Se enamoró de su cuñado y se desató un caos: un amor indisimulable y el final que nadie esperaba

Sol Silva Fernández había empezado un noviazgo con un muchacho que tenía un hermano. “Sueño con tu hermano, pienso en él, me desmayo cuando lo veo”, terminó confesándole. Fue un amor visceral y correspondido, pero duró muy poco, aún a pesar de la noticia de que ella estaba esperando un hijo. ¿Con qué se encontró cuando volvió a buscarlo, 22 años después?

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Soledad Silva es artista, escribió varios libros y creó 12 obras unipersonales que buscan el "autoconocimiento"
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La escena sucedió en un sexto piso, apenas bajaron del ascensor. Sol tenía 21 años y había empezado a salir con un muchacho algo mayor, así que el plan era conocer el departamento en el que él vivía. En ese edificio del barrio de Once, frente a la puerta del 6°C y mientras él metía la llave en la cerradura, Sol le hizo una pregunta, tal vez para llenar la incomodidad de la espera.

—¿Con quién vivís?

El muchacho respondió “con mi hermano” y fue en el encadenamiento de esas tres palabras que ella sintió que algo le atravesaba el cuerpo de arriba hacia abajo, “como un rayo que se me metió por la cabeza, bajó por la columna vertebral y terminó en los pies”, intenta traducir. “Nunca había sentido algo así”.

Después entraron. Adentro no había nadie.

La historia sucedió en 1997, cuando ya era actriz (Youtube: @GestandoelmundoAr)
La historia sucedió en 1997, cuando ya era actriz (Youtube: @GestandoelmundoAr)

Sol caminó por el departamento de la calle Saavedra y miró una por una las fotos de los portarretratos. “Había fotos del hermano pero era un nene”, cuenta ella a Infobae 24 años después. Fue entonces que el muchacho le explicó: las fotos eran viejas, su hermano ya tenía 18 años, vivían juntos y solos desde que su mamá había muerto.

“¿Y dónde está?”, preguntó ella después. El hermano se había tomado un año sabático para viajar por Europa, le faltaban seis meses para volver.

“Así que durante esos seis meses la relación se puso muy seria. Me presentó a toda la familia, se quería casar conmigo, o sea, todo lo que se supone que una quiere que le pase. Hasta que el hermano volvió del viaje”, frena.

“Un día apareció en la casa, y en el instante en que lo vi sentí que me explotaba el cuerpo. ¿Y a él? A él le pasó lo mismo”.

De amor y de otros demonios

Empezó a actuar cuando era una niña (Facebook: Sol Silva Fernández)
Empezó a actuar cuando era una niña (Facebook: Sol Silva Fernández)

Soledad Silva Fernández es, entre otras cosas, actriz. Trabajó en tiras muy populares -fue española en “Verano del 98″, prostituta de “Poliladron”, participó en “Perla Negra”, en “Los Machos”-, incluso tuvo un papel protagónico en un capítulo de “Por ese Palpitar”, en la que actuó hasta Ricardo Darín.

Ya llevaba años haciendo teatro, entrando y saliendo de castings, cuando alguien le propuso presentarle al muchacho. “Yo, la verdad, no tenía ganas de conocer a nadie. Hasta que un día dije que sí, de aburrida”. Vivían a media cuadra de distancia y empezaron a salir.

“Era como un amigo cómplice. No era atracción, no era algo sexual tampoco, no era de ese tipo de amor, pero yo me conformé, era lo más serio que había tenido en mi vida”, resopla. “Eso es un problema que tuve toda mi vida y que mucha gente tiene. Una cosa es lo que pensás que te conviene en una pareja y otra lo que sentís en el cuerpo”.

Ella y los hermanos vivían en Once, ellos en el sexto, ella en el séptimo, "a media cuadra por el aire"
Ella y los hermanos vivían en Once, ellos en el sexto, ella en el séptimo, "a media cuadra por el aire"

Era 1997, cada vez que el hermano del muchacho llamaba por teléfono la estructura montada sobre fosforitos se derrumbaba. “Pedía hablar conmigo y me decía ‘qué lindo conocerte’, ‘qué alegría que estés ahí’, una onda demasiado extraordinaria para tener con un desconocido del otro lado del mundo”.

Hasta que se cumplieron los seis meses y el hermano volvió a Buenos Aires.

No había reunión familiar en donde no se sentaran uno al lado del otro: hablaban con la complicidad de quienes se ven a través. Todo, inevitablemente, se tornó indisimulable.

