Cuando su carrera parecía sepultada por los maltratos, las decisiones erradas y los nuevos tiempos, Tina Turner logró rehacerse cuando ya nadie lo creía. Llegó a ser una artista de una enorme popularidad cerca de los 45 años cuando se convirtió en una de las grandes figuras del rock y pop de los años 80. Sin embargo, ya hacia el final de sus días, retirada en Küschnat, Suiza, en un castillo junto a su marido, el alemán Erwin Bach, cuando la consultaban por su vida no hablaba de los millones de discos vendidos, ni de los estadios llenos. Tampoco de su fortuna. Ella recordaba el dolor de una vida atravesada por el maltrato y la soledad.
Tina Turner sabía con exactitud el día que empezó a cambiar su vida.
Estaba en un auto yendo hacia un hotel en Dallas. Su marido Ike Turner hizo lo que había hecho tantas veces. Le habló con desprecio, le pegó y luego le volvió a pegar. Ella respondió. Gritos, insultos, rasguños, ojos morados, sangre. Lo de siempre. Cuando llegaron al hotel, ella le hizo unos masajes en el cuello hasta que él se quedó dormido. A la noche tenían una función. Por primera vez a ella no le importó. Tomó su equipaje de mano y se fue. Como un zombie cruzó a pie la autopista sin escuchar las gruesas bocinas de los camiones que la esquivaban como podían. Se escondió en otro hotel y pidió ayuda. Un abogado amigo le consiguió un pasaje y una casa en la que esconderse en Los Ángeles para no ser encontrada por Ike y su furia. No iba a volver con él. Debía empezar de nuevo.
Cuando llegó el turno de hacer el divorcio, Ike exigió quedarse con todo. Aducía que ella había hecho abandono del hogar. Tina le dio lo que pretendía. Las casas, los autos y los derechos de autor. Sólo pidió conservar algo: su nombre.
Empezó a cantar dónde podía. No había escenario o audiencia pequeña para ella. Aparecía en cada programa de televisión que le ofrecían. De juegos, como cantante invitada, entrevistas. Cualquier cosa. Servía la plata de los bolos y también servía que la gente supiera que ella seguía existiendo, que todavía estaba activa. En Las Vegas cantaba con frecuencia completando cartelera de nombres más prominentes.
Sus shows se pusieron más rockeros. En vivo mantenía la energía habitual. Pero en ese momento, en el mundo de la música la diferencia la hacían los álbumes y los contratos discográficos. A ella nadie le ofrecía uno. ¿Qué discográfica se iba arriesgar a contratar a una mujer de más de cuarenta años con ningún éxito solista detrás? Había pasado más de una década de su último hit con Ike. No importaba el respeto de sus pares, su potencia en vivo, ni su voz prodigiosa.
De pronto dio dos pasos que cambiaron su vida para siempre. Contrató a Roger Davies como manager y dio una nota a la revista People en la que contaba su vida. Era fines de diciembre de 1981. Allí, por primera vez, contó los detalles de su matrimonio con Ike.
Las vejaciones y abusos cotidianos, psicológicos y físicos. Contó que le provocó quemaduras lanzándole café caliente a la cara, que le rompió la mandíbula de una trompada, que abrió sus cejas, que la empujó escaleras abajo y hasta que la penetró con perchas metálicas. La mayoría de los ataques finalizaban con él encima de ella, forzándola, violándola.
La nota estaba anunciada en una pequeña línea en una tapa que ocupaba Johnny Carson, la máxima personalidad de la TV y el anticipo ni siquiera hacía referencia a lo conyugal. Pero la revista tenía en ese entonces cerca de 30 millones de lectores.
A partir de ese momento Tina fue mirada de una manera diferente. Se animó a hablar con el periodista empujada por su vidente, que le dijo que veía en su futuro multitudes pero que para eso debía soltar el pasado. “Viví 16 años con Ike. Viví con un hombre con el que sabía no podía ser feliz. Una tortura”, contó Tina. El periodista, rápido, repreguntó: “¿Lo llamaste tortura?”. “Sí, una auténtica tortura. La muerte en vida. Pero sobreviví”, dijo Tina.
Davies persistió hasta conseguirle un contrato con Capitol. Pero cuando estaban por entrar al estudio, la empresa cambió de directivos. Los recién llegados al ver la lista de sus artistas tacharon a Tina, les parecía un dispendio innecesario. Roger Davies peleó por su artista y consiguió que la dejaran entrar a grabar. Pero las condiciones fueron claras. Sólo quince días, el presupuesto mínimo y tras la salida del disco debían arreglarse ellos con la promoción. La discográfica no pensaba gastar ni un dólar de más en una artista que ya llevaba siete años de carrera solista y no había logrado destacar, alguien considerada “vieja” para las nuevas audiencias.
