynn quien subió las escaleras e ingresó a la habitación en la que estaba el cuerpo de su marido. Cerró la puerta con llave y se acostó a su lado. Cuando los policías golpearon la puerta, exigiendo que abriera, se escuchó la última detonación de esa madrugada. Brynn se había pegado un tiro en la sien.
Seguir leyendo: