La serie se llamaba The Henderson Kids y era su primer trabajo importante. A Kylie Minogue le faltaba un año para terminar la secundaria y sabía que era la oportunidad de entrar en la industria. Pero sufría en los estudios del Canal 10 de Australia: le costaba memorizar la letra y sus compañeros de elenco le hacían bullying; casi siempre terminaba llorando y eso era lo que decían de ella, que era “frágil”.
Su madre, Carol, había llegado de Gales a Melbourne en 1958 en el mismo barco que los Gibb, el carguero Fairsea, que transportaba beneficiarios del programa de inmigración asistida del gobierno australiano. Era bailarina clásica cuando conoció a Ron Minogue, un contador y empresario automotriz nacido y criado de quinta generación con el que se casó y tuvo a sus tres hijos. La mayor nació cuando ella tenía 20 años, el 28 de mayo de 1968. La bautizaron con un nombre que en la lengua aborigen de los Noongar significa “boomerang”. Kylie llevaba en su nombre la energía transformadora para hacer de la fragilidad su fuerza.
Los chicos Minogue –además de Kylie, Brendan y Danni– siempre habían tomado clases de canto y baile y aunque Carol no tenía intenciones de que tuvieran una carrera mediática, tuvo que ceder cuando su tía los llevó al casting de la novela Los Sullivan, donde la mayor consiguió su primer papel televisivo. Había actuado en otras producciones, pero el de The Henderson Kids era un protagónico, y fue un shock cuando el productor decidió dejarla afuera para la segunda temporada. No podía saber que eso le abriría la verdadera gran oportunidad de su vida.
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Por entonces, otro show para adolescentes parecía al borde del naufragio en la misma cadena. Neighbours había comenzado en 1985 con muy bajo rating y, para darle una chance, en la temporada siguiente el canal renovó la tira con nuevas incorporaciones. Kylie estaba ahí y era perfecta para interpretar a Charlene Mitchell, una adolescente que trabajaba en un taller mecánico. Ella misma había pasado horas entre autos en la concesionaria de Ron.
Su personaje enamoró desde el principio a la audiencia en Australia y en el Reino Unido, donde Neighbours se convirtió en uno de los programas más populares. La habían contratado por una semana, pero se quedó tres años. Tenía 18. Pese a que era una tira coral, su romance con Scott Robinson (el papel del actor Jason Donovan) traspasaba la pantalla: el capítulo del casamiento, en 1987, fue visto en directo por 20 millones de personas. Un condimento extra aumentaba el fanatismo: Minogue y Donovan también eran novios fuera de la ficción.
Como ocurriría más tarde con su compatriota Margot Robbie, Neighbours –cuyo último capítulo, con la participación de ambas, se emitió el año pasado después de 35 temporadas– catapultó la carrera de Kylie. Ese año ganó cuatro premios Logie –la distinción que da la televisión australiana– y fue la actriz más joven en alzarse con el Logie de Oro como la “Intérprete Más Popular de la TV”. Ella aprovechó el boom para lo que realmente le importaba: lanzarse como cantante pop. Lo había intentado antes sin demasiada suerte, pero ahora el contexto era distinto. Su single debut, Locomotion, se presentó el 13 de julio de 1987, una semana después del episodio de la boda. Fue el más vendido de la década.
Para la Navidad de 1988, Minogue grabó a dúo con Donovan Especially For You. Pero la relación ya estaba en crisis: ella se había despedido de Neighbours para dedicarse full time a las grabaciones de su primer disco, entre Londres y Melbourne, y él no toleraba ver que podía ser exitosa al margen de él. El álbum Kylie llegó a las disquerías en julio del 88 y estuvo más de un año en las carteleras londinenses. Estaba de gira en Japón cuando dejó a Donovan por teléfono, en 1989. Apenas unas semanas después se mostraría ante la prensa con una pareja impensable: ella, la princesa pop con perfil de chica buena y el encanto natural que define a las “vecinas de al lado”; él, un rockstar tan amigo de los excesos como el nombre de su banda.
Había visto por primera vez a Michael Hutchence en los premios Countdown de 1987. Ella era una principiante, pero él ya era una estrella. La leyenda, que ella después edulcoró, dice que esa noche el cantante pidió a los gritos una noche de sexo con Kylie Minogue. Volvieron a encontrarse más de un año y medio más tarde, en la fiesta que siguió a un recital de INXS. Esa vez, Hutchence tampoco dio muchas vueltas: “No sé que tenemos que hacer primero, si ir a comer o coger”, le dijo, según contó Minogue un cuarto de siglo después, en una entrevista con el programa australiano A Current Affair.
“Me preguntó si podía darme un beso muchas veces, y yo le dije que no muchas veces”, contó la artista entonces, y dijo también que la química entre ellos fue instantánea y total. En el documental Mystify: Michael Hutchence (2019) –para el que colaboró con videos, fotos y cartas de amor que se mandaban por fax durante sus respectivos tours– Minogue admite que él era “un oscuro chico malo y yo era la chica buena y pura: Sexo, amor, comida, drogas, música, viajes, libros, él quería experimentarlo todo. Tenía una curiosidad insaciable por todas las cosas buenas de la vida y algunas malas. Él abrió todo un mundo nuevo para mí. Despertó mi deseo por cosas. Y muchas de esas cosas estaban basadas en el placer, seamos sinceros. Si eres una persona sensual, todos tus sentidos necesitan estimulación”.