“Empezamos a escribirnos cartas, poemas, se nos notaba todo en la cara cuando el otro aparecía. Sexo no teníamos entonces yo no sentía que estaba siendo infiel, se suponía que el sexo era lo que estaba prohibido pero salir a caminar con el otro, no. Tener una relación con el otro, no. Pero la relación ya era imparable. Yo no quería lastimar a mi novio pero tampoco podía ocultar lo que me pasaba con su hermano”.

"La relación ya era imparable", cuenta
"La relación ya era imparable", cuenta

¿Por qué no dejarlo pasar y ya? Es que Sol siempre había seguido lo que llama “un camino de autoconocimiento”. Esto es “buscar formas de ser responsable de la propia vida en vez de echarle la culpa a los demás de las cosas que nos pasan”.

Cuenta ella que quien era su novio en vez de pegar un portazo ofendido trató de negociar: “Me decía ‘casémonos’, o ‘vamos a vivir los tres juntos a un pueblo’, o ‘resuélvanlo y vuelvan’, como si sólo se tratara de un asunto pendiente de sexo. Siempre estaba como diciéndome, ‘no me saquen, no me echen’”.

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Consciente del caos que podía desatarse, un día el hermano menor se paró frente al mayor y se lo dijo: “Estoy enamorado de tu novia”, recuerda. “Yo era chica, todavía trataba de negar mi propia voz. Decía ‘no, tengo que ser normal. Tengo un novio amoroso, tengo que portarme bien’. Trataba de negarlo pero igual se lo decía de otras maneras: ‘Sueño con tu hermano, pienso en él, me desmayo cuando lo veo’”.

Una noche de octubre de 1998 y en un restaurante porteño, una escena mínima fue más elocuente que todas las frases anteriores.

Desde chica sigue un profundo "camino de autoconocimiento"
Desde chica sigue un profundo "camino de autoconocimiento"

“Habíamos salido a comer, mi novio se me sentó a la derecha y el hermano a la izquierda. En un momento el hermano pinchó una papa frita con su tenedor y me la dio en la boca. Cuando salimos mi novio dijo ‘se acabó, no aguanto más. Me duele en el alma, lo intenté, pero esto es imposible’”.

No fue -sigue ella- una retirada silenciosa: “No, empezó a decirle a toda la familia que se iba a suicidar, acusó al hermano de haberle robado a la novia. Le fue a hablar al padre y el padre era de esos tipos materialistas, un avaro, un controlador”.

Era domingo. El miércoles 14 de octubre de 1998 Sol tuvo su primera noche de sexo con ese hermano al que tanto había deseado, un jovencito de 19.

Pocas noches después se enteró de que estaba embarazada.

El después

Sol embarazada de su primer hijo
Sol embarazada de su primer hijo

“Las voces alrededor empezaron a decir que no se sabía quién de los dos era el padre. Yo sabía perfectamente quién era”, distingue ella.

Los rumores fueron alimentados por un error, “porque cuando me fui a hacer la primera ecografía en vez de decirme ‘estás embarazada de un mes’, me dijeron ‘estás de 2 meses”. Ese error que en una pareja estable no significaba demasiado, en su caso, cambiaba al padre. Un estudio de ADN mostró, luego, que ella tenía razón.

La alegría duró días. “Me dijo ‘vivamos juntos, seamos felices’, todo lindo, pero el mal seguía creciendo en la familia. Y empezaron a presionar: que el otro se quería matar, que yo era una loca: el diablo siempre parece estar afuera, ¿no? Nos ofrecieron plata a los dos, a mí para ‘abortar, desaparecer y dejar a los hermanos en paz’. A él lo llevaron a un psiquiatra y lo empastillaron”.

Llevó adelante la gestación sola
Llevó adelante la gestación sola

Pasaron décadas y Sol todavía se nubla con el recuerdo: “De repente, perdió el brillo en los ojos, dejó de sentir, tenía dolor de panza, de cabeza, se tiraba al piso a llorar”.

Cuando ella le preguntó qué sentía, él fue claro: “No siento nada”.

¿Y las cartas de amor? “Yo sé escribir bien -respondió él-. Podrían haber sido para cualquiera”.

Mientras el embarazo seguía avanzando, Sol le dijo algo de lo que no se arrepiente, aunque terminó siendo su condena: “No quiero que estés acá por obligación ni por responsabilidad. Si no sentís nada, andate. Yo te quiero y creo que el amor es libertad. Volvé a Europa si querés y cuando sepas lo que sentís, volvé. Esa fue la peor parte, ¿sabés por qué? Porque me quedé toda la vida pensando que un día iba a volver”.

Sol parió a su primer hijo en su casa y fue madre primeriza sola.

“No me arrepentía de tener un bebé de él. Podría haberlo tenido con el típico marido que me mantenía y por el que no sentía nada, pero él había tenido un sentido muy grande en mi vida. Fue difícil pero fue perfecto porque me desarrolló: tuve que ser coherente, tuve que ser fuerte para poder elegir y no que otros eligieran por mí. Tuve que crecer para sostener mi vida, nuestras vidas”.

