“No hay nadie a quien ame más que a Grace Jones. Ella es como mi Jesús personal”, confesó nada menos que Lady Gaga, una de las estrellas del pop más exitosas del siglo XXI. La influencia de Jones es evidente en las personalidades inventadas por muchos artistas actuales, desde Janelle Monáe hasta Rihanna.
Dueña de una mirada arrogante y un porte que parecía salido de otro planeta, allá por los ‘70 irrumpió en la escena del espectáculo. Pero Grace Jones era humana, tan humana como sus raíces jamaiquinas. “La primera revista que me contrató fue GQ en Nueva York, pero me hicieron usar una peluca. Recuerdo hojearla y pensar, ‘Ni siquiera me reconozco. Esto no va a funcionar’”, dijo en una entrevista a The Guardian. Tal vez esa fue la primera y única vez que su intuición le falló porque de principio a fin cada paso que Jones marcó en su carrera siempre dio que hablar. Y eso en la vida de un artista lo es todo.
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Camino a la fama
Grace Beverly Jones nació en Spanish Town, Jamaica, un 19 de mayo de 1948. Antes de encontrar la fama, vivió bajo la influencia opresiva de sus abuelos, a los que atribuye haber dado forma a su intensa personalidad. En su autobiografía, Miss Grace Jones, explicó, “El personaje aterrador proviene de la autoridad masculina dentro de mi familia religiosa. Primero tuvieron eso, y subliminalmente lo asumí. Estaba jodidamente asustada de ellos”. Cuando Grace tenía 13 años se mudó junto a su familia a Siracusa, Estados Unidos.
Revoltosa desde la adolescencia, a los 15 años se fue de su casa y empezó a vagar como hippie, sumergiéndose en aquella cultura, llegó a vivir en varias comunas. Sus aires de rebeldía empezaron desde chica cuando se rapó la cabeza en desobediencia a sus parientes ultra religiosos. “Fui criada en Spanish Town, Jamaica, por mi abuela y mi abuelo adoptivo. El hermano de mi abuela era un obispo pentecostal, por lo que nos hicieron ejemplos en la iglesia de Jamaica, donde la Biblia se interpreta de manera muy literal. No se me permitía usar pantalones ni alisarme el cabello, por lo que peinarme era muy doloroso y sería castigada si alguna de mis acciones se consideraba ociosa”, dijo la actriz a The Guardian. Más tarde confesó que para su corte de pelo se inspiró en el boxeador Don Denzey.
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Al terminar sus estudios en Onondaga Community College, su imponente y atlético físico le valieron su primer contrato como modelo: tenía 16 años y fue descubierta por un importante productor de la agencia de Wilhelmina Modeling, quien primero la invitó a modelar en Nueva York. Pero no lograron conseguirle mucho trabajo porque su imagen no gustaba en Estados Unidos ya que estaba bastante alejada de los cánones de belleza del momento. Entonces a los 22 años, con hambre de más, Jones se mudó a París donde intuyó que tendría más éxito. Y una vez más su instinto la guió por el buen camino: a los 3 meses de llegar a Francia, era una de las mejores modelos de de ese país. El mundo de la moda se puso a sus pies.
Corrían los ‘70 y los diseñadores Yves Saint Laurent, Kenzo, Giorgio Armani y Karl Lagerfeld sólo hablaban sobre “aquella extraña mujer que parece hombre”; quedaron eclipsados con la exótica afroamericana. La posicionaron posicionándola como la favorita en sus desfiles. Enseguida apareció en las portadas de las más prestigiosas revistas de moda, como Elle y Vogue. Los fotógrafos más reconocidos del momento, como el alemán Helmut Newton, se la disputaban para capturar su imagen. Así, rápidamente se volvió una de las modelos más cotizadas y se hizo mundialmente conocida por su apariencia extraña: unos pensaban que era hombre y otros creían que era mujer. Pero no todo era glamour en la vida de Jones, “A los 18 viajé a París, Italia y Nueva York, y tomé mucho ácido. Lo encontré revelador. Siempre había médicos cerca, por lo que nunca se sintió realmente peligroso, incluso cuando tomé un STP, una súper píldora que te ‘lleva de viaje’, y no pude bajar durante al menos tres días”, confesó a The Guardian.
Ícono gay
En aquella convulsionada época, los ‘70, en medio de sus andanzas fiesteras de la noche parisina, cantando sobre una mesa alguien le sugirió que debía hacerlo de forma profesional. De hecho, en alguna ocasión dijo: “Nunca pensé que iba a ser cantante. Eso fue un accidente”. Jones, consciente de lo efímero del mundo del modelaje decidió lanzarse a una carrera musical que la tendría como la heredera de Donna Summer. En 1977, su primer álbum Portfolio y su himno I Need a Man, dispararon su fama en la comunidad gay como nunca antes. “Yo era una mujer que parecía un varón, cantando ‘necesito un hombre’, para una sala llena de varones que buscaban exactamente lo mismo”, supo reconocer Jones con sus propias palabras. Acá es cuando su pacto con la comunidad LGTV quedó sellado y se convirtió con fuerza en el primer ícono viviente que la representa. Cuando le preguntaron sobre su participación en el mundo gay, Jones dijo, “El hecho de que entre y actúe durante este tiempo político, y me divierta mucho haciéndolo, ayuda. Los gays son mi mejor público”.