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El líder de INXS –que se suicidó en 1997 a los 37 años– significó muchas “primeras veces” para Kylie y cambió su imagen de “novia de Australia”. Se inspiró en ella para uno de los hits de la banda, Suicide Blonde, un tema que nada tenía que ver con la drástica decisión que tomaría a poco más de cinco años de su separación, en 1991. Es que Minogue estaba filmando The Delinquents (1989), donde llevaba el pelo corto y platinado, y una noche, antes de salir con él, usó una frase de su peinadora en el set: “Creo que esta noche voy a ir de rubia suicida”.
“Él era Byron-esque (romántico, apasionado, un poco arrogante, un héroe autodestructivo), poético, culto, hilarante y tierno. Él era todas esas cosas”, recordó Kylie en una nota con BBC Radio 4, en 2015. La ruptura fue dolorosa e intensa: él cayó al piso llorando y de rodillas cuando le dijo que quería separarse. “¿Era el trabajo? ¿Eran las drogas? No lo sé, él era un hombre roto”, dice en el documental sobre el ídolo del que siguió siendo amiga hasta su muerte. Tanto, que hasta era invitada a comer a la casa que el músico compartía con la modelo danesa Helena Christiansen.
El suicidio de Hutchence fue golpe durísimo para la cantante, cuyas fotos desconsolada en el funeral dieron la vuelta al mundo. “Siento que aún está conmigo, que es mi arcángel”, dijo en entrevista con News Australia, tras dedicarle el tema Bittersweet Goodbye, en 2012. Aún siente que tiene para agradecerle la consolidación de su carrera como una “verdadera artista de la música”. Mientras estaban juntos editó dos discos –Enjoy Yourself (1989) y Rhythm of Love (1990)– con un tono mucho más maduro y sexual que los medios atribuyeron a la influencia del rockero.
Cuando Michael murió, Minogue estaba de novia con el fotógrafo francés Stéphane Sednaoui. Ese año lanzó Impossible Princess, su sexto álbum. Nunca dejó del todo la actuación, pese a que le dio más disgustos que alegrías, como cuando acompañó a Jean-Claude Van Damme en Street Fighter (1994) y la crítica del Washington Post dijo que era “la peor actriz del mundo angloparlante”.
Pero sus detractores no lograron romper su romance con el público australiano, que coronó cantando su éxito On a Night Like This y Dancing Queen, de ABBA, en la clausura de los Juegos Olímpicos de Sídney en el 2000. Al año siguiente se dio el gusto de reivindicarse en la pantalla grande con una aparición especial en Moulin Rouge!, como el hada verde. Una vez más, aprovechó la masividad de la película de su compatriota Baz Luhrmann para lanzar el que sería su disco definitivo, Fever, que llegó a vender más de 10 millones de copias, ganó dos Brit Awards por Álbum y Artista Internacional y le valió un Grammy por el tema Come Into My World.
Era 2005 y había terminado el tramo europeo de una gira de grandes éxitos cuando fue diagnosticada en Melbourne con cáncer de mama. La operaron en mayo e inmediatamente después comenzó las sesiones de quimioterapia. En enero de 2006 anunció que había terminado su tratamiento y la enfermedad no había tenido recurrencia. Un mes antes había editado el single Over the Rainbow y dedicó su convalecencia a escribir un libro infantil, The Showgirl Princess, que publicó en octubre. En noviembre retomó el tour que había tenido que cancelar el año anterior con las coreografías adaptadas a su postoperatorio e intervalos más largos en los que recuperar energía. Los medios lo consideraron un “triunfo absoluto”, una vez más había logrado sobreponerse.
Hubo un “efecto Kylie”: miles de mujeres jóvenes en todo el mundo corrieron a hacerse mamografías y ella se convirtió en embajadora (y una de las mayores sponsors) de la causa. “Tenía 36 años cuando fui diagnosticada –contó en una entrevista reciente con el Sunday Times–. Es el momento en el que se te empiezan a acortar los tiempos. No pensaba en tener hijos entonces, pero el diagnóstico lo cambió todo. No quiero duelar sobre eso, pero me pregunto cómo habría sido. Todos dirán que hay opciones, pero yo no lo sé”.
Entonces estaba en pareja con el actor francés Olivier Martínez, al que había conocido en los Grammy de 2003 y con el que casi llegó a convivir en París. La adoración que aún se tienen –y que cada tanto enciende los rumores de una segunda chance– se escribió en todos esos meses de tratamiento. La cantante no olvida que en su peor momento él le dio “comprensión, alegría, amor y sosiego”. “No pude haber tenido más apoyo, siempre le estaré agradecida”, dijo más de una vez de quien luego se casó y tuvo un hijo con Halle Berry.
“Ahora que pasé los 50 estoy más en paz con mi vida –le dijo Minogue al Sunday Times–. No puedo decir que no haya remordimientos, pero sería muy difícil seguir adelante si pongo la maternidad entre mis frustraciones, así que soy tan filosófica como puedo. Hay que aceptar el lugar en que uno está y llevarse bien con eso”.
Acaba de separarse de Paul Solomons –la tercera vez que cancela un compromiso de casamiento, como una novia fugitiva–, el director creativo de la edición británica de la revista GQ, y volvió a vivir a Melbourne, donde planea una nueva gira cerca de sus hermanos y sus padres, a quienes considera sus “rocas”. No había vuelto a tener contacto con Jason Donovan desde su separación hasta 2018, cuando se reunieron para reeditar su famoso dueto en un concierto en Hyde Park, pero se reencontraron hace un año para el capítulo final de Neighbours. El público local volvió a delirar: la vecina de al lado más famosa de Australia estaba de regreso, un boomerang en eterno retorno.
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