Por más que mucha gente le señalaba lo que había pasado como un abandono -tanto a ella como al bebé recién nacido- Sol siempre lo vivió y lo contó como “la máxima historia de amor que tuve en mi vida. Algo completo, incomprensible, por eso me quedé siempre con la sensación de que era mi alma gemela”.

La certeza de haber llegado a algo tan inmenso, tuvo efecto en el después: “Eso me condicionó para el resto de mi vida amorosa. No podía formar una pareja: habiendo tocado algo tan grande sentía que todo era falso”.

Unos años después Sol tuvo otra hija. “¿Sabés cómo? Con un amigo con el que estuve y también: la primera vez que nos acostamos quedé embarazada. Era obvio”, sigue ella, que hace muchos años sigue trabajando en el autoconocimiento a través del Tarot, no con fines predictivos sino para recorrer un camino de desarrollo personal.

“Lo que hice fue tener a la nena para tener mi familia con mis hijitos, porque sentía que tener pareja era conformarme con algo menor a lo que había conocido”. Su tercera hija fue “al revés, de una relación basada en la atracción, y ya sabemos que una relación nunca puede empezar por un hijo”.

Con el cuarto hijo fue diferente. “Yo ya estaba súper cansada con tres chicos sola y decidí tener un compañero. Ya no buscaba al amor de mi vida, quería tener una pareja, que mis hijos tuvieran una familia, que vieran algo más sano. No fue algo que irrumpió en mi vida, como aquella vez, lo decidí. Y bueno… busqué un hombre que era responsable y amoroso. Un tipo que sí quisiera jugársela y cuidarnos. Estuvimos juntos 14 años, todo ese tiempo fue un remanso”.

Pero el año pasado se separaron. Y fue ahí que Sol sintió que tenía una vieja cuenta pendiente que saldar.

Volver a buscarlo

“Lloré, lloré, lloré”, cuenta. La decisión de su última pareja de poner fin al vínculo se había cruzado con otros momentos de rechazo y dolor, por eso Sol igual logró despejar: “Mi dolor más grande, el que nunca sané, es con aquel amor, con el padre de mi primer hijo”.

No sabía mucho de él, pero sabía que vivía en Suiza, que estaba en pareja y que había tenido otros hijos.

“Dije ‘tengo que ir a hablar con él, no sé si porque quiero que termine como una historia de amor feliz’. No esperaba que me dijera ‘te estaba esperando’, quería que existiera al menos una conversación con esa conexión que habíamos tenido. Saber que existía en el mundo ese ser que yo había soñado durante 23 años, que todavía hubiera un pedacito de mi alma en él. Sentir que era real lo que había sentido, incluso terminar de llorar aquella historia juntos”.

El año pasado Sol se subió a un avión y voló 14.000 kilómetros. Cayó en Suiza de imprevisto, sin avisarle.

Los recuerdos de su álbum personal
Los recuerdos de su álbum personal

“Y lo que pasó fue muy triste”, advierte. “Creo que él, desde el momento en que me negó a mí y negó a su hijo perdió su sensibilidad, su corazón. Cuando nos dio vuelta la cara cerró un pedazo de sí mismo y cuando fui a verlo lo vi sin ese pedazo. Ya no tenía el brillo en los ojos, había perdido el alma, el espíritu, como quieras llamarlo”.

¿Pero y lo de las “almas gemelas”? “Lo que creo es que las personas elegimos y eso es en lo que nos convertimos. Y él… pobre, quizás no tuvo la oportunidad de elegir por todas esas presiones familiares que convirtieron todo en una tragedia”, piensa.

Sol cree que haberse adaptado “a lo que nos dicen que tenemos que ser” había matado esa luz que ella había visto en él. “Me encontré con una persona acomodada a estructuras, que no sentía ni se sorprendía, había comprado la versión familiar de ‘no sé qué me pasó que le robé la novia a mi hermano, fue un ataque de locura’. Es que si no la aceptaba no podía volver a la familia”.

"No me arrepiento", cuenta
"No me arrepiento", cuenta

Así que volvió a Buenos Aires rota, porque había vivido más de 20 años “con esa fantasía, con esa ilusión de algún día volver a encontrarse”.

¿Arrepentida?

“No”, se despide Sol. “Yo sí creo que la verdad te hace libre. Supuestamente perdí el marido con el que podía formar la estructura familiar, pero yo elegí. Elegí por ese amor distinto que sentí, tuve un hijo por ese amor. Tal vez no salió como hubiera querido, pero no me arrepiento porque fue verdad”.

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