Contrataron sesionistas sólidos y empezaron a desarrollar el repertorio. No era malo pero no se había nada que marcara la diferencia. Hasta que llegó Terry Britten con What´s Love Got To Do With It. Una canción que había grabado el grupo pop Buck Fizz y que había pasado merecidamente inadvertida. Era un tema insípido, algo bobalicón, al que le faltaba energía. Tina lo odio apenas lo escuchó. Tuvieron que convencerla para que lo intentara. Tras unas pequeñas modificaciones, Tina le puso su voz. Tras unas pocas tomas se dieron cuenta que tenía un potencial hit después de muchísimo tiempo. Pero de todas maneras, nadie podía imaginar la dimensión de lo que sucedería.
La apuesta era altamente improbable. Sin embargo, Tina Turner fue el gran batacazo de los ochenta. Ni siquiera se puede hablar de regreso. Ella casi no había conocido la cima. Private Dancer, su álbum solista, vendió casi 20 millones de copias. What’s Love Got to Do It llegó al N° 1 y se llevó varios Grammys.
Sus shows en vivo se agotaban. La experiencia de verla cantar y bailar valía la pena. Bailaba como una James Brown mujer pero con más intensidad (aquella nota de People empezaba diciendo que ella le había enseñado a bailar a Mick Jagger). Sus movimientos escénicos eran frenéticos pero gráciles. Había energía, sensualidad, fascinación, ritmo, atmósfera sexual. En Brasil consiguió el récord de más entradas vendidas para un artista solista en un solo recital. La vieron 186.000 personas. Su sueño de llenar estadios se convertía en realidad aunque unos meses antes hubiera sonado imposible.
El look era inconfundible: el pelo salvaje y parado, labios rojos, vestidos breves y escotados y las piernas de mármol. La banda era contundente, eficaz sin demasiados lujos. Los músicos vestían con atuendo de karate negros.
A ella en cada entrevista le preguntaban por Ike. Decía que quería mirar hacia adelante, que el dolor del pasado necesitaba dejarla atrás y deseaba que su ex marido grabara un disco y tuviera éxito. Pero Ike estaba muy lejos de poder hacerlo.
Mientras Tina se había convertido en la Reina del Rock, a Ike no se lo veía por ningún lado. Un periodista de la revista Spin lo rastreó. Era una gran nota. La contracara del suceso. Pero le costaba llegar hasta él; algunos hasta le llegaron a decir que estaba muerto. Una sobredosis, o en un enfrentamiento con la policía, o por un ajuste de cuentas con un traficante o tras una pelea con un proxeneta. Todas eran verosímiles. Hacía poco había salido de la cárcel y permanecía inhallable. Pero tras una serie de pistas falsas, el periodista lo encontró. Había perdido todo -estaba consumido por sus adicciones- excepto su arrogancia. Habló de su pasado con Tina sin demasiados remilgos, repartió culpas y no mucho más.
En 1951 Ike compuso Rocket 88, la que muchos sostienen es la primera canción de rock. Al escucharla hoy se hace difícil negar tal aseveración. En ese momento se dedicaba al piano aunque luego pasó a la guitarra (la Rolling Stone lo eligió como uno de los mejores de la historia). Fue impulsor, entre otros, de B.B.King. Con Ike y Tina Turner Revue creó un grupo que mostró un nuevo camino. Además de la violencia doméstica, las adicciones lo dominaron durante décadas. Sus problemas con la justicia fueron frecuentes. Estuvo preso en siete oportunidades. Incurrió en medio código penal. Lesiones, disparo de armas de fuego, intento de homicidio, robo, tráfico de drogas. Cuando Tina alcanzó el Número 1, él estaba en prisión. En 1991 cuando Ike y Tina fueron admitidos en el Rock and Roll Hall of Fame (ella después también ingresó como solista), él no pudo asistir a la ceremonia porque cumplía con otra condena. En sus últimos años regresó al blues y ganó dos Grammys con sus discos del género. Murió en 2007.
El 26 de noviembre de 1939, hace 82 años, Anna Mae Bullock nació en Nutbush, Tennessee. Su familia era muy pobre. Cosechaban algodón. El ambiente de la casa era violento. Su padre les pegaba a las tres mujeres de la casa: su esposa y sus dos hijas. Hasta que un día, la madre no aguantó más y se fue. El padre fue tras ella y aunque no la encontró tampoco regresó. Las dos hijas quedaron abandonadas. Durante años, fueron pasando por casa de distintos familiares que las alojaban. Las dos hermanas cantaban, disfrutaban hacerlo para ellas. Ike conoció a Alline. Y ella llevó a su hermana Anna a un show. Ike le ofreció el micrófono a la hermana, pero fue Anna quien lo agarró y empezó a cantar. Todos quedaron deslumbrados y no podían creer que eso era natural. Ella nunca había estudiado ni música ni canto. Ike la llevó a su grupo. Anna Mae tenía 17 años y un hijo de meses, Craig. Al poco tiempo el talento de la chica se había abierto paso. Ike, sin que ella lo supiera, le cambió el nombre. A partir de ese momento era Tina. El grupo era The Ike and Tina Turner Revue. Un ensamble de R&B con guitarras y vientos y Tina y dos coristas que bailaban a la par de ella. Tuvieron algún módico suceso en los charts negros con A Fool in Love y It´s Gonna Work Out Fine.