Siempre fue muy abierta y de avanzada en su pensamiento con respecto a las cuestiones de género. “Por supuesto que encuentro a las mujeres atractivas, creo que si no fuera así, no me encontraría atractiva a mí misma. Creo que uno tiene que comenzar primero dentro de sí mismo, luego ir desde allí, y para mí decir que no encuentro que las mujeres atraigan sería decir que no me encuentro atractiva. No me hace nada, creo que es ridículo tratar de categorizar los sentimientos de las personas o decir lo que prefiere una persona, no hay comparación. No puedes simplemente decir que uno es mejor que el otro, o que uno es peor que el otro: haz lo que sientas, cuando te apetezca, si te apetece”, sentenció sobre la sexualidad y las preferencias sexuales.
Ya siendo una cantante conocida en Francia, quiso regresar a Estados Unidos para triunfar allí. Lo primero que hizo fue ir a Studio 54, la mítica discoteca donde iban prácticamente todos los famosos de la época y artistas de toda clase se codeaban. Ahí conoció a Andy Warhol y lanzó sus discos Warm Leatherette (1980) y, el más popular, Nightclubbing (1981). A sus 30 años Grace Jones impuso una imagen llamativa, con un corte de pelo cuadrado y angular, desafiando los estereotipos raciales y de género, con un look llamativo y andrógino parecía estar logrando lo que siempre soñó: reconocimiento a nivel mundial.
Precursora en todos los sentidos, Jones decidió que era un buen momento de incursionar en la pantalla grande; su ímpetu de estar siempre un paso adelante la había llevado a prepararse para todo. Lo relató en una entrevista para The Guardian, “Decidí dedicarme a la actuación después de actuar en mi primer musical de verano en la universidad de Saint Joseph en Filadelfia. El modelaje era sólo una forma de pagar mi alquiler. No quería ir a mi casa en Jamaica. Pensé, ‘Si voy a actuar, también podría intentarlo todo’. Tomé tantos trabajos como pude, durante una semana, dos semanas, un mes, sólo para aprender el proceso”. Así, plantó su estampa en Conan el destructor (1984) -donde forjó una gran amistad con Arnold Schwarzenegger-, la saga de James Bond 007: En la mira de los asesinos (1985) y Boomerang (1992). “Cuando actúo en el escenario me convierto en esos matones masculinos, esos dominadores de mi infancia. Probablemente por eso da tanto miedo, porque me asustaron”, se sinceró la actriz. En los ‘90 su fama explotó aunque no en el mejor de los sentidos. Diversos escándalos se sucedían a su alrededor.
Escándalos en vivo
No fue sólo su notable estética lo que cautivó, atrajo y, en cierto modo, perturbó. Era tan fogosa y llamativa en persona como en las fotografías. Su carácter fuerte e impulsivo hizo de Grace Jones un desafío a la hora de entrevistarla. Nunca se sabía cómo reaccionaría ante las preguntas. En 1981 le pegó una cachetada al conductor de televisión Russell Harty durante un programa en vivo porque Harty le estaba dando la espalda para conversar con otro invitado. Le pareció una falta de educación así que no dudó y actuó en consecuencia. Según su autobiografía, su arrebato cáustico fue la culminación de una combinación tóxica de mala cocaína, mierda de paloma y senos paranasales infectados; como escribe Jones, “La mala coca era lo último que quería antes de ir a un programa de televisión en vivo. La forma más pura, tal vez, pero nada más entraba en mi cuerpo”.
Como si aquello no fuera suficiente para causar una tormenta inquietante, las sustancias en su cuerpo también colaboraron para que las mesas se vuelvan literalmente contra la estrella entre el ensayo y el espectáculo en vivo, escribió en sus memorias: “Ensayamos el espectáculo con cierto detalle; los tres nos sentamos en forma cortés uno frente al otro en un semicírculo. No parecía haber nada de qué preocuparse... En el programa en vivo, en la vida real, todo era muy diferente. Hubo una audiencia en vivo, que inmediatamente cambió el ambiente. Las cosas se movieron muy rápido y no me sentía mejor”. Y agregó, “Estaba destinada a sentarme junto a Russell Harty y mantenerme quieta y en silencio. Estaba vestida como una seductora amazona y me trataron como a una extra contratada. Pensé, esta no es forma de tratar a un invitado. Esto no se parecía en nada a lo que habíamos ensayado. Estar atrapada allí mientras él me ignoraba me hizo sentir muy incómoda. Me sentí provocada. Me sentía exhausta, no tenía idea de dónde estaba y estaba cubierta de mierda de paloma; ahora parecía que estaba alucinando que estaba en un programa de charla en vivo y el conductor me ignoraba. Enojada, le di un golpe en la espalda”.
