Si no la conocen, escuchen esta maravilla de Serge Gainsbourg. Si la conocen, también. “Je t’ aime... moi non plus” (Te amo... yo tampoco), en las dos versiones históricas grabadas por él: la de 1967, cantada a dúo con Brigitte Bardot, y la de 1968, con Jane Birkin. Una canción erótica imbatible, explícita, sensual, irónica, prohibida en su momento en las radios europeas y satanizada por el Vaticano. Gainsbourg lo tomó en broma y le agradeció al Papa que fuera difusor del tema, casi como un jefe de prensa. Se la había dedicado a Bardot cuando eran amantes. Se la ofreció a Birkin para la reversión -más famosa que la original- grabada hace 55 años, al comienzo de una historia de amor, pasión y escándalos que marcaría los años 70.
“Je t’ aime...” tiene como base de melodía pop barroca “inspirada” en el exitazo “Esa blanca palidez”, de Procul Harum. La voz de Gainsbourg suena canchera, autosuficiente, dominante; las de ellas, con un año de diferencia, pasan de la entonación cachonda al susurro, a la respiración agitada, a las súplicas entrecortadas, a los jadeos, quejidos y grititos orgásmicos, más intensos en Birkin, a la que Gainsbourg le había pedido que cantara casi en el tono de una niña. En medio de la excitación sonora de aquellas mujeres, íconos sexuales de estilos contrapuestos, él -un poeta maldito, narigón, orejón, de ojos saltones, mal entrazado, la afeitado- les recita en francés: “El amor físico no tiene futuro”. A los autores de “Esa blanca palidez” va a gastarlos, como al Papa: “Ellos le robaron a Bach, nosotros podemos robarle a Procul Harum”.
Nace el amor
Gainsbourg, compositor, cantante, escritor y actor francés, y Birkin, actriz británica, cantante y modelo, se conocieron durante el rodaje de la película “Slogan”, de Pierre Grimblat: él interpretaba a un hombre de 40 años -con su esposa embarazada- que se enamoraba de una joven (Birkin) en Venecia. Birkin venía de algunas osadías, como mostrar el vello púbico en “Blow Up”, de Michelangelo Antonioni). Tras una cena con el equipo de rodaje, Serge llevó a Jane a su bar de travestis favorito, donde solía cantar blues Joe Turner; luego fueron a un club ruso; después, ya con él muy borracho, al Hotel Hilton, donde la recepcionista le preguntó si quería su habitación de costumbre. Esa noche no hubo sexo. Lo habría poco después, en Venecia: Birkin tenía 22 años; Gainsbourg 40: la realidad copiaba a la ficción, como de costumbre. . .
Jane conocía la historia de la primera grabación de “Je t’ aime...”, en el estudio B de las salas Barclay, en la avenida Hoche de París. El ingeniero de sonido William Flageollet contó que Gainsbourg y Bardot -quien luego intentó que la canción no se difundiera, por miedo a la reacción de su marido, Gunter Sachs- habían tenido una sesión de dos horas en una pequeña cabina de cristal en la que se habían hecho “caricias intensas para lograr mejores sonidos”. Más adelante, Gainsbourg intentó que Marianne Faithfull, Mireille Darc y Valerie Lagrange grabaran la canción con él, pero ninguna se animó a otro escándalo.
Birkin se sentía en inferioridad artística ante Gainsbourg, que era una estrella del sello Philips y al que ella consideraba un genio. Le preguntó si aquello de los toqueteos con Bardot era cierto. El músico le respondió: “No fue así. Si no, habríamos grabado un disco larga duración entero”. En todo caso, la excitación de Jane durante la grabación sonó aun más verosímil. “En algún momento me dejé llevar por la respiración agitada; tanto que, de hecho, me dijeron que me calmara, lo que hizo que por tramos dejara de respirar por completo. Si escucho el disco ahora, todavía siento ese silencio contenido”, confesaría muchos años después. El disco, que venía en un envoltorio con la leyenda “Prohibido para menores de 21 años”, vendió más de tres millones de copias en 1969 sólo en Europa.
Cuando conoció a Gainsbourg, Birkin venía de separarse del compositor John Barry, un artista tan talentoso como mujeriego (tuvo romances con Shirley Bassey, Charlotte Rampling, Ursula Andress y Catherine Deneuve). Tenían una hija, llamada Kate, que iba a suicidarse a los 46 años. Gainsbourg le pareció, en la primera impresión, y tal vez en las siguientes, snob, arrogante, despreciativo. Lo deseó como a ningún otro hombre. Juntos, fueron íconos de la cultura pop: vivieron envueltos en un desenfreno de sexo, arte, fama, alcohol y consumo de sustancias prohibidas. Pero daban una imagen cool, la de dos artistas sofisticados, sibaritas, entregados de lleno al goce pagano y, al mismo tiempo, a cierta levedad existencial.