La capacidad de ella fue reconocida de inmediato. El grupo fue contratado asiduamente y llegó a la televisión. Phil Spector sabía que él tenía todo lo necesario: los estudios, las canciones, la imaginación, el genio y la Pared de Sonido. Sólo buscaba grandes voces. Y no pudo resistirse al encanto de Tina. Le pagó a Ike para utilizarla y, principalmente, para que él no interfiriera y se mantuviera fuera del estudio. Tina se libraría por un tiempo de su violento marido pero caía en manos de otro desquiciado como Spector. El resultado fue River Deep-Mountain High, una canción recargada y hermosa que permite mostrar cada una de las virtudes vocales de Tina que logra trepar y superar esa pared sonora. Pero el tema no tuvo demasiado éxito en Estados Unidos, un híbrido que el público no supo cómo encasillar.
Los grandes éxitos de Ike y Tina fueron la versión de Proud Mary y Nutbush City Limits. Pero de allí en adelante ninguna canción logró escalar los charts, lo que aumentaba la frustración de Ike.
Después vendría la separación.
En medio de su gran éxito de los ochenta, Tina publicó sus memorias. I,Tina escrito por el periodista musical de la Rolling Stone Kurt Loder fue un enorme best seller. Ella dijo que escribió el libro para no tener que hablar más del tema. Quería que allí quedara fijada su visión y no tener que volver a revisar su pasado. Sólo quería mirar para adelante. Lo demás era muy doloroso. Sin embargo, el libro produjo el efecto contrario. Su relación con su exmarido volvió a ser diseccionado por los medios. Al poco tiempo sus derechos fueron comprados y se filmó su biopic en la que fue interpretada magistralmente por Angela Bassett. En la conferencia de prensa de lanzamiento del film, Tina dijo que no la vería, que no estaba preparada para ello.
Su historia fue muy inspiradora para muchas mujeres. Eva Ensler, autora de Los Monólogos de la Vagina ahora conocida como V., dijo: “Lo que me resultó impactante, sanador, asombroso, fue su capacidad de transformar públicamente ese dolor en poder. Vi lo que el cuerpo y el espíritu femenino podían hacer, y yo también quise hacerlo. Fue como si de repente se abriera cada portal de mi joven ser”.
Oprah Winfrey es una gran amiga de Tina Turner. En una aparición conjunta le dijo: “Vos no sólo actuas y bailás. Vos representás la posibilidad. Cuando la gente te ve en el escenario saben que volviste de las cenizas, desde lo más profundo de la desesperación, y eso significa que por muy hundida que esté una mujer puede conseguir ser como vos”.
Tina se lamentaba porque nunca en su vida había podido tener una relación de amor genuina. Ni con sus padres ni con el padre de su primer hijo ni con Ike. Eso la desesperaba. “¿Cómo nadie puede ver algo hermoso en mí como persona? , como si yo no mereciera amor. Ni una sola persona”. Eso cambió cuando a fines de los ochenta, ya convertida en un súper estrella global, se cruzó en Europa con Erwin Bach, un joven ejecutivo de su discográfica. La relación no fue tomada en serio por nadie. Ella tenía 16 años más que él. La prensa lo llamaba su Boy Toy. Sin embargo, más de treinta años después, siguen juntos. Desde 1995 están instalados en Suiza.
En 2009, Tina Turner realizó una gira mundial. Aprovechó para festejar sus 50 años en el mundo del espectáculo y para despedirse de los escenarios. Luego, se recluyó en su majestuoso castillo suizo. Era hora de no hacer nada, de descansar.
En 2019 su historia llegó a Broadway. En Tina, el Musical están sus canciones, su historia de amor con Erwin Bach, su actual marido y también los años tristes con Ike. El año pasado se estrenó Tina, un documental que repasaba en clave similar su carrera. En estos últimos meses, siguiendo la tendencia de otros grandes del rock, Tina vendió su catálogo musical a BMG por 50 millones de dólares.
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Tres años atrás la tranquilidad del retiro se vio sacudida por una tragedia. Su hijo Craig se suicidó con un disparo en la cabeza. Ella, poco después, declaró que Craig buscaba una paz que nunca había encontrado, que siempre se había sentido abandonado por sus ausencias, que ella no había sido una madre presente porque estaba de gira o grabando, siempre detrás de un hit o de la plata que les permitiera vivir mejor.
Cuando le preguntaban sobre su vida, trataba de no hablar del tema. No le gustaba hablar del pasado pese a que está condenada a hacerlo todo el tiempo. Porque sabe que en el pasado no sólo están los años de gloria, ese éxito inesperado cuando ya tenía 45 años. “Mi vida fue muy diferente a lo que piensan. No fue una buena vida. Lo bueno no alcanza a compensar lo malo. Así que no quiero más recordar todo eso”, suele decir.
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