Y a partir de entonces, había un aire inevitable en sus continuas palmadas en el hombro del conductor. “No lo estaba atacando porque estaba borracha o colocada”, explicó Jones a la revista británica Far Out. “Estaba arremetiendo porque sentí que no estaba siendo correcto. Puedes ver si lo miras”, dice en referencia a la repetición de la escena que corrió por todos los noticieros del mundo. “Estoy siendo sensible en lugar de rebelde. De hecho, debido a que estaba cansada y desorientada, todo se acentuó. Nunca quise hacer este tipo de espectáculos drogada. En todo caso, me drogo después”. Y en una suerte de confesión, concluye, “Cuando se dio vuelta y me miró -dice hablando del conductor abofeteado por ella-, comencé a ver a Mas P (su abuelo adoptivo) en su rostro, y una expresión irritada que parecía decir, las mujeres son la raíz de todo mal… Harty fue grosero. No iba a aguantarlo. Arremetí en la televisión en vivo. Se necesitan bolas para hacer eso, lo que podría verse como un poco loco. ¡Y luego intentaron que volviera al programa! Los ratings se dispararon. Le había hecho un favor. Querían una revancha. Todo era tan vulgar”.
Años más tarde, en una suerte de mea culpa y defensa personal, Jones volvió a referirse sobre el episodio de la cachetada, y dijo, “No doy miedo si no has hecho algo para darme miedo. Me he dado cuenta de que cuando algunas personas atacan, no es realmente a mí a quien atacan. Suelen tener un problema ellos mismos. Así que dejé de golpear a la gente. Digamos que ya no golpeo a nadie”.
Mujer, madre y abuela
A pesar de que Grace Jones se convirtió en una diva, su vida sentimental no ha sido demasiado pública. Durante los ‘70 mantuvo una larga relación amorosa con el diseñador y creativo francés Jean Paul Goude con quien tuvo a su único hijo Paulo, quien en 2009 hizo abuela a Grace con el nacimiento de su hija Athena. “Mi hijo es mi mayor logro. Es un compositor, productor y músico increíble, y también mi hermosa nieta”, dijo orgullosa. De hecho, contradictorio a su estampa imponente, sus declaraciones sobre la maternidad son pura ternura, “Tengo una fórmula que realmente funciona, y es nunca usar una palabra negativa para él (su hijo), jamás. Nunca dije ‘no’, ‘no lo hagas’, ‘nunca’ o ‘si te metés en la piscina, te podés ahogar’”.
En la primera mitad de los ‘80 se enamoró de Dolph Lundgren, su guardaespaldas, quien luego pasaría a la historia por su personaje de villano en Rocky IV (1985). La relación con el culturista sueco duró cuatro años, sin llegar al matrimonio. Él actor salió ventilando detalles de la relación, como las maratónicas orgías que, según Lundgren, Jones lo obligaba a participar.
En su autobiografía, afirma que nunca estuvo casada con el productor musical Christopher “Chris” Stanley -quien produjo su álbum de 1989 Bulletproof Heart (1989)-, aunque estuvieron en una relación durante algunos años, entre 1989 y 1991. En 1996, Grace volvió a enamorarse de su guardaespaldas y esta vez se casó con Atila Altaunbay, el húngaro 20 años menor que ella que la cuidaba. Pero también resultó una unión fallida: el matrimonio se deshizo en 2004.
Pero desde 2006 la jamaiquina parece haber encontrado la armonía en cuanto a su vida sentimental. Está en pareja con el compositor Ivor Guest, quien afirmó le da la estabilidad que necesita. Aunque no se sabe demasiado sobre la relación, todo sigue viento a favor lo cual es mucho.
En la actualidad, Jones actúa ocasionalmente en vivo y ha colaborado con otros artistas, como Beyonce y Gorillaz. También fue curadora del 27º Festival Meltdown, lo que la convirtió en la primera mujer negra en hacerlo. Aunque a sus 75 años la artista continúa siendo un misterio, y más aún después de la pandemia, según ella misma contó a The Guardian, “La última vez que lloré fue durante el Covid. Me detuvieron en un aeropuerto. No voy a decir de qué país. Me gusta dejar un poco de misterio”.
Grace se niega a envejecer y, como revela en sus memorias, es una mujer inmortal: “Incluso la muerte no me detendrá. Nunca lo ha hecho. Puedes encontrar imágenes mías desde hace siglos. Rostros como el mío tallados en madera como en el Antiguo Egipto. Llevo aquí mucho tiempo, con el corazón palpitante, listo para saltar sobre mi presa, acechando, desafiando, amando, cazando, conquistando, seduciendo, luchando, soñando, riendo y siempre lo estaré”.
Y para coronar su existencia, Jones remata en una entrevista a The Guardian respondiendo sobre su paso por este mundo: “¿Cómo me gustaría ser recordada? Como un tequila entero con gusano y todo”.
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