“Me sentía atraída por los genios. Serge fue mi gran amor, claro. Pero también me convirtió en una especie de muñeca al servicio de sus caprichos. Y yo deseaba demostrar que no era exactamente su muñeca”, declaró ella. Sus peleas públicas, como sus apariciones sensuales, fueron antológicas. Una vez discutieron en el bar Castle, de París, y Jane le estampó una torta de crema en la cara. Él la persiguió, ante las miradas de estupor de los que caminaban por ahí, a lo largo del Boulevard St. Germain, hasta que Birkin saltó al Sena. Finalmente, ante los reclamos de él, salió. “Caminamos alegremente a casa tomados del brazo”, recordó Jane en una entrevista.
Todos los escándalos
En 1973, en la película “Si Don Juan fuese mujer”, de Roger Vadim, ella y Bardot compartieron una escena desnudas en una cama. Gainsbourg disfrutó del revuelo mediático, como disfrutaría de otros: grabar La Marsellesa a ritmo de reggae haciendo bromas con su letra -fue amenazado de muerte por grupos nacionalistas de su país-, quemar un billete de 500 francos en un show, en protesta contra un impuesto, o decirle “Te quiero coger” a Whitney Houston en un programa de televisión, borracho, en vivo. Pero el escándalo mayor fue haber grabado la canción “Lemon Incest” con Charlotte, la hija que tuvieron con Jane Birkin, en ese momento de 12 años. Hoy, como mínimo, lo cancelarían por apología del incesto. En ese momento, 1984, logró un efecto conocido y buscado: ataques verbales, enemigos que no le importaban y mucho prensa y éxito de público.
Un fragmento de la letra decía: “Te amo, te amo. Te amo más que nada. El amor que nunca haremos juntos es el más raro, el más preocupante, el más puro, el más estimulante. Charlotte Gainsbourg, hoy convertida en una gran actriz -protagonista de “Ninfomanía”, de Lars von Trier-, cantante y directora, siempre respaldó aquella grabación de “Lemon Incest” y en 2019 opinó: “Todo es ahora tan políticamente correcto que es muy aburrido. Me imagino las tormentas de Twitter que habría provocado el tema. Su carrera (por la de su padre) habría terminado”.
Birkin se alejó de Serge Gainsbourg en 1981, abrumada por su alcoholismo, ciertas reacciones violentas e infidelidades. Pero el vínculo, tanto afectivo como profesional, se mantuvo casi intacto: él siguió componiendo canciones para ella y siendo su productor; ella intentó protegerlo, hasta donde pudo, de sí mismo. Cuando Jane tuvo a su tercera una hija, Lou, con Jacques Doillon, Gainsbourg le regaló ropa de bebé con una tarjeta que decía: “Papa Deux”, y fue su padrino. La familia Birkin lo adoraba; en especial, Andrew, hermano de Jane, que solía pasar las vacaciones con la pareja. “Me enamoré de Serge. Andrew se enamoró de Serge. Serge se enamoró de Andrew. Éramos un trío”, explicó o intentó explicar ella.
Gainsbourg siguió con su vida de excesos, discotecas, borracheras, cigarrillos Gitanes, sustancias prohibidas, clubes nocturnos, autodestrucción física y romances escandalosos. Jane le rogó, una y otra vez, que dejara el alcohol, pero él no le hizo caso. Murió el 2 de marzo de 1991 de una crisis cardíaca, a los 62 años. Birkin, profundamente afectada, se negaba a separarse del cadáver y depositó objetos de ambos en el ataúd. Gran parte de los mejores artistas de su generación acompañaron el féretro hasta el cementerio de Montparnasse, rumbo a una tumba que sigue siendo un lugar de peregrinación de fanáticos del poeta maldito.
Bardot opinó: “’Je t’aime... moi non plus’ es el más maravilloso himno que se le ha hecho al amor, un homenaje único, verdadero, fantástico. Jane Birkin también dijo lo suyo: “Artísticamente hablando, Serge me fue fiel hasta su muerte. Le debo mi éxito y gran parte de mi amor”. Hoy ella tiene 76 